El pasado día 14 de marzo tuvo lugar una nueva sesión del curso sobre los sacramentos, organizado por el Instituto Diocesano de Estudios Teológicos para Seglares, esta vez a cargo de D. Emilio Aznar Delcazo, Doctor en Teología Dogmática y profesor del Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragon (CRETA), sobre los sacramentos del Bautismo y la Confirmación.
«El Bautismo es el primer sacramento y fundamento de toda existencia cristiana y la puerta que posibilita la celebración de todos los demás».
Aznar se refirió inicialmente al sacramento del Bautismo, “el primer sacramento y fundamento de toda la existencia cristiana y la puerta que posibilita la celebración de todos los demás”. “El Bautismo designa el acto litúrgico de la Iglesia por el que la persoan es incorporada, en virutd de su fe, a la comunidad cristiana2. “Se configura por si mismo como un principio llamado a ser desarrollado a lo largo de toda la existencia porque todo él tiende a conseguir la plenitud de la vida en Cristo”. “El Bautismo nos prepara para la vida en Cristo, la plenitud de esa vida es una tarea que depende fundamentalmente de la gracia de Dios y que exige nuestra respuesta para ir madurando y encontrar esa plenitud de la vida en Cristo a lo largo de toda la existencia”.
De la Exhortación “Christifideles Laici”, de Juan Pablo II (1988), recordó Aznar que “la existencia del creyente tiene como objeto llevarlo a conocer la radical novedad cristiana que deriva del Bautismo, sacramento de la fe, con el fin de que pueda vivir sus compromisos bautismales según la vocación que ha recibido de Dios”.
El ponente hizo referencia especialmente al Bautismo como “sacramento integral”, con la finalidad de analizar todas las dimensiones de este sacramento para tenerlas igualmente presentes todas ellas, “haciendo una lectura complementaria de cada uno de los aspectos o dimensiones”, en las que el Bautismo nos introduce.
Emilio Aznar: «Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como Hijos de Dios. Nos insertamos en el misterio pascual de Cristo, incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión y el Bautismo se constituye en signo y expresión de la comunidad de los cristianos».
El Bautismo inserta en el misterio pascual de Cristo
Anzar recordó este primer elemento, señalando que el fundamento bíblico de esta afirmación es, sobretodo, San Pablo, quien insiste en que el hecho de que el Bautismo es una participación en el misterio de Cristo y, particularmente, en el de su Pascua, expresión máxima y suprema del amor de Dios para con el hombre. Este paso, la Pascua definitiva, realizado por Jesucristo en su muerte y en su resurrección, se conmemora y se actualiza en el Bautismo de cada creyente. En la muerte y Resurreción de Jesús es una especie de Bautismo colectivo en el que todos los homrebs han pasado del reino de las tinieblas al reino de Dios. El Bautismo individual no sería otra cosa que la participación individual de este acto colectivo: “se muere con Cristo y se resucita con Él a una vida nueva”. “Todo esto es lo que está expresado simbólicamente en el rito bautismal, que expresa fudnamentalmente que hemos sepultados con Cristo (inmersión) y hemos resucitado realmente con Él (emersión). Hemos resucitado a la vida nueva, “hemos sido bautizados por Cristo y de Cristo nos hemos revestido (Ga 3,27). Ese “revestirnos de Cristo es resucitar en Cristo, nos pone en relación con la vida de Padre y de Dios Espirítu Santo. Por medio de la filiación divina, tamboén nosotros somos hijos de DIos, por lo que la vida que hemos recibido en Cristo es la vida misma de la Trinidad. Nuestra existencia se abre a DIos, en comunición con Él. El Espíritu Santo que se recibe como don en el Bautismo, crea en el hombre un movimiento constante hacia el Padre en una actitud de amor y de don.
