El pasado día 10 de enero tuvo lugar una nueva sesión del Curso “Los sacramentos de la Iglesia”, del Instituto Diocesano de Estudios Teológicos para Seglares, esta vez a cargo de Dª. Estela Aldave Medrano, profesora de estudios bíblicos en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón, con la ponencia «La Escritura y la palabra proclamada, como presencia «corporal» de Cristo Palabra«.

La profesora Aldave inició su ponencia bajo la cuestión sobre el lugar en el que el cristiano se encuentra con Dios: “se trata de ver dónde se hace presente Cristo, dónde nos encontramos con Él, y dónde nos sale al encuentro”. “Esta reflexión -señaló- tiene consecuencias serias en la práctica de nuestra vida, porque nos lleva al rostro concreto de Dios, un Dios que no se nos hace presente en cualquier lugar ni en cualquier cosa, sino de una manera muy particular, dónde nos encontramos con el rostro de Dios, que se nos revela en Jesús”. 

El tema está centrado en la Palabra y, especialmente, en la Palabra como escritura. “Esto tiene más calado del que puede parecer”, señaló. “Los cristianos creemos que Dios se nos da a conocer en la palabra y la palabra es una mediación humana”, indicó la profesora Aldave. “Y esto nos habla de un Dios que asume medios humanos para darse a conocer, con todo lo que esto implica de asunción de la cultura, de unos parámetros culturales, de asunción de un contexto cultural, también de las limitaciones humanas, propias de cada historia, de cada cultura pero también, visto el mismo fenómeno, también eleva a la categoría divina todas estas mediaciones que, por su propia definición, son limitadas”. «Dios dignifica esas mediaciones que son las nuestras, señaló.

Planteó unas palabras introductorias, a estos efectos: “La Escritura, para los creyentes, es siempre presencia de Cristo”. “El cristianismo no es la religión del Libro, como es el judaísmo y como es el Islam, porque el cristianismo está centrado en una persona que es Cristo y ello influye en nuestra visión de la Palabra. Para nosotros la Palabra es presencia de ese Cristo, que es lo central. Y, en este sentido, podemos decir que la Escritura es sacramento de Cristo”.  

«La Escritura, para los creyentes, es siempre presencia de Cristo y, en este sentido, podemos decir que la Escritura es sacramento de Cristo»

La ponente desarrollo en su presentación cinco puntos al respecto. 

El prólogo del Cuarto Evangelio: Jesús, Palabra hecha carne

 

La profesora Aldave explicó que “esta unión entre Palabra y Cristo la vio muy bien el Cuarto Evangelio. El primer capítulo de Juan que es un “hermoso poema que resalta este aspecto de la Palabra”. Indicó que este himno es el resultado de interpretar textos del Antiguo Testamento y, en concreto, de la sabiduría personificada: Proverbios, Eclesiástico y el Libro de la Sabiduría, «donde la Sabiduría toma la palabra y habla en primera persona». Es una mezcla de estos textos del Antiguo Testamento y del Génesis. 

“Este poema, que abre el Cuarto Evangelio, trata de expresar a través de las Escrituras, distintas imágenes tradicionales judías, y distintas metáforas, en definitiva, lo que nos quiere decir es quién es Jesús para la comunidad creyente”. Y como la buena literatura, este poema quizá alude y sugiere más que describir de manera precisa”. “Este poema nos invita a entrar en una lógica más experiencial que racional”. 

“El Evangelio comienza hablando de la Palabra y la Palabra nos lleva a Yahvé, que en el Genesis crea nombrando.”

“La palabra es nuestro medio de comunicación y es también principio de relación, de diálogo y de encuentro y quizá por eso la usa Juan. Por la importancia de la palabra en la experiencia humana. Hay un sustrato antropológico que explica el Cuarto Evangelio nos hable de la palabra tal y como lo hace. Juan -señaló Aldave- es atrevido al identificar esta Palabra con Jesús de NAzaret. Es atrevido porque el devenir de esta palabra, que se nos dice de origen divino, de esta Palabra se dice también que va a experimentar conflictos”. Y en este sentido, Aldave planteó que el Cuarto Evangelio era atrevido: “Nos dice que Dios se hace carne, se hace historia, y que, por tanto, acoge las limitaciones e las incapacidades humanas e incluso el rechazo”. “Por eso, el prólogo de Juan insiste tanto en la divinidad de esta Palabra, como este empeño de las tinieblas por terminar con Él. Esas tinieblas que se empeñan en vencer la luz”. 

