El pasado lunes, 14 de noviembre, tuvo lugar una nueva sesión del Curso anual del Instituto Diocesano de Estudios Teológicos para Seglares, con la participación de Dª. Carmen Herrando Cugota, profesora de ética de la Universidad San Jorge y Doctora en Filosofía.

En esta ocasión, el título de la ponencia fue «La luz existencial en la sociedad de las luces (en crisis)». La ponente planteó a lo largo de su ponen «algunas luces para esta sociedad de las luces que se encuentra en crisis que pueden lograr se representativas e, incluso, verdaderamente luminosas». «Esta “sociedad de las luces en crisis” ha seguido un proceso de egocentrismo y de pérdida de referencias», señaló Herrando. «Lumen Fidei habla de que, en nuestro mundo, “la luz de la fe se toma como luz ilusoria”, “como un espejismo que nos impide avanzar como hombres libres hacia el futuro”. 

«La fe no se valora, seguramente porque el mundo la desconoce«, señaló la ponente. “La luz de la fe sigue siendo luz aunque cada vez, se trata más de una luz interior, que puede ser una luz compartida”.»Hoy, desde experiencias quizá marginales, no siempre totalmente regladas y provenientes de una fe heterodoxa, existen múltiples ejemplos que demuestran que no hay incompatibilidad entre creer y buscar. Por el contrario, se configuran como dos caminos pero profundamente compatibles».

«Hoy, desde experiencias quizá marginales, no siempre totalmente regladas y provenientes de una fe heterodoxa, existen múltiples ejemplos que demuestran que no hay incompatibilidad entre creer y buscar. Por el contrario, se configura como dos caminos pero profundamente compatibles».

Un primer paso propuesto por Herrando es reflexionar en torno a la cuestión relativa a por qué, desde el humanismo del siglo XVI, el hombre moderno se centre tanto en sí mismo. En un primer diagnóstico, el ser del hombre moderno pierde la referencia al “Ser” con mayúsculas. Ello va a llevar a proponer la filosofía cartesiana del “ergo sum”, una perspectiva que se presentaría en aumento desde entonces. Es la primera referencia a la duda metódica (“pienso, luego existo”). El hombre se convierte en un ser punto de partida de todo lo demás. A partir de Descartes, la filosofía se va a convertir en una filosofía de la conciencia, desde la que se va a contemplar toda la realidad. «En Descartes concurre la primera fractura», explicó. 

En este punto, realizó una breve reflexión sobre el humanismo en la España del siglo XVI, caracterizado por el triunfo del erasmismo. El erasmismo se caracterizó por un planteamiento de renovación de la Iglesia, de vuelta al Evangelio. Pero que constituyó un espíritu de reforma evangélica que sería contrastado y superado por el movimiento contrarreformista, instaurándose una cierta religiosidad combativa y exterior, cuyos frutos se verán sobre todo en el Barroco. Una religiosidad contrarreformista que poco tendrá que ver con esa búsqueda de la interioridad, propiamente erasmista, tan importante a la hora de plantear la luz de la fe. En este sentido, evocó a José Luis López Aranguren o a José Jiménez Lozano. El movimiento erasmista no nace de ningún enfrentamiento entre lo civil y lo religioso, pero pudo motivar una separación paulatina entre ambos campos. Como no se había interiorizado suficientemente lo religioso, se haría alusión a ello como algo “suprahumano”, algo que tiene poco que ver con el hombre, con el espíritu. Las guerras de religión vendrán a acentuar esa tendencia todavía más y irían forjándose el gran germen de la secularización, a la que hoy estamos asistiendo. «La erasmista podría haber sido una gran reforma en España pero se truncó con la experiencia contrarreformista, de naturaleza combativa».

La reforma erasmista podría haber sido una gran reforma en España pero se truncó con la experiencia contrarreformista, de naturaleza combativa» 

«El problema de ayer, de hoy y de siempre es que las personas no terminamos de asumir que en el fondo de nuestro ser vive una semilla de lo divino«. Una orientación errónea junto con un alejamiento progresivo de esta semilla evangélica haría que, a partir del siglo XVI, «lo esencial quedase a la intemperie», señaló. Simone Weil, una mujer que venía del agnosticismo más buscado, es fue una persona que se abrió a la realidad y se encontró, casi espontáneamente, con lo sobrenatural. Sobretodo al final de la vida, asumió una vivencia muy intensa de lo sobrenatural, un ámbito del que las personas tendemos a “escaparnos”. “Es una experiencia que vivimos con frecuencia, esa tendencia a escaparnos de esa realidad”. 

