La sesión  del pasado lunes 15 de enero, del Instituto Diocesano de Estudios Teológicos para Seglares corrió a cargo de D. José Alegre Aragüés, profesor emérito del Centro Regional del Estudios Teológicos de Aragón, con el título “Grandes testigos del amor hoy”. 

El ponente inició su exposición haciendo referencia a una imagen tradicional de los Santos, en ocasiones, ciertamente distorsionada. “Al principio fue la Palabra que estaba desde el inicio dándole orientación y sentido al proceso, pero no existía interlocutor. Pasados millones de años en la historia del universo, en un momento determinado, apareció el oyente de esta palabra, el ser humano”. Como señalaba Rahner, «nosotros somos los oyentes de la palabra». 

Pero, en cierta medida, esa Palabra se tornó, en cierta manera, inaccesible. La primera sensación que experimentamos es admiración, pero también temor. Por ello, señaló Alegre, que “la primera actitud es el silencio, una forma de poder acercarnos a la Palabra para poder comprenderla”.  Por ello, el silencio es “la primera experiencia de lo santo, lo inefable, lo indecible”. 

Pero el silencio no impide la necesidad de intentar transmitir, en lo posible, esta Palabra. “El gran reto es convertir el misterio en palabra”. Pero, “no cualquier palabra sirve”. Debe ser una “palabra de relación, de alegría, de equilibrio, de contemplación, de reconciliación, en última instancia, de esperanza». “Porque la realidad es siempre en movimiento, en proceso, en camino, tratando de sacar junto al otro que nosotros llevamos dentro”. 

Esa búsqueda de la Palabra es una tensión que sentimos. Pero a esta tensión se añade otra, la de ponerla en práctica. La realidad busca cómo hacerse expresión. “Cómo nosotros podemos hacer que los demás entiendan con palabras pero también con hechos, cómo la palabra se convierte en realidad”, explicó José Alegre. 

“La Biblia nos dice que, en el fondo, el hecho fundamental que caracteriza la relación con Dios es una relación de construcción, de hacer. Es una relación de amor”. Se trata de una de las claves para alcanzar lo indecible, lo inefable. “Nuestra expresión de lo santo se da a través del corazón, a través del amor”. 

Los santos son, fundamentalmente, signos y testigos del amor de Dios. Dios se expresa en la realidad a través del corazón, es el amor su forma de relacionarse con el hombre y es el amor la forma que tiene el hombre de transmitir el amor de Dios. La máxima expresión de esta realidad se manifiesta en Jesús de Nazaret, en el que se une de forma perfecta el “decir” con el “hacer”. No sólo “habló” del amor de Dios, sino que fue “amor de Dios”. Es la “Palabra encarnada”, que se ha manifestado en la historia. Pero esa Palabra también hay que traducirla de forma correcta en nuestros días. Se hace necesario un lenguaje nuevo. El Concilio Vaticano II ofrece, en este sentido, una nueva perspectiva de lo que supone la santidad en nuestros días. 

Y existen muchos ejemplos en la historia. El ponente explicó que, en este sentido, ha habido una evolución en la historia de la Iglesia, en el que en el concepto de santidad se ha resaltado uno u otro aspecto, según la realidad histórica que concurría en cada momento. Alegre se refierió a los santos bíblicos, como Abraham, signo de la presencia de Dios en la historia, inquieto, buscador, siempre oteando el horizonte, el futuro. Son personas normales que expresan en alguno de sus actos, lo indecible una realidad más profunda que esconde en lo más hondo de su existencia personal. Son ejemplos de ello, Jacob, David, Tobías, Oseas o Sansón. 

Cada concepción de santidad ha sido fruto de su época. El propio Jesús de Nazaret, fue muy discutido en su época. Desbordó los cánones preestablecidos de la sociedad en la que vivió. Pero despertó seguidores, escuchantes de su palabra,  la Palabra, que se hizo realidad personal en Jesús, que fueron capaces de hablar de ella con términos de amor, perdón, Dios como padre, como ternura, como Dios sensible, como Dios-corazón. 

“Los santos son personas referencia, personas que son Palabra, que despiertan en nosotros la cercanía de Dios”. 

En un primer momento, fueron los mártires. Aquellos a los que los primeros cristianos admiraron, debido a que fueron capaces de dar su vida, la máxima expresión “del dar y del ser”. Pero pronto hizo su presencia del dualismo griego, que entendería la realidad como un conjunto variado caracterizado por sus opuestos (bien/mal, cielo/infierno…).  Este fenómeno produjo una cierta división en el santoral, que vinculó la santidad con la ascesis, la contemplación y el sacrificio. Santos eran fundamentalmente lo monjes. 

A partir del siglo VII se inicia una nueva relación, en un mundo caracterizado por la violencia, la muerte, la inseguridad, en la que los fieles buscaban protección. Se concibió a los santos, en cierta manera, como “amuletos protectores”, buscando la relación con la santidad desde una perspectiva mágica de protección que diera sentido de admiración de lo indecible. 

Con el urbanismo del Medievo aparecen las órdenes de frailes que ven y viven la pobreza. Aparece la imagen de santidad como alguien que ve y vive la pobreza. Santos que unían a Dios la experiencia de la pobreza, el dolor y el sufrimiento. 

El Concilio Vaticano II revisaría críticamente nuestra manera de entender la santidad. “No sólo la revisaría, sino que la transformaría”. A partir de entonces, la santidad refleja la unión amorosa de Dios con los hombres, especialmente con los sufrientes. “Hemos sido testigos -señaló Alegre- de ello en muchas ocasiones”, en personas como la Madre Rafols, los hermanos Pignatelli, Mariano Supervía, Agustín Jericó, Julián Matute, José Bosqued, Francisco Izquierdo Molins y otros muchos. Personas que, sin perjuicio de sus debilidades personales, fueron testigos y promotores de iniciativas de atención a los necesitados y de promoción social. Son modelos de “hombres y mujeres de mundo”, “metidos de lleno en el mundo”, marcados por su sensibilidad e inteligencia. Hoy hay muchos testigos: empresarios que crean empleo, médicos, personal sanitario, profesores, profesionales de todos los ámbitos sociales, …, concluyó.  

La próxima sesión tendrá lugar el lunes, día 25 de enero, a las 20 horas, con el título «Hablar de Dios hoy», por D. Ernesto Brotóns Tena, con el se iniciará la segunda parte del curso dedicado al “Misterio de Dios”. 

Programa e inscripciones en el Curso 2020/2021, pulse aquí.

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