Concede el perdón de los pecados
En segundo lugar, recordó que un segundo elemento de este sacramento es que concede el perdón de los pecados. Si la participación en la vida divina constituye al hombre en una criatura nueva, entrar en comunión con Dios, gracias al don del Bautismo, significa quedar libertado de todo pecado y culpa y también quedar libertado de la muerte. El pecado no es sino una falta de comunión con Dios. Cuando hablamos del pecado desde el origen hablamos también de una ruptura con Dios, de una ruptura con la comunión que Dios ha ofrecido al hombre en su mas original que se nos dio, en el que ha sido creado. Por tanto, ser partícipe del pecado original no es otra cosa que nace de una historia marcada por la ruptura con Dios, el pecado, que según los relatos bíblicos, comienza al inicio de la historia y abraza a toda la humanidad. Esta teología del pecado que afecta a todos y nos afecta profundamente se encuentra consignada en la Carta a los Romanos. Por el contrario, ser bautizados es retornar a Cristo, retornar a la comunión con Dios. El hombre así quedaría rescatado (Rm 3,4) justificado (Rm 5,9) y liberado (Rm 6,18), salvado (Rm 5,9). Por tanto, la gracia del Bautismo otorga el perdón de los pecados, la redención.
La Iglesia siempre ha bautizado «para la remisión de los pecados».
Por eso, la Iglesia siempre ha bautizado para remisión de los pecados. Es un dato muy importante en los primeros tiempos para entender que incluso el bautismo de niños no era una excepción. La incorporación a la vida en Cristo y la incorporación a su misterio pascual comportaría la remisión de los pecados. Por eso, al inicio el sacramento del perdón no era el de la Penitencia sino el del Bautismo. Dios no puede darnos parte en su vida si no purifica todo aquello qe ostaculiza en nosotrso la comunióin con Él.
El Bautismo incorpora a la Iglesia
Comenzando con el texto de los Hch 2,41: “Al oir esto se les traspasó el corazón … Pedro les contestó: “Convertíos y sed bauzados cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para el perdón de vuestors pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo». Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y para los que están lejos para cuantos amare así el Señor nuestros Dios. Con estas y otras muchas razones dio testimonio y les enseñaba diciendo: “Salvaos esta generación perversa”. Los que aceptaron sus palabras se bautizaron y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas”. Esto confiere esta agregación que es incorporación a la Iglesia.
Supone entrar en el Pueblo de Dios, incorporarse y unirse a la Iglesia en un proceso único y unitario, desde el punto de vista mistérico y sacramental.
El ponencia señaló que este carácter eclesial del sacramento del Bautismo ha sido vinculado desde el comienzo y hoy vuelve a serlo especialmente en el Bautismo de los adultos, sobre todo por el interés que supone en la preparación de los candidatos. Este esquema, el catecumenado, cuya fase final de desarrolla durante el Cuaresma, siempre en presencia de la comunidad y también la acogida por parte de la comunidad, a través del baño ritual, como nuevos miembros de la Iglesia.
En el rito del bautismo de los niños también se ha tratado haciendo consciente a la comunidad que esté presente en este tipo de celebración. Pero, señaló Aznar, desde el punto de vista pastoral, normalmente no es así porque hay una creciente privatización de la celebración de los sacramentos Durante muchos años, se intentó que los bautismos fueran comunitarios, una manera de reunir la comunidad. Pero cuando se intentó, al final, todo eran dificultades, de orden práctico, de organización de fechas, entre otros. ESte sentido comuntiario de pertenencia a la Iglesia no hemos acabado de integrarlo dentro de nuestra práctica comunitaria.
El Bautismo confiere la vida divina.
En el encuentro de Jesús con Nicodemo (Jn 3,5), donde se hace referencia a la regeneración como nuevo nacimiento en agua y en espiritu, como condición para entrar en el Reino de Dios. A ello hay que añadir la fórmula bautismal de Mateo con el mandato de bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Se confiere con el poder de la Trinidad, entraña una asentimiento a esa revelación trinitaria que introduce en la participación del Dios trinitario.