«Al hilo de esa reflexión se entiende que entre cristianismo y compromiso va creciendo cada vez una fractura mayor. En este proceso ya se advierte una gran tendencia a ignorar la realidad de la vida interior, a desentendernos del cuidado de esa dimensión que nos habita», indicó Herrando.  «Es como si la Iglesia, a lo largo de los siglos de hegemonía, no hubiera sabido transmitir lo esencial del mensaje evangélico». «Podría decirse que, allí hay un fallo grave». Jesús nos plantea la relación con el Padre, nos invita a vivir esa relación amorosa, como cristianos, pero en el interior de nuestro ser, aunque luego la compartamos en la vida sacramental. 

«Es lo que le pasó en el humanismo del siglo XVI pero es lo que nos pasa ahora, quizás incluso en mayor medida». El mundo de hoy está tremendamente secularizado. En aquel momento, la gran batalla contra la herejía, desgraciadamente, hizo que aquella religiosidad se acogiese a la contrarreforma poniendo el acento normalmente  en las externidades y en el combate. En ese sentido, se gestó una religiosidad belicosa, beligerante. Algo que planteará, sobretodo, José Jiménez Lozano, en su libro “Meditación española sobre la libertad religiosa”, “un libro luminoso”, reeditado en el año 2022 aunque publicado en 1966. En esta obra, Jiménez Lozano plantea por qué nuestra religiosidad es cómo es». «Esta es una de las pequeñas luces que podemos encontrar hoy». 

«En aquel siglo XVI los grandes espirituales, como Santa Teresa o San Juan de la Cruz, lo vieron muy claro». Teresa funda la reforma del Carmelo para que sus monjas vivan esta vida interior y se conviertan fundamental en mujeres libres a través de una transformación de sus “adentros” y de la vida del Espíritu. En definitiva, se aprecia en nuestra religiosidad una falta de interiorización y de vida interior, no solo la vida espiritual sino también la vida intelectual. 

«En definitiva, se aprecia en nuestra religiosidad una falta de interiorización y de vida interior, no solo la vida espiritual sino también la vida intelectual.»

Un segundo paso en esta transformación que está viviendo nuestro mundo se refiere a que lo iniciado con el humanismo desembocará sobretodo en la modernidad, en la que la confianza del hombre, en si mismo, generará la idea de progreso, muy propia del siglo XVIII, del Siglo de las Luces. «En este siglo, la separación entre lo religioso y lo meramente antropológico crecería sorprendentemente». «No se puede negar que en la Ilustración acaece el despegue del progreso científico técnico, o una mayor conciencia de la autonomía, de la dignidad del ser humano, con una visión más dinámica de la sociedad. Pero, ante estas nuevas concepciones de los social, derivadas sobretodo de los grandes movimientos sociales del diecinueve, tales como la idea de soberanía popular,  conlleva una aspiración de libertad, de igualdad política, que provoca, sin embargo, con cada vez mayor intensidad una escisión entre la experiencia humana en dos ámbitos separados: el de la razón y el ámbito de la libertad. El ámbito de la razón va a ser el gran instrumento de la modernidad y se va a ceñir mucho a su dimensión objetual a los campos de la física y de la matemática. «Por su parte, el ámbito de la libertad, va a ser el que vaya más por el mundo de la filosofía y, es el que tiene que ver con la vivencia interior de la persona, tendiendo, de forma natural, a la subjetividad; es decir, a la vida interior». 

«Esta escisión, que se plantea en la historia, es algo que estamos llamados a vivir, en nosotros mismos, y a hacer una opción clara». Si mediante la razón el hombre capta las leyes universales que rigen los fenómenos de forma objetiva, la libertad se cultiva en la medida en la que el hombre es capaz de sustraerse a cualquier coacción de la necesidad. Podemos decir que la razón viene a referirse al ámbito de lo “no libre”, de la ciencia, mientras que la libertad se escora hacia aquello “que no es necesario”, y que viene a contraponerse, en cierto modo, a lo racional. Razón y libertad serán los dos integrantes del ámbito humano y las que estamos llamados a optar. “¿Yo opto más por un mundo de la racionalidad o por un mundo de la libertad?”. Lo que nos encontramos es la radicalidad de la existencia humana que se da entre la razón científica, el mundo de la ciencia, y la libertad subjetiva, del lado de la filosofía. Es una fractura propia de nuestras sociedades. «La historia de la filosofía muestra este carácter dispar y difícilmente conciliable entre la razón positiva y la libertad subjetiva». «El ser human0 acaba planteando la opción entre el ideal de vida basado en el ejercicio de la razón, libre u autónoma, y el que da más peso a la libertad». 

