LA VIGILIA PASCUAL

Dejarme resucitar con Cristo

Enterrar el estilo de vida pagano

Y vivir el estilo de los hijos de Dios

Dejarme invadir por su paz e irradiarla

Dejarme conducir por el Espíritu del Resucitado

Amando siempre y en todo.

I. PREPARACIÓN

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN PROFUNDA

LA PASCUA, EL DÍA QUE HACE EL SEÑOR

1. SIGNIFICADO DE LA PASCUA

La pascua de Cristo no es sólo un suceso que acontece dentro de la historia. Es un acontecimiento que funda y configura la historia. Es el nuevo Génesis que hace nuevas todas las cosas (Is 43,19).

El núcleo de la predicación apostólica es: el Viviente, Cristo, vive dentro de la comunidad y la está vivificando en su misma resurrección. Dios sigue «pasando» por su pueblo y le otorga la vida nueva en Cristo resucitado. Ahora el don increíble de Dios a su pueblo ya no es la antigua liberación de Egipto. Es una liberación de todas las servidumbres exteriores e interiores. Es la introducción del pueblo en el «Hoy» eterno de Cristo resucitado, en «la plenitud de los tiempos» (Gal 4,4), «en los últimos días» (Hbr 1,2), en «la última hora» (1 Jn 2,18). La nueva pascua hace de los hombres, contemporáneos de Cristo y de los misterios redentores de su vida. Los creyentes de todos los tiempos y lugares revivirán el mismo suceso original de Cristo implicando en él sus problemas y tensiones para poder renovar la creación entera, sometida a la frustración (Cf Rm 8,19s).

De este modo la pascua es memoria (Cristo muerto y resucitado), es misterio (nosotros ahora, incorporados a Cristo estamos pasando de la muerte a la vida) y es profecía o anticipación del futuro (participando de la pascua, anticipamos en nosotros la vida eterna).

2. LA RITUALIZACION DE LA PASCUA

Cristo con su muerte destruye el hombre viejo. Resucitando él nos resucita a nosotros. Nosotros somos resucitados en su misma resurrección. Cristo tomó el suceso de su muerte y resurrección y lo ritualizó en la cena. La cena es la cruzresurrección que se actualiza en la eucaristía. La eucaristía es la muerteresurrección de Jesús hecha posible gracias a la institución de la cena. Jesús mandó a su Iglesia celebrar su memorial haciendo lo mismo que él hizo. Ahora la pascua es el suceso no de Cristo sólo, sino de Cristo y la Iglesia, de la cabeza y el cuerpo.

3. LA PASCUA, DON DE DIOS A SU IGLESIA

La pascua es siempre una intervención gratuita de Dios que salva. En la pascua hebrea Dios libera a su pueblo de la servidumbre de Egipto y le encamina hacia la tierra de la libertad. En Cristo, Dios interviene para sacarle del sepulcro y de la muerte y otorgarle la resurrección. Ahora Dios nos está dando al Hijo para que vivamos por él. Le ha constituido Señor, nuevo Adán, Espíritu vivificante. Sentado a la derecha del Padre envía el Espíritu a la Iglesia, su cuerpo. La vida de la Iglesia es la resurrección de Jesús. Cristo resucitado vive en la Iglesia. La vida cristiana es advertir esta presencia y hacerla propia. La misión, el apostolado, la misma fe, no son sino el testimonio de esta experiencia nueva. Es poder decir: «somos testigos». Todo ello es don de Dios.

4. LA PASCUA, FUENTE DE LA VIDA NUEVA

La resurrección de Jesús es ahora la vida de la Iglesia. Y la Iglesia es, debe ser, pascua del mundo, el fermento de la nueva humanidad. Esta novedad debe alcanzar a todas las realidades terrenas. La Iglesia ha de celebrar el memorial del Señor. Pero no debe estancarse en una rutina de gestos meramente celebrativos. Celebrar la pascua es hacer nuevas todas las cosas en la vida real. No se pueden separar el culto y la vida. Jesús critica el culto vacío. «Misericordia quiero y no sacrificio» (Os 6,6 evocado en Mt 9,13 y 12,7). «Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí» (Is 29,13, evocado en Mt 15,89). Jesús expresó duras críticas contra el formalismo cultual. Afirmó que el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado, que el culto no es agradable a Dios si no está en armonía con lo que significa; que la reconciliación es necesaria para que el sacrificio sea aceptable. Más: Jesús anunció la llegada de un nuevo régimen cultual. El vino nuevo del evangelio no puede ser puesto en los odres viejos de la ley (Mc 2,21­-22). En la muerte de Jesús el velo del templo «se rasgó por medio» (Lc 23,45); «de arriba abajo» (Mc 15,38 y Mt 27,51). El «Santo de los santos» queda vacío a partir de aquel instante. Ahora el templo ya no es un templo: el templo de la presencia de Dios es el cuerpo del Resucitado (Juan) o la comunidad de los fieles (Pablo). Y el sacrificio ya no es un sacrificio, sino la vida santa de los creyentes. Y los sacerdotes ya no son una casta, sino todo el pueblo, «pueblo sacerdotal» (1 Pdr 2,9) .

