Lecturas
Isaías 69, 1-6 – Salmo 71 – Efesios 3, 2-3a.5-6
Mateo 2, 1-12
Comentario
LA EPIFANÍA DEL SEÑOR, 2018
Hoy celebra la Iglesia la Epifanía del Señor, su manifestación no solo a Israel sino también a los pueblos gentiles. Las historias relativas al nacimiento y a la infancia de Jesús no formaban parte de la primitiva predicación cristiana. Marcos y Juan ni siquiera hablan de ello. Los cuatro evangelios escritos aparecieron después de varias décadas de existencia de un evangelio transmitido de palabra. El verdadero núcleo de la predicación apostólica podemos comprobarlo en los Hechos de los Apóstoles. Es la resurrección de Jesús de entre los muertos, su exaltación a la gloria y la difusión de la nueva vida del resucitado por medio del Espíritu Santo. La predicación, en lo referente a la infancia y juventud de Jesús, se limita a constatar que Jesús procede de David, y Lucas añade que Jesús, al comenzar su ministerio, tenía treinta años. Posteriormente la atención se extendió a su ministerio público. Los apóstoles no fueron testigos de lo que ocurrió en el primer período de la vida de Jesús y la predicación estaba muy concentrada en la pascua, la esencia del bautismo y la eucaristía. Solo después de un cierto tiempo se despertó el interés por los primeros años de Jesús en Nazaret y por su nacimiento en Belén. A esto respondieron Mateo y Lucas, pero no en forma de crónica de los sucesos del nacimiento y de la juventud.
Mateo y Lucas, cuando van a referirse a la infancia de Jesús, lo hacen mediante el “Midras”, un género literario que se solía utilizar para interpretar la Escritura y hacerla comprensible y significativa para la generación siguiente. Es una estudiada sutileza orientada a ofrecer no tanto información, sino una determinada interpretación. En ese estilo literario tienen gran importancia las “citas de cumplimiento” del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el caso del nacimiento de Jesús, son determinante los relatos de personajes y monarcas que vienen de Oriente trayendo presentes, la reina de Saba que viene a escuchar a Salomón, la estrella o luz que conduce a los que buscan, los camellos y dromedarios que vienen trayendo regalos, etc. En cuanto a la expresión “hemos visto su estrella” encontramos muchos paralelos en aquel tiempo en relatos del nacimiento de grandes personajes. Los esfuerzos para explicar la estrella de los Magos como un fenómeno natural no han resultado hasta ahora convincentes. Entre los textos encontrados del Qumrán se especula sobre la estrella bajo la cual habrá de nacer el Mesías. Mateo, cuando hace el relato de los Magos quiere recalcar el fuerte contraste de Herodes y el Sanedrín judío en relación con los magos que vienen de oriente. Mientras que los Magos descubren al Señor guiados únicamente de la naturaleza, Herodes y toda Jerusalén, aun contando con las Escrituras, no son capaces de encontrar al niño. Los Magos quieren rememorar a los cristianos gentiles del siglo I. Herodes, en cambio, representa la gran hostilidad judía hacia la nueva comunidad cristiana incipiente. El relato, pues, tiene como finalidad presentar la trágica paradoja que palpita en todo el evangelio de Mateo: que Jesús, nacido como Hijo de David en la ciudad de David, siendo el cumplimiento de todas las profecías del Antiguo Testamento, es, sin embargo rechazado por su pueblo y honrado solamente por los gentiles.
