D. Francisco Martínez ofreció en su meditación del retiro de Adviento del Centro Berit, celebrado el pasado día 27 de noviembre, primer Domingo de Adviento, una reflexión sobre el tema “María y nuestro Adviento”. A continuación ofrecemos un resumen de algunas de las reflexiones de la citada meditación. 

  1. Hablando de María, hablamos de nosotros. Por ella nos viene lo mejor de nosotros

“No se trata de meditar meditaciones”, señaló D. Francisco. “No se trata de un acto inconexo”. “Se trata de la actitud permanente de mi vida; la única válida, la única recomendable que nosotros debemos tener en este tiempo. Un tiempo que no viene por la imposición del calendario, sino porque Dios, nuestro Padre, nos ama y nos da en el adviento como una ocasión excelente de ser verdad”.

El Adviento no viene por la imposición del calendario, sino porque Dios, nuestro Padre, nos ama y nos lo ofrece como una ocasión excelente de ser verdad”.

Cuando hablamos de María, en realidad, hablamos del adviento. “María, toda ella, es adviento y hace adviento”. “Uno de los sentimientos más maravillosos es el de una mujer que va a ser inmediatamente madre y está esperando la hora la ansiada de dar el mejor abrazo de su vida a su hijo”. “Hablando de María, hablamos de nosotros”.

“Quizá el problema es que nos encontramos demasiado distanciados de María.” “Pero lo mejor de mí me viene por ella. Debería conquistar hábitos, vivir en la verdad”.  Hablar de Maria es hablar de lo mejor de mí y, si es verdad, debería tener un hábito, una forma de ser. Lo peor que puede ocurrir es que no estemos en la verdad y que, además, no seamos conscientes de ello”.

Hablar de Maria es hablar de lo mejor de mí y, si es verdad, debería tener un hábito, una forma de ser. 

2. “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador” (Lc 1,47). La inteligencia humana depende del cariño que se tiene. Quien no ama a alguien no sabe nada de Él. ¿Cómo es mi relación con María? De ella me viene más que mi madre. 

D. Francisco recordó que «una de las expresiones más dichosas del evangelio de San Lucas es María diciendo “se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”. Alegrarse es la actitud positiva del ser, se alegra mi espíritu, lo profundo, lo hondo, lo más íntimo de mi adentro. 

“¿Cuántas veces me alegro por fruslerías y superficialidades?, cuestionó. “Lo peor que puede ocurrir es que yo me deje engañar en lo que constituye la actitud fundamental de la vida”. “La alegría manifiesta lo que somos”, indicó D. Francisco. 

“La alegría manifiesta lo que somos”

“La identidad humana depende del cariño que uno tiene”. “Quien no ama a alguien, no sabe nada de él. Aunque conozca sus hábitos, su forma de ser, su biografía, no las conozco realmente si no las amo”. “Solo conozco a las personas que amo”. 

“¿Cómo es mi relación con María? De ella me viene más que de mi madre”.  “Decir María es hablar de lo mejor en mí, de lo más valioso en mí”. “Si no estoy conectado con esta verdad, soy mentira”. “Lo único que testifica la verdad es que María pese en mí, pueda en mí”. “Solo conozco lo que amo. Lo demás no existe”.

3. El adviento de Maria es el nuestro. Jesús es el mismo para los dos

“El adviento de María es el nuestro”. “Jesús es el mismo para mí y para ella”. “El motivo de mi adviento es idéntico al de ella. Ella espera al hijo de Dios; yo espero al mismo, al mismo hijo de Dios que viene para mí, para que yo sea el significado de su visita.” “¿Cómo es mi relación con María? De ella me viene más que de mi madre.” 

La filiación divina que hay en el seno del Dios de la eternidad, desciende sobre mi “como una catarata” y me toca me transforma, me conduce, me guía, me domina, me determina…. El adviento de María es el mío. Mi adviento es el mismo que el de María”. «Esta es la gran verdad de la fe: si yo hiciera reportar mi mente, mi espíritu en esta verdad, convencido de ella y para convencerme de ella, viviría la verdad más grande de mi vida”. 