Es de importancia extrema comprobar que en el nuevo testamento culto no significa las actividades litúrgicas de los cristianos, ni la de los ministros que los presiden. Ese término se emplea sólo referido a Cristo, por una parte, y por otra, a la vida cotidiana de los creyentes en la medida en que está informada por el Espíritu. «Os exhorto, pues, hermanos por la misericordia de Dios a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios; tal será vuestro culto espiritual» (Rom 12,1). «El hacer el bien y el compartir los bienes, esos son los sacrificios que agradan a Dios» (Hbr 13,1516). Es en el siglo III, de modo tímido, y más claramente en el siglo IV, cuando los términos «sacrificio» y «sacerdocio», se refieren a la eucaristía y a los ministros que la presiden. Pero permaneciendo la verdad de fondo: a partir de Cristo, el nuevo sacerdocio es el pueblo de Dios, y el nuevo sacrificio es la vida santa en el mundo.

La evangelización, en la comunidad apostólica de la iglesia primitiva, se centraba en esta afirmación: «somos testigos». Éste era el kerigma, o anuncio, de choque. No enseñaban prioritariamente verdades o normas. Ofrecían el testimonio asombroso de la vida nueva, de una experiencia interior que se irradiaba en un comportamiento lleno de alegría, de una fraternidad y amor increíbles. «La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo tenían en común. Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad» (Hch 4,3235) . De este modo se apreciaba con claridad meridiana que la pascua era la vida nueva de Jesús que informaba el corazón y el comportamiento de la comunidad y que se expresaba en un testimonio social capaz de eliminar todas las esclavitudes y de fundir a todos en una fraternidad de comunión asombrosa. Y es en esa sorprendente fraternidad donde se irradiaba toda la fuerza evangelizadora de la expresión: «somos testigos».

Así, los cristianos, celebrando a Cristo en la vida real, se convierten en signos de su presencia, millones de signos vivos convertidos en «luz del mundo» (Mt 5,14). La Iglesia no puede ser entendida como un simple conservatorio de ritos.

5. LA PASCUA, DON DE PAZ, DE AMOR Y ALEGRIA

a) Es don de paz. La paz es la integral armonía del ser que ha llegado a alcanzar su plenitud. Cristo, en la redención, mata en su carne el pecado, la desarmonía, y restablece la paz total: la del hombre consigo mismo, la de los hombres con los hombres, la del hombre con Dios. «El es nuestra paz» (Ef 2,14). «Mi paz os dejo, mi paz os doy; no como la da el mundo, la doy yo (Jn 14,27). Todas las apariciones del resucitado son transmisiones de paz: «Se pone delante y les dice: paz a vosotros… les dijo por segunda vez: paz a vosotros… Se pone delante y les dice: paz a vosotros» (Jn 20, 19.21.26). La paz es la vida pascual.

b) Es don de alegría. En la psicología moderna la alegría es uno de los sentimientos humanos. Se la incluye también en el catálogo de las emociones. En ambos casos la alegría depende de la periferia del ser, y no del ser profundo del hombre. La pascua de Cristo relaciona la alegría con la profundidad del ser. Es, ante todo, felicidad. Es victoria sobre el caos, el sinsentido, la indeterminación. La paz es la restauración del hombre como proyecto e imagen de Dios. Y Dios no sólo es alegre: es la Alegría. Cristo la comunica. «Padre, quiero que mi alegría esté en ellos colmada» (Jn 17,13). Esta alegría es el ser mismo de los creyentes. Es el reflejo de la fe en Cristo resucitado. Los cristianos no son sólo buenos: son alegres. Por eso permanecen alegres incluso en la persecución. «Los apóstoles salían más alegres por haber sido dignos de padecer por el nombre» (Hch 5,41). «Cuando os injurien, alegraos y regocijaos» (Mt 5,12). «Alegraos en la medida en que participáis de los sufrimientos de Cristo» (1 Pdr 4,13). La alegría no es otra cosa que la experiencia pascual. Quien no la posee podrá tener momentos alegres, pero no tendrá la alegría esencial.

c) Es don de amor. La pascua es todo el amor de Dios dado. La revelación se esfuerza en demostrar cuál es el motivo y el fin de la redención: «Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo» (Jn 3,16) . «Habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo» (Jn 13,1).