“En definitiva, -señaló la ponente- estos primeros versículos de Juan contienen la paradoja de la confesión de fe cristiana, en la humanidad de Jesús, su vida, sus relaciones, en sus hechos, en su muerte en la cruz…. Se nos manifiesta Dios y nos enseña su singular y verdadero rostro”. 

Dios se revela – se nos da a conocer mediante palabras

La segunda parte de su exposición fue dedicada a la cuestión de que Dios se releva mediante palabras: “Dios se revela, se nos da a conocer mediante palabras, la revelación es siempre un acto de quitar el velo de algo que se nos da a conocer, algo oculto que se nos muestra”. 

Y, en este sentido, la referencia a la Dei Verbum del Vaticano II se torna inexcusable. “La Dei Verbum reflexiona sobre la Escritura, sobre la Palabra y arranca del tema de la revelación. La centralidad de la Palabra en la vida del creyente fue un principio de renovación importante en el Vaticano II. Fue el documento del Concilio cuya elaboración y aprobación tardó más tiempo, quizás por esta importancia, señaló Aldave. “Cuando leemos la Biblia se mueven muchos cimientos, se cuestionan muchas cosas, por ello la Palabra siempre tiene que tener una capacidad crítica, de cuestionarnos cosas. Nuestra tendencia es a domesticarla, pero la Palabra debe tener esa función crítica.”. 

“La Palabra siempre tiene que tener una capacidad crítica”. 

Explicó Aldave que “en el Vaticano II la centralidad de la Palabra se vio como algo fundamental; por eso, comenzó este movimiento de renovación en la Iglesia y se propuso la Biblia como algo que había que leer razonablemente, esto es, utilizando la razón, pero también vitalmente, es decir, una Escritura que tiene algo que decir a nuestra vida. Una Escritura con cabeza y que contribuye a mantener viva nuestra fe”. 

“La idea de Dios, como quién se nos da a conocer mediante la Palabra, nos introduce en la idea de un Dios que se quiere comunicar con nosotros, para establecer una relación personal con nosotros». 

Trajo a colación el número 2 de la Dei Verbum: 

“Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación”. 

Dios se nos da a conocer por medio de hechos y palabras y nos habla como amigos. 

En primer lugar, desglosando algunos aspectos de este número, nos dice el texto que Dios se nos da a conocer por su propia iniciativa, es decir, porque quiso. Dios se revela porque ha querido, porque esa ha sido su voluntad. Hay aquí una idea de fondo muy importante: «este acto de Dios de darse a conocer no se debe a nuestra naturaleza, a nuestras obras, ya sean buenas o malas, sino que es gracia y don». «Es algo gratuito y es algo en el que Dios toma la iniciativa. No salimos nosotros a su encuentro sino que es Él ha dado el primer paso hacia nosotros para que participemos de su vida. Este Dios nos sale al encuentro, se nos da a conocer y nos pide la fe y una respuesta particular a su llamada.”, señaló.  

El acto de Dios de darse a conocer no se debe a nuestra naturaleza, a nuestras obras, ya sean buenas o malas, sino que es gracia y don

Pero “¿cuál es la respuesta que Dios pide a este acto primero y libre de darse a conocer? «Esta respuesta, nuestra -señaló Aldave-, no es principalmente creer con la cabeza, ni afirmar ni confesar, ni tan siquiera de palabra, al menos, principalmente, una serie de verdades o de dogmas, sino que se trata, más bien, de participar de una relación. El texto insiste en este “Dios que nos habla como amigos” Se trata, por tanto, de dejarnos transformar por la relación personal con Dios. Y si hablamos de relación hablamos de diálogo, de entrega, de confianza, y también de configuración de la propia vida, según la vida de Jesús. 