“Si soy feliz, depende de mí, depende de lo que amo y cómo lo amo.” “Si Maria es para mí, solamente un personaje bíblico, nada más, yo no tendré los amores que salvan”. “De María me viene a mí más que de mi madre. Mi madre me dio mucho, María más.” “María lo que me dio es Dios y, además, lo que me da Dios”.

“De María me viene a mí más que de mi madre. Mi madre me dio mucho, María más. María me dio a Dios y, además, lo que me da Dios”

“Si espero la filiación divina, esta espera se convierte en regalo de Dios”. “Con el permiso, con la aquiescencia de María, gracias a María, soy lo que soy, porque el Adviento de ella es mi propio Adviento. Jesús es el mismo para los dos.” “Jesús, que motiva el Adviento a María, es también el que constituye el Adviento de Dios para mí: el Adviento de Dios en mí, en serio, en verdad.” “Lógicamente,  debería estar conectado con la ilusión, la emoción, el asombro.” “La verdad de la encarnación corresponde al nivel de alegría dominadora que yo tengo en mi vida.” “Debería tener un asombro dominante, una alegría fundamental, porque lo que es María, lo somos nosotros, ya que el motivo del verdadero adviento es el hijo de Dios. Todo lo que Dios tiene, le viene por María.”

Debería tener un asombro dominante, una alegría fundamental, porque lo que es María, lo somos nosotros, ya que el motivo del verdadero adviento es el hijo de Dios. Todo lo que Dios tiene, le viene por María.

4. “Aquí estoy. Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1,38)

El “hágase” de María hizo la encarnación en ella y en ti. «El “hágase” de María es tu voz, tu palabra, tu deseo, tu fe, lo que deberías tener siempre explícitamente», indicó. «Tu vida solo tiene sentido en el asombro.” “La fe no es la fe. La fe es la alegría. La fe es la concordancia con la obra de Dios.” “Por eso, Jesús, él mismo, es el adviento para María y él mismo, es el adviento de Dios para ti.” “Esta realidad merece ser meditada, sopesarla y creerla… basta con enunciarla, diciendo repetidamente, creo, creo creo.” 

La fe no es la fe. La fe es la alegría. La fe es la concordancia con la obra de Dios.” “Por eso, Jesús, él mismo, es el adviento para María y él mismo, es el adviento de Dios para ti.

“María dijo la expresión más bonita que se ha oído en los siglos: “Aquí estoy hágase en mí según tu palabra”. “Decir aquí estoy es el piropo más grandioso que se ha pronunciado en la historia. Decir aquí estoy es la expresión más bonita, más realista para Dios y para los hombres.” “Decir en verdad “aquí estoy” es la verdad más espléndida, más impresionante que podemos tener.” “Somos en la medida en que decimos “aquí estoy”. “La palabra “aquí estoy” es la palabra genesiaca de la creación: “y vio Dios que las cosas eran buenas”. “Decir “aquí estoy” lleva una carga psicológica y espiritual verdaderamente grandiosa”. “No debería decir meditaciones, debería decir, de pies a cabeza, y muchas veces, totalizándome en la verdad, “aquí estoy, hágase en mí según tu Palabra”. “Esta es la fe, esta es la esperanza, esta es la caridad, esto es el todo de nuestra actitud ante Dios. “Porque, al decir “aquí estoy”, se recompone la fragmentación de mi alma, soy un fragmento de mí y yo soy algo que no es porque debería ser del todo y si soy del todo según la voluntad de dios, seré como María en plenitud”.

“Somos en la medida en que decimos “aquí estoy”

“Lo mejor de mí depende de que interiorice el “aquí estoy”. El deseo de Dios, la voluntad de Dios, es mucho mejor que la mía. Dependo de la voluntad de Dios más que de mí mismo. Decir “aquí estoy”, decirlo sinceramente, decirlo desde las fuentes del alma -“hágase en mí según tu Palabra”- tiene como resultado la encarnación de Dios. La encarnación de Dios acontece en la medida en que yo doy facilidades a Dios, en la medida en que me hago presente. 

