El pasado lunes tuvo lugar una nueva sesión del curso de teología del Instituto Diocesano de Estudios Teológicos para Seglares, esta vez a cargo de D. Rafael Fleta Soriano, profesor de Biblia en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón, con el título “Dios en la Escritura I :La Trinidad narrada: Revelación de Dios en Jesús”.
D. Rafael Fleta presentó como punto de partida el Evangelio de Juan: “Nadie viene al Padre sino es por mí”. Nadie puede ver al Padre sino a través de Jesús. “Dios se ha revelado en un pueblo, Israel, en la Iglesia y también en un Libro. Dios se ha relevado, y lo ha hecho enviando a su Hijo y al Espíritu, para nuestra salvación, para nuestra liberación y adopción filial. Por haber Dios enviado a su Hijo al mundo, nos ha hecho también a nosotros hijos suyos”, explicó Fleta. “Porque así lo hizo, podemos llamarlo “Abba”, como Jesús”.
La segunda parte de su reflexión versó sobre la relación entre el Padre y Jesús en la Escritura. Parte de la idea de que la Revelación del Nuevo Testamento presupone la del Antiguo. “En el Antiguo Testamento -señaló el ponente- se da a conocer el Dios de la Alianza, y se da a conocer como puro amor”. Por ello, la revelación neotestamentaria es, en cierta medida, continuación de la veterotestamentaria. Para los cristianos, Dios se revela progresivamente. “El Dios revelado por Jesús no es distinto de la fe monoteísta de Israel, pero ahora ese Dios es esencialmente trinitario”.
Pero, “¿qué significa para Jesús hablar de Dios como Padre?”, se pregunta Fleta. La paternidad de Dios en los evangelios aparece casi 170 veces. Esta designación aparece crecientemente a lo largo de los diferentes escritos del Nuevo Testamento, especialmente en Juan (más de 100 veces). “El punto de partida es la experiencia de Jesús, pero la experiencia está profundamente relacionada con la conciencia que Aquél tenía de sí mismo y de su misión”, explicó. “Es la conciencia del Reino de Dios y del Dios del Reino”. “Jesús se sabe conducido y empezado por el Espíritu. El Espíritu actúa en Jes´su y le conduce con esa misión”. Puede hacerse referencia, en este sentido, al relato del Bautismo de Jesús, en Marcos, y su profunda significación simbólica.
La conciencia de Jesús de Dios como Padre se manifiesta especialmente en el “Padrenuestro”. Aunque su fuente podría ser una antigua oración aramea, Jesús le da una significación muy especial, la de “abba”. Frente a las recargadas fórmulas judías para dirigirse Dios, Jesús elige “abba”. “Era consciente del carácter único de su filiación. No se trataba de implantar una teocracia en el mundo sino de anunciar una salvación desde el amor y la bondad. Dios reina porque se manifiesta como un padre que se da y que perdona. Es una oración filiación, consciente de la autoridad De Dios, Dios como padre, su padre. Conoce su voluntad y su misión como hijo. Confianza de hijo como todo intensa. Habla con Dios como un hijo con su padre, una relación paterno-filial. Es una entrega existencial, no ideológica”, señaló el ponente. En este sentido, los evangelios han conservado esta palabra aramea que su utilizaba en el ámbito familiar. Si en el Antiguo Testamento Dios es un soberano trascendente y lejano, con Jesús alcanza una cercanía familiar. Pero así fijada en la Iglesia, como expresión de la conciencia filial de Jesús, comunicada a los discípulos. “Algo que fue totalmente extraordinario para los discípulos”. “Para Jesús la palabra “padre” era la mejor manera para expresar su propia experiencia. Él se reconocía a sí mismo como el Hijo. Pero la novedad no está tanto en la expresión sino en quién la dice y cómo la dice. Desde la totalidad de la vida de Jesús. Y no es una expresión infantil, sino de Padre que ayuda en la dificultad (Marcos recoge esta invocación aramea en la oración de Getsemaní). En este contexto, el término “abba” lleva consigo la gravedad de entregar una vida y el cumplimiento de una misión. En última instancia, lo que define la relación Padre con el Hijo, recíprocamente, es el amor.“Tú eres mi Hijo amado, mi predlecto” (Mc 1.7).