La pascua es la experiencia del amor de Dios. Es la misma entrega de Cristo que se hace también entrega en el hombre y desde el hombre. La vida cristiana es vida de amor. Y el amor no es sino el reflejo de la vida pascual.

Como textos para la oración pueden tomarse entre los que se consignan a continuación

II. CELEBRACIÓN

Significado y celebración

La vigilia representa una noche en la que nace la luz. Es la fiesta de la luz, de la libertad, la fiesta de la nueva humanidad. No se detiene en la consideración de la resurrección histórica de Cristo. Celebra el misterio de la nueva vida de la humanidad, nuestro paso a la vida de Cristo resucitado. La vida nueva, de resurrección, es la vida en Cristo. La Vigilia pascual es la madre de todas las fiestas. Es la fiesta única y total. Todas las fiestas no son sino una chispa y participación del acontecimiento pascual. En ella Cristo resucitado nos resucita de su misma resurrección. Es la noche que brilla más que el sol. Es el día del Señor, o domingo.

La liturgia de la vigilia no debe ser anticipada ni mutilada, pues se desvirtúa su significado profundo. No debemos adaptarla a nosotros. Somos nosotros quienes debemos adaptarnos a ella.

Es memoria de Cristo muerto y resucitado. Es misterio en el que nosotros, la asamblea, pasa de la vida a la muerte. Y es profecía: pues la pascua anticipa la salvación.

En la primera Iglesia la obligatoriedad de participar en la vigilia era total. Llegaba a ser inconcebible, imposible, ser cristiano y no participar. Es necesario partir al menos al caer de la noche. Tiene su simbolismo profundo. La luz de Cristo resucitado vence las tinieblas. Él es la Luz total.

El fuego se bendice fuera de la Iglesia. De él va a brotar la luz, Cristo. Con las candelas encendidas nosotros, que somos los exilados, entramos en el templo, la nueva Jerusalén, en pos de Cristo. El fuego es también el elemento primordial, origen remoto de la vida, y que abrasa lo que está viejo e inservible. La procesión evoca también la peregrinación del pueblo hebreo a través del desierto siguiendo la columna de fuego.

Colocado el cirio pascual en lugar eminente, se canta el pregón pascual, una plegaria bellísima de acción de gracias por la resurrección de Cristo, nuestra resurrección. Es una pieza maestra de la liturgia cristiana.

Terminado el pregón pascual, comienza la liturgia de la palabra. Antiguamente eran doce lecturas. Hoy son siete, elegidas entre las primeras. Es la catequesis más profunda y general de la Iglesia de todos los siglos y que hunde sus raíces en la tradición judía. Es como si ante el cirio pascual, símbolo de Cristo resucitado, se hiciera una rememoración de toda la historia de la humanidad. La nueva historia, apoyada en la antigua, se fundamenta en él. Los judíos evocaban en la noche pascual las cuatro «noches»: la de la creación del mundo, la del sacrificio de Abraham (nacimiento de la fe), la del éxodo (nacimiento del pueblo), y la de la venida del Mesías. Las cuatro primeras lecturas se refieren a la creación del mundo, al sacrifico de Abraham, al paso del mar Rojo, y un texto escatológico de Isaías. Luego siguen tres lecturas de contenido bautismal: el agua fecunda (Is 55,1-11), la claridad de la luz (Baruc 3,9-15.32,4), el agua pura y el corazón nuevo (Ez 36,16-29). La lectura de la carta a los romanos es también bautismal (R 6,3-11). Narra el bautismo como realización dramatizada de la muerte y resurrección de Cristo en el cristiano. Cada lectura es acompañada de su correspondiente salmo responsorial. Cantado el aleluya –es el cántico del cielo– por toda la asamblea, se proclama el evangelio que testifica: «ha resucitado» (Mt 28,6-9).

Después de la homilía tenía lugar el bautizo de los catecúmenos. El misterio del enterramiento del hombre viejo y de la salida del sepulcro del nuevo. La muerte y resurrección del Señor comunicada y participada. La entrada en la vida eterna.

Seguidamente se celebra la eucaristía que hace de nosotros el cuerpo de Cristo, la anticipación de su vida gloriosa.

