El pasado lunes, 3 de diciembre, tuvo lugar una nueva sesión del curso anual del Instituto Diocesano de Estudios Teológicos para Seglares, esta vez, a cargo de D. Rubén Ruiz Silleras, Vicario General de la Archidiócesis de Zaragoza y profesor de Biblia en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón, bajo el título: «Evangelios: Cada uno su cultura. Todos la misma fe«.
A continuación incluimos una transcripción no literal de su ponencia:
- El Evangelio, la Iglesia y la cultura
Si abordamos al contexto cultural de cada uno de los cuatro evangelios canónicos, ya sabemos que los evangelios son libros de fe, transmiten una experiencia de fe.
Por otra parte, el bagaje literario que contienen los evangelios se conforman sobre elementos históricos, sociológicos y culturales. Nos centraremos en ese componente cultural de cada uno de los cuatro evangelios.
Es cierto que los cuatro evangelios canónicos se mueven en un sustrato cultural e histórico común en tanto que fueron compuestos en un periodo de tiempo de una generación configurada entre cuarenta o cincuenta años. Aunque cada uno de ellos presenta alguna peculiaridad.
Debemos recordar que el principal objetivo de los evangelios no es ser un “manual cultural” del siglo primero, sino servir de instrumento escrito para contar una experiencia de aquel que la transmite.
Para esta comunicación he tomado como fuente el documento “Para una pastoral de la cultura”, del Pontificio Consejo de la Cultura, del año 1999.
En este documento se señala que “el proceso de encuentro y confrontación con las culturas es una experiencia que la Iglesia ha vivido desde los comienzos de la predicación del Evangelio”. Esta reflexión nos sitúa en el momento de los evangelios en encuentro y confrontación con las culturas concurrentes en el momento de su configuración. El propio documento del año 1999 recuerda que “es propio de la persona humana el no acceder a su plena y verdadera humanidad si no es a través de la cultura”. “Nunca la Iglesia puede dar la espalda a la cultura, ya que el fenómeno cultural supone una característica fundamental para que podamos alcanzar la verdadera condición humana. Si esto es así, la Sagrada Escritura y la Iglesia no podían y no pueden obviar todo lo que es humano. “La cultura tiene que ser un vehículo para que los que creemos a Jesús nos sirva para la evangelización”. Este sería el “pórtico” de la conferencia.
«La Iglesia nunca puede dar la espalda a la cultura, ya que el fenómeno cultural supone una característica fundamental para que podamos alcanzar la verdadera condición humana».
- El Evangelio de Marcos
El evangelio de Marcos es el primer evangelio. Se difunde muy pronto y es muy breve (16 capítulos). Se pone por escrito en una fecha muy temprana y su urgencia se dirige a evangelizar y explicar quién es Jesús. Este evangelio se va a extender muy pronto por las comunidades cristianas de la primera hora. Es un Evangelio que no está dirigido directamente a los judíos sino a los paganos. Los destinatarios de este evangelio viven en una situación de hostilidad, de peligro. Estamos en los primeros momentos de expansión del cristianismo. Es la explicación del llamado “secreto mesiánico”. Interesa dar a conocer quién es Jesús pero evitar confusiones sobre su persona: no es un “mago itinerante” que “hace milagros”. Predomina la precaución y la prevención, en época de persecución y de incomprensión hacia los cristianos. En el Evangelio de Marcos hay un elemento cultural muy singular, de matiz sociológico: es la “casa”, el “hogar”. Es un cristianismo todavía muy incipiente, minoritario, marginal. Por ello, el contexto del Evangelio de Marcos es precisamente ese: el espacio físico de la casa, el ámbito social de la familia. Por eso, en la casa, en la intimidad del hogar, es