«Lo que nos encontramos es la radicalidad de la existencia humana que se da entre la razón científica, el mundo de la ciencia, y la libertad subjetiva, del lado de la filosofía.»

La profesora Herrando  describió, a continuación, diferentes pasos desde el mundo del pensamiento. «Existe -señaló- la incompatibilidad entre pensamiento  (“res cogitans”) y extensión (“res extensa”) planteada por Descartes, es decir, un hiato que ira creciendo, en forma de dualismo racional. Después de Descartes vendrá la ruptura empirista, marcada por David Hume, entre el ser (“lo que, de hecho, se da”) y el deber ser (“lo que debería darse”). «Podríamos hablar de los usos, a veces irreconciliables, de la razón pura de Kant. Trata de reconciliar la necesidad natural del mundo físico y la libertad del sujeto moral. La ciencia se ocuparía de la primera, el mundo físico, la razón empírica, mientras que la razón práctica se encarga de la parte del sujeto moral. Por ello, en Kant está muy clara la diferencia, con la ética, que encuentra leyes que deben regir la voluntad de forma independiente a la sensibilidad. Dirá que, por la razón teórica, llegaríamos a conocer los fenómenos (para él los fenómenos no son las cosas mismas) y, por otra parte, estaría el ámbito moral, que se reduce mucho al “deber”, a un dictado del “deber” pero que deja muy poco espacio a la gratuidad; hacia una especie de “prometeismo moral”. Por su parte, Hegel -explicó la ponente- es un autor que va a hablar de unas grandes teorías relativas a cómo se desenvuelve el espíritu, de cómo el reino de la libertad se da en el Estado, pero no habla del sujeto concreto, el de “carne y hueso”, que diría Unamuno. 

La ponente continuó su exposición mencionado autores, ya en el siglo XIX, como Feuerbach y Marx, que plantean que toda la cuestión de Dios tiene que ver con una proyección humana, que la esencia de la proyección tiene que ver con el hombre que se proyecta fuera de sí, “Dios es la humanidad”, dirá Feuerbach. “El hombre pobre tiene un Dios rico”. «Ambos son planteamientos tremendamente materialistas», señaló. Marx, que ha podido ayudar en cuestiones sociales, resulta criticable a la hora de pensar que la libertad humana queda diluido en el río de la historia». El marxismo llega a ser como un río que arrastra las vidas humanas y el espacio de la libertad no es un espacio de libertad para el hombre concreto. Se acoge, en el marco del progreso de la verdad científica, a la ciencia económica. En este sentido, Simone Weil dedica su reflexión a Marx en su obra de juventud “Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social», en el que le reprocha que sea, en ciertamente, miope frente al espíritu. Para Weil, Marx es incapaz de apreciar la presencia del espíritu y, por tanto, de la libertad que obra en el ser humano». 

Nietzche, por su parte, es un autor que ha marcado profundamente nuestro mundo. Muere en 1900, enfermo y enajenado. «Pero fue una mente lúcida, capaz de captar lo que va a ser del hombre si cree en la “muerte de Dios”. Él anuncia esa “muerte de Dios” y en qué se va a convertir la humanidad sin Dios. Evoca las palabras del hombre loco de “La gaya ciencia”: 

El hombre loco: “¿No habéis oído hablar de aquel hombre loco que con una linterna encendida en la claridad del mediodía iba corriendo por la plaza y gritaba “¡Busco a Dios!” y que precisamente arrancó una gran carcajada para los que allí estaban reunidos y no creían en Dios?. “¿Es que se ha perdido? -decía uno. ¿Se ha extraviado como un niño? -decía otro-, ¿se ha escondido? ¿tiene miedo de nosotros? ¿ha emigrado? y así gritaban riendo unos con otros. El hombre loco saltó en medio de ellos y los taladró con la mirada. ¿A dónde ha ido? -exclamó-. “Os lo voy a decir: lo hemos matado nosotros”. 

«Nietzche anuncia algo», señaló Herrando. «En cierta manera, es profético». «Probablemente fue el autor más consciente de esa gran contradicción de la modernidad ilustrada entre la razón científica y la libertad subjetiva. Vio con claridad lo que la negación de Dios acarrea. Eliminar a Dios del horizonte humano hace que desaparezca cualquier fundamento para hablar de valores y de normas objetivas: de verdad, de bien y de belleza. Al desparece el fundamento de cualquier valor, los quiere invertir todos. En “Así habló Zaratrusta” dirá

“Compañeros: Esto es lo que busca el creador. No cadáveres, no rebaños, ni creyentes. Busca creadores como Él”.