Se trata -señaló Aznar- de un acto del Dios trinitario que hace vivirse como conversión hacia Él y lleva una inserción plena en su vida. Se puede hablar de una inserción en la vida trintiaria de Dios como el espacio en la realización en la humanidad del hombre (vertical, de Dios con el hombre, horizontal, entre los creyentes, como Iglesia).
Señaló que esta presentación de estas cuatro dimensiones o aspectos nos hacen pensar cuáles son los de forma natural son asumidos comúnmente y cuáles son los que muchas veces quedan relegados.
En la conciencia cristiana, recordó Aznar, ha predominado una idea de perdón de los pecados, sobre las de inserción en el misterio pascual y esto ha hecho que gente que puede no tener mucha fe, pero está muy convencida del efecto del bautismo en el perdón de los pecados. Esta reducción empobrece la teología bautismal.
Puede ser positiva el tema de la incorporación a la Iglesia, que ha calado en la conceicnia creyenteo pero deberíamos equilibrar todos estos puntos de la teología sacramental del abuatismo.
Utilizando el mismo texto de Nicodemo, Emilio Aznar se centró en esta afirmación de Luis González Carvajal, cuando habla de que el cristiano nace “dos veces”. Este hecho de pone especialmente de manifiesto en el bautismo de adultos y, especialmente, por inmersión. Ser introducidos en la muerte de Cristo (inmersión) para luego resucitar. No tendría tanto que ver, incluso etimológicamente, con derramar agua en la cabeza, que es un símbolo sinplificado de lo que en realidad significa. En griego, bautismo significa “sumergir”, “zambullir”…
Imaginemos los primeros cristianos, hasta el siglo IV se solían bautizar en los ríos, después se empezaron a construir baptisterios en cuyo interior había una piscina, donde, acompañados por el ministro, se sumergían tres veces en agua mientras se pronunciaba la fórmula bautismal : “yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu”. Este gesto habla por si solo, ver hundirse al neófito bajo las aguas y emerger después para ver lo que ha pasado: el hombre viejo ha sido sepultado y un hombre nuevo ha salido al mundo. Jesús a Nicodemo: “Nadie puede entrar en el Reino de Dios si no nace de nuevo”.
Lo mismo se ponía de manifiesto con el cambio de vestidos, antes de entrar en la piscina los catecúmenos se despojaban completamente de sus vestiduras y esa desnudez total simbolizaba el despojo del hombre viejo. Cuando salían de la piscina se vestían nuevamente pero ahora con una vestidura blanca, “como señal de que se habían despojado de la tosca túnica del pecado y se ha habían revestido de los puros hábitos del bautismo”.
Después venían las renuncias, expresando aquello que querían ahogar definitivamente, dar muerte: renunciar a creerse superiores a los demás, allanarse a las injustificas, a los criterios y comportamientos materialistas, …
Y a continuación la profesión de fe, la que se esbozaban los brazos de la nueva criatura que había de salir de las aguas bautismales, creyendo en Dios Padre, en Dios Hijo y en Dios Espíritu Santo.
Las renuncias y la profesión de fe en su conjunto no dejan lugar a dudas, los bautizados pretenden hacerse rpesente un modelo alternativo, ha nacido otro, un hombre nuevo.
Evidentemente esas renuncias solo tienen sentido cuando se encuentran un tesoro, cuando se está dispuesto a vender todo lo demás para conseguirlo (M 13, 44-46). Cuando se ha descubierto la grandeza del misterio de Cristo, se considera todo lo demás basura, con tal de ganar todo lo que merece la pena (Flp 3,8).
Esta renuncia al pecado y opción por la fe rubrica una nueva alianza. Como consecuencia de esa alianza, el bautizado pasa a ser propiedad de Dios. Y es posible incluso que los cristianos grabaran en su piel un sello lo mismo que hacían en algunas religiones los neofitos o los soldados. Era una señal uqe cracterizaban a aquellos que habían recibido la nueva alianza. Era un signo que nos protegen y simboliza el soberano dominio de Dios sobre el bautizado (S. Gregorio Nacianceno). En la actualidad, el sello ha quedado reducido a la señal de la cruz que el ministro hace sobre la frente del neofito.