III. LAS GRANDES PLEGARIASDE LA BIBLIA, DEL MISAL Y DE LA TRADICIÓN ESPIRITUAL

a) Textos bíblicos de la oración de las horas

Cristo es el Viviente: él da la vida: «Vi al Hijo del hombre y me dijo: Yo soy el Primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo» (Ap 1,17-18).

La vida cristiana es hacer el camino de Jesús. El amor de Dios nos hace morir, resucitar y sentarnos con él, ya ahora, en los cielos: «Dios, rico como es en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo, por pura gracia estáis salvados, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él» (Ef 2,4-6).

El bautismo actualizó, a lo vivo, en nosotros la sepultura y resurrección del Señor: «Por el bautismo fuimos sepultados con Cristo en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rom 6,4).

Es mediante la fe viva como participarnos de la plenitud de Cristo: «En Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad, y por él habéis obtenido vuestra plenitud… Por el bautismo fuisteis sepultados con él, y habéis resucitado con él, porque habéis creído en la fuerza de Dios que lo resucitó de entre los muertos» (Col 2,9-12).

La vida cristiana como participación de la resurrección de Cristo: he ahí el evangelio de Pablo: «Haz memoria: de Jesucristo resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. Éste ha sido mi evangelio… Es doctrina segura: si morimos con él, viviremos con él» (2Tim 2,8-11).

«Jesús es la piedra que desecharon los arquitectos y que se ha convertido en la piedra angular: ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se ha dado otro nombre que pueda salvarnos» (Hch 4,11-12).

Quien ha resucitado con Cristo tiene los sentimientos del Padre de la Gloria: «Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra» (Col 3,1-2).

Quien se une a Cristo participa permanentemente de la vida de Cristo: «Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Rom. 6,8-11).

b) Plegarias de la vigilia pascual

1. BENDICIÓN DEL FUEGO: CRISTO, PRINCIPIO Y FIN

Cristo ayer y hoy,

Principio y Fin.

Alfa. Y Omega.

Suyo es el tiempo, y la Eternidad.

A él la gloria y el poder,

por los siglos de los siglos. Amén.

Por sus llagas santas y gloriosas,

nos proteja y nos guarde

Jesucristo nuestro Señor. Amén.

2. CANTO A JESUCRISTO, LUZ

Oh Luz gozosa de la santa Gloria

del Padre Celeste e Inmortal,

¡Santo y Feliz Jesucristo!

Al llegar el ocaso del sol,

contemplando la luz de la tarde,

cantamos al Padre y al Hijo y al Espíritu de Dios.

Tú eres digno de ser alabado

siempre por santas voces.

Hijo de Dios que nos diste la vida,

el mundo entero te glorifica.

3. PREGÓN PASCUAL

En verdad es justo y necesario

aclamar con nuestras voces

y con todo el afecto del corazón

a Dios invisible, el Padre todopoderoso,

y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre

la deuda de Adán

y, derramando su sangre,

canceló el recibo del antiguo pecado.

Porque éstas son las fiestas de Pascua

en las que se inmola el verdadero cordero,

cuya sangre consagra las puertas de los fieles…

Esta es la noche

en que, rotas las cadenas de la muerte,

Cristo asciende victorioso del abismo.

¿De qué nos serviría haber nacido

si no hubiéramos sido rescatados?

¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!

¡Qué incomparable ternura y caridad!

¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!

Necesario fue el pecado de Adán,

que ha sido borrado por la muerte de Cristo.

¡Feliz la culpa que mereció tal redentor!

¡Qué noche tan dichosa!

Sólo ella conoció el momento

en que Cristo resucitó de entre los muertos.

Ésta es la noche de la que estaba escrito:

«Será la noche clara como el día,

la noche iluminada por mi gozo».

Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados,

lava las culpas,

devuelve la inocencia a los caídos,

la alegría a los tristes,

expulsa el odio, trae la concordia,

doblega a los poderosos.

c) Salmos responsoriales

SALMO 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor,

¡Dios mío qué grande eres!

Te vistes de belleza y majestad,

la luz te envuelve como un manto.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,

y no vacilará jamás;

la cubriste con el manto del océano,

y las aguas se posaron sobre las montañas.

De los manantiales sacas los ríos

para que fluyan entre los montes,

junto a ellos habitan las aves del cielo,

y entre las frondas se oye su canto.

Desde tu morada riegas los montes,

y la tierra se sacia de tu acción fecunda;

haces brotar hierba para los ganados

y forraje para los que sirven al hombre.

¡Cuántas son tus obras Señor!,

y todas las hiciste con sabiduría;

la tierra está llena de tus criaturas.

¡Bendice, alma mía, al Señor!

SALMO 32: La misericordia del Señor llena la tierra.

