El pasado día 28 de febrero, tuvo lugar un nuevo café-tertulia, organizado por el Centro Berit, esta vez, a cargo de José Boza, Pepe Boza Osuna, Licenciado en Filología Hispánica, Presidente de ASUME Aragón (Asociación de Usuarios de los Medios de Aragón, www.usuariosdelosmedios.es),Monitor de Educación Afectivo Sexual por la Fundación Desarrollo y Persona para el COF diocesano Juan Pablo II de Zaragoza.
A continuación, incorporamos una transcripción no literal de su intervención.
Voy a empezar con la bibliografía en la que se basa esta sesión, esta charla. ¿Y por qué lo voy a hacer? Porque en realidad va a ser este autor francés, Fabrice Hadjadj, el que va a estar presente constantemente en las diapositivas y en el fondo de la cuestión. Es él el que motivó el que escribiera aquel texto y el que merece la pena que os lo veáis en directo.
Aquí están tres de sus libros que recomiendo muy brievamente. Es un escritor fantástico, profesor de Teología. Y en los dos primeros, «Puesto que todo está en vías de destrucción» y «¿Qué es una familia?», es donde están dos de los textos que he aprovechado para esta sesión y para el texto que escribí.
«La profundidad de los sexos» por una mística de la carne. Es un libro extraordinario, mucho más eso, más potente, pero que merece la pena. Y ahí también hace algunas referencias al tema de la tecnología en su relación con los demás.
Es lo que nos ha interesado siempre a la Asociación (de Usuarios de los Medios de Aragón). Desde la Asociación siempre hemos enfocado el análisis de la tecnología, ya desde que empezó la televisión y penetró en nuestros hogares. Lo hemos enfocado pensando siempre en analizar y en contrarrestar aquellos efectos tóxicos que pueda tener la nacer humana.
No por publicidad, sino porque si alguno quiere acceder a la síntesis y el resumen de estos textos que acabo de decir, están en la web y en esas cuatro direcciones podéis encontrar lo que vais a ver en la presentación. Lo segundo que voy a hacer después de empezar por el final es cambiar el título, porque también voy a hacer una inversión en la exposición. No es Dios prójimo de tecnología, sino vamos a empezar por la tecnología.
Vamos a empezar un poco a hablar de la tecnología porque es lo que nos va a permitir acceder al efecto que la tecnología tiene en nuestra relación con el prójimo y también en nuestra relación con Dios. Esta primera cita del Papa conecta muy bien con la siguiente diapositiva, que es otra cita también de un tecnólogo que es fundamental para todos los que nos interesan en la tecnología, que es Macbucha. El Papa dice con mucho acierto, porque es talmente así, fijaos en el mensaje que hay ahí.
«Los objetos de la técnica no son neutros, porque crean un entramado que termina condicionando los estilos de vida y orientan las posibilidades sociales en la línea de los intereses de determinados grupos de poder. Ciertas elecciones, que parecen puramente instrumentales, en realidad son elecciones acerca de la vida social que s quiere desarrollar» (LS 107)
Se suele creer que la tecnología es neutra y que por tanto depende siempre del uso que hacemos de ella. Se repite constantemente la idea de que se puede usar bien o se puede usar mal y que de ahí es donde proviene lo bueno o malo que la tecnología pueda producir. No es exactamente así.
Es cierto que la diversidad humana es la que en el fondo al final hace que los objetos tecnológicos, los dispositivos tengan un buen o mal uso. Pero en el propio diseño de cada objeto tecnológico, desde la televisión hasta el móvil, hay algo que por ser lo que son les hace influir, aunque el usuario no lo sepa ni siquiera de manera inconsciente, en la forma de utilizarlo y en los efectos que produce. MacLuhan, en la siguiente diapositiva, nos dice un poco lo mismo.
«El medio es el mensaje». «No solamente es un soporte de la información. Informa a la misma información».
Esa frase tan conocida de este teórico, que es por cierto también un converso al catolicismo, en medio es el mensaje. ¿Qué quiere decir MacLuhan con esto? Quiere decir que no nos tenemos que fiar con ingenuidad en que nosotros podemos ser los dueños de nuestros aparatos tecnológicos y hacer que el uso que hagamos de ellos sea solo una cuestión de nuestra libertad. Porque en cada aparato tecnológico, no solamente es lo que es, sino que condiciona muchísimo el mensaje, la relación, lo que influye en nuestra vida personal.
Dice lo mismo, produce efectos en lo más profundo de lo que somos. Independientemente de que los usemos bien o que los usemos mal, evidentemente cuanto mejor conozcamos de qué modo están diseñados y cómo influyen en nuestra vida, podemos tomar decisiones mucho mejores para utilizarlos de manera más adecuada. Dice, el efecto es más profundo en cuanto más invisible es su presencia.
