Modos de conversión
Partiendo de una seria observancia religiosa y
de una práctica piadosa y rehuyendo el pecado,
necesito la conversión.
1. Un piadoso fariseo no entiende qué tiene de especial el Evangelio, porque él es creyente y cumplidor escrupuloso de la Ley, requisito para la salvación: Conversión de Nicodemo
El problema de la conversión es muy complejo, porque supone cambiar absolutamente de registro, moverse por los parámetros del Espíritu, no seguir por el camino del mero cumplimiento. Es mucho más que dejar de hacer el mal y también más que practicar el bien; es aceptar la transformación de ver el mundo con la clave de lo sobrenatural, todo el mundo, toda la vida. Por eso un buen fariseo, una persona seguramente cumplidora y escasamente pecadora, no entiende la conversión de Jesús. De todos, Nicodemo se convirtió realmente, porque lo encontramos preparando el cuerpo de Cristo para la sepultura en Jn 19, 39.
2. No entendemos qué ocurre con Cristo, que es nuestro Amigo y Maestro y al que amamos, porque no lo sentimos dentro el alma: Conversión de Emaús
Puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Se les abrieron los ojos y le reconocieron, y desapareció de su presencia (Lc 24,30-31).
3. No podemos entender que un profeta y maestro sea superior a la Ley secular de la Escritura, nos parece un falsificador, un innovador sin base divina: Conversión de Pablo
Partiendo de una vida moralmente incompatible
con la ley de Dios, entregado a mis intereses,
a mis criterios, insatisfecho conmigo mismo,
necesito la conversión.
4. No estoy contento con mi vida, objetivamente opuesta a la Ley de Dios y me acerco deliberadamente, para ver si accede a atraparme en una red de salvación que me parece bastante deseable: Conversión de Zaqueo
Se ha metido en el lío él solito. Y sale ganando.5. No estoy contento con mi vida, sobre todo porque no consigo mi autorrealización, el poder de dirigir mi propio destino y acabo descubriendo que hay un poder mucho más fuerte que el que yo concebía: Conversión de Ignacio de Loyola
Partiendo de una vida moralmente opuesta a la ley de Dios,
insatisfecho conmigo mismo y
enfrentado al mundo y a la Creación,
aún en el momento de la muerte,
puedo convertirme.
7. Partiendo de una vida moralmente insana, que entiendo como tal, descontento conmigo mismo y con mi destino, creo descubrir que Cristo es la esperanza que me aguarda: Conversión de Dimas
Conversión del agua en vino o cómo hacer que la insípida vida cotidiana se llene de fuego, aunque sea en forma de pequeña hoguera que irá creciendo con el tiempo.
Y se queda tan tranquila. Digamos que ha empujado un poquito al Hijo, adelantando algo la hora de su manifestación. El vino resultante (ignoramos si Cariñena, Somontano, Calatayud o Borja…) resulta de excelente calidad (v. 10) y la fiesta acaba muy bien. Sin embargo, lo importante no es la transmutación, perfectamente posible para Jesús, ni siquiera la diligente observación del fallo por parte de María. Lo auténticamente importante es el diálogo entre María, que da las indicaciones y los servidores, que las cumplen, centrado el interés en el bien de la celebración. La indicación continua, cuando tan a menudo recurrimos a María, propiciadora de todas las gracias, es, además de su maternal solicitud, empujando un poquito a Jesús a que se acerque a la necesidad, es su instrucción tajante y confiada: Haced lo que Él os diga.
Psiquiatra
Profesor del Instituto Diocesano
de Estudios Teológicos para Seglares