Continúa el curso de teología en el Instituto Diocesano de Estudios Teológicos para Seglares, en una nueva sesión, esta vez a cargo de su Director, D. Francisco Martínez, con el tema “La caridad en su fuente original”. 

D. Francisco inició su ponencia haciendo una reflexión sobre el hombre, y su capacidad de Dios. “Dios creó el hombre a su imagen y semejanza” (Gn 1,27), “el hombre es imagen viva y dinámica de Dios”, señaló. “Es una imagen formada en la creación, deformada por el pecado, reformada mediante la gracia y la justificación, y consumada en la vida eterna”. “El hombre, todo hombre, está dotado de un “plus” admirable en su estructura y destino”, destinado a Cristo “desde la creación del mundo” (Ef 1,2). 

Continuó la ponencia con en el análisis del Antiguo Testamento, reflexionando sobre los orígenes de la Revelación del amor de Dios. El primer tema de la Biblia no es la creación, sino la Alianza: “Dios elige, y porque elige, crea”. “El amor es siempre previo y determinante” -indicó-. El amor de Dios no se revela realmente cuando Dios regala al pueblo la tierra, “sino cuando entrega su propia intimidad personal”. La Ley es amor, en realidad. Un amor esponsal, que es lo característico del amor de Dios: así es en Oseas (“Por eso la voy a seducir; la llevaré al desierto y hablaré a su corazón”. Este amor es exaltado por los profetas, sin olvidar la representación del amor de Dios del Cantar de los Cantares. “Yahvé se desposa con Israel”. 

 El Nuevo Testamento supone una nueva perspectiva en la significación del amor de Dios a los hombres. Con Cristo, Dios es Padre (“Abba”). “Dios es Padre del hombre y Cristo es el garante y fundamento de esta realidad”, señaló D. Francisco. 

En los sinópticos, las Bienaventuranzas constituyen el amor característico de Dios, porque “a Jesús, no sólo se le entiende, se le vive”. Sin esa vivencia, la fe no alcanza su verdadera significación. “Las bienaventuranzas son, en su fuente, la condición encarnada de Jesús, su autobiografía práctica, la filiación divina vivida en la condición humana”. “Jesús no anuncia el reino de Dios, él mismo en persona es el Reino de Dios porque es el Hijo”. 

En San Pablo, Cristo es el gran don por excelencia que Dios ha hecho a los hombres, son convocados en Cristo, cabeza y plenitud, “presencia actual y viva en los cristianos, como “Cuerpo Místico” identificado con la Iglesia universal de todos los tiempos. Así, “la vida y los misterios de la vida de Cristo, gracias a la perenne presencia actuante del Espíritu Santo en nosotros, perduran siempre vivos como modelo y arquetipo de la comunidad eclesial de todos loe tiempos. De este modo, la protohistoria del evangelio se convierte para la Iglesia en una metahistoria universal. Cristo es siempre “todo en todos” (Col 3,11). D. Francisco enfatizó: “Somos no solo cristianos, somos Cuerpo de Cristo”. “Quien lo vive como misterio, -señaló- su vida es Cristo”. 

Finalmente, se refirió a la significación del amor de Dios en san Juan. “Juan es el vértice y cima, el Himalaya, de esta revelación, sobre todo cuando afirma: Dios es amor”. En Dios “ser es amar”, señaló. Un amor siempre en relación con el otro, y no puede dejar de serlo. “Somos amor de Dios y el amor de Dios es tan poderoso que nos engendra en verdad” (1 Jn 3,1). 

El curso continuará el lunes que viene, día 21 de diciembre, esta vez, con la sesión “Existimos por amor, porque amamos, para amar”, a cargo de D. Enrique Ester.

Programa e inscripciones en el Curso, pulse aquí.

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