Según la Real Academia Española de la Lengua, un estereotipo es una imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable. Dos son las características básicas de los estereotipos: simplicidad -el mínimo común múltiplo de un grupo social se establece aceptado por la mayoría como patrón o modelo de cualidades o de conducta- y su uso peyorativo. Los individuos a través de la cultura económica adquieren y se identifican con toda una serie de instituciones, principios, normas y comportamientos económicos. Gracias a este aprendizaje el empresario es capaz de enfrentarse al mercado –bendita competencia- sacar conclusiones, basadas en el sentido común y mediante el procedimiento de prueba y error -de experiencia-, depurar el entendimiento y lograr la capacidad cognitiva. En su definición tradicional, la cultura se opone al instinto, al ser aquella una característica del ser humano y ésta de los animales. No obstante en la economía de mercado, cultura e instinto se entrelazan en el estadio superior de la cultura debido a los diferentes niveles de razonamiento que se pueden llevar a cabo. Cabría preguntarse entonces si la economía es una ciencia o un arte. O ambas cosas a la vez.
Los estereotipos de la economía de mercado en particular y los de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) en particular son muchos. ¿Es la RSC una herramienta de Márketing o, en el mejor de los casos, de Comunicación? ¿Su implementación es competencia de las ONGs más innovadoras? ¿Es un coste que solo pueden permitirse las grandes compañías? ¿Se basa en exclusiva en obra social, solidaridad o caridad? Un reciente debate sobre los Códigos de Conducta Empresariales, preámbulo del 2º Congreso Nacional de RSE que se celebrará en Zaragoza en junio, trató de aportar luz sobre algunos estereotipos que inundan la actividad empresarial. Sin líderes que apuntalen los Principios Corporativos (su Ética personal), no hay nada que hacer. Sin estructuras de retribución variable que hagan a trabajadores y empresarios remar en la misma dirección para lograr la supervivencia de la empresa y de sus puestos de trabajo, no hay nada que hacer. Sin transparencia a la hora de comunicar los objetivos que se quieren alcanzar y el modo que se propone para lograrlo, no hay nada que hacer. Liderazgo, flexibilidad y transparencia. Nada nuevo bajo el sol. Los sesgos perceptivos son fenómenos habituales en economía. Se forman involuntarias asociaciones de ideas entre aquellos que poseen rasgos comunes. Comportamientos tramposos como la información privilegiada se confunde con la lícita especulación y el dañino abuso de posición dominante o la manipulación de precios con el libre mercado. En el momento en que se ha forjado una primera impresión es difícil deshacerse de ella y va a condicionar el resto ya que los interpretaremos como corroboración del estereotipo del grupo al que pertenece. Sin cultura económica, no hay nada que hacer.
Juan Royo
Economista