Para la profesora Aldave resulta muy relevante el hecho de que esta respuesta, que es de fe, como consecuencia de la relación personal de Dios y del dialogo con Él. Y esto es algo que aparece en la Biblia: la relación con Dios es un diálogo y una relación personal. 

En este sentido, explicó la profesora: “nos dice el Concilio que Dios invisible, habla con los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Por tanto, este acto de Dios de darse a conocer se entiende en categorías de palabra, diálogo y encuentro personal. La revelación, por tanto, aparece como algo interpersonal, existencial y dinámico. 

El acto de Dios de darse a conocer se entiende en categorías de palabra, diálogo y encuentro personal. La revelación, por tanto, aparece como algo interpersonal, existencial y dinámico.

“Cuando decimos que Dios se nos da a conocer a través de la palabra, tenemos que caer en la cuenta de que la palabra es lo que nos posibilita la relación con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Necesitamos las palabras para dar sentido a nuestra experiencia. En este sentido decimos que la Escritura es Palabra de Dios y tiene tres funciones: 

Por una parte, una función informativa (la Palabra nos permite informar sobre cosas, acontecimientos, dar a conocer).  Estamos en un nivel más propio de la ciencia, de la historiografía. «La palabra como una manera de informar sobre lo que pasa”, indicó. 

Pero la Palabra tiene también funciones más interpersonales, tiene una función expresiva (a través de la Palabra expresamos nuestra interioridad, nuestros sentimientos). Es el nivel más propio de la poesía o de la lírica. Estaríamos en un nivel humano de la necesidad que tenemos de interpretar y comprendernos a nosotros mismos y darlo a conocer.”

En tercer lugar, la Palabra también una función interpretativa y relacional, en tanto que la Palabra es lo que nos permite interaccionar con los demás, salir a su encuentro o relacionarnos con ellos. Estaríamos aquí en un nivel de interacción, de llamada y de respuesta, que responde a la necesidad que tenemos de vivir con los demás y de relacionarnos con ellos. 

Para entender qué es lo que decimos cuando decimos que Dios se nos da a conocer mediante la palabra y que la Biblia es Palabra de Dios es importante pensar qué función de la palabra atribuimos a esta expresión. No se trata tanto de una mera información como que Dios se nos da a conocer como un Dios que tiene estas características sino más bien, este intento de Dios de salir a nuestro encuentro y de relacionarse con nosotros movido por su gran amor y con ternura. Un Dios que nos invita a la comunicación con Él y que quiere recibirnos en su compañía. Por tanto, la Palabra es un medio por el cual Dios quiere expresarse a sí mismo, quiere entablar un diálogo con nosotros, interpelarnos y llamarnos personalmente a una misión. Es lo que se ve en tantos lugares de la Biblia. La Biblia no es un tratado sobre cómo es Dios y quién es Dios, sino que la Biblia es, sobre todo, la puesta por escrito de una experiencia vital y que nos cuenta historias de personajes que se encuentran personalmente con Dios.

La Palabra es un medio por el cual Dios quiere expresarse a sí mismo, quiere entablar un diálogo con nosotros, interpelarnos y llamarnos personalmente a una misión 

Desde las primeras palabras del Génesis nos encontramos a un Dios que llama a las cosas a su existencia por medio de la Palabra (“Y dijo Dios…., y dijo Dios….”), una Palabra que es creadora, un Dios que crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza y dialoga con ellos (cf. segunda versión de la creación). Por medio de la palabra, Yahvé llama a Abraham, a Moises, a Samuel y a muchos otros para que lleven a cabo una misión. Dios, que habla con Moises cara a cara “como un hombre habla a su amigo” (Ex 33,11). 

Por su parte, el Cuarto Evangelio pone palabra a esta cercanía de Dios con nosotros en esta expresión de Jesús, que llama a sus discípulos amigos: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya esclavos, porque los esclavos no saben lo que hace su amo, a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oido a mi padre os lo he dado a conocer”. La Palabra de Dios en la Biblia aparece como algo eficaz que cumple lo que dice. Hay muchos ejemplos, el texto de Isaías: “la yerba se seca, la flor se marchita, mas la Palabra de nuestro Dios permanece para siempre”. Esa Palabra es algo sólido -señaló Aldave-, digno de confianza y que lleva a cabo lo que promete”. Isaías 55, 10-11: este bello texto: “Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos, no vuelven allá sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar para que dé simiente al sembrador y pan para comer así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mi de vacío sin que haya realizado lo que plugue y haya cumplido aquello por la que le envié”.