Os voy a poner un ejemplo, porque no es fácil entender este concepto, pero merece la pena. Pensemos ya no en el móvil, que es un aparato que llevamos en el cuerpo de tal manera que parece parte de nosotros. Pensad en la televisión, cómo la omnipresencia de la televisión, desde que apareció y se metió en nuestras casas.
Hace que su presencia, a pesar de que es un objeto que está hecho para ver, pase desapercibida. Es tan cotidiano el ver televisión, es tan repetitivo, tan ligado a nuestro horario, que al final es un aparato tecnológico que desaparece como tal y entonces forma parte de nuestra rutina sin darnos cuenta. A veces se apodera de nuestra vida cotidiana sin darnos cuenta.
A eso se refiere. Cuanto más discreta es la presencia del aparato tecnológico, más puede darse su influencia. Todos sabéis la metáfora de la rana.
«Cuanto más discreta es la presencia del aparato tecnológico, más puede darse su influencia.»
Lo habéis oído seguro alguna vez. Si uno mete una rana en un agua hirviendo, la rana salta porque el agua está tremendamente caliente. Pero, si metemos una rana en una olla con agua fría y vamos calentando lentamente la rana, se encontrará muy a gusto porque el agua está tibia. Y cuanto más caliente esté el agua, menos notará esa diferencia hasta que al final acabará cocida sin darse cuenta. ¿Qué tiene esto que ver con la tecnología? Es también un modo de entender cómo hemos llegado hasta aquí. ¿Cuál es el mundo tecnológico que nos ha tocado vivir?
El fluir del agua da forma a la ropa poco a poco. Igual que la temperatura del agua poco a poco acaba matando a la rana. La tecnología nos rodea de tal modo, de un modo tan omnipresente que acaba moldeando también nuestros hábitos tecnológicos, nuestros hábitos cotidianos, nuestra manera de relacionarnos casi sin darnos cuenta.
«La tecnología nos rodea de tal modo, de un modo tan omnipresente que acaba moldeando también nuestros hábitos tecnológicos, nuestros hábitos cotidianos, nuestra manera de relacionarnos casi sin darnos cuenta.»
Por eso hay que alejarse un poco de la televisión, hay que alejarse un poco del móvil, hay que alejarse un poco de la tecnología para tratar de poderla pensar en lo que realmente es. Fijaos, todo esto es tecnología. Es tecnología la escritura, es tecnología la imprenta, es tecnología el telégrafo.
Es decir, todo son aparatos o dispositivos o técnicas de carácter tecnológico que nos han ido distanciando de algún modo de lo presencial, que nos han permitido comunicarnos de una manera a veces mucho más eficaz. Pero en todas ellas, no hay tiempo de hacerlo, pero si analizáramos cada una veríamos como en cada paso tecnológico se ha producido también no solo un avance sino también una pérdida. Pongamos el ejemplo de la escritura, que es un invento fantástico que ha permitido al hombre avanzar de una manera importantísima, lo mismo que la imprenta, que está basada en la escritura.
Pero ¿qué perdimos con la escritura? Perdimos la comunicación oral, que era un elemento básico también y completamente distinto al escrito y que quedó de algún modo renegado a un segundo plano en nuestra vida ordinaria, en la obra del hombre en general histórico. Lo mismo pasa con cada uno de estos brazos, cada uno de estos elementos que recibimos con enorme optimismo porque realmente son un avance, un avance tecnológico, un avance técnico, un avance en la comunicación, pero detrás de cada uno también hay una pérdida que hay que analizar. De hecho, en los últimos, a partir de la televisión hasta la radio, fijaos que a pesar de que se ha perdido la comunicación oral, pensad que en esos que hay en la primera fila todos están basados en la palabra.
La palabra sigue siendo el elemento fundamental de la comunicación. A partir de la aparición de la televisión, la previdencia, la hegemonía de la imagen va a cambiar por completo nuestras relaciones, nuestra visión del mundo, nuestra manera de entendernos incluso. Y lo que hace el ordenador, internet, el móvil, el smartphone y luego lo que va a suponer la inteligencia artificial de la que ya os he hablado, lo que van a hacer es llevar esa previdencia de la imagen y esa previdencia de la distancia a un límite todavía insospechable.
Son extensores mediáticos pero cada uno de ellos extiende la posibilidad de comunicar pero nos va haciendo cada vez menos corpóreos. De hecho, parecería que cada una de estas comunicaciones es por su naturaleza más espiritual porque no estamos allí. Pero en realidad lo que hacemos es desencarnar, esta palabra es básica en Hadjadj y en McLuhan, lo que hacen estos medios es quitar el cuerpo, hacer desaparecer el cuerpo en la comunicación y esto es fundamental.