La paternidad de Dios tiene su contrapunto en la filiación del Hijo. “Esta filiación procede, en cierta medida, de la propia experiencia de Jesús – explica Fleta- cuya relación con Dios fue única. En ella basa su autoridad y hace participar de ella a aquellos que le sigan. Aunque dicha relación no se coloca en un mismo nivel. La comunidad pospascual mantuvo la distancia entre la relación paternofilial de Jesús y la de sus seguidores. La filiación de los cristianos depende y procede de la filiación de Jesús. En el sentido pualino, son hijos por adopción y coherederos con Cristo”.
Para los evangelistas el sentido de filiación de Jesús fue explícito, propio y único. La confesión de Jesús como hijo de Dios pudo surgir incluso en la primera década de la Iglesia primitiva. En muy repetidas ocasiones, esta filiación se pone de manifiesto en los sinópticos: en el Jordán, en el Bautismo, en el relato de las tentaciones del desierto, en el propio momento de la cruz (la confesión del centurión), en la confesión de los discípulos por boca de Pedro, en la transfiguración… Pero es en Juan donde Jesús se reconoce sin reservas como el hijo enviado. También en Pablo, en cuyas cartas se refiere en diecisiete ocasiones a Jesús como hijo de Dios, en íntima relación con la resurrección.
A este respecto, Fleta plantea la pregunta de si históricamente se justifican estos relatos. Esto es, si leyendo críticamente los textos neotestamentarios, puede acreditarse que tales referencias pueden vincularse directamente con las palabras de Jesús. Para el ponente aunque no en todos los casos, sí que existen casos en los que esto es así (por ejemplo, Mt 11,27). Por otra parte, la seriedad de su entrega hasta el final, su experiencia hasta el final, la autoridad de sus gestos hacen creíble esta aseveración. Jesús pudo experimentar en propia vida que su relación con Dios era diferente. Es el caso, por ejemplo, de la parábola de los labradores homicidas, en los que Jesús se refiere a su propio destino.
Con independencia de la cuestión histórica, se hace especialmente pertinente ver cómo vivió Jesús esta relación singular. Y en esto es especialmente importante no sólo el texto sino el contexto, en el que se aprecia con claridad que el Padre es la constante presencia de Dios. “Jesús se entendió a sí mismo como el Hijo y la relación con el Padre fue trascendental en su vida y en la experiencia de su misión”. “El vivir de Jesus es un vivir orientado hacia el Padre y ello se manifiesta en la cercanía a los pobres, en el escándalo de comer con publicanos…”. “Como cualquier hijo, quiere imitar al padre. Le obedece, pone en práctica sus enseñanzas. Esa actitud filial de Jesus que enseña su vida como camino de entrega”.
Pero Jesús es también revelador del Padre. Jesús tiene conciencia de que es Él, como Hijo, quien releva al Padre, quien lo da a conocer. Y ello debido al conocimiento mutuo del Padre y del Hijo; Jesús releva al Padre no sólo con sus dichos sino especialmente con su vida. El Padre es aquel a quien Jesús conoce. Pero revelar al Padre es revelar su bondad y misericordia.
En tercer lugar, el ponente hizo referencia al análisis de la relación de Jesús con el Espíritu. Jesús habla poco del Espíritu Santo y obvia cualquier referencia a su carácter personal (sólo hay una afirmación explícita en los sinópticos, en Mc 3,28-30) aunque el Espíritu está presente en los relatos evangélicos: en Mt, hay conciencia de que Jesús actuaba con la plenitud del poder divino (por ejemplo, en la expulsión de los demonios); en Marcos, el espíritu se define como una fuerza suprapersonal; Lc hace que el mismo Jesús esté lleno de Espíritu Santo. Pero la referencia al Espíritu procede fundamentalmente de la experiencia post pascual.
“Pero, a pesar de la sobriedad de los evangelistas, se puede decir que el Espíritu animó la vida u al entrega de Jesús”, explica Fleta. “En Jesús se hace presente el reino escatológico (anuncia de la buena novia, expulsión de los demonios…) Jesús, además, es el ungido (Lc 4,18), es el hijo amado del Padre. La experiencia del bautismo del Jordán fue decisiva. Los sinópticos nos habla de este bautismo en el jordán pero como una verdadera unción profética que le habilita para hablar y actuar en nombre de Dios. Si Juan no lo menciona explícitamente, es igual de cierto que el Espíritu está en Jesús desde el comienzo, como principio interno desde el que obra”. La propia encarnación de Jesús es para Lucas y Mateo obra del Espíritu Santo.
La próxima sesión del curso de teología del ITS tendrá lugar el próximo lunes, a cargo de D. Pedro Fraile Yécora, con el tema “Dios en la Escritura II: La Preparación de la revelación de Dios en el Antiguo Testamento”.
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