“Debo entender la filosofía que conlleva decir las palabras de Maria “aquí estoy, hágase en mí según tu Palabra”. Son las palabras más veraces de toda la creación de Dios. Nunca se ha dicho algo que sea alegría de Dios, cielo de Dios, porque cuando María dice “hágase”, la gloria de Dios se extiende del cielo a la tierra. Quien dice “aquí estoy”, pronuncia la palabra más auténtica que ha podido decir en toda su vida”.

5. “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador” (Lc 1,47). ¿Es causa de mi alegría?

“Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador” es la profundidad de mí. No es la epidermis, mi espíritu es el hondón, lo más hondo. Cuando digo “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” me complazco, no en la finitud, sino en la infinitud. El absurdo mayor de la vida es vivir a medias, no creer del todo”. “Cuando yo digo “se alegra mi espíritu en Dios mi salvador” estoy diciendo algo creativo, redentor, transformante. “Yo soy en la medida en que soy disponible, en la medida en que soy sincero. A Dios no se le echa migajas de la vida, no se le da fragmentos de vida. Dios no quiere migajas, quiere mi totalidad, para llenarla, para colmarla. Lo más grande que puedo decir es “aquí estoy, hágase en mí según tu palabra”. Porque en mi ha dicho y hecho cosas grandes. El que es todopoderoso, mi vida, es la constatación de que estoy en el pensamiento de Dios”.

“Cuando digo “se alegra mi espíritu en Dios mi salvador” estoy diciendo algo creativo, redentor, transformante. Soy en la medida en que soy disponible, en la medida en que soy sincero, abierto, gratuito, en la medida en que me doy”.

“Por eso insisto -señaló- en la verdad que esta mañana que es quisiera influir: “aquí estoy, hágase en mí según tu Palabra” es lo más grande que yo puedo decir. «Soy en la medida en que estoy abierto, soy en la medida en que me doy: “aquí estoy, hágase en mí según tu palabra”.

“Pero, muchas veces, la razón de nuestro don somos nosotros mismos y nosotros somos muy pequeños. Cuando decimos “aquí estoy”, en ocasiones, lo decimos según el estado de finitud y limitación en que vivimos y cuando decimos me doy no acabamos de entender lo que es la infinita gratuidad de Dios. Lo más grande en la vida es que yo sea gratuito. La palabra gratuidad no es una donación cualquiera, sino la consecuencia de que soy amor de pies a cabeza. La gratuidad es la condición de quien se siente lleno. Solamente os daréis en la medida en que tengáis llenura. El que no tiene no puede darse: quien se da es porque tiene la conciencia de que has recibido mucho.”

“Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”: esta es la verdad de la vida cuando me apoyo en el algo grandioso: ¿es Dios es mi alegría? ¿soy un ser alegre?”, cuestionó.

6. “He mirado “la pequeñez de mi esclava” (Lc 1,47). ¿Tengo espíritu de pequeño en la vida?

Decir como Maria: “He mirado la pequeñez de mi esclava”: ¿tengo sentimiento de ser pequeño en la vida? Son palabras extrañas, incluso podrían parecer insultantes: tener espíritu de pequeñez. «Hay personas que solo viven para ellas mismas, que no viven para los demás. Hay personas que hablan mucho, incluso que obran mucho, que se mueven mucho, pero, en el hombre, en la persona, lo que le identifica es el amor, si se da, si conoce la gratuidad». «Hay personas que tienen una actitud dominante, dominan, se imponen, avasallan, conocen el “hágase tu voluntad” en lo referido a ellas mismas. Hay personas junto a las cuales no eres nada, no te dejan decir nada, ni hacer nada, porque lo dominan todo, le sabe a poco su personalidad y quieren ser invasores dominantes, ignoran el hecho clave de la historia cristiana de que lo impotente se encarnó haciéndose impotente. El omnipotente, libremente, se hizo impotente, sabiendo que somos creativos en el otro en la medida en que no le invado, no le doy órdenes, en la medida en que no le hago el chantaje del cariño ni somos invasores de los otros». 