Y en esta sesión ese elemento de la desaparición del cuerpo va a ser también básico para entender nuestra relación con el prójimo tal y como está ahora la toxicidad que produce en esa relación y la dificultad que a veces puede constituir también nuestra relación con Dios. Y al fin y al cabo Dios es cuerpo también y nosotros lo somos y Dios es persona y por tanto esa encarnación del verbo que es carne es la que nos ha permitido precisamente estar en relación con Dios a través de Cristo. Dice McLuhan, cuando estamos en el teléfono o en el aire no tenemos cuerpo.
Y esto parece enojada porque antes cuando hablábamos por teléfono esa limitación la notábamos, la percibíamos y la veíamos como una limitación. El teléfono nos permitía hablar con gente que estaba en la distancia y eso era una maravilla, pero todavía el teléfono en aquella época cuando existía el teléfono fijo y todavía los primeros móviles sin conexión a la red, el teléfono era una limitación a la vez que una extensión. El teléfono nos permitía hacer cosas que no podíamos hacer sin él, pero a la vez notábamos que faltaba algo, faltaba la presencia de la otra persona.
Eso poco a poco veremos a lo largo de la charla como ahora hemos ido perdiendo esa evidencia, por así decirlo. Dice McLuhan, la persona está y a la vez no está. Y esto que parece una paradoja es fundamental a la hora de entender.
Fijaos la aparición de la televisión. Nosotros empezamos con la asociación no hace 65 años, la televisión tiene casi mi edad, yo soy un poquito más mayor que la tele, pero yo he nacido con la televisión. Cuando empecé en la asociación hace 25 años, no 65 pero sí hace 25, lo que preocupaba era la tele, a los padres, a los educadores.
Habíamos metido en caso un elemento que se recibía, como es la ilustración con la inevidencia, con enorme optimismo. Como se ha recibido siempre la telecomunicación. Íbamos a poder ver en la distancia, íbamos a poder ser testigos de lo que ha pasado.
Era una ventana abierta al mundo, era una oportunidad. ¿Qué ha pasado con la televisión en nuestra relación familiar y, por tanto, en nuestra relación con lo más próximo que tenemos? ¿Qué ha producido la tele en los hogares? Y fijaos que no vamos a hablar de los contenidos, porque ahora la televisión en general, salvo excepciones muy concretas, no resulta de interés, no merece la pena. Por cierto, hay dos programas que os recomiendo, obviamente, porque hay que hacer publicidad.
Uno es uno que produce Antena Aragón, que se llama «El campo es nuestro», que es un programa que es una pequeña joya, muy bien hecho, una buena televisión. Y hay un programa de la 2 que se llama «Un país para escucharlo», que aunque es música pop y a lo mejor por nuestra edad no nos interesa, pero es un programa tan bien hecho, de una calidad extraordinaria, que se puede hacer buena televisión. Y si fuera ese el problema del contenido, pues tendríamos que exigir que se hiciera esa buena televisión.
Pero resulta, como aparte del contenido la televisión, este medio ha producido una serie de fenómenos. ¿Qué ha producido en el hogar? La televisión, esa que iba a congregar a la familia alrededor del fuego, como un elemento más de unión, pues no. Ha sido un elemento que lo que ha hecho ha sido que todos los miembros de la familia miren hacia adelante, pero no se miren los ojos.
«Supuso un descentramiento, un descentramiento de la familia«. La familia que se reunía alrededor de una mesa, la familia que se reunía alrededor incluso de la radio, pero todavía mirándose los ojos a vosotros con la tele que hemos desplazado esa mirada hacia adelante.
Es verdad que todavía siguen presentes los miembros de la familia, el prójimo existe, pero ya se ha producido un descentramiento y una introducción de un elemento extraño en la vida familiar que hace que los miembros de la familia se disgreguen, miren todos hacia un mismo sitio en vez de mirarse a sí mismos. Fijaos esta frase de Alejandro Herrero en un librito que publicó que a mí me parece muy significativa. «Existían en el siglo pasado familias que tenían hijos, luego apareció la televisión, la pusieron en mitad del salón y entonces la televisión tenía una familia«.
De algún modo, lo que quiere decir, lo dije muy bien, de algún modo este fenómeno se ha producido. Cuando nosotros hablábamos entonces de la tele, les poníamos unos mensajes a los padres de un niño que decía de manera diversa, pero lo que venía a decir es por favor hacerme tanto caso a mí como a la televisión. Imaginad ahora si tuviéramos que trasladar eso a nuestro dispositivo preferido que es el móvil.
Pero este fue el comienzo, de algún modo, de ese despegamiento de los más. Hadjadj cita en uno de esos libros que habéis visto al principio a Gunter Anders, que yo he trasladado a estas tres diapositivas. Este filósofo hace una crítica durísima del medio televisivo.