«Cuando se piensa en todo esto nos damos cuenta que hemos abreviado todos los ritos y limitado su simbolismo», señaló Aznar. En vez sumergirnos en el agua para simbolizar la muerta del pcado y la resurrección, derramamos agua, de algún modo dieicnedo que lo fundamental en el bautismo está en el perdón de los pecados, una “mancha” que se lava exteriormente con esa agua, que se recibe pero no queda suficientemente de manifiesto la inserción en el misterio pascual. Si en lugar de revestirnos con la vestidura blanca, se coloca un paño en cabeza (sin significación alguna, ¿un vestido simplificado?) Estos reduccionismo nos pueden hacer caer, incluso, en una perspectiva mágica o exotérica. Si encemos una vela, sí que puede conectar mucho con la religiosidad popular, pero ¿estamos seguros de que estamos conectando con la luz de Cristo con su resurrección, con la vida verdadera, con la eliminación del cristiano? Y si, en lugar del sello, terminamos haciendo solo la cruz, aunque es un signo fundamental, estamos recortando los signos que en sí mismo, expresan toda la verdad de lo que acontece en la Pascua. Por eso, a veces, el bautismo puede quedar reducido a un rito mágico o de iniciación, que es difícil de conectar con todo su sentido y su historia. Con el olio, que se aplica sobre el pecho (en el caso de los catecúmenos), y el crisma, sobre la cabeza, pero también es un signo abreviado de lo que significaba reforzarse, ungirse realmente con la abundancia del aceite que era lo que realizaban los antiguos.
Como añadido, recordó Anzar que en el Bautismo recibimos el Espíritu Santo. Esto es algo que puede entrar en contradicción con la confirmación pero que conviene que situemos ya desde el principio en el entorno del Bautismo. Los baños regeneradores de iniciación de muchos de los pueblos antiguos, como Babilonia, con un carácter de purificación lo mismo que el agua lo tiene respecto al cuerpo, con una relación con la limpieza anterior. En el judaísmo también existía el bautismo, el de los prosélitos, y que marca un poco la diferencia con estos baños rituales, el texto de Juan que vincula el agua a la conversión, esa conversión de vida está relacionada con esa nueva dimensión.
Pero realmente, el Bautismo cristiano todavía añade algo sobre el bautismo de Juan porque Juan, al fin y al cabo, “exigía mucho pero daba poco”, en el sentido de que “dejaba todo como entregado a la fuerza del hombre para realizar esa inmensa tarea de la conversión, por eso el Bautismo lo que realmente aporta sobre el bautismo de Juan es la efusión del Espíritu Santo, que es la gracia de Dios la que hace posible realizar esa nueva existencia para la que hemos sido llamados. Por eso, no debemos olvidar nuncia está vinculación del Espíritu Santo en el Bautismo.
Eso tiene paralelismo cristológico con la unción del Espíritu Santo, por parte del momento del Bautismo de Jesús que marca como ese Espíritu está presente en el desarrollo de toda su existencia para llegar a cabo y cumplir su misión. De la misma manera, necesitamos ese don del Espíritu Santo tanto para realizar esa misión cristiana que nos es encomendada.
El Bautismo como sacramento de fe.
El Nuevo Testamento no conoce bautismo sin fe, “el cree y se bautice se salvará” (Mc 17, 16) pero al mismo tiempo, el Bautismo expresa la absoluta gratuidad por parte de Dios, es decir, el Bautismo requiere la fe pero la fe no produce la gracia, no produce el Bautismo. Hay lo que se llama una “tensión dinámica”, es decir, la fe debe preceder al bautismo y, al mismo tiempo, el bautismo da la fe. Esta doble dinámica, esta tensión en la que la fe precede al bautismo pero, al mismo tiempo, otorga la fe, nos debe llevar a considerar, señaló Aznar, el bautismo como “el sacramento de la fe”. Tenemos que ser conscientes de que nosotros estamos otorgando el bautismo sin esa fe previa, esa fe personal y esto es una constante en la mayoría de los bautismos que celebramos. El bautismo de adultos existe, que también en nuestra diócesis, sigue teniendo un carácter excepcional, señaló.
