EL AMOR FRATERNO COMO SERVICIO AL PRÓJIMO

1.- Bienvenidos a un nuevo encuentro de fe y amistad. Iniciamos nuestra reunión con la Oración al Creador del papa Francisco.

“Señor y Padre de la humanidad, tu creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad, infunde en nuestros corazones un Espíritu fraternal. Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo de justicia y de paz. Impúlsanos a crear sociedades más sanas, y un mundo más digno, sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.”

2.- Leemos el Evangelio dominical (sección “Evangelio y Comentario” de la web www.centroberit.com») y compartimos lo que “esta carta semanal que Dios nos dirige” significa para nosotros. 

3.- Partiendo del tema: “El sacrificio en el trasfondo de la vida y mensaje de Jesús” (Martínez García, Francisco: «La fracción del pan en comunidad», Herder 1999. Páginas 95-98) ponemos en común nuestra experiencia personal. 

La verdadera eucaristía implica, primero y necesariamente, un pasado constituyente que es lo realizado personalmente por Jesús en el cenáculo; segundo, un presente siempre actual y vivo, vivido por las comunidades de todos los tiempos y lugares; y, tercero, un futuro que es la anticipación de la resurrección y la gloria en las comunidades celebrantes.

El aspecto de presencia real de Jesús en la eucaristía, siendo algo extraordinario, no es todo lo que celebra la liturgia en la institución eucarística. La eucaristía es, también y ante todo, el memorial de la muerte y resurrección del Señor, actualizado y revivido ahora, y en todos los tiempos y lugares, por las comunidades de todos los siglos. Cristo, al instituir la eucaristía, habla expresamente de su “cuerpo entregado” y de “su sangre derramada”.  Se trata de morir con Cristo y de resucitar con él, como enseña Pablo. Cristo no solo “está”, en la eucaristía, sino que está “entregándose”, siendo fiel y obediente en todo y hasta la muerte. Esto obedece a una voluntad expresa de Cristo que mandó “hacer lo mismo que él hizo”

Jesús nos dejó un Pan en el que está Él, vivo y verdadero, con todo el sabor de su amor. Cuando lo recibimos podemos decir: “¡Es el Señor, se acuerda de mí!”. Es por eso que Jesús nos pidió: «Haced esto en memoria mía» (1 Co 11,24).

4.- Este hecho suscita preguntas transcendentales: 

  • ¿Es para mí el sacrificio de Cristo no sólo un morir por, sino un vivir permanentemente a favor de todos los hombres?
  • ¿Es para mí la eucaristía no solo ofrecimiento de cosas, sino el ofrecimiento de mi persona? ¿Expresa y contiene el ofrecimiento de mi vida cotidiana vivida como servicio fraterno?
  • La eucaristía, como supremo amor de Cristo a los hombres ¿me lleva a amar al hermano reconociendo su dignidad como hijo de Dios? ¿Vivo la eucaristía en una actitud de servicio al otro como hermano? 
  • La vivencia honda de la eucaristía ¿me pone en contacto con la vida nueva de Cristo Resucitado? ¿Me lleva a buscar el aspecto positivo de los acontecimientos, personas y cosas, anticipando el futuro pleno de las mismas?

5.-Terminamos nuestra reunión con esta oración de la Madre Teresa de Calcuta:

“Jesús ayúdanos a seguir tu Palabra que debe ser hablada, tu verdad que ha de ser contada, tu camino que debemos recorrer. Jesús, enséñanos a ser luz que se debe encender, vida que se debe vivir, amor con el que se debe amar. Jesús, danos la alegría que se debe compartir, el Pan de vida que se debe comer. Jesús, ayúdanos a cuidarte en el hambriento a quien se debe alimentar, al sediento a quien se debe dar de beber, al desnudo a quien se debe vestir; al enfermo a quien se debe curar, al solitario a quien se debe acoger, al mendigo a quien se debe sonreír, al recién nacido al que se debe abrazar; al inválido a quien se debe ayudar a caminar, al anciano a quien se debe servir. Jesús, ayúdanos, pues queremos seguirte y responder a tu llamada. Amén”. 

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