Lo que representa y encarna el televisor es precisamente el descentramiento de la familia. Su excentrización es la negación de la mesa familiar. Lo que luego Hadjadj va a trasladar a la tablet y va a hacer esa comparación entre la mesa familiar y la tableta.
Lo dice ya Gunter Anders de una manera muy dura en este comentario: «Lo que representa y encarna [el televisor] es precisamente el descentramiento de la familia, su excentrización. es la negación de la mesa familiar» (L’obsolescence de l’homie… Ivrea, 2002, p. 124). Mientras que la mesa constituía una familia centrífera, centrada en sí misma, la pantalla desplazó y nos ha llevado a una familia centrífuga, como expresa esa ilustración. Ese hecho de menos cuando escolaba a la hora de la cena.
Años 70. Era la tele todavía la reina de los dispositivos y ya se produjo ese descentramiento. Por el mismo, no por utilizarla mal o utilizarla bien. Con la tele se entiende muy bien cómo el dispositivo, cómo la tecnología tiene en sí misma una fuerza que va más allá de nuestra propia voluntad. De hecho, hay familias que han roto con la televisión de manera absoluta para evitar precisamente ese descentramiento. Son las menos.
Eso exige un esfuerzo tremendo de voluntad. Sigue Gunter Anders. Solo siguen viéndose, mirándose por falta de atención.
La palabra atención también es clave porque es el primer dispositivo mucho más potente que la radio que va a captar nuestra atención. Hoy vivimos en una economía de la atención en que todos los dispositivos lo que hacen es competir para que de algún modo les prestemos atención y les prestemos nuestro tiempo. Por falta de atención, solo por azar siguen hablándose.
Es una crisis muy dura. Es verdad que la televisión, como toda la tecnología, no hay que ser tan negativo. Se puede perfectamente utilizar este medio y hacerlo bien y que sea un medio que congregue, un medio para compartir, un medio para estar juntos.
Pero no es sencillo. ¿Qué pasó después? Que ese televisor único que había descentrado y había cambiado la mirada de la familia se convirtió muy rápido en televisores. Esto sí que lo hemos vivido todos los que estamos aquí.
Hemos vivido cómo de la única televisión en el salón se pasó a la televisión en la cocina, en el dormitorio, en la habitación del niño. Fue extendiéndose por toda la casa de Zalvarega que ya ni siquiera la presencia física era una visión compartida, sino individual. Pero es muy lejos todavía de lo que ha ocurrido después.
«El televisor se convirtió rápidamente en televisores. Luego llegó el ordenador al que tenías que acudir, abrir, utilizar, cerrar y abandonar. La tablet, manejable, accesible, transportadle. Y, sobre todo, el móvil, siempre encima, siempre activo, con ostoros y a todas horas»
Porque luego llegó el ordenador. Y el ordenador era una máquina fantástica, lo sigue siendo, nos permite una cantidad enorme de posibilidades, pero además es un dispositivo al que tenías que desplazarse, tenías que abrirlo, tenías que ponerlo en marcha y tenías que cerrar y abandonar. Dejármelo en la mesa, bien sea una torre o bien sea un portátil.
Pero aún siendo portátil no era todavía lo suficientemente portátil como para portarlo. Como ocurre después, cuando aparece la tableta. La tableta es mucho más manejable, ya abandona la mesa, ya puede estar junto a los otros, es mucho más accesible, por así decirlo.
Pero aparece en el año 2010 el smartphone. Primero el teléfono móvil sin conexión a la red, pero después el móvil ya con conexión a internet. Y el móvil siempre encima, siempre activo, siempre con nosotros y a todas las horas.
«Una tecnología que nunca nos abandona y que ya no es percibida como una actividad, sino como una parte de nosotros».
Esta evolución de esta tecnología lo que produce, en primer lugar, es lo que hemos dicho al principio y es que ahora llevamos todos incorporados a nuestro cuerpo como parte de nosotros. Como parte de nosotros de tal manera que cuando nos lo dejamos a algún sitio estamos como desnudos. He olvidado el móvil, tengo que volver porque ahí tengo todo. Tengo el trabajo, tengo mis direcciones, tengo a mi mujer, tengo a mis hijos. Es una parte ya de la que no nos podemos desprender. Entonces es mucho más difícil distanciarse del dispositivo.
Se ha ido aproximando tanto a nosotros que ahora ya forma parte de nosotros. No os digo nada cuando la tecnología avance como lo está haciendo ya y entonces podamos incorporar dispositivos que ya no necesiten ni siquiera sacarse del bolsillo. Siempre incorporados en nuestro cuerpo realmente porque hacia eso vamos.
Veis esa comparación con los años 70. En aquellos años, el padre echaba de menos aquella época en la que no había todavía televisión. En el año 2024, el padre lo que echa de menos es la televisión. Pero por lo menos permitía que toda la familia mirase en la misma dirección. Lo que tenemos ahí ya es una dispersión, un punto de fuga común. Ahora es un punto de fuga privado de cada uno.