Eliminar a Dios del horizonte humano hace que desaparezca cualquier fundamento para hablar de valores y de normas objetivas: de verdad, de bien y de belleza

Todo en Nietzche lleva al superhombre, ir más allá del bien y del mal. Nietzche va a luchar contra toda trascedencia vertical e invita a ser fieles a la tierra y a esa voluntad de poder y repetición de todo en la rueda del tiempo. Pero acaba diciendo que “el hombre pequeño volverá eternamente. En otro tiempo, yo vi a los dos desnudos, al hombre más grande y al más pequeño, demasiado parecido el uno al otro, demasiado humanos, aun el más grande. Esto es lo que me da asco en el hombre. Y el eterno retorno, hasta el más pequeño. En esto estaba el cansancio de toda existencia. Ay!, asco, asco, asco!

Y llegan los existencialismos.  “El existencialismo nos aporta algo, porque nos invita a tomar las riendas de nuestra propia vida”. “De hecho, quien inventa esto del existencialismo es un gran cristiano: Kierkegaard, un hombre admirable al que siempre es bueno volver”. Pero tras él tenemos las posturas de Heidegger o de Sartre. Heidegger, a pesar de sus planteamientos sí que invita a tomarse la vida en serio (como Kierkegaard, que se refería a “la seriedad de la existencia”). «Con el existencialismo, hoy estamos llamados a tomar en serio nuestra existencia». Hay cosas que los existencialismos nos pueden aportar. Por ejemplo, lo que plantea Heidegger: su visión del hombre como un ser ahí expuesto: como un “da sein”, como alguien expuesto, que reconoce que él no ha querido existir pero le ha sido dada su existencia, y debe tomar las riendas de la vida (“el hombre es un ser para la muerte”). Este hecho, dice Heidegger, hace pensar que tenemos que tomarnos la vida en serio, a vivir en autenticidad. Ha pensar en nosotros mismos. Sin entrar en los planteamientos sociales, sino en lo que piensas tú, desde tu propio interior, desde esa vivencia profunda intelectual, espiritual a la que estamos llamados.» «Incluso hay un planteamiento ético, que puede ser válido en este sentido». Sartre, por el contrario, es un autor que va a hablar también de la libertad, pero de una libertad sin ningún fundamento. Es decir, en la libertad de Sartre es irrelevante lo que elijamos». «Se trata de elegir, pero sin criterio alguno». En este sentido, el aspecto ético no se plantea, no existe. «El hombre está condenado a ser libre pero su vida no tiene sentido a priori y a cada uno de los seres humanos le tocaría darle un sentido. Pero el sentido que le dé es irrelevante. El sentido es lo que elijamos. De alguna manera, para Sartre, «el hombre estaría llamado a ser como Dios, el hombre como “ser absurdo”, “pasión inútil”. Este relativismo ha sido heredado en nuestra sociedad actual. Un relativismo que no ampara. También citó a Camus, con una perspectiva diferente.  «Desde un planteamiento ateo, -explicó Herrando- incluye un planteamiento ético importante: fue un “hombre buscador”, que se planteó, de alguna otra manera, el tema de la fe. 

Mencionó igualmente a Gabriel Marcel, otro existencialista pero de inspiración cristiana.  «El planteamiento de Marcel, como existencialista cristiano, resulta muy cercano al personalismo: “El hombre ha perdido su referencia divina. Cesa de confortarse con un Dios del que sería criatura e imagen. La muerte de Dios, en el sentido exacto que Nietzche ha dado a esos términos, no sería el origen de que el hombre se ha convertido en él mismo en una cuestión sin respuesta”.  Marcel dirá:

“el hombre, desde el momento en que pretende ponerse a sí mismo como un absoluto, es decir, liberarse de toda relación, a otra referencia diferente a si mismo, no puede, en última instancia, más que destruirse, o bien desembocar en una idolatría que toma como objeto una abstracción tal como la clase o la raza. Es decir, cualquier cosa, incomparablemente inferior a aquello de lo que pretendía liberarse”. 