a donde Jesús envía a sus discípulos, a las casas. Para Marcos, el concepto de “familia” es muy importante, y lo va a ampliar: es la escena en que sus discípulos le dicen a Jesús, “Señor, están aquí tu madre y tus hermanos”, pero Él contesta: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”. Por tanto, el concepto de familia que Jesús va a proponer en el evangelio de Marcos conforma, en puridad, un elemento cultural porque la familia forma parte de la cultura de cada tiempo y de cada pueblo. Es un concepto ampliado porque ya no se es miembro de la familia de Jesús por la sangre, sino por la obediencia y el cumplimiento de la palabra de Dios. Como se hacen las cosas en la familia y en el hogar, en la cercanía, este elemento social que nos propone el evangelio de Marcos nos lanza un desafío a la iglesia actual o a todos nosotros, que somos la Iglesia. Este elemento cultural, el de Marcos, que no es excluyente de otros ni es exhaustivo pero si este elemento que nos estamos fijando nos habla de esa comunidad pequeña, la familia, la Iglesia doméstica. Nosotros que provenimos de una Iglesia de cristiandad, sociológicamente mayoritaria. Partimos de una Iglesia sin una experiencia de encuentro personal con Jesús, en la que “todos éramos católicos”. Si el evangelio de Marcos parte de este concepto cercano familiar, se dirige no solo a los judíos sino, especialmente, a aquellos que no conocen la fe, que no conocen a Jesús. “El mensaje de Marcos se dirige a recordarnos que, desde una actitud de esperanza y no de fracaso, la Iglesia tiene que ser una Iglesia de familia”. “El ser menos nos sirve para ser más auténticos en el seguimiento de Jesús. El evangelio empezó con muy pocos. Nosotros debemos construir y vivir pequeñas comunidades. Ojalá que cada familia fuera una pequeña comunidad, una “iglesia doméstica”.
“El mensaje de Marcos se dirige a recordarnos que, desde una actitud de esperanza y no de fracaso, la Iglesia tiene que ser una Iglesia de familia”.
- Evangelio de Mateo
El evangelio de Mateo, a diferencia del de Marcos, fue el evangelio más citado y comentado en los primeros siglos de la Iglesia. Los grandes Padres de la Iglesia lo comentaron y se encuentra en el primer lugar de los evangelios en nuestras Biblias, no porque fuera el primero en ser escrito sino porque desde el principio se le consideró un evangelio importante por su carácter catequético y por su carácter petrino.
El contexto sociocultural de la Iglesia de Mateo ya ha dado un paso más adelante: las comunidades ya empiezan a estar formadas y ahora, después de la urgencia de presentar a Jesús, es importante ordenar la enseñanza de Jesús. El evangelio de Mateo es un evangelio muy querido por los catequistas porque es un gran evangelio que se inserta en un nuevo contexto cultural social y eclesial. Es un evangelio más sistemático, configurado en cinco grandes discursos: Mateo es un gran catequista porque en esos cinco grandes discursos de aborda la enseñanza de Jesús para un contexto cultural nuevo.
Los cuatro evangelios van a estar en un área geográfica distinta. Si culturalmente todos se mueven en un mismo arco temporal (desde el 70 d.C al 110 d.C, aproximadamente), desde el punto de vista geográfico, Marcos escribe en la Península italiana (quizás en la capital), Mateo nos lleva a Antioquía de Siria (Palestina), Lucas en Grecia y Juan en Asia Menor, quizás Éfeso (hoy Turquía).
«Los cuatro evangelios van a estar en un área geográfica distinta. Si culturalmente todos se mueven en un mismo arco temporal (desde el 70 d.C al 110 d.C, aproximadamente), desde el punto de vista geográfico, Marcos escribe en la Península italiana (quizás en la capital), Mateo nos lleva a Antioquía de Siria (Palestina), Lucas en Grecia y Juan en Asia Menor, quizás Éfeso (hoy Turquía)».