Ya no es mirar todos en el mismo sitio, sino cada uno en su propio mundo personal. Hadjyadj, en uno de sus libros, dice que la sustitución de la mesa por las tabletas sofoca a la familia desde su mismo comienzo. Lo que les hace el tejido familiar, hablamos muchísimo de la crisis de la familia y de la crisis de valores y de tal.
Él opina, yo con él, porque en el fondo detrás de la crisis de la familia lo que hay es pereza, lo que hay es fragilidad. Lo que hay es no un ataque de ideologías que van en contra de la familia, porque eso la familia lo puede resistir perfectamente bien. De hecho, gracias a Dios lo resiste.
Pero lo que realmente ha introducido un punto de crisis es precisamente lo que podríamos llamar el militantismo tecnológico, no ideológico. Es la tecnología la que está produciendo en cantidad de familias un deshacer, un disgregar, un licuar lo que son las relaciones personales, las relaciones familiares. Cuando vamos al próximo, hay que entender cómo funciona esta disgregación de la familia.
Dice en otra cita, Internet pone a cada uno frente a su pantalla, a vagar sin moverse, a digitalizar la carne, otra vez la carne, me encanta utilizar esa terminología, la carne propia, tan gravosa. Porque el cuerpo, la presencia, lo vamos a ver en toda la sesión, es tremendamente exigente, nos pide cada vez que estamos delante de otro cuerpo, nos exige una enorme cantidad de cosas. Es la tecnología hace desaparecer.
«Internet pone a cada uno frente a su pantalla, a vagar sin moverse […] a digitalizar la carne propia tan gravosa. El lugar del recogimiento se convierte en el albergue de las dispersiones. […] Ya no se está ni fuera ni dentro» (F. Hadjadj).
El lugar del acogimiento se convierte en el albergue de las dispersiones. Ya no se está ni fuera ni dentro. Estas son realidades sutiles, pero que son tremendamente importantes a la hora de entender la crisis de relación que hoy se está dando y la crisis de soledad que está produciendo un elemento que tendría que servir para comunicarnos, lo que está produciendo en muchísimos adolescentes.
Mucha gente mayor, como yo o como vosotros, cuando miramos a los jóvenes, los miramos a veces con envidia, diciéndonos a qué generación, cómo se lo pasa, qué es lo que pasa. Sin embargo, hay una crisis de soledad enorme entre los chavales. ¿Por qué? Porque una pantalla no es una persona.
Una pantalla, a pesar de que allí aparezca lo que aparezca, es una cosa. El hogar dice, fijaos qué frase tan potente, el hogar ya no arde. Con esa doble dimensión del hogar que calienta, desde donde procede la palabra hogar y el concepto de hogar como familia, como lugar de convivencia común, ya no arde, ya no tiene potencia.
¿Qué pasa con la tecnología? Y es que la conexión, eso que producen estos aparatos tecnológicos, que es una gozada y está llena de posibilidades, no es comunión, no es contacto. Es otra cosa. La comunicación virtual no nos permite estar delante del otro, comulgar, por así decirlo, con el otro.
«La conexión es posibilidad técnica, comunicación virtual, pero no comunión».
Nos permite, y es una maravilla, si tienes una hija en Colombia, pues puedas poner en Skype y ver en la pantalla a tus nietos y a tu hija, pero no están allí. Es verdad que es mucho mejor que ahora. Es decir, si yo puedo hablar por teléfono, pues por lo menos tengo ese sucio ámbito.
Y si yo puedo hablar por Skype, pues puedo incluso ver, y es una maravilla. Pero no están allí, no puedo estar en comunión con ellos.
Esa conexión lo que hace es desplazar la proximidad. Porque en todas las imágenes lo que hay es ese tópico que no lo es, porque es la realidad cotidiana de gente que están juntos, pero que están aislados, están separados los unos de los otros. La relación de la tecnología hoy con el próximo es que no nos acerca más a ellos, sino que nos distancia de algún modo.
Esa es mi crítica más potente. La comunicación verdadera o es encuentro personal o no es. No hay otra posibilidad.
La comunicación verdadera o es encuentro personal o no es comunicación
Hay alternativas que son simples, luego repetiremos, sucedarios, que nos permiten comunicarnos cuando no hay otro modo para hacerlo. Pero no es comunicación personal, no es comunicación verdadera. La persona es la presencia.
La persona se manifiesta en la presencia, en la mirada, en los gestos, en el olor, en el sonido de la voz, en la realidad, en el contexto. Ahí es donde hay miles y miles de mensajes que enviamos con nuestras pupilas, sin darnos cuenta, y que se pierden en esa comunicación tecnológica. La pantalla no es una persona.
