El pasado día 27 de marzo de 2023 tuvo lugar una nueva sesión del ciclo «La Iglesia del Siglo XXI: imágenes y acentos», a cargo de la profesora Dolores Ros de la Iglesia. En esta ocasión, centró su reflexión en torno a la naturaleza bautismal y sinodal de la Iglesia actual.

1. UNA IGLESIA BAUTISMAL

El bautismo como raíz de la identidad cristiana

Podemos decir que el bautismo sella nuestra identidad cristiana. Debemos tomar conciencia de ello, a pesar de la dificultad actual. Ros recordó que el bautismo actúa como eje en torno al cual giran otras categorías fundamentales de la eclesiología del papa Francisco: por ejemplo, categorías como el “sensus fidelium”, la conciencia de ser Pueblo de Dios, e laicado y, como consecuencia y derivación, la sinodalidad y la preocupación de entablar un diálogo ecuménico.

Todos entramos en la Iglesia como laicos, a través del Bautismo: 

“Mirar al Pueblo de Dios es recordar que todos ingresamos a la Iglesia como laicos. El primer sacramento, el que sella nuestra identidad y del que tendríamos que estar siempre orgullosos es el del bautismo”  (16-marzo-2016).

“Todo en la vida cristiana, actividades y ministerios, vive del bautismo y expresa su dimensión salvífica”. El Papa Francisco sugiere con frecuencia a quienes lo escuchan que indaguen la fecha de su bautismo para recordarlo, celebrarlo y actualizarlo.

“El bautismo no debe quedar como un suceso del pasado sino como una experiencia salvífica fundante y por ello como el inicio del camino de la fe y a lo largo de este itinerario permanece como realidad viva que sigue afectando al presente”.

Solo se puede fundar la pertenencia al Pueblo de Dios y la experiencia del Espíritu si concedemos al bautismo toda su importancia, recordó Ros.

En virtud del bautismo, señaló, participamos de la muerte y resurrección de Cristo, de su Pascua. Gracias al bautismo hemos sido introducidos en la comunión con Dios. El protagonismo del Espíritu se muestra en que hace posible esa comunión y actualización del misterio pascual en la unción de cada bautizado. Pero el bautismo nos inserta también en la Iglesia. “El bautismo -concluyó en este sentido- es el que nos hace ser cristianos, el que nos hace vivir la muerte y resurrección de Cristo, somos para siempre familia de Dios, hijos y cristianos”.

Dolores Ros: “El bautismo está en la raíz de nuestra identidad cristiana”. 

1Pe 2, 1-5: todos y cada uno de los bautizados son necesarios para construir el edificio, un edificio de piedras vivas, que es la Iglesia.

El “sensus fidei”

La realidad del “sensus fidei”, el sentido de la fe, viene a animando al pueblo de Dios y dándole sentido, señaló. “Un Pueblo de Dios que camina que tiene algo que decir, en ese camino de la sinodalidad”. 

Recordó las palabras de Lumen Gentium 12: “La totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo, no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando desde los Obispos hasta los últimos fieles laicos presta su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres. Con este sentido de la fe, que el Espíritu de verdad suscita y mantiene, el Pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente a la fe confiada de una vez para siempre a los santos (LG 12).

En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar. El Pueblo de Dios es santo por esta unción que lo hace infalible «in credendo». Esto significa que cuando cree no se equivoca, aunque no encuentre palabras para explicar su fe. El Espíritu lo guía en la verdad y lo conduce a la salvación. 

Como parte de su misterio de amor hacia la humanidad, Dios dota a la totalidad de los fieles de un instinto de la fe —el sensus fidei— que los ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios.

La presencia del Espíritu otorga a los cristianos una cierta connaturalidad con las realidades divinas y una sabiduría que los permite captarlas intuitivamente, aunque no tengan el instrumental adecuado para expresarlas con precisión” (EG 119).

Señaló Ros que “estamos en un momento de redescubrimiento de nuestro bautismo, de redescubrimiento de la acción del Espíritu. De profundizar y descubrir la acción del Espíritu en nuestras comunidades y en nosotros mismos. De verificar que, como pueblo de Dios, asumimos un sentido de connaturalidad que hace posible que seamos infalibles en cuanto nos mueve ese Espíritu de la Verdad”. 