María recibió el don de los cielos para darse y dar lo mejor: “aquí está la esclava”,  no la mandona, no el rey, no el poderoso, … ¿Tengo talante de pequeño en la vida? Es un error creer que al hombre se le domina por el poder; al hombre se lo domina con el amor, no diciendo “aquí está el rey”, sino “aquí está la esclava del Señor”.  ¿Tengo espíritu de pequeñez o me impongo? ¿Soy persona que se reserva? ¿Soy persona que se guarda? ¿Soy persona que se esconde, que solo se da cuando recibe?.  En la Biblia, en el nuevo testamento, uno se salva en la medida en la que vive en la dialéctica del pequeño: “si no os hacéis como niños…”.  Niños son los que no dan órdenes, en todo caso, suplican.  Es increíble que cuando el ángel anuncia a María que va a ser madre de Dios, ella contesta “aquí está la pequeñez”, cuando se advierte su condición de madre de Dios. Sin embargo, María ya conoce el meollo de la espiritualidad:  el Omnipotente, cuando viene a la tierra, se hace impotente, se hace un niño llorón un niño pequeño, un niño que lo necesita todo. La espiritualidad es el espíritu de pequeñez; por eso, el Papa Francisco ha indicado. a algunas órdenes o instituciones que no pidan privilegios, que no se trata de desajustar en el “todos igual”,  sino que se trata de que la verdad del cristiano es la disponibilidad. No entendemos la filosofía de la pequeñez, la espiritualidad de ser pequeños. El ejemplo de Dios y de María es escalofriante: Jesús y María se hacen pequeños ante mí. 

En la Biblia, en el nuevo testamento, uno se salva en la medida en la que vive en la dialéctica del pequeño: “si no os hacéis como niños…”

“Soy en la medida en que me hago pequeño, en la medida en que no domino”. “En la Iglesia, esto es de máxima necesidad para evitar el “cáncer del poder” en formas y estilos”. “El poder en la Iglesia debe ser siempre el “no-poder”. El hijo de Dios se vistió de esclavo para poder, para que resalte el poder de Dios y no el mío. “Yo, en mi vida, tengo que ser el no-poder, como María, la pequeñez de la esclava oculta en Nazaret, siempre oculta”. “No hay cosa más estúpida que querer imponerse; no hay cosa más absurda que pretender mandar; no hay cosa más mentirosa que vivir la propia vida y no la vida de los demás.” “María contestará “aquí está la esclava del Señor”. Aquel que responde de la misma manera, piensa como Dios sino como sí mismo”.

7. “Dichoso más bien quien oye y cumple la palabra”

“Dichoso más bien que quien oye y cumple la palabra”: Jesús corrige la opinión de la gente. “Dichosa tu madre….”, no:  “dichosos, más bien, los que oyen la palabra de Dios y la cumplen”, porque el cumplimiento de la voluntad de Dios es mucho más grande que mis deseos. “Puestos a soñar, Dios sueña mucho más conmigo que yo dormido”. «Dichoso el que oye la palabra y la cumple”.

8. María rumiaba estas cosas meditándolas en su corazón

“María rumiaba estas cosas meditándolas en su corazón”. “Lo que estoy diciendo -señaló D. Francisco- no se puede hacer humanamente. Es verdaderamente, espectacularmente, imposible y, sin embargo, este es el ejemplo de Dios: para hacer cosas grandes, se hizo pequeño; y este también es el alma de María. “María, al ver la dificultad que esto entraña, oye y ora.” “Para ser pequeños, tenemos que oír a Dios.” Pasamos los días oyéndonos a nosotros mismos, queremos que, en la vida, nos admiren, que nos aplaudan.” “Nos encanta que alguien hable bien de nosotros, que alguien nos sonría, que alguien nos favorezca.” “Nos parecemos a un niño que, en su casa, cuando vienen los parientes o amigos, pregunta “¿qué me traes?, ¿qué me das?… somos mendicantes, mendicantes de cosas estériles y pobres.” María meditaba estas cosas rumiando esto que estoy diciendo: es imposible humanamente, solo es posible a un rumiante evangélico, a uno que tiene una organización evangélica del corazón.” “María vivió esta realidad y comprendió la dificultad que presenta. Dice Lucas que María rumiaba las palabras de Dios, en su corazón: la meditación, la consideración, la activación sin ella es imposible. “María meditaba esto poniéndolo en su corazón”.