Pero, explicó la profesora, es también «una palabra que irrumpe en la vida de los profetas». A veces los textos de vocación profética aparece la sorpresa de un Dios que dirige la palabra a alguien y le provoca una convulsión Por ejemplo, el primer capítulo de Jeremías: “Dirigió Yahvé su palabra en estos términos: …” Es una palabra que sacude, que denuncia la infidelidad pero es también una palabra que anuncia, que empuja, que da vida. En definitiva, una palabra que es eficaz tanto en el plano personal como social”, señaló la ponente. 

La profesora Aldave reiteraría nuevamente “la tendencia a domesticar la palabra, una tendencia muy humana pero de la que debemos ser conscientes para devolver siempre a la Palabra su capacidad crítica y para dejar que nos sacuda”.

Resulta muy frecuente la tendencia a domesticar la Palabra, una tendencia muy humana, pero de la que debemos ser conscientes para devolver siempre a la Palabra su capacidad crítica y para dejar que nos sacuda.

 

La Biblia, palabra escrita de la memoria creyente de Israel 

La ponente, en este tercer punto, explicó el hecho de que lo principal de la historia de Israel es “la experiencia que tiene de Dios, el recuerdo de esta experiencia y esto se  va poniendo progresivamente por escrito”. “Y esto es la Biblia -señaló-, es palabra escrita de una memoria creyente”. 

“Nuestro sentido de la palabra tiene que ver mucho con la historia y el recuerdo”, recordó. “La historia modela los recuerdos de la tradición de Israel y modela también los recuerdos de las primitivas comunidades cristianas. En la BIblia tenemos una especie de  “reescritura” de la historia hecha por sucesivas generaciones. Esto significa que los episodios acontecen pero después se recuerdan, una y otra vez, y los sentidos van aumentando y se va resignificando el primer acontecimiento”. 

“No podemos comprender la Biblia al margen de la historia y de las circunstancias”.

“Israel recurrió a momentos decisivos de su historia y su relectura, el recuerdo y la reintepretación de estos acontecimientos tuvo siempre una determinada finalidad: sostener la esperanza, invitar al compromiso….”. “El recuerdo de la historia siempre se hace pensando en algo, en recuperar esos acontecimientos pasados para conducir al Pueblo en una determinada dirección”.  

“La Biblia es un conjunto de libros que se van formando pregresivamente, en el seno del Pueblo de Dios y de la Iglesia naciente”. Un biblista latino señala, recuerda Aldave, que “la Biblia nace de esa preocupación que el pueblo tenía por no olvidar jamás el pasado y no perder su identidad”: 

«La Biblia, en buena medida, es un recuerdo creyente”. 

“La Biblia recoge muchos de los recuerdos de Israel en relación con su fe, su experiencia de Dios, y es la memoria creyente, y puesta por escrito, del Pueblo de Dios, tanto judío como cristiano. En la Biblia ha quedado plasmado por escrito lo que Israel y los creyentes en Jesús experimentaron como interpretaciones salvíficas de Dios y la respuesta de estos hombres y mujeres a estas interpretaciones salvíficas. 

“Podemos ver en la Biblia, en la Palabra, la obra de un pueblo y de una comunidad de fe.” 

“Aunque la Biblia fue redactada por personas concretar, detrás hay una comunidad que vive, que relata y que se encuentra inserta en la historia”, señaló. 

“Por eso, en buena medida, la Biblia tiene su mayor parte historias contadas. Aunque haya literatura sapiencia (proverbios, sentencias de sabiduría, …), la mayor parte son historias, cosas que pasa a gente, y esto tiene que ver con el mensaje de fondo: lo importan es la vida y lo que en ella Dios nos va a conocer y por donde nos va conduciendo.” 

“Al leer la Biblia, descubrimos la huella de un pueblo que mira atrás en distintos momentos de su historia para describir cómo Dios ha actuado en el pasado y cómo está presente en el hoy de la historia, en lo que hoy nos toca vivir.”