La palabra del Señor es sincera,

y todas sus acciones son leales.

Él ama la justicia y el derecho,

y su misericordia llena la tierra.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,

el pueblo que él se escogió como heredad.

El Señor mira desde el cielo,

se fija en todos los hombres.

SALMO 15: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,

mi suerte está en tu mano.

Tengo siempre presente al Señor,

con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,

se gozan mis entrañas,

y mi carne descansa serena:

porque no me entregarás a la muerte

ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,

me saciarás de gozo en tu presencia,

de alegría perpetua a tu derecha.

CÁNTICO, Ex. 15,1-2.3-4.5-6.17-18: Cantemos al Señor, sublime es su victoria.

Cantemos al Señor, sublime es su victoria;

caballo y jinete ha arrojado en el mar.

Mi fuerza y mi poder es el Señor.

Él fue mi salvación.

Él es mi Dios: yo lo alabaré;

El Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.

El Señor es un guerrero,

su nombre es el Señor.

Los carros del faraón los lanzó al mar,

ahogó en el Mar Rojo a sus mejores capitanes.

Las olas los cubrieron,

bajaron hasta el fondo como piedras.

Tu diestra, Señor, es fuerte y terrible;

tu diestra, Señor, tritura al enemigo.

Los introduces y los plantas

en el monte de tu heredad,

lugar del que hiciste tu trono, Señor.

santuario, Señor, que fundaron tus manos.

El Señor reina por siempre jamás.

SALMO 29: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Sacaste mi vida del abismo,

y me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos;

dad gracias a su nombre santo,

su cólera dura un instante;

su bondad de por vida;

al atardecer nos visita el llanto;

por la mañana, el júbilo.

Escúcha, Señor, y ten piedad de mí,

Señor, socórreme.

Cambiaste mi luto en danzas.

Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

CANTO Is 12,2-6: Sacaréis aguas con gozo, de las fuentes de la salvación.

El Señor es mi Dios y mi salvador.

confiaré y no temeré,

porque mi fuerza y mi poder es el Señor,

él fue mi salvación.

Dad gracias al Señor,

invocad su nombre

contad a los pueblos sus hazañas,

proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas;

anunciadlas a toda la tierra;

gritad jubilosos, habitantes de Sión:

«¡Qué grande es en medio de ti, el Santo de Israel!»

SALMO 18: Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

La ley del Señor es perfecta

y es descanso del alma;

el precepto del Señor es fiel

e instruye al ignorante.

Los mandatos del Señor son rectos

y alegran el corazón,

la norma del Señor es límpida

y da luz a los ojos.

La voluntad del Señor es pura

y eternamente estable;

Los mandatos del Señor son verdaderos

y eternamente justos.

Más preciosos que el oro,

más que el oro fino;

más dulce que la miel de un panal que destila.

SALMO 41: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Mi alma tiene sed de Dios,

del Dios vivo:

¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Desahogo mi alma conmigo:

¡cómo marchaba a la cabeza del grupo

hacia la casa de Dios,

entre cantos de júbilo y de alabanza,

en el bullicio de la fiesta!

Envía tu luz y tu verdad;

que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo,

hasta tu morada.

Que yo me acerque el altar de Dios,

al Dios de mi alegría;

que te dé gracias al son de la cítara,

Dios, Dios mío.

SALMO 117: ¡Aleluya, aleluya, aleluya!

Dad gracias al Señor, porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

Diga la Casa de Israel:

Eterna es su misericordia.

La diestra del Señor es poderosa,

la diestra del Señor es excelsa.

No he de morir, viviré

para contar las hazañas del Señor.

La piedra que desecharon los arquitectos,

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

es un milagro patente.

d) Prefacio pascual

En verdad es justo y necesario,

es nuestro deber y salvación,

glorificarte siempre, Señor,

pero más que nunca en este día

en que Cristo, nuestra pascua, ha sido inmolado.

Porque él es el verdadero Cordero

que quitó el pecado del mundo,

muriendo destruyó nuestra muerte,

y resucitando restauró la vida.

Por eso, con esta efusión de gozo pascual,

el mundo entero se desborda de alegría,

y también los coros celestiales,

los ángeles y arcángeles,

cantan sin cesar el himno de tu gloria.

e) Otros salmos de resurrección

SALMO 23: Pieza litúrgica en acción con dos grupos de participantes: un grupo se acerca en procesión a las puertas del templo y otro lo recibe y les abre. Es imagen de Cristo, rey de la gloria que nos introduce triunfalmente, por su resurrección, en la Iglesia y en la gloria.

