Ideario
Dios nos hizo semejantes a él
1. Ser Iglesia, sólo Iglesia, totalmente Iglesia, de forma que pueda ser fácilmente entendido así por la gente. Madurar constantemente la conciencia de nuestra identidad eclesial, de nuestra condición de pueblo de Dios, de ser una comunidad de fe, de salvación y testimonio.
2. Caminar hacia un estilo de vida que, siendo oportuna y verdadera respuesta a la Palabra y Obra de Dios en la historia, realice una sincera organización evangélica del corazón humano, impregnando de sentido evangélico los valores, motivaciones, criterios y actitudes.
3. Suma valoración de la liturgia como celebración de la vida de Cristo en nosotros y anticipación del futuro pascual pleno, por nuestra muerte al egoísmo y nuestra progresiva resurrección sacramental, moral, psicológica, social y temporal; haciendo de nuestra convivencia humana una transparencia del Espíritu en el mundo.
4. Hacer de la Misa el centro y cima de nuestra vida cristiana. Vivirla como la oblación de los hombres libres. Celebrar en ella el sumo reconocimiento de Dios como Padre; nuestra entrega a los demás, constituyéndonos su pan, es decir, su desarrollo integral; y aceptando libremente el sacrificio que cuesta amar y servir con desinterés.
5. Plena identidad laical: vocación a buscar el Reino de Dios componiendo y arreglando, según Dios, los asuntos temporales.
6. Inserción responsable en un movimiento que, a través del pequeño grupo de amistad, basada en la fe, se esfuerza en la consecución de una fraternidad fundamentada en la común vivencia del amor de Dios en nosotros.
7. No un movimiento en sí y para sí, sino con sincero sentido de encarnación o misión: que valora en gran manera la Iglesia universal, la diócesis, la parroquia, las instituciones religiosas y laicales, los movimientos apostólicos, las pequeñas o espontáneas comunidades, sin conciencia de singularidades, de privilegios o particularismos que hieran la sensibilidad de los demás.
8. Gran sentido y asimilación de la gratuidad y generosidad de Dios: tendencia a comportarse siempre y en todo como mediación de gracia y de promoción integral.
9. Máximo cultivo de la caridad evangélica como responsabilidad positiva y activa, como espíritu de generosidad, servicialidad, delicadeza y finura. Saber participar y saber compartir con espíritu de magnanimidad.
10. Es preciso saber fundamentar nuestra caridad evangélica en el hecho de nuestra común incorporación a Cristo. Para ello nada mejor que una asimilación, mental y vital, de la doctrina del Nuevo Testamento sobre la naturaleza y características de la agapé de Dios, difundida en nuestros corazones.
11. Sentido dinámico y positivo del desarrollo y perfección, traduciendo a la realidad todas nuestras posibilidades espirituales, humanas y vitales, intentando no sólo superar el egoísmo, sino hacer todo el bien posible; y no sólo hacer el bien, sino ser evangelio vivo y serlo no sólo individual sino comunitariamente.
12. Intentar no una perfección en sí, puramente subjetiva, sino en el contexto de nuestra historia y de nuestras relaciones con los otros: en el análisis sincero de lo que son y deberían ser nuestras personas y ambientes, las comunidades que formamos, la sociedad en que vivimos, nuestra convivencia eclesial, social, familiar y laboral.
13. Vivir la santidad cristiana realizándonos plenamente como hijos de Dios, no como rebeldes; como hermanos de los hombres, no como dominadores de nadie; como señores de las cosas, no como esclavos de las mismas, perfeccionándolas y utilizándolas en función de todos los hombres, principalmente de los que más las necesitan.
14. Vivir nuestra fe sabiendo estar responsablemente presentes en el acercamiento cósmico, humano y espiritual de nuestro entorno a Dios; amar y procurar la perfección de las cosas, su consistencia y finalidad, tal como han sido queridas por Dios; santificarnos en el perfeccionamiento de lo sencillo y cotidiano de nuestros deberes, depurando principalmente nuestra profesión para realizarla en función del mejor servicio al hombre. Saber expresar la caridad en el contexto de lo natural, cotidiano y humano.
15. Nuestro movimiento quiere ser un impulso que intenta ir desde la intimidad del corazón a la profundidad de la vida social y temporal. Pretende una verdadera transformación cultural partiendo de una organización evangélica del corazón. Se propone realizar la verdadera vida de los hijos de Dios y expresarla en el contexto de la vida de relación. Sin embargo, al encontrarnos en los comienzos de nuestro intento, tenemos que tener en cuenta en cada momento, los ritmos posibles de nuestro desarrollo y crecimiento.
16. Intentar discernir el tiempo y las señales de los tiempos, los acontecimientos, en lo que tienen de voz de Dios, como indicadores de la presencia o ausencia de los valores evangélicos en nuestra existencia, e invitación a colaborar con Dios en la realización de la historia.
17. Oración sistemática, continua, tanto comunitaria como personal. Oración personal diaria, con un mínimo de media hora, como preparación y ejecución de lo que celebramos y vivimos en la liturgia. Oración más intensa un día a la semana; retiro mensual y ejercicios espirituales anuales, orientados no a cualquier tema, sino a lo preciso y concreto de nuestras necesidades y exigencias espirituales.
18. Hay que poner gran empeño en saber orar bien, sobrepasando el entretenimiento en las simples ideas o sentimientos, llegando a la vivencia o experiencia evangélica, asimilando el Espíritu de Cristo, o mejor, dejándonos asimilar por él; no sólo leyendo o meditando, sino, principalmente, comulgando con las expresiones bíblicas, que más que simples ideas, constituyen la intimidad personal de Cristo, para llegar a expresare a él en nuestras vidas.
19. Plena integración de la justicia social en la común vivencia de la fe.
20. Determinación comunitaria de los ambientes familiares, sociales, culturales, políticos, en los que se va a realizar prioritariamente nuestro compromiso temporal.
21. Gran discernimiento evangélico en la integración de transcendencia y vida en el mundo, liberación humana y salvación eterna, culto y compromiso temporal.
22. Compromiso económico en libertad y caridad.
23. Planteamiento de una formación seria, tanto a nivel didáctico (bíblica, litúrgica, teológica, moral, social, psicológica) como, sobre todo, a nivel de vivencia.
24. Intensa iniciación en el significado de la comunidad, del grupo de la comunicación. Vivencia de los valores evangélicos de la convivencia y relación, y asimilación de las aportaciones de la psicología social.
25. Celebración periódica de la reconciliación, en el grupo, no sólo eliminando lo negativo, sino reafirmando todo lo positivo exigido por Dios en sus contenidos psicológico, económico, sociológico y espiritual. Sobre todo en Adviento y Cuaresma.