El de Mateo es un contexto sirio-palestino, se dirige a los judíos, por eso, hay muchas citas del antiguo testamento. Es un evangelio muy pendiente de la Torá, porque sus destinatarios, muchos de ellos, son judíos. Va a presentar al Mesías conforme a las tradiciones del Pueblo de Israel. Pero Mateo también se dirige a personas que no son judías, por eso Mateo se mueve, como Lucas, en un contexto griego, helenista.
Por lo tanto, los dos evangelios, Lucas y Mateo, van a añadir a sus «historias sobre Jesús”, una que son los evangelios de la infancia, debido a que los grandes héroes de las culturas clásicas antiguas tenían biografías que se iniciaban con la historia de su nacimiento. Como Mateo y Lucas quieren dirigir su idea sobre Jesús a un auditorio que está acostumbrado a una cultura distinta, nos transmiten también un inicio de la vida de Jesús en esos evangelios de la infancia. Es llamativo como Mateo también le va a dar mucha importancia al elemento de la ética: el evangelio de las bienaventuranzas, la superación de la “Ley del Talión”. Si tenemos que cumplir la palabra de Dios, si tenemos que vivir como Jesús vivió, necesitamos una ética. En los cinco discursos de Mateo vamos a encontrar en los cinco grandes muchos elementos de cómo vivir a imagen de Jesús.
Otro elemento de los elementos importantes del evangelio de Mateo es esa “doble alma” que concurre en el texto; por un lado, el alma judía, en tanto que el texto se dirige a “ganar a los judíos para la causa de Jesús”. Por eso, hace expresa referencia a sus tradiciones y las leyes del Antiguo Testamento. Y a la vez, el evangelio de Mateo asume un “alma universal”, un horizonte universalista. Prueba de ello es su final, con las palabras del mandato de Jesús: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guarda todo lo que yo os he mandado. Y estad seguros que yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20). Jesús abre su mandato misionero a todas las gentes. Por eso, Mateo está lleno de elementos culturales judíos pero también de elementos universales, plasmados en distintos personajes (la mujer cananea, el centurión). Personajes, aun no siendo judíos, son propuestos como modelos: “modelos de no cristianos para cristianos”. En relación con la propia expresión que hace tiempo propuso el Papa Francisco, una “Iglesia en salida”, fijarnos en el contexto cultural en el que nació el evangelio y en el que se desenvuelve, un contexto judío, como es el sirio-palestino, en Antioquía de Siria, en el que se concentró un pequeño grupo de cristianos, huyendo de Jerusalén, donde ese grupo poco a poco fue creciendo y donde, se dice, se llamó a los cristianos, por primera vez, “discípulos de Cristo”. Para aquellos cristianos hubiera sido más cómodo dirigirse exclusivamente a los judíos para predicar a Jesús, pero optaron por predicar el mensaje del Evangelio a aquellas personas que no eran judíos. Este desafío puede trasladarse igualmente a la actualidad, donde se nos llama a ofrecer el Evangelio a los ausentes, desde la humildad y la cercanía y no desde la superioridad. El reto de una “Iglesia en salida” se ofrece más significativa mirando a nuestros mayores de los primeros tiempos de la Iglesia. Para ellos sería más fácil anunciar a Jesús aun en un ambiente no creyente, hostil. “Conviene, a veces, salir de nosotros mismos. Por ello, debemos escuchar especialmente a aquellos cristianos que han vivido en otros países, cuando cuentan sus vivencias y su experiencia. Otros lugares donde existe mucha ilusión por Jesús».