¡Portones!, alzad los dinteles,

que se alcen las antiguas compuertas:

va a entrar el Rey de la gloria

¿Quién es ese rey de la gloria?

El Señor, héroe valeroso;

el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,

que se alcen las antiguas compuertas;

va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?

El Señor, Dios de los ejércitos.

Él es el rey de la gloria.

SALMO 29: Acción de gracias por la liberación. En la muerte y resurrección de Cristo, la muerte llegó al extremo de su audacia, y la vida al extremo de su exaltación.

Te ensalzaré Señor, porque me has librado

y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste.

Señor, sacaste mi vida del abismo,

me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,

dad gracias a su nombre santo,

su cólera dura un instante;

su bondad, de por vida;

al atardecer nos visita el llanto;

por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro: «No vacilaré jamás»

Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la fuerza…

Cambiaste mi luto en danzas,

me desataste el sayal y me has vestido de fiesta,

te cantará mi alma sin callarse.

Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

SALMO 44: Figura del rey ideal, el día de su boda, aplicado a Cristo y a su esposa, la Iglesia.

Me brota del corazón un poema bello,

recito mis versos a un rey:

mi lengua es ágil pluma de escribano.

Eres el más bello de los hombres,

en tus labios se derrama la gracia,

el Señor te bendice eternamente.

Cíñete al flanco la espada, valiente:

es tu gala y tu orgullo;

cabalga victorioso por la verdad y la justicia,

tu diestra te enseñe a realizar proezas.

Tus flechas son agudas,

los pueblos se te rinden,

se acobardan los enemigos del rey.

Tu trono, oh Dios, permanece para siempre,

cetro de rectitud es tu cetro real;

has amado la justicia y odiado la impiedad:

por eso el Señor tu Dios

te ha ungido con aceite de júbilo

entre todos tus compañeros.

A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,

desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,

de pie a tu derecha está la reina,

enjoyada con oro de Ofir.

Escucha, hija, mira:

inclina el oído,

olvida tu pueblo y la casa paterna;

prendado está el rey de tu belleza:

póstrate ante él, que él es tu Señor.

La ciudad de Tiro viene con regalos,

los pueblos más ricos buscan tu favor.

Ya entra la princesa, bellísima,

vestida de perlas y brocado;

la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes;

la siguen sus compañeras:

Las traen entre alegría y algazara,

van entrando en el palacio real.

«A cambio de tus padres tendrás hijos,

que nombrarás príncipes por toda la tierra».

Quiero hacer memorable tu nombre

por generaciones y generaciones,

y los pueblos te alabarán,

por los siglos de los siglos.

SALMO 71: Súplica del rey en el día de su coronación. En Cristo alcanza el salmo su plenitud de sentido.

Dios mío, confía tu juicio al Rey,

tu justicia al hijo de reyes,

para que rija a tu pueblo con justicia,

a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan paz,

y los collados justicia;

que él defienda a los humildes del pueblo,

socorra a los hijos del pobre

y quebrante al explotador.

Que dure tanto como el sol,

como la luna, de edad en edad;

que baje como lluvia sobre el césped,

como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia

y la paz hasta que falte la luna;

que domine de mar a mar,

del Gran Río al confín de la tierra.

Que en su presencia se inclinen sus rivales;

que sus enemigos muerdan el polvo..,

que se postren ante él todos los reyes,

y que todos los pueblos le sirvan.

Él librará al pobre que clamaba,

al afligido que no tenía protector;

él se apiadará del pobre y del indigente,

y salvará la vida de los pobres;

él rescatará sus vidas de la violencia,

su sangre será preciosa a sus ojos…

Que su nombre sea eterno,

y su fama dure como el sol;

que él sea la bendición de todos los pueblos,

y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

el único que hace maravillas;

bendito por siempre su nombre glorioso;

que su gloria llene la tierra. ¡Amén, amén!

SALMO 83: Canto de peregrinación hacia el santuario de Jerusalén. Entrada de Cristo y de la Iglesia en la casa del Padre.

¡Qué deseables son tus moradas,

Señor de los ejércitos!

Mi alma se consume y anhela

los atrios del Señor,

mi corazón y mi carne

retozan por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa,

y la golondrina, un nido

donde colocar sus polluelos:

tus altares, Señor de los ejércitos,

Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa,

alabándote siempre.

Dichosos los que encuentran en Ti su fuerza

al preparar su peregrinación:

cuando atraviesan áridos valles

los convierten en oasis,

como si la lluvia temprana

los cubriera de bendiciones…

Fíjate, oh Dios, en nuestro escudo,

mira el rostro de tu Ungido.