La pantalla siempre va a ser una cosa. Y ahí la soledad de los adolescentes, porque es verdad que están con la pantalla y están a veces comunicándose, texteando, pero no están con esa presencia. Y entonces lo que provocan las cosas es la soledad.
Estás solo frente al cristal líquido. La persona se revela y se comunica y existe en ese acto tan complejo y tan rico de la presencia personal que está formado por el diálogo, la escucha, la mirada, los gestos. Es decir, toda esa riqueza que tiene la comunicación personal física, cargada, diría Adyar.
Fijaos esta diapositiva que es tan importante. ¿Por qué? ¿Qué expresa esta diapositiva? Expresa que no necesitamos solo que nos alimenten, que nos cuiden, que nos vistan. Lo que necesitamos es la mirada, lo que necesitamos es la sonrisa, lo que necesitamos es el contacto físico.
«La persona se revela en ese encuentro presencial en el que surgen las experiencias el diálogo, la escucha, la mirada, los gestos, la generación de vínculos, la creación de un ámbito de intimidad».
Un niño al que no se le toca, un niño al que no se le mía, al que no se le sonría, al que no se le habla. Cuando hay una interposición de un móvil entre la mirada de la madre y el niño hay una pérdida tremenda de cantidad de riqueza que el niño va a necesitar para incluso desarrollar su propio cerebro y su propia capacidad y sus propias habilidades son fiables. Y eso que decíamos, estas tecnologías que son estupendas, pero no han sido creadas para sustituir la comunicación personal, han sido creadas como un sustituto aceptable, a veces imprescindible, a veces incluso muy rico, pero nunca tan rico como el real.
Son un sucedáneo, un elemento que puedes pasar. Que lo malo que ha ocurrido hoy, que no pasaba antes con el teléfono fijo, yo cuando era adolescente y llegaba a casa éramos ocho hermanos y nos peleábamos por el teléfono para seguir hablando con la gente que habíamos dejado abajo en casa, la experiencia que todos hemos tenido. Pero notabas, eras consciente de que había allí una limitación, no estabas con tus amigos.
Hoy los chavales creen estar, porque incluso empiezan a percibir la comunicación tecnológica, la comunicación virtual a la comunicación real que es tan exigente, a veces tan dura. La presencia virtual, la presencia a través del ordenador, a través del móvil, es muy cómoda porque tenemos allí delante aparentemente una persona real, pero no nos exige, no nos pide nada. La pantalla de algún modo «nos protege».
Escapamos de la exposición física que es siempre un riesgo. Siempre que estamos delante de alguien es mucho más exigente que estar hablando con él por teléfono. ¿Por qué tienen hoy los chavales, también lo notamos todos los educadores, por qué tienen esa falta de habilidades sociales? Pues porque no les entrenan, porque para vivir hay que rozar, exige la vida una fricción en la que aprendes a interpretar miles de mensajes faciales, miles de mensajes de tono de voz, etcétera, que se pierden en el texto.
Es tan fácil decir cosas triviales en WhatsApp, es tan sencillo criticar, es tan sencillo porque a los chavales les pasa exactamente igual, nos pasa un poco a todos. Nos escondemos detrás de la pantalla, estamos protegidos por ese dispositivo de la exposición que nos exige la vida real, el contacto real. La tecnología facilita la conexión.
Estamos conectados pero a la vez estamos replegados con nosotros mismos, estamos escondidos. La tecnología disminuye nuestra conexión, queremos estar en todo y al final no estamos en nada porque nunca estamos del todo con nuestros hijos cuando el móvil se interpone entre ellos y nosotros. ¿Cuántas escenas he vivido yo en la pareja? ¿Cuántas veces mi mujer y yo, que ahora ya estamos solos, estamos con esa interposición del móvil que nos impide comunicarnos? ¿Cuántas veces le digo cariño? Y cariño está mirando el móvil y no me ha oído a pesar de que está a un metro.
Esta experiencia la hemos tenido todos. Y dices, bueno, no pasa nada. Sí pasa porque se fuera una vez, dos veces, pero es que es muy fácil que cuando ella me dice cariño sea yo el que está con esa distancia de la serie de la televisión o de la lectura del móvil o de la llamada telefónica, etc.
Nos reímos porque fue una parte de nuestra vida cotidiana, pero en el fondo de cada cariño no asistido, no respondido, hay una pequeña pérdida de afectividad, hay una pequeña pérdida de relación y muchas pequeñas pérdidas de relación hacen una gran pérdida de relación. Cuando uno es consciente de esto y, fijaos, hasta el punto que estoy convencido de esto, es un tema de que hay que hablarlo en la pareja. No se puede dejar al albur de la improvisación.