En el Evangelio de Mateo se vislumbra una doble alma; judía y pagana; que nos recuerda que también hoy la Iglesia debe convertirse en «Iglesia en salida»
- Evangelio de Lucas
Respecto al evangelio de Lucas, lo más relevante desde el punto de vista cultura se encuentra en el hecho de que fue escrito posiblemente en algún lugar de la Península de Acaya, en Grecia, situándose en un contexto totalmente ajeno a la noticia de Jesús. En Lucas, el nacimiento de Jesús se sitúa en conexión con un decreto del Emperador Augusto, siendo Quirino gobernado de Siria. El comienzo de la actividad de Júan y de Jesús la sitúa en el año 15 del emperador Tiberio. Este es el mundo en el que se enclava Lucas, el del Imperio en el que la autoridad es el César y que se muestra muy pendiente de presentar de una forma positiva a las autoridades que condenaron a Jesús. Ello hace pensar que Lucas quiere defender al naciente movimiento cristiano de una acusación: los cristianos eran peligrosos para el Imperio. Este pequeño grupo debían encontrar un equilibrio entre salvaguardar algunas de las obligaciones como ciudadanos del Imperio pero no apostatar de la fe en Jesucristo. Es la época de las grandes persecuciones. Este grupo debía vivir en una sociedad, en una cultura, en un sistema político ya creado, previo. En este contexto, Lucas exhorta a transmitir a los destinatarios del texto a vivir la fe bajo el Imperio, bajo la convicción de que no hay más Dios que el Dios de Jesucristo. Por una parte, vamos a ver una presentación amable del Imperio (San Pablo diría que hay que pedir por las autoridades); pero, al mismo tiempo, debe quedar muy claro que Jesús es el único Señor (por ello, Lucas atribuye insistentemente el título de kyrios a Cristo, en contraposición con la atribución del mismo título por el César).
Por una parte, en el evangelio de Lucas vamos a ver una presentación amable del Imperio Romano; pero, al mismo tiempo, se constata su mensaje de que Jesús es el único Señor
El ponente recordó la carta a Diogneto (S. II):
Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.
Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho. Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida.Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo.Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida.Los.judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad. Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo.El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres. El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente mortificados, se multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito desertar.« |
La carta a Diogneto es un escrito de la mitad del siglo segundo después de Cristo, escrito por una persona de las primeras generaciones que habla precisamente de esta intuición, la que Lucas quiere destacar: presentar a los cristianos que deben vivir en el mundo: no se distinguen de los demás hombres ni por el lugar en el que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres; los cristianos no tienen ciudades propias ni utilizan una hablar insólito ni llevan un género de vida distinto a los demás. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y a la especulación de hombres estudiosos ni profesan como otros una enseñanza basada en la autoridad de los hombres sino la de Dios viven en ciudades griegas y bárbaras. Nosotros hemos nacido en España pero podríamos haber nacido en cualquier otro lugar del mundo y podríamos ser cristianos allí donde viviéramos. Lucas pretende defender a este movimiento cristiano para que no se convierta en un movimiento marginal y perseguido. “Hoy vivimos en el mundo pero tenemos que evangelizar o ser testigos en la cultura que nos toca”, como lo hicieron aquellos cristianos a los que se refiere la Carta. “Esta es la sociedad en la que nos ha tocado vivir y en la que nos toca trabajar y anunciar el Evangelio”.
“Esta es la sociedad en la que nos ha tocado vivir y en la que nos toca trabajar y anunciar el Evangelio”
- Evangelio de Juan
El Evangelio de Juan es distinto del resto. Denota una profunda espiritualidad. Fue escrito, muy posiblemente, en un contexto muy lejano culturalmente al movimiento de Jesús porque el sistema griego en Asia menor es muy distinto al pensamiento judío palestino de Jerusalén. Los estudiosos señalan que, desde el punto de vista cultural, nos presenta una interpretación creativa de la historia. Juan es, posiblemente, el último de los apóstoles que conoce las presentaciones de Jesús y del movimiento cristiano del que se han hecho eco los primeros evangelios. Presenta un evangelio distinto, que pretende dialogar con la cultura griega, filosófica, como queda patente en su prólogo; un texto que utiliza términos filosóficos y abstractos y que supone que sus destinatarios ya han sido catequizados. Juan presenta la historia de Jesús de forma distinta.
