BIENAVENTURADOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ
1.- Bienvenidos a un nuevo encuentro de fe y amistad. Iniciamos nuestra reunión con el Salmo 130
R/. Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad. R/.
Sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre. R/.
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre. R/.
2.- Leemos el Evangelio dominical (sección “Evangelio y Comentario” de la web www.centroberit.com») y compartimos lo que significa para nosotros.
3.- Partiendo de: “Las bienaventuranzas I y II” (Martínez García, Francisco: «Dejarnos hablar por Dios», Herder 2006. Páginas 139-155) ponemos en común nuestra experiencia personal.
Las Bienaventuranzas son el evangelio del evangelio. Constituyen el ejercicio práctico de la filiación divina. Son la nueva ley: la plenitud del amor. Amando de esta manera somos imagen de Dios.
Shalom o paz es el don más grande de Dios: es una bendición que genera bienestar, felicidad, salud, paz, libertad y justicia. Jesús nos enseña que la justicia se logra al obedecer los mandamientos de Dios, centrados en el amor. La paz es fruto de la justicia. Y la paz que trae el Señor nunca se pierde.
Lo importante es saber descubrir lo que Dios quiere decirnos a cada uno, a la comunidad, aquí y ahora.
4.- Este tema suscita preguntas transcendentales:
- ¿Sientes paz en tu vida? ¿Qué te quita la paz?
- ¿Cómo promover la paz en nuestros ambientes?
- ¿Cómo vivir conforme al espíritu de las Bienaventuranzas?
- ¿Qué significa para ti ser hijo o hija de Dios? ¿Encuentras la alegría en Él y la compartes?
5.-Terminamos nuestro encuentro con esta oración de la San francisco de Asís:
“¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna”.
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