Vale más un día en tus atrios

que mil en mi casa,

y prefiero el umbral de la casa de Dios

a vivir con los malvados.

Porque el Señor es sol y escudo,

Él da la gracia y la gloria.

El Señor no niega sus bienes

a los de conducta intachable.

¡Señor de los ejércitos,

dichoso el hombre que confía en Ti!

SALMO 117: Liturgia de acción de gracias. La resurrección de Cristo es el milagro de los milagros y la victoria de las victorias. Él es la piedra angular. Cristo resucitado encabeza la procesión de la humanidad para dar gracias al Padre, poro hacer a todos partícipes de su gozo y de su propia victoria.

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:

eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:

eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,

y me escuchó, poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo,

¿qué podrá hacerme el hombre?

El Señor está conmigo y me auxilia,

veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor

que fiarse de los hombres,

Mejor es refugiarse en el Señor

que fiarse de los jefes…

Escuchad: hay cantos de victoria

en las tiendas de los justos:

«La diestra del Señor es poderosa,

la diestra del Señor es excelsa,

la diestra del Señor es poderosa».

No he de morir, viviré

para contar las hazañas del Señor.

Me castigó, me castigó el Señor,

pero no me entregó a la muerte.

Abridme las puertas del triunfo,

y entraré para dar gracias al Señor.

Ésta es la puerta del Señor.

los vencedores entrarán por ella.

Te doy gracias, porque me escuchaste

y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos,

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Señor, danos la salvación,

Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,

os bendecimos desde la casa del Señor,

el Señor es Dios, él nos ilumina.

Ordenad una procesión con ramos

hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;

Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

f) Himnos bíblicos

1. BENEDICTUS: Canto a la redención ya presente (Lc 1,68-79), ver pág.

2. MAGNIFICAT: Alegría del creyente en el Señor (Lc 1,46-55), ver pág. .

3. CANTO DE SIMEÓN: La esperanza cumplida (Lc 2,29-32).

Ahora, Señor, según tu promesa,

puedes dejar a tu siervo irse en paz.

Porque mis ojos han visto a tu Salvador,

a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones

y gloria de tu pueblo Israel.

CÁNTICO: Canto a la iniciativa de Dios en Cristo Salvador (Ef 1,3-10).

Bendito sea Dios,

Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que nos ha bendecido en la persona de Cristo

con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,

antes de crear el mundo,

para que fuésemos santos

e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,

por pura iniciativa suya,

a ser sus hijos,

para que la gloria de su gracia,

que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo,

redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,

hemos recibido la redención,

el perdón de los pecados.

El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia

ha sido un derroche para con nosotros,

dándonos a conocer

el misterio de su voluntad.

Éste es el plan que había proyectado

realizar por Cristo

cuando llegase el momento culminante:

recapitular en Cristo todas las cosas

del cielo y de la tierra.

CÁNTICO: Anonadamiento y exaltación de Cristo (Fil. 2,6-11).

Cristo, a pesar de su condición divina,

no hizo alarde de su categoría de Dios;

al contrario, se despojó de su rango

y tomó la condición de esclavo,

pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,

se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,

y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo

y le concedió el «Nombresobretodonombre»

de modo que al nombre de Jesús

toda rodilla se doble

en el cielo, en la tierra, en el abismo,

y toda lengua proclame:

Jesucristo es Señor,

para gloria de Dios Padre.

HIMNO: a Cristo resucitado, redentor del hombre y Señor del universo: (Col 1,12-20).

Damos gracias a Dios Padre,

que nos ha hecho capaces de compartir

la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,

y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,

por cuya sangre hemos recibido la redención,

el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,

primogénito de toda criatura;

porque por medio de él fueron creadas todas las cosas:

celestes y terrestres,

visibles e invisibles,

Tronos, Dominaciones, Principiados, Potestades;

todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.

El es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.

es el principio, el primogénito de entre los muertos,

y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.

Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:

los del cielo y los de la tierra,

haciendo la paz por la sangre de su cruz.

CÁNTICO: Sus heridas nos han curado (1P 2,21-24).

Cristo padeció por nosotros,

dejándonos un ejemplo

para que sigamos sus huellas.

Él no cometió pecado

ni encontraron engaño en su boca;

cuando lo insultaban, no devolvía el insulto;

en su pasión no profería amenazas;

al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente.

Cargado con nuestros pecados,

subió al leño,

para que, muertos al pecado,

vivamos para la justicia.

Sus heridas nos han curado.

CÁNTICO: de los redimidos (Ap 4,11;5,9.10.12).