Ninguno de los cuatro evangelios agota la figura de Jesús y la pluralidad de las voces y de los contextos históricos y culturales que nos hablan de Jesús nos hablan de las distintas formas de creer. No expresamos la fe en Jesús de forma idéntica los cristianos de la Europa occidental que los cristianos del África meridional. Es el mismo Jesús pero no nos expresamos igual porque las culturas, las formas de hablar, las prácticas son distintas.
Ninguno de los cuatro evangelios agota la figura de Jesús y la pluralidad de las voces y de los contextos históricos y culturales que nos hablan de Jesús nos hablan de las distintas formas de creer. Por eso, en el crisol de los cuatro evangelios y en su distinto escenario histórico y cultural muestra algo hermoso: el necesario uso de la cultura para la transmisión de la fe.
6. El necesario uso de la cultura para la transmisión de la fe
Hemos viajado desde Turquía, a Italia, a Grecia, a Siria, Palestina… En el año 1985, San Juan Pablo II lanzaba este desafío a los miembros del Consejo Pontificio para la Cultura: “debéis ayudar a la iglesia a a responder a esas cuestiones fundamentales para las culturas actuales: ¿Cómo hacer accesible el mensaje de la Iglesia a las culturas nuevas, a las formas actuales de la inteligencia y de la sensibilidad? ¿Cómo la Iglesia de Cristo puede hacerse entender por el espíritu moderno, que se ufana de sus realizaciones y a la vez se preocupa por el futuro de la familia humana? ¿Quién es Jesucristopara los hombres y las mujeres de hoy?”.
Aunque pueda parecer que desde entonces no hemos avanzado lo suficiente, lo cierto es que, en definitiva, en las culturas y en las grandes sociedades, los cambios no son fruto de una tarde. A veces los grandes cambios han costado generaciones enteras. Por lo tanto, esta pregunta, este desafío para la Iglesia nos sigue interpelando hoy.
En el Plan Pastoral VITA de este curso, donde se fijan los objetivos y medios para la evangelización de la Diócesis, se prevé expresamente en el punto 54, cuando se habla de que los destinatarios de los evangelios son los ausentes y los alejados, habla de un elemento cultural muy sencillo y concreto: la evangelización desde el arte y el patrimonio. Si nuestra fe sigue viva, toda esa herencia cultural no muere sino que se encuentra presente en las catedrales, en los iconos, en la música, en la pintura, en la literatura. Toda esta realidad cultural es un destello del Espíritu de Dios; la vivencia de las cosas visibles nos conduce a las invisibles y a través de los ojos se puede llegar al alma. Hay un texto del Libro de la Sabiduría que a mí me gusta muchísimo, es Sb, 13, 5: “de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor”. Contemplar a su Creador, contemplando las criaturas.
Recuerda, por último, la catequesis del Papa Francisco del miércoles último (29 de noviembre), precisamente dedicado a la cultura: “Casi siempre se oye hablar mal del hoy. Cierto, entre guerras, cambios climáticos, injusticias planetarias y migraciones, crisis de la familia y de la esperanza, no faltan motivos de preocupación. En general, el hoy parece habitado por una cultura que pone al individuo por encima de todo y la técnica en el centro de todo, con su capacidad de resolver muchos problemas y sus gigantescos progresos en muchos campos. Pero al mismo tiempo esta cultura del progreso técnico-individual lleva a afirmar una libertad que no quiere ponerse límites y se muestra indiferente hacia quien se queda atrás. Y así entrega las grandes aspiraciones humanas a las lógicas a menudo voraces de la economía, con una visión de la vida que descarta a quien no produce y le cuesta mirar más allá del inmanente. Podríamos incluso decir que nos encontramos en la primera civilización de la historia que globalmente trata de organizar una sociedad humana sin la presencia de Dios, concentrándose en enormes ciudades que se mantienen horizontales, aunque tengan rascacielos vertiginosos”.
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