El existencialismo nos aporta algo, porque nos invita a tomar las riendas de nuestra propia vida

«El impulso del progreso que surge, sobretodo, en la Ilustración, es como si fuese en una bola de nieve que crece y se estampa contra el muro de los dos grandes totalitarismos del siglo XX: el nazismo y el estalinismo, Estas luces, de estas autoras, pueden ser luces que nos dicen algo hoy, pero a estas luces no podemos llegar sin un cultivo de nosotros mismos, de nuestra vida interior desde una sencilla tremenda y desde una humildad todavía más grande. crean millones de muertos, como consecuencia de la muerte de Dios. Como decía Adorno: «tras al Auschwitz, ¿se puede hacer filosofía?. “Es la gran pregunta”, señaló la ponente.  

En la última parte de su exposición, la profesora Carmen Herrando vino a presentar a dos personajes que calificó «como personas que dan luz»: Etty Hillesum y Simone Weil. «Igual que en el siglo XX se hablaba de los “faros” de Carlos de Foucauld y de Teresa de Lisieaux, a Etty Hillesum y Simone Weil podemos calificarlas como los «faros» del Siglo XXI».»Dos experiencia de vida que presentan la fe amalgamada con la esperanza, pero también con el dolor y, además, milagrosamente, también con la alegría» En este sentido, Lumen Fidei ve la fe estrechamente ligada con la esperanza al mostrar la esperanza con una luz que viene del futuro, que ilumina el presente desde la resurrección de Cristo. Desde nuestro cristianismo, es muy bonita esa imagen de la luz que se retrotrae, desde el futuro. 

Etty Hillesum y Simone Weil son dos personas luminosas para el siglo XXI: dos experiencias de vida que presentan una fe amalgamada con la esperanza, pero también con el dolor y la alegría».

Etty Hillesum no fue precisamente una mujer “ejemplar”, explicó Herrando. «Vive con un amante mucho más mayor que él, se somete a un aborto, … Pero a pesar de todas estas circunstancias, cuando comienza la persecución de los judíos, debido a su condición judía (aunque no practicante), se implica de tal manera en el acompañamiento de su pueblo, que termina abriéndose a una experiencia impresionante del amor de Dios». «Esta mujer, que viene del mundo más secular, encuentra una luz en la oración, espontáneamente, por un cultivo profundo de su vida interior». Estudia Derecho y Lenguas eslavas y se gana la vida dando clases de ruso. En 1939 conoce a Julius Spier, el que fue su amante, pero también su maestro, alguien a quien admiraba mucho y es el que le introduce en la lectura del Antiguo Testamento (sobre todo salmos e Isaías), el evangelio de San Mateo, las cartas de San Pablo, San Agustín, y le proporciona claves para leer a Dostoieski. El 9 de marzo de 1941 comienza su diario, con 27 años, como una terapia que le recomienda su maestro tras la invasión de los alemanes de Holanda. En su diario, escribe el 26 de agosto de 1941:

“Dentro de mi hay un pozo muy profundo, y ahí dentro está Dios. A veces puede llegar hasta él y en muchas otras hay piedras y escombros que ciegan el pozo y Dios está enterrado debajo. Y, entonces, hay que desenterrarlo de nuevo”.

U otras reflexiones en un momento en que la persecución se torna todavía más terrible, en julio de 1942, que escribe:

“no pueden hacernos nada realmente. Nos lo pueden poner un poco difícil, nos pueden quitar bienes materiales, algo de libertad de movimiento exterior, pero nosotros mismos somos los que más nos movemos por quitarnos nuestras mejores fuerzas debido a una actitud equivocada. Por sentirnos perseguidos, humillados y oprimidos, por nuestro odio, por la fanfarronería que esconde el miedo, podemos estar tristes y abatidos por lo que nos han hecho, es humano y comprensible, pero el mayor robo contra nosotros lo perpetramos nosotros mismos. La vida me parece bella y me siento libre. Los cielos en mi interior son tan inmensos como los que se extienden sobre mi cabeza. Creo en Dios, creo en el ser humano, y poco a poco me atrevo a decirlo sinceramente. La vida es difícil pero eso no es grave. Hay que empezar tomando en serio su seriedad y lo demás ya llegará.”

Cuando la inseguridad va creciendo, Etty se incorpora al Consejo Judío y pide traslado al Campo de Tránsito de Westerbork, para ocuparse de los judíos deportados. Es muy probable que allí se encontrase con Edith Stein. Los diarios los deja a una amiga cuando vuelve a Holanda.