“Estamos muy acostumbrados a “escuchar” pero necesitamos que el Pueblo de Dios sepa expresar su fe”, indicó. “Si queremos ser misioneros, debemos tener esa expresión de nuestra fe”. 

Una Iglesia que se alimenta de la Liturgia y de la Palabra

No puede haber Iglesia sin liturgia y sin Palabra”, señaló. 

La liturgia es fuente de vida para la Iglesia: hace posible su entrada en el misterio de Dios. La liturgia permite entrar en comunión con Dios, une a todos los cristianos. La liturgia no es un sacramento “para mí”, es el sacramento de muchos que forman un solo cuerpo. “Vivir la Liturgia y especialmente, la Eucaristía no es optativo para los cristianos”, añadió. 

Pero la Iglesia se alimenta también de la Palabra de Dios. La Palabra es siempre viva porque procede del Dios que se ha acercado y sigue acompañando al pueblo. La Palabra sigue viva porque hemos encontrado al Hijo de Dios en nuestro camino, que va caminando con nosotros para introducirnos con sus palabras y sus signos en el misterio profundo del amor del Padre.

Conversión pastoral

El objetivo de la conversión pastoral es la capacitación de toda la Iglesia para que sea misionera. Esto solo será posible si la pastoral de la Iglesia consigue efectivamente que los bautizados vivan y comuniquen la experiencia del encuentro con Jesucristo y lo que esto conlleva para la vida de cada día.

Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos ‘discípulos’ y ‘misioneros’, sino que somos siempre ‘discípulos misioneros’” (EG 120).

Todo cristiano debería preguntarse sobre el recuerdo que tiene del encuentro con Jesús

Acentos de una nueva evangelización

Dolores Ros propuso una serie de acentos, propuestos por el Papa Francisco, para una nueva evangelización: 

Una Iglesia “en salida misionera”, que propone que nuestras comunidades y templos se encuentren con las puertas abiertas, pero no solo para que el que está fuera entre, sino para que “podemos nosotros salir de los hermanos, los grupos, la gente…para comunicar esa experiencia de salvación que hemos recibido del Señor Jesús”.

Otro aspecto, también propuesto por el Papa Francisco, es que tal evangelización se realice “bajo el signo de la misericordia”. “La nueva evangelización ha de usar el lenguaje de la misericordia, hecho de gestos y de actitudes antes que de palabras” (Francisco 14-10-2013).

Y, en tercer lugar, el diálogo, que evoca a la Iglesia como “laboratorio” de diálogo”: “La Iglesia debe entrar en diálogo con el mundo que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio” (ES 34).

2. UNA IGLESIA SINODAL

En la segunda parte de su charla, Dolores Ros se refirió al acento relativo a la “Iglesia sinodal”. Inició esta segunda parte con las palabras del Papa Francisco: “el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” (Francisco 17 – octubre- 2015). 

La concepción sinodal de la Iglesia parte de la eclesiología del Pueblo de Dios destaca la común dignidad y misión de todos los bautizados en el ejercicio de la multiforme y ordenada riqueza de sus carismas, de su vocación, de sus ministerios.

Explicó que la sinodalidad indica la específica forma de vivir y obrar de la Iglesia Pueblo de Dios que manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en el participar activamente de todos sus miembros en su misión evangelizadora.(Cf CTI nn. 6, 9, 46, 53). “Es precisamente todo el pueblo de Dios el que se siente comunidad, siente que camina con los otros, tiene que reunirse para contrastar en asamblea y eso para realizar la misión que tiene encomendada”. “La Iglesia no tiene ningún sentido si no es para evangelizar”. 

En conformidad con la enseñanza de la Lumen gentium, el papa Francisco destaca en particular que la sinodalidad nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el mismo ministerio jerárquico y que, sobre la base de la doctrina del sensus fidei fidelium, todos los miembros de la Iglesia son sujetos activos de la evangelización. Se sigue de esto -señaló- que la puesta en acción de una Iglesia sinodal es el presupuesto indispensable para un nuevo impulso misionero que involucre a todo el Pueblo de Dios.