“Por eso, lo que tenemos en la Biblia son, generalmente, eventos que se van recuperando, una y otra vez y se van reinterpretando a la luz de distintas circunstancias. Por ejemplo, el Éxodo: en el Segundo Isaías, se hace una relectura de los acontecimientos del éxodo. Esta liberación se recuerda para mantener viva la experiencia de este pueblo que debe ser liberado de otra esclavitud. 

“Algo similar ocurre en el Nuevo Testamento, sobre todo en los Evangelios, el recuerdo de la vida de Jesús a la luz de la historia de Israel y los acontecimientos de las comunidades cristianas (esto explica las diferentes que se presentan entre los cuatro evangelios de los distintos episodios de la vida de Jesús). Existen, por ejemplo, igualmente distintas versiones del bautismo, las bienaventuranzas….”. “La vida de Jesús que se recuerda y se hace memoria de ella en distintas circunstancias y se interpreta de maneras diversas, en muchos momentos con suma libertad, para dirigir y modelar la vida de las comunidades cristianas en una determinada dirección y para sostener su esperanza en distintas circunstancias”, explicó Aldave. 

“La palabra y la escritura son, en buena medida, memoria, una Palabra que recoge la experiencia de un pueblo, la reflexión y la teología.” 

La tradición y el origen de la Escritura 

La ponente explicó, en este cuarto punto, que “Escritura va pareja al término tradición”. Tradición procede del término latino “traditio”, que significa “entregar y poner en las manos de otro”. RAE: “TTransmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etc., hecha de generación en generación.”. “La tradición es transmisión y va a tener relación con la Escritura”. 

“El concepto de tradición depende de la estructura mental de cada uno, de su formación, su cultura de su contexto. A algunos nos suena muy bien y a otros nos suena muy mal», anticipó. “Pero las posturas encontradas se equivocan en este sentido”, advirtió Aldave: “por su propia definición nos habla de dos aspectos: por una parte, esa herencia que todos hemos recibido del pasado y que explica quienes somos, pero “tradición” también nos habla de eso que hemos recibido que necesita ser actualizado e interpretado en nuestro hoy”. 

“Esto tiene relación con la función de la palabra. En este sentido, “tradición” no es repetir al pie de la letra lo que se dijo y paso sino que tiene una dosis interpretación y de actualización y, por tanto, no solo es simple memoria histórica, que conserva recuerdos del pasado, sino que es también un memorial, en el sentido de actualización.” 

“La idea nuestra de “tradición” debe tener en cuenta dos vertientes. En este sentido, los Hechos de los Apóstoles. Esta intuición en la obra lucana está. El origen es Jesús pero es el Espíritu el que la historia de la Iglesia avance.” 

“La tradición, en su sentido más estricto, nos habla de dos momentos en lo que tiene que ver con la Escritura. En un primer sentido, la Biblia es consecuencia de la tradición porque es la puesta por escrito de una serie de experiencias del Pueblo de Israel, que fueron trasmitidos de forma oral y depurados por escrito. Hay un período histórico en el que hay un pueblo creyente que vive, que experimenta, que ora, que reflexiona, y que va transmitiendo sus experiencias que progresivamente van cristalizándose en Escritura. La Biblia se pone por escrito y, una vez que está escrita, continua un proceso de tradición, en el sentido de que va a ver una especie de corriente interpretativa que va a seguir dando luz a esos textos. Tenemos una enorme responsabilidad en esto. Cristo es hace Palabra, pero la comunidad creyente debe una y otra vez dar sentido para mantenerlo viva en nuestro hoy. La Biblia nunca puede ser una letra muerta.” 

“Cristo se hace Palabra, pero la comunidad creyente debe una y otra vez dar sentido para mantenerlo viva en nuestro hoy. La Biblia nunca puede ser una letra muerta.” 

Aldave recordó, en este sentido, que la tradición tiene que ver con la experiencia y la responsabilidad: «si el Pueblo de Dios no hubiese vivido con intensidad lo que vivió posiblemente hoy no tendríamos la Biblia.” 

