Lecturas
Isaías 60, 1-6 – Salmo 71 – Efesios 3, 2-3a. 5-6
Mateo 2, 1-12: Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenia que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres ni mucho menos la última
de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un jefe
que pastoreará a mi pueblo Israel”».
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
«ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.
Comentario:
LA EPIFANÍA DEL SEÑOR, 2022
El misal propone que después del evangelio de la misa de hoy se haga el anuncio de todas las fiestas del año litúrgico con el fin de que todos vean que Navidad, Pascua y Pentecostés son un todo. La encarnación es el punto de partida de la redención, es decir, de la trasformación del hombre en Cristo. Evangelio y homilía no son memoria de un difunto, sino representación y actualización de su persona, de su vida y mensaje en orden a la comunión por parte de la comunidad cristiana reunida en torno al evangelio y al pan. De esta forma, evangelio y cuerpo eucarístico configuran la comunidad como cuerpo místico de Cristo.
Hoy la Iglesia celebra la Epifanía del Señor, su manifestación no solo a Israel sino también a los pueblos gentiles. Las historias relativas al nacimiento de la infancia de Jesús no formaban parte de la primitiva predicación cristiana. Marcos y Juan ni siquiera las mencionan. Los cuatro evangelios escritos aparecieron después de varias décadas de existencia de un evangelio transmitido de palabra. El verdadero núcleo de la predicación apostólica podemos comprobarlo en los Hechos de los Apóstoles. Es la resurrección de Jesús de entre los muertos, su exaltación a la gloria y la difusión de la nueva vida del Resucitado por medio del Espíritu Santo.
La predicación, en lo referente a la infancia y juventud de Jesús, se limita a constatar que Jesús procede de David, y Lucas añade que Jesús, al comenzar su ministerio, tenía treinta años. Posteriormente la atención se extendió a su ministerio público. Los apóstoles no fueron testigos de lo que ocurrió en el primer período de la vida de Jesús y la predicación estaba muy concentrada en la pascua, la esencia del bautismo y la eucaristía. Solo después de un cierto tiempo se despertó el interés por los primeros años de Jesús en Nazaret y por su nacimiento en Belén. A esto respondieron Mateo y Lucas, pero no en forma de crónica efectiva de los sucesos acaecidos en el nacimiento y en la juventud.
Mateo y Lucas, al referirse a la infancia de Jesús, lo hacen mediante el “Midras”, un género literario que se solía utilizar para interpretar la Escritura y hacerla comprensible y significativa para la generación siguiente. Es una estudiada sutileza orientada a ofrecer no información, sino una determinada interpretación. En ese estilo literario tienen gran importancia las “citas de cumplimiento” del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el caso del nacimiento de Jesús, son determinantes los relatos de personajes y monarcas que vienen de Oriente trayendo presentes, la reina de Saba que viene a escuchar a Salomón, la estrella o luz que conduce a los que buscan, los camellos y dromedarios que vienen trayendo regalos, etc. En cuanto a la expresión “hemos visto su estrella” encontramos muchos paralelos en aquel tiempo en relatos del nacimiento de grandes personajes. Los esfuerzos para explicar la estrella de los Magos como un fenómeno natural no han dado resultado hasta ahora y no son convincentes. Entre los textos encontrados del Qumrán se especula sobre la estrella bajo la cual habrá de nacer el Mesías. El mensaje de Mateo, en el relato de los Magos, quiere recalcar el fuerte contraste de Herodes y el Sanedrín judío en relación con los magos que vienen de oriente. Mientras que los Magos descubren al Señor guiados únicamente de la naturaleza, Herodes y toda Jerusalén, aun contando con las Escrituras, no son capaces de encontrar al niño. Los Magos quieren rememorar a los cristianos gentiles del siglo I. Herodes, en cambio, representa la gran hostilidad judía hacia la nueva comunidad cristiana incipiente. El relato, pues, tiene como finalidad presentar la trágica paradoja que palpita en todo el evangelio de Mateo: que Jesús, nacido como Hijo de David en la ciudad de David, siendo el cumplimiento de todas las profecías del Antiguo Testamento, es, sin embargo rechazado por su pueblo y honrado solamente por los gentiles.
Haremos, pues, bien no si nos detenemos en lo anecdótico del relato de los magos, sino más bien si afrontamos ese deseo y búsqueda de eternidad inscrito en nuestras personas, ese ansia de amor y felicidad que encierran nuestros corazones. El desarrollo popular del tema de los Magos en la historia nos advierte sobre la capacidad que anida en nosotros de optar por lo atrayente huyendo de lo trascendente. Navidad significa que Dios viene, y está viniendo, a colmar ese deseo que él mismo plasmó en todo hombre. No podemos vivir de espaldas a la instancia de ese “plus” esencial que existe en todo hombre, perdiendo el sentido de lo eterno. De hecho hoy son muchos los que han perdido la fe o han dejado de practicarla. Pero apenas hay alguno que abandone la preocupación por encontrar algo que le llene de veras. A quien va en búsqueda del sentido de su vida le es extraordinariamente útil ver que quien proclama que su vida tiene sentido lo manifieste de manera creíble. El mundo actual está más necesitado de testigos que de maestros. Muchos hombres de hoy han abandonado la práctica religiosa. Pero ha aumentado abiertamente práctica idolátrica, bien en una religiosidad popular milagrera, bien en incontables realidades sociales como el deporte, el dinero, el lujo, el confort, los viajes, la política y el culto al Estado, la lucha secesionista, el culto al cuerpo, la exhibición de enseñas y atuendos uniformados, himnos, y otros rituales retumbantes. Se intensifican paradójicamente el matrimonio civil, los bautizos y primeras comuniones civiles. La profesión cristiana de la fe en mártires, vírgenes y confesores testigos es uno de los capítulos más llamativos de la historia de toda la humanidad. El arte arquitectónico, literario, musical, los movimientos sociales de caridad, de asistencia a necesitados, no tiene parangón. Más de cuatro mil millones de hombres de la humanidad actual aceptan estar encajados dentro de la denominación cristiana. El fenómeno de Cristo en la historia es la máxima referencia de la misma. Hasta humanamente hablando resulta incoherente no interesarse por Cristo.
Los Magos nos cuestionan sobre cómo buscamos a Dios. Nos enseñan a levantar los ojos. El sentido de la vista está conectado con el corazón hasta el punto de poder hablar de “la ceguera del corazón”. Levantar la vista es reorientar el corazón. Y esta es ciertamente la invitación que nos hace el texto evangélico. Para ver es necesario ponerse de camino. Lo que ya sabemos pertenece al pasado. Mateo contrapone dos escenarios, el legar de Herodes y el lugar del niño. En el primero los intereses creados, el ansia del poder, las tretas para asegurar una posición de ventajosa. En otro, al niño con María, su madre. Belén no es punto de llegada sino lugar de paso. Nosotros no buscamos “aquel” niño de Belén en su imagen temporal de entonces. Buscamos a Jesús como misterio que quiere asentarse dentro, hoy y en nuestros corazones, no como imagen terrena, sino como Espíritu vivificante.
Francisco Martínez
e-mail:berit@centroberit.com
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