Ella les dirá a su amigos:

“La miseria aquí es terrible pero que, sin embargo, las noches, cuando la jornada ha quedado atrás, camino junto a la alambrada de púas, paso ligero, y surgen directamente de mi corazón, no puedo remediarlo, es así, como una fuerza elemental. Esta vida es maravillo y grande y más adelante podremos construir un mundo complementamente nuevo y a cada nuevo crimen y a cada horror deberemos responder con un gesto de amor y de bondad que habremos de conquistar en nosotros mismos. Podemos sucumbir, pero no debemos sucumbir. Y si sobrevivimos indemnes a estos tiempos, el cuerpo, el alma, sin amarguras, sin odio, entonces nos habremos ganado el derecho a alzar la voz cuando termine la guerra”.

En el año 1943, ya muy cerca de la muerte, escribe:

“Me has dado tanto Dios mío, permíteme que también yo dé a manos llenas. Mi vida se ha convertido en un diálogo contigo, un largo diálogo. A veces cuando estoy en algún rincón del campo, con los pies firmes, en tu tierra, y el rostro vuelto hacia tu cielo, las lágrimas surcan mi rostro buscando una salida a mi profunda emoción y gratitud. También por la noche, cuando estoy acostada, y descanso en ti, Dios mío, derramo lágrimas de agradecimiento y esa es mi oración”.

Escribe estas palabras el 7 de soeimebr de 1943, fecha en la que es deportada a Auschwitz con su familia.  La Cruz Roja certificaría su muerte el 30 de noviembre de ese mismo año. Gracias, afortunadamente, a su amiga María Tuinzing, se conservaron sus diarios. 

Simone Weil es mucho más conocida. «Es una mujer que llega a la fe desde un agnosticismo muy buscado, desde planteamiento completamente agnóstico, experimenta una apertura a lo real. Se topa con lo sobrenatural en su consideración abierta de la realidad del mundo. En el año 1941, descubre las obras de San Juan de la Cruz. Leyó con una gran intensidad lo que pudo desde el autor místico, debido al poco tiempo que transcurrió hasta su muerte en 1943. Llega a escribir, en su diario: “ya que, de hecho, estamos en una etapa de incredulidad, por qué despreciaríamos el uso purificador de esta incredulidad».  Va a plantear, nada menos, de un “ateísmo purificador”. «En un mundo muy secularizado como el nuestro -señaló Herrando, hoy mucho más que entonces, podemos plantear cómo la fe, tomada desde la humildad de la teología negativa (el “no saber”), puede ser muy luminosa». Weil, tras una crisis de adolescencia, llega a la conclusión de que, desde un deseo profundo, la verdad se puede encontrar. Y esa condición le salva la vida, cuando está a punto de quitársela. Ella escribe:

“tras meses de tinieblas interiores, tuve, de repente, y para siempre, la certeza de que cualquier ser humano, aunque cuando sus facultades naturales, fuesen casi nulas, pudieran entrar en ese reino de verdad con la condición tan solo de desear la verdad y hacer un continuo esfuerzo de atención por alcanzarla”.

Un convencimiento profundo de que podemos llegar a la verdad desde un deseo profundo de conocimiento. Se abre a la experiencia sobrenatural y llega a tener tres experiencias místicas que relata muy sencillamente, aunque nunca se quiso bautizar; quiso permanecer en el umbral de la Iglesia porque es una mujer que trata de forma admirable todo el tema de la desgracia. Llegó a decir que “en este mundo, los seres de desgracia son los que dicen la verdad”. 

Estas luces, de estas autoras, pueden ser luces que nos dicen algo hoy, pero a estas luces no podemos llegar sin un cultivo de nosotros mismos, de nuestra vida interior desde una sencilla tremenda y desde una humildad todavía más grande. Estas autoras, aun siendo un tanto marginales, creo que nos pueden enseñar cosas importantes. 

Estas luces, de estas autoras, pueden ser luces que nos dicen algo hoy, pero a estas luces no podemos llegar sin un cultivo de nosotros mismos, de nuestra vida interior desde una sencilla tremenda y desde una humildad todavía más grande.

Terminó con un autor citado en ocasiones de la Lumen Fidei, San Agustín, que puede darnos las claves de interpretación de estas luces que no nos da en nuestro mundo:

“tu poder es inmenso, Señor, y tu sabiduría no tiene medida, y yo pretendo alabarte, ya ves, precisamente yo, una migaja de tu creación, un hombre pasado de muerte y de pecado, pero Tú mismo me estimulas con la satisfacción que encuentro al alabarte pues los has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto Señor, hasta que descanse en ti”. 

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