Hay que parar un momento y decir, bueno, ¿cómo estamos viviendo esto como pareja, como hombre y mujer, como matrimonio? ¿Cómo estamos viviendo esta realidad de la psicología que a veces nos separa? A mí que me encanta el cine, por ejemplo, tengo que decir, bueno, el cine me encanta, pero yo tengo una obligación de estar presencialmente con mi mujer, porque es lo que me exige mi vocación matrimonial. Un ejemplo más, pero como es de cantidad de ejemplos, ¿cuántas veces los padres hemos utilizado la tecnología como un elemento de comunidad? A veces, menos mal que existe, porque si no existiera estaría perdido. Gracias a Dios tenemos la posibilidad de vez en cuando con nuestros nietos, con nuestros hijos, de descansar un momento.
Anda, ponte una película, por favor. Pero, claro, cuando eso se convierte en una costumbre y se convierte en un recurso, pues le hacemos polvo al niño, porque el niño nos necesita a nosotros, no necesita estar entretenido, nos necesita a nosotros, nos necesita a las personas. Estas diapositivas de la campaña tremendamente expresivas son visualmente muy expresivas.
Es estar juntos, pero a la vez solos, porque hay una interposición. Esa competición por la atención que tienen todas estas grandes corporaciones, ese diseño de los dispositivos para que estemos allí el mayor tiempo posible, nos distancia, compite con nuestro tiempo aquí. El tiempo pasa, dice la diapositiva, por encima de nosotros, porque nunca estamos aquí.
De algún modo es un tiempo que parece compartido porque estamos a veces incluso presentes, pero siempre estamos en otro sitio. Es como cuando yo le digo cariño, o ella me dice cariño a mí, pero no le oigo. Estamos allí, pero estamos juntos, pero solos.
Como si el tiempo pasado, dice Adyad, como si el tiempo pasado ante una pantalla no transcurriera sustrayéndolo del que podríamos pasar o ganar ante un rostro. Estas frases de Adyad a mí me parecen muy potentes, porque es verdad cuántas veces la tecnología hoy nos hace sustraer tiempo para los demás. Cuántas veces nos impide, ni siquiera nos planteamos, perdemos.
No es que compartamos, es que perdemos, es que se podríamos pasar o ganar ante un rostro que nos mira y nos exige nuestra presencia. Con esto vamos a ir terminando la parte de la tecnología y del prójimo, porque nos hemos unido en esta distancia que se produce tecnológicamente con el prójimo. La tecnología nos libera del esfuerzo de estar ante los demás, pero no solamente eso, sino que es que, fijaos, puedes ir pasando los diferentes rótulos hasta el final de la diapositiva.
Fijaos cómo estos elementos que aparecen, la televisión, ¿recordáis cuando apareció el mando a distancia? Eso puso el mando a distancia. La comodidad de no levantarse. Estaba siendo una cosa tan pequeña, pero aquí le cambió hasta la publicidad, porque el publicitario sabía que ahora el consumidor tenía el mando, no necesitaba hacer el esfuerzo de levantarse a cambiar de canal.
Eso cambió la disposición de los anuncios y cambió nuestra relación con el medio. Nos hizo más dependientes aún, porque era más cómodo estar delante de la televisión gastando tiempo. O el gesto de clic del botón.
Qué fácil es manejar un botón o una «pantallita» en la que uno con el dedo, con un solo gesto va obteniendo resultados, va obteniendo recompensas. O las pantallas y su anonimato. El estar ante una pantalla de una manera anónima, individual, sin saber que nadie sepa lo que estamos haciendo allí.
O el roce digital de la pantalla táctil del teléfono, el cristal. Todo lo hace más fácil, pero ese hacerlo más fácil hace también que de algún modo sea… Qué fácil es ser solidario en una red. Qué fácil es apuntarse a una campaña.
Qué fácil es… Bueno, pues sí, yo apoyo. ¿Estamos realmente apoyando?. En realidad, no he ido a ninguna parte.
En realidad, habré amado a la humanidad lejana, pero no habré amado a mi prójimo. Porque para amar al prójimo hay que estar con él, hay que comporterse con él, hay que vivirlo en la realidad física. Lo importante es el prójimo, lo importante son las personas.
Es la corona del algodón de la tecnología. Si la tecnología nos separa de las personas, algo estamos haciendo mal. Si la tecnología no se acerca a ellas, es que la estamos utilizando correctamente.
Si la tecnología nos separa de las personas, algo estamos haciendo mal. Si la tecnología no se acerca a ellas, es que la estamos utilizando correctamente.