“No debemos olvidar que el protagonista de este proceso es precisamente el Espíritu Santo”, señaló: “la acción del Espíritu en la comunión del Cuerpo de Cristo y en el camino misionero del Pueblo de Dios es el principio de la sinodalidad”. “Si las imágenes de la Iglesia que hemos visto estos días es realidad, esto debe traducirse en un reunirnos juntos, en un caminar juntos…, todo ello dirigido a la misión”. 

“El don del Espíritu Santo, único y el mismo en todos los Bautizados, se manifiesta de muchas formas: la igual dignidad de los Bautizados; la vocación universal a la santidad; la participación de todos los fieles en el oficio sacerdotal, profético y real de Jesucristo; la riqueza de los dones jerárquicos y carismáticos; la vida y la misión de cada Iglesia local”, señaló Ros. “El Espíritu es el que va haciendo descubrir a los bautizados que están llamados a la santidad, llamados a ser sacerdotes, profetas y reyes, a ofrecer lo que tienen y lo que son no solo para la construcción de la Iglesia sino para la misión de la Iglesia”. 

“En la Iglesia, la sinodalidad no debe quedarse en algo puntual sino que se debe vivir al servicio de la misión”, señaló.  Todo el Pueblo de Dios es el sujeto del anuncio del Evangelio. En él, todo Bautizado es convocado para ser protagonista de la misión porque todos somos discípulos misioneros. “Si creemos en una Iglesia sinodal, ello nos lleva inexcusablemente al anuncio misionero y a una nueva evangelización”.

Dolores Ros: “En la Iglesia, la sinodalidad no debe quedarse en algo puntual sino que se debe vivir al servicio de la misión”

La Iglesia está llamada a activar en sinergia sinodal los ministerios y carismas presentes en su vida para discernir, en actitud de escucha la voz del Espíritu, los caminos de la evangelización”.

“Mientras que el concepto de sinodalidad se refiere a la corresponsabilidad y a la participación de todo el Pueblo de Dios en la vida y la misión de la Iglesia, el concepto de colegialidad precisa el significado teológico y la forma de ejercicio del ministerio de los Obispos en el servicio de la Iglesia particular confiada al cuidado pastoral de cada uno, y en la comunión entre las Iglesias particulares en el seno de la única y universal Iglesia de Cristo, mediante la comunión jerárquica del Colegio episcopal con el Obispo de Roma”.

Sobre el fundamento de la doctrina del sensus fidei del Pueblo de Dios y de la colegialidad sacramental del episcopado en comunión jerárquica con el Papa, se puede profundizar la teología de la sinodalidad.

La dimensión sinodal de la Iglesia expresa el carácter de sujeto activo de todos los bautizados y al mismo tiempo el rol específico del ministerio episcopal en comunión colegial y jerárquica con el Obispo de Roma.

La sinodalidad implica el ejercicio del sensus fidei de la universitas fidelium (todos), el ministerio de guía del colegio de los Obispos, cada uno con su presbiterio (algunos), y el ministerio de unidad del Obispo y del Papa (uno). Resultan así conjugados, en la dinámica sinodal, el aspecto comunitario que incluye a todo el Pueblo de Dios, la dimensión colegial relativa al ejercicio del ministerio episcopal y el ministerio primacial del Obispo de Roma. “Es importante sentirnos en esta especie de dinámica sinodal, en la que todos caben”.

La sinodalidad, dimensión constitutiva de la Iglesia

Explicó Ros que la sinodalidad designa ante todo el estilo peculiar que califica la vida y la misión de la Iglesia expresando su naturaleza como el caminar juntos y el reunirse en asamblea del Pueblo de Dios convocado por el Señor Jesús en la fuerza del Espíritu Santo para anunciar el Evangelio.

Esta realidad debe expresarse en el modo ordinario de vivir y obrar de la Iglesia. Se realiza mediante la escucha comunitaria de la Palabra y la celebración de la Eucaristía, la fraternidad de la comunión y la corresponsabilidad y participación de todo el Pueblo de Dios, en sus diferentes niveles y en la distinción de los diversos ministerios y roles, en su vida y en su misión.