Si el bautismo es el “sacramentum fidei”, lo que estamos haciendo no se ajusta realmente a lo que el sacramento exige, al menos, en cuanto al inicio de la fe. Pero esa disposición previa no existe, no es tal, deberíamos tomárnoslo más en serio.
El bautismo de niños como signo de salvación.
No es un tema fundamental pero nos hace pensar. Habría que hacer una aproximación bíblico-histórica. En el comienzo de la Iglesia solo se daba el bautismo de adultos, recordó Aznar. El de niños comienza relativamente pronto (S. II) hay testimonios de este tipo de bautismo .
En Pablo encontramos una dinámica de crecimiento de la fe a partir de la experiencia del bautismo (Rm 6,3-7)
En el nivel teológico, la problemática parte del papel de la consideración de la fe en la celeración del bautismo. Si bien en los Hch encontramos el esquema clásico: “escuchar” + “creer” + “bautizarse”, en Pablo enontramos una dinámica de crecimiento de la fe a partir de la experiencia del bautismo (Rm 6,3-4): “es que no sabeís que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte. Con el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte para que lo mismo que Cristo resucitó entre los muertos por la gloria del Padre, así nosotros andemos en una vida nueva, pues si hemos isdo incorporados a él en una muerte como la suya, seremos también en una Resurección como la suya, sabiendo que nuestro hombhre viejo fue crucificado con Cristo para fuera destruido…” Es como una enseñanza posterior al bautismo, que fundamenta esa fe que se está desasrrrolando a partir del bautismo. Con la prediación mistagógica se pretende llevar a los bautizados hasta el fundamento de la realidad que ya ha tenido lugar en ellos. Eso debemos hacer igualmente nosotros, los bautizados: tenemos que estar reflexionando sobre los que significa el bautismo, que supone un crecimiento. De alguna manera es el bautismo de los niños donde se manifiesta la gratuidad del don de Dios y de la inicaitiva de la salvación divina, que tiene relación con la respuesta de lafe, porque es ahí done se descubre donde Dios lleva la iniciativa.
Además, tiene una naturaleza esencialmente comunitaria, puesto que no apela a su fe personal sino a la de la comunidad, esta reforzando el hecho de que el bautismo incorpora a la Iglesia y es toda la Iglesia la que incorpora el crecimiento en la fe del bautizado.
Por tanto, si podemos hablar de una solidaridad de todos los hombres pecado de Adán, reconocer esa solidaridad también en la gracia de Cristo. Sería un poco el fundamento del sacramento del bautismo no puede ser la superación del pecado original sino que solo la solidaridad en Cristo explica, en último término, la universalidad del pecado, y no al revés. Es un argumento de peso para enfocar esta cuestión del baustimo de niños como signo de salvación.
Hay otros argumentos en el nivel religioso-pedagógico. Hay algunas consideraciones que se podrían hacer. En concreto, que en la medida que tomamos decisiones sobre nuestros hijos para lo cual estamos autorizados, un aplazamiento del bautismo abonaría una cierta concepción individualista, algunos autores dicen que el argumento de que nuestra sociedad ya no es cristiana y, por tanto, no nos garantiza que el bautizado vaya ser formado en la fe cristiana es simplemnete un dato externo (aunque lo que se da no es que la osciedad no sea cristiana es que los propios padres que llevan a sus hijos a bautizar no son cristianos). Hay una contradcción grande en lo que hacemos y debería proponerse algun tipo de planteamiento.