9. María, presente en Caná, en las ausencias de los otros. “¿No tienen vino? ¿Yo presente o ausente de los que carecen?

“No tienen vino”, dice María en Caná de Galilea. Este texto nos ayuda a comprender que deberíamos presentar a Dios aquello de lo que otros carecen. Esa debería ser mi petición. Debería dolernos el alma el hecho de que el otro no tenga amor, no tenga felicidad… “No tienen vino”, ¡qué expresión más bonita!.  “No tiene”, no “haz esto o haz lo otro”:  María sabe quién es el Hijo, lo conoce. “No tienen vino”: ¿estoy presente o ausente en las necesidades del otro?, ¿me intereso por las necesidades del otro?, ¿tengo interés por su bienestar y por la superación del dolor y del déficit violento de la vida?

10. “María estaba junto a la cruz de Jesús”. La fuer del “stábat”, frente a mis ausencias. ¿De mi se diría stabat?

Al pie de la cruz, la madre estaba (“stábat”), como la estaca que echa raíces, es un estar corajudamente, valientemente, del todo. María estaba junto a la cruz de Jesús. María tuvo una presencia totalizante. Nunca se ha sabido de una madre que se le permita estar presente ante la ejecución del hijo. María estaba (“stábat”), libremente optó, desde la libertad, por estar de pie, del todo. María se sentía totalizada por la muerte del Hijo, estaba fuertemente convencida, totalmente, de que el sacrificio de su Hijo constituía un milagro de amor. María no se evade, María no se esconde. Hubiese sido hasta bien visto que María no estuviese allí, pero allí estaba, junto a la cruz. La fuerza del “stábat” se presenta frente a mis ausencias, mis pobrezas, mis fugas… Podría decirse que estaba donde la gente sufre, donde carece. María estaba del todo, con la mente, con el corazón, como son mis presencias ante el sufrimiento y el dolor de los otros.

María estaba («stábat») del todo, con la mente, con el corazón, ¿cómo son mis presencias ante el sufrimiento y el dolor de los otros?.

11. Juan la acogió en su casa. María, “¿pertenece a lo mío”…

Juan acogió a María en su casa. María pertenece a lo más íntimo. María está en mis intimidades, en lo íntimo de lo íntimo. Pero en el dentro de mí, en el íntimo de mi, ¿solo existo yo y mis necesidades o llevo a los otros en el corazón?

«Juan la acogió en su casa”. ¡Qué grande que yo pueda acoger a María en mi casa, en lo más íntimo de lo íntimo, en mi morada! Morar en alguien es un milagro, la comunión del hombre con los otros es el hecho más transcendental, tener relaciones, relacionarse desde el amor, preocuparse del otro, es un acto creativo y redentor. Es una palabra genesaica, que cambia la realidad: acoger a alguien en mi casa significa la apertura más grandiosa. Juan la acogió en su casa, la acogió afectivamente. Cuando invito a alguien a mi casa, es fruto de un amor total, lo más grande que Dios me ha dado en la vida es poder tener relaciones positivas. Dios ha querido que yo tenga relaciones llenas, de verdad. La relación desnuda el corazón, es un acto engendrador y creativo. Lo más grande que Dios ha hecho en mi vida. 

Dios ha querido que yo tenga relaciones llenas, de verdad. La relación desnuda el corazón, es un acto engendrador y creativo. Lo más grande que Dios ha hecho en mi vida.