Eres digno, Señor, Dios nuestro,

de recibir la gloria, el honor y el poder,

porque tú has creado el universo;

porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,

porque fuiste degollado

y con tu sangre compraste para Dios

hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación,

y has hecho de ellos para nuestro Dios

un reino de sacerdotes, y reinan sobre la tierra.

Digno es el cordero degollado

de recibir el poder, la riqueza,

la sabiduría, la fuerza, el honor,

la gloria y la alabanza.

CÁNTICO: la alabanza universal. Ap 15,3-4.

Grandes y maravillosas son tus obras,

Señor, Dios omnipotente,

justos y verdaderos tus caminos,

¡oh, Rey de los siglos!

¿Quien no temerá, Señor,

y glorificará tu nombre?

Porque tú solo eres santo,

porque vendrán todas las naciones

y se postrarán en tu acatamiento,

porque tus juicios se hicieron manifiestos.

CÁNTICO: las bodas eternas (Ap 19,1-7).

Aleluya.

La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,

porque sus juicios son verdaderos y justos.

Aleluya.

Alabad al Señor sus siervos todos,

los que le teméis, pequeños y grandes.

Aleluya.

Porque reina el Señor, nuestro Dios,

dueño de todo,

alegrémonos y gocemos y démosle gracias.

Aleluya.

Llegó la boda del Cordero,

su esposa se ha embellecido.

Aleluya.

g) Himnos de la oración de las horas

NUESTRA PASCUA INMOLADA

Nuestra Pascua inmolada, aleluya,

es Cristo, el Señor, aleluya, aleluya.

Pascua sagrada,

oh fiesta de la luz,

despierta tú que duermes,

y el Señor te alumbrará.

Pascua sagrada,

oh. fiesta universal.

El mundo renovado

canta un himno a su Señor.

Pascua sagrada,

victoria de la cruz,

la muerte, derrotada,

ha perdido su aguijón.

Pascua sagrada,

oh noche bautismal.

Del seno de las aguas

renacemos al Señor.

Pascua sagrada,

eterna novedad.

Dejad el hombre viejo,

revestíos del Señor.

Pascua sagrada,

la sala del festín

se llena de invitados

que celebran al Señor.

Pascua sagrada.

Cantemos al Señor.

Vivamos la alegría

dada a luz en el dolor.

QUÉDATE CON NOSOTROS

Quédate con nosotros,

la tarde está cayendo.

¿Cómo te encontraremos

al declinar el día,

si tu camino no es nuestro camino?

Detente con nosotros;

la mesa está servida,

caliente el pan y envejecido el vino.

¿Cómo sabremos que eres

un hombre entre los hombres,

si no compartes nuestra mesa humilde?

Repártenos tu cuerpo,

y el gozo irá alejando

la oscuridad que pesa sobre el hombre.

Vimos romper el día

sobre tu hermoso rostro,

y al sol abrirse paso por tu frente.

Que el viento de la noche

no apague el fuego vivo

que nos dejó tu paso en la mañana.

Arroja en nuestras manos,

tendidas en tu busca,

las aguas encendidas del Espíritu;

y limpia, en lo más hondo

del corazón del hombre,

tu imagen empañada por la culpa.

OFREZCAN LOS CRISTIANOS

Ofrezcan los cristianos

ofrendas de alabanza

a gloria de la Víctima

propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado

que a las ovejas salva,

a Dios y a los culpables

unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte

en singular batalla,

y, muerto el que es la Vida,

triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,

María, en la mañana?»

«A mi Señor glorioso,

la tumba abandonada,

los ángeles testigos,

sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras

mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,

allí el Señor aguarda;

allí veréis los suyos

la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos,

sabemos por tu gracia

que estás resucitado;

la muerte en ti no manda.

Rey vencedor,

apiádate de la miseria humana

y da a tus fieles parte

en tu victoria santa. Amén. Aleluya.

CRISTO, ALEGRÍA DEL MUNDO

Cristo,

alegría del mundo,

resplandor de la gloria del Padre.

¡Bendita la mañana

que anuncia tu esplendor al universo!

En el día primero,

tu resurrección

alegraba el corazón del Padre.

En el día primero,

vio que todas las cosas eran buenas

porque participaban de tu gloria.

La mañana celebra

tu resurrección

y se alegra con claridad de Pascua.

Se levanta la tierra

como un joven discípulo en tu busca,

sabiendo que el sepulcro está vacío.

En la clara mañana,

tu sagrada luz

se difunde como una gracia nueva.

Que nosotros vivamos

como hijos de la luz y no pequemos

contra la claridad de tu presencia.

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