La necesidad de bautismo para la salvación
Hay una dialéctica, recordó Aznar, una tensión entre el principio de la voluntad salvífica universal de Dios que se expresa en la I Tim 2,4 (“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” y, al mismo tiempo el llamiento urgente a la conversión y a la incorporación de la Iglesia por medio del bautismo. Esta tensión, en algunos momentos, comienza pronto, porque en la primitiva Iglesia nace el axioma que conocemos “Fuera de la Iglesia no hay salvación” pero también teemos el testimonio de los catecúmenos mártires que habían sido justificados en su propia sangre. De alguna manera, esta tensión la tenemos siempre presente. En “Redentoris Misio”, de Juan Pablo II, la recoge muy bien cuando dice que el hecho de que todo hombre puede encontrar la salvación por caminos que solo Dios conoce, esto no relativiza el hecho de que solo hay un hombre en el que ser salvación que es Cristo. La Misión ad gentes es hoy tan urgente, la Iglesia no debería relejar esa tensión para dar a conocer a Jesucristo y proclamarlo como salvador de todos.
Uno de los de los problemas que se plantean en este ámbito es el de los niños fallecidos sin haber recibido el bautismo. Todos sabemos que ya S. Agustín habla de un castigo un poco severo para aquellos que fallecen sin haber sido bautizados, que luego se extiende en la Edad Media en la doctirna del “limbo”, que era una manera benévola de comprender el destino de aqulelos que no teniendo pecado personal sin emabrgo no habían sido bautizados, porl o tanto, no tenían el don de la vida eterna, tal y como nosotros la entendemos, estan en el “limbo”, ese lugar que es antesala del sufrimiento pero que “no se está del todo mal”. Toda esta doctrina ha caído muy recientemente por el propio magisterio de los útlimos papas yt hoy en día se habla del “limbo” ocmo una teoría teológica, como una teología opinable, pero no como dogma de la Iglesia. A partir del Cocilio VItacno II, en el Catecimso de la Iglesia no se menciona el limbo. El documentto de la Comisión Teológica Internacional del 2007 que se titula “La esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo”. Señala que el estudio, la conclusión es que hay razones teológicas y ltúrgicas para continuar con el esperanza de que los niños muertos sin bautismo peudan ser salvados e introducidos en la felicidad eterna aunque no haya una enseñanza explíctia de la relveación sobre este probelma. Este proceso tiene que ver con la oslidaridad que Cristo tiene con nosotros, que se manifeista de forma ordinaria en la teología sacramental pero de forma extraordinaria por razones que solo DIos conoce. La realidad de la salvación por el misterio pascual no vale solo para los cristianos sino que es válida también para todo hombre por caminos que solo Dios conoce.
El sacramento de la confirmación
El sacramento de la confirmación que con el bautismo, del que es plenitud, junto con la eucaristía constituyen los sacrmaentos llamados de iniciación cristiana. Une a la Iglesia y enriquece con una fuerza especial del Espiritu Santo. De esta forma los confirmandos se comprometen mucho más como auténticos testigos de cristo a edificar su cuerpo y a defender cons us palabras y obras. El signo del Señor queda impreso de tal modo que este sacramento no pueda revertirse.
La confirmación sería la expresión de la dimensión neumatológica y eclesiológica del bautismo cristiano.
La confirmación sería la expresión de la dimensión neumatológica y eclesiológica del bautismo cristiano. Sería como una dimensión del bautismo cristiano pero tienen el carácter especial de que mediante la confirmación los fieles se vinculan más estrechamente a la Iglesia, enriquece con una fuerza especial del Espíritu Snato y con ello quedan obligados a difundir y defender la fe como verdaderos testigo de crsito con la palabra y los obras (LG 11). Una característica especial es como una intensificación de lo que ya ha sido dado con el Bautismo.
Recuerda el trabajo realizado pro D. Elías Yanes, en Zaragoza, con el documetno “Recibid el don del Espíritu Santo, el sacramento de la confirmación. La inicaicón cristiana ade los adolescentes, Zaragoza, 1999.
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