“Nuestras relaciones deben ser relaciones creadoras, receptoras, celestiales. Dándo-me, doy gloria, esperanza, alegría… Cuando alguien pertenece a mi mundo, se encuentra a mi lado es «mi padre, mi madre, mi hermana, mi todo” hago la concesión más grande que se puede hacer. Dios confesó que su delicia era el otro y Dios se hizo hombre para que nosotros nos hiciéramos Dios. “El otro” pertenece a mi vida, no como propietario, sino como servidor. “Lo más grande que puedo pensar es que Dios me ha elegido como creador.” “A partir de la amistad, de la simpatía de la benevolencia, lo más grande que puede ocurrir es que alguien conozca la alegría, la estabilidad de ánimo, porque yo existo y soy generoso”.  “A María le debemos la alegría del mundo. “Le acogió en su casa” y nosotros deberíamos acoger a los demás. En nuestra casa. Deberían pertenecer a lo más mío de lo mío, no como actitud invasora, sino servidora.”

12. Nazaret y Berit tienen idéntico objetivo, la encarnación de Jesús. ¿Vivo su entusiamso misionero?

Nazaret y Berit tienen idéntico objetivo: la entrada de Jesús; repartir a Dios, hablar de Dios, dar a Dios a los otros.  Berit prolonga Nazaret, prolonga la actitud de María. Berit colabora para que cada hombre tenga su adviento de Dios. Berit y Nazaret ostentan el mismo objetivo: uno fue ayer, el otro hoy. Y ello pide una disponibilidad como la de María: “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador”. Debemos sentir el apostolado como se requiere: como donación de Dios a través de la donación de mi mismo. Lo único grande que hay en mi vida es que yo puedo dar a Dios. «Seré pobre, seré limitado, pero yo puedo dar a Dios a través de mi fe y a través de mi presencia, a través de lo que me cuesta darme a pesar de las dificultades.» «Como María, debemos decir “he aquí la esclava”, “ha hecho en mis cosas grandes”. Berit es Nazaret, mi Nazaret, lo de María es lo mío.  Lo mismo: dar a Dios, transmitir a Dios. «Grandes cosas dependen de mi actitud; grandes cosas que se ven en lo pequeño, en mi presencia, en las cosas pequeñas. Cuando hacemos esas pequeñas cosas que son necesarias debería cantar mi magnificat, mi acción de gracias, porque, en realidad, he hecho cosas grandes.» 

Grandes cosas dependen de mi actitud; grandes cosas que se ven en lo pequeño, en mi presencia, en las cosas pequeñas. Cuando hacemos esas pequeñas cosas, que son necesarias, debería cantar mi magnificat, mi acción de gracias, porque, en realidad, he hecho cosas grandes.»

13. “La carne de María es la de Jesús. ¿Y la mía y lo mío es del Él?

“La carne de María es la de Jesús y mi carne es también la de Jesús, que se quiere comunicar a los otros por mi mediación. Así como la mediación de un padre y una madre son necesarias para la vida,  para que alguien reciba Nazaret depende de que yo diga “aquí estoy”, “aquí estoy”,  “se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”. Dar el instinto de la fe, la luz de la fe, el sentido de lo eterno, es lo más grandioso que yo conozco en la vida: organizar evangélicamente el corazón. Es hacernos capaces de vivir en la tierra perteneciendo a Dios, activando el ideario, cumpliendo la voluntad de Dios. Debo tener el alma de María, el espíritu de María: “ha hecho en mi cosas grandes”.  Las dificultades son la gracia que Dios nos concede para ser fuertes, para ser verdad. La verdad de Dios está en las tentaciones. Jesús tuvo “su virus” en las tentaciones, fue tentado pero triunfó. Y nosotros también somos tentados. Lo más grande que Dios puede darme es la prueba y las dificultades. Tengo dificultades porque Dios me ama, porque Dios me quiere fuerte y porque Dios me quiere presente. Maria es un modelo maravilloso: ser con ella y como ella “aquí está la esclava del Señor. Ese es mi adviento, nuestro adviento. “Pidamos a Maria que nos enseña a decir “aquí está la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra”. 

Lo más grande que Dios puede darme es la prueba y las dificultades. Tengo dificultades porque Dios me ama, porque Dios me quiere fuerte y porque Dios me quiere presente. Maria es un modelo maravilloso: ser con ella y como ella “aquí está la esclava del Señor.

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