Cualquier límite que ponga la tecnología para dificultar nuestra relación con el prójimo es un mal uso de la tecnología, bien por nuestra parte y bien por la suya. Porque, como hemos dicho al principio, no solamente es nuestra voluntad, sino también las características del dispositivo. ¿Qué pasa cuando lo utilizamos? ¿Qué nos está pasando? ¿No tenéis a veces esta percepción? ¿No tenéis a veces la sensación de incomodidad en el fondo, de insatisfacción? Es decir, a pesar de utilizarlos como sucedáneos, a pesar de que los chavales, sobre todo los adolescentes, lo eligen a veces como alternativa a la comunicación real, estamos incómodos porque lo que realmente queremos es mirarnos, lo que realmente queremos es estar con los demás, lo que realmente queremos es estar con nuestra pareja. La aparición de la pantalla puede producir la desaparición del prójimo.
La aparición de la pantalla puede producir la desaparición del prójimo.
Fijaos, ¿veis lo que ha pretendido el fotógrafo? Ha desaparecido el dispositivo, pero ha permanecido la postura. ¿Qué postura utilizamos con la tecnología? ¿Qué es el móvil? ¿Cómo el móvil nos hace? Me encantó esta colección de fotos porque expresa fenomenalmente la presencia de la ausencia o esa ausencia de la presencia. Estamos con el otro, pero a la vez no estamos.
Esa paradoja que provoca la tecnología. Y terminamos, ¿pero qué pasa con Dios? ¿Por qué la tecnología, el prójimo, Dios? Hemos visto que con el prójimo la cosa no va bien a través de la tecnología. ¿Está también Dios? ¿Está también en los medios? ¿Está también la tecnología? Allá en uno de los textos que hemos comentado al principio se pregunta esto y hace una hipótesis que la hizo con sus propios alumnos en Tulum.
Fabrice Hadjadj se pregunta si la Iglesia controlara a los mass media, ¿le daría eso alguna ventaja de cara a la Nueva Evangelización? ¿cuántas veces hemos pensado eso? Ojalá tuviéramos el control, ojalá pudiéramos difundir todo el Evangelio a través de los medios y estar en el candelero. Si la Iglesia controlara a los más media y las redes sociales, ¿le daría eso alguna ventaja de cara a la nueva evangelización? Es decir, ¿podría normalmente cambiar el mundo de ese planteado? Sitúan los medios materiales ricos en esa nebulosa del no lugar, de la tierra de nadie, porque están ahí pero no sabemos dónde están, mientras que los medios materiales pobres exigen la presencia. Pueden franquear las distancias, pero excluyen la proximidad. En cambio los pobres son comunión de personas, por tanto exigen esa presencia real de una ante la otra.
Los medios materiales ricos sirven para propagar ideas, en cambio los medios materiales pobres son momentos de escucha, de experiencias, de acompañamiento, de estar junto a otro. Nos prodigan medios extraordinarios, en cambio los medios materiales pobres son medios ordinarios, sencillos, cotidianos. Nos privan del único medio de encarnación del mensajero, mientras que nosotros nos ponemos frente a la presencia real.
Son medios de masas los unos, mientras que los otros son medios de familia, son medios de barrio, son medios de parroquia, son medios de templo. Cada medio, decía Barbuja al principio, es el mensaje. Y quizá a lo mejor lo evangélico no es el mensaje más adecuado para los medios materiales ricos.
Quizá los medios de masas perviertan el mensaje, quizá habría que planteárselo. Ante la pantalla las apariencias son ricas, dice Hajdajd, la presencia es nula, no hay tal presencia.
Mientras que ante el ostensorio, las apariencias son extremadamente pobres, pero la presencia, aunque táciturna, es divina (Fabrice Hadjadj). Esta es la paradoja del astroferro. Es aquello en lo que creemos.
Por eso, en conclusión, quizá las redes, el plasma, todo lo que supone la tecnología sea un elemento fantástico para transmitir un cristianismo de ideas, de mensajes, de una teología, por así decirlo, intelectual. Pero no sé si es el modo más adecuado de acercarse a Cristo. Difícilmente pueden llevar los medios de masas a él.
Quizá las redes, el plasma, todo lo que supone la tecnología sea un elemento fantástico para transmitir un cristianismo de ideas, de mensajes, de una teología, por así decirlo, intelectual. Pero no sé si es el modo más adecuado de acercarse a Cristo. Difícilmente pueden llevar los medios de masas a él.
Solo lo encontraremos, en la palabra, hecho pan y hecho vino, dentro de nosotros mismos o en los ojos, el corazón de los demás. Este es el mensaje de esa encarnación, de esa carne al que hacíamos referencia al principio. Dios está en todas partes, siempre accesible, siempre disponible, pero siempre, siempre encarnado en nosotros o entre nosotros, los hombres.
Quiso trabajar como carpintero, dice Hadjadj, quiso trabajar la madera. No hay nada más carnal, más personal que nuestro Dios. Por eso está muy lejos de que la tecnología sea un buen vehículo para encontrar los hombres.
Ante la desencarnación, finalizo con esta frase también de Adyad, hay que encontrar la carne, la carne de Cristo y la carne del prójimo. Muchas gracias.
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