MANIFESTACIÓN A LOS GENTILES
En Belén, Jesús se manifiesta a los judíos. En la Epifanía lo hace a los gentiles. El tema de fondo es la universalidad de la manifestación o revelación divina. A ello se refiere, primero, la lectura de Isaías. Se trata del llamado “tercer Isaías”, un profeta anónimo que en el cautiverio de Babilonia quiere ofrecer un mensaje esperanzado. Dios proyecta su luz en el pueblo y crea un porvenir de esperanza: “tus hijos vienen de lejos”. El exilio ha terminado. Hasta las naciones extrañas se volverán hacia Sión como única fuente de luz y se acercarán a Jerusalén trayendo ofrendas. Es una visión universalista de Jerusalén que vaticina que todos los pueblos secundarán a Jesús. En segundo lugar, hemos escuchado un texto de la carta de Pablo a los efesios. El Apóstol alude a la predicación del evangelio de gracia destinado a todos los pueblos que consiste en el misterio de Cristo resucitado, cabeza de la nueva humanidad. Jesús se nos ha revelado no como simple noticia que debemos conocer, sino como una vida que debemos vivir. No ofrece una noticia de prensa, ni tampoco una simple información que debemos registrar en nuestros conocimientos. Es el máximo anuncio que podrían ofrecernos y que afecta al sentido profundo de nuestra propia existencia.
CRISTO, LUZ Y SENTIDO
El hombre actual camina por sendas perdidas, presa de una crisis cultural ambiental grave, de ancestrales dificultades personales, reales y serias. Ha trasladado la certeza de Dios a las certezas que puede ofrecer el hombre. Ha sustituido a Dios por la razón y la salvación por el progreso humano. Paradójicamente, en una religiosidad arcaica, vivió siglos defendiendo una imagen de Dios a costa del hombre y defendiendo el más allá a costa del más acá. Vivimos un mundo inhumano en exceso. Nos cuesta sobremanera entender que el mensaje de Jesús es que debemos hacernos felices, y hasta bienaventurados, unos a otros. Las nuevas ideologías humanas que tanto hablan del hombre y de la sociedad no han acabado con las diferencias y luchas humanas. Unas acaban y otras aparecen. El hombre actual ha llegado a ser un ser sin hogar que ha olvidado su origen y su meta. Ha cambiado el ser por el tener. Se ha instalado en la levedad de la vida, en la superficialidad. Ha huido de lo público y se ha refugiado en lo privado. La filosofía moderna se ha manifestado claramente impotente para crear sentido y valores. La razón no puede decirnos toda la verdad del hombre. Han cundido el desengaño, el pesimismo, el desencanto, la privacidad. Han desaparecido antiguos tiranos, pero han aparecido nuevos dueños absolutistas, como acaso nunca los hubo. Se han superado unos problemas y han aparecido otros más complejos. El cristianismo convencional se está mostrando incapaz de suscitar salidas y soluciones eficaces. Tampoco parece que es debidamente considerado el principio de autoridad que ha regido durante siglos. Hoy se pide a todos un testimonio convincente. Hay hoy indicios de una nueva forma de cristianismo que está apuntando, apoyada en una seria y permanente acogida y comunión con el evangelio sin glosa, una nueva forma de leerlo en pequeña comunidad que nos ayuda a situarnos junto al hombre, sus sufrimientos, su crisis y dificultades. Pretende conocer mejor a Cristo y conocer mejor al hombre en su búsqueda de Dios. Este es el mensaje de la Epifanía del Señor. Cristo es historia y ha hecho historia. Pero es, sobre todo, misterio de fe que le hace presente, contemporáneo, viviente en cada uno de nosotros para que podamos visibilizarlo ante los demás. Cristo en el hombre: esta es la verdad más profunda y apasionante del corazón del hombre. El hombre no es la medida de sí. El hombre sobrepasa infinitamente al hombre. La vida del hombre no depende de sus bienes. Depende de que llegue a comprender que “la vida es Cristo” (Fil 1,21). Él mismo dijo “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Y añadió también: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28). La vida eterna es conocer y ayudar a conocer a Jesús como salvador del hombre. Se requiere hoy otro conocimiento y otra forma de ayudar a conocer a Jesús. El cristiano contemporáneo ha de saber franquear dos puertas sagradas para llegar a la presencia viviente del mismo Jesús: la puerta del evangelio, para encontrar en él su intimidad personal, y la puerta de una eucaristía renovada que no se detenga en el dato ancestral de la simple presencia de una cosa sagrada, sino que lleve a Jesús y a sus misterios de la encarnación, de la cruz, de la eucaristía, de pascua y pentecostés, hechos contemporáneos para que cada uno los reviva en unión personal con Cristo.
Francisco Martínez
E-mail: berit@centroberit.com
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