La lectura de la Biblia en su contexto original y hoy 

En este punto, la profesora Aldave da respuesta a la cuestión de la diakonía de la Palabra hoy. Un tema muy amplio, en opinión de la ponente, que se detuvo especialmente en determinados aspectos que, a su juicio, especialmente importantes. Recomendó, a estos efectos, la lectura de la Verbum Domini, la exhortación tras el Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios. Este documento de Benedicto XVI desarrolla una parte de la Dei Verbum que, en su día, quedó sin suficiente desarrollo, en relación con la función de la Palabra en la Iglesia hoy. 

La profesora Aldave dio algunas pinceladas sobre los contextos de lectura de la Biblia en su origen, en concreto, en las comunidades del cristianismo primitivo, porque pueden resultar útiles, en opinión de Aldave, para las comunidades actuales. 

“Los primeros receptores de la Biblia, tanto judíos como cristianos, recibían los textos de la escucha de la proclamación oral de estos textos ante la comunidad reunida. En el mundo antiguo había muy poco gente que leía y la copia de manuscritos era muy costosa. La manera de acceder a los textos era generalmente a través de la escucha, alguien leía y la mayor parte de la comunidad reunida escuchaba. Es importante para entender algunas características de algunas textos. No es lo mismo escribir si pensamos en el receptor va a leer o va a escuchar. Son textos pensados para ser proclamados. No podemos descartar, desde el punto de vista pastoral es importante, que muchas textos, fundamentalmente narrativos en los evangelios, fueran representados corporalmente. Así se leía con mucha frecuencia en el mundo antiguo y es importante desde el punto de vista del impacto en la audiencia. El ejemplo de Lázaro que sale de la tumba. Algunos textos manuscritos tienen marchas para las pausas y los énfasis en la lectura.  En definitiva, proclamación en voz alta en la que no pueden descartarse gestos corporales y una determinada entonación. Sobre todo en las cartas de Pablo, tenemos indicios de que tales textos estaban destinados a la lectura pública (1 Te 1, 27, Col 4,16)”. 

“Por otra parte, la identificación de la audiencia con los personajes, en los textos de tipo narrativo, sobre todo. Muchos textos tenían la finalidad de suscitar emociones, sentimientos de unión, solidaridad, de persuadir, de provocar una transformación en la manera de comprender la realidad y de vivir y actuar en la realidad».

«Los textos no tenían fundamentalmente una función intelectual, sino sobre todo experiencial, trataban de vehicular experiencias de transformación”. 

“Esta era la función de la palabra en su origen, es cierto. ¿pero cómo podemos hacer realidad estos en nuestras comunidades?”, planteó Aldave. 

“Otro aspecto es el contexto donde los textos eran leídos los textos. No lo sabemos en el cristianismo primitivo, en opinión de Aldave, pero muy probablemente se proclamaban en las comidas comunitarias. Así tenemos testimonios de los Padres, de Tertuliano, de Justicio que lo atestiguan. Una vez más, “no es lo mismo leer en un contexto que leer en otro. Hay contextos que son más apropiados y otros menos apropiados, para vehicular determinadas experiencias”, recordó. 

“Finalmente, otro aspecto importante es la autoridad que conferimos a los textos. Para nosotros la Biblia no es un texto cualquiera, para nosotros son lugar donde nos encontramos con el rostro de Dios. Donde nos encontramos personalmente con Cristo y entablamos una relación personal con Él. Para nosotros tiene una autoridad estos textos y vehiculan y dan fuerza para una determinada experiencias. 

La profesora Aldave concluyó con dos reflexiones recopilatorias:  el aspecto de la Palabra como relación (la palabra es una invitación a la comunión y la relación interpersonal” y la Palabra como un “recordar el pasado”, eventos de intervención de Dios importantes del pasado que los hacemos significativos hoy”. 

La próxima sesión correrá a cargo de D. Francisco Martínez García, Director del Instituto, el próximo lunes 17 de enero, bajo el título “La Eucaristía, Cuerpo de Cristo”.

Para más información sobre el curso 2021-2022 e inscripciones: https://centroberit.net/curso-2021-2022-del-instituto-diocesano-de-estudios-teologicos-para-seglares/

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