La conversión para una sinodalidad renovada

Tomada del documento “La sinodalidad en la vida y misión de la Iglesia”, de la Comisión Teológica Internacional, la ponente propuso algunas pautas para la conversión hacia una sinodalidad renovada: 

a. La activación, a partir de la Iglesia particular y en todos los niveles, de la circularidad entre el ministerio de los Pastores, la participación y corresponsabilidad de los laicos, los impulsos provenientes de los dones carismáticos según la circularidad dinámica entre “uno”, “algunos” y “todos”;

b. la integración entre el ejercicio de la colegialidad de los Pastores y la sinodalidad vivida por todo el Pueblo de Dios como expresión de la comunión entre las Iglesias particulares en la Iglesia universal;

c. el ejercicio del ministerio petrino de unidad y de guía de la Iglesia universal por parte del Obispo de Roma en la comunión con todas las Iglesias particulares, en sinergia con el ministerio colegial de los Obispos y el camino sinodal del Pueblo de Dios;

d. la apertura de la Iglesia católica hacia las otras Iglesias y Comunidades eclesiales en el compromiso irreversible de caminar juntos hacia la plena unidad en la diversidad reconciliada de las respectivas tradiciones;

e. la diaconía social y el diálogo constructivo con los hombres y las mujeres de las diversas confesiones religiosas y convicciones para realizar juntos una cultura del encuentro. Cf CTI nn. 106).

La realización de la sinodalidad en la Iglesia

Una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión, para lo que se necesitan: 

  1. Estructuras
  2. Procesos eclesiales
  3. Acontecimientos sinodales

“El Sínodo ha supuesto un acontecimiento sinodal (hacer grupos, discutir, conclusiones…) y todo ello se configura como un proceso”. “Pero es necesario también añadir la perspectiva de la estructura”. Del Sínodo de Zaragoza de los años 80 -recordó- salieron la creación de los diferentes consejos y asambleas diocesanas. “Es necesario dotarnos de la estructura básica para favorecer el dinamismo sinodal. 

Dolores Ros: “Hemos vivido un acontecimiento sinodal con la creación de los grupos sinodales y la reflexión propiciada por los mismos, en el seno de un proceso sinodal como es el Sínodo sobre la Sinodalidad, pero es necesario no olvidar la perspectiva de las estructruas para favorecer un verdadero dinamismo sinodal”. 

Es importante también la formación para la vida sinodal, señaló. La participación en la vida de la Iglesia centrada en la Eucaristía y en el Sacramento de la Reconciliación; el ejercicio de la escucha de la Palabra de Dios para entrar en diálogo con ella y traducirla en actos de la vida; la adhesión al Magisterio en sus enseñanzas de fe y moral; la conciencia de que unos son miembros de los otros como Cuerpo de Cristo y de ser enviados a los hermanos, comenzando por los más pobres y marginados.

Se trata de comportamientos compendiados en la fórmula sentire cum Ecclesia: Concretamente, se trata de hacer emerger la espiritualidad de comunión «como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades» (NMI 43).

Escucha y diálogo para el discernimiento comunitario

El discernimiento comunitario implica la escucha atenta y valiente de los «gemidos del Espíritu» (cfr. Rom 8,26) que se abren camino a través del grito, explícito o también mudo, que brota del Pueblo de Dios: «escucha de Dios, hasta escuchar con él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama».

Los discípulos de Cristo deben ser «contemplativos de la Palabra y también contemplativos del pueblo».

El discernimiento se debe realizar en un espacio de oración, de meditación, de reflexión y del estudio necesario para escuchar la voz del Espíritu; mediante un diálogo sincero, sereno y objetivo con los hermanos y las hermanas, atendiendo a las experiencias y problemas reales de cada comunidad y de cada situación; en el intercambio de los dones y en la convergencia de todas las energías en vista a la edificación del Cuerpo de Cristo y del anuncio del Evangelio. (CTI  114).

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