Lecturas

Hechos 4, 8-12  –  Salmo 117  –  1ª Juan 3, 1-2

Juan 10, 11-18:  En aquel tiempo dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»

Comentario

EL BUEN PASTOR DA LA VIDA POR LAS OVEJAS

 4º domingo de Pascua

En el contexto de la Pascua, el evangelio de este domingo nos ofrece la imagen de Jesús, buen pastor. Esta imagen posee un gran valor pedagógico pues en la mente de los oyentes de Jesús estaba la rutina diaria de un pueblo eminentemente ganadero que conducía sus rebaños diariamente, de los que vivía, camino de los buenos  pastos. La imagen del pastor guiando, y la del rebaño siguiendo a su pastor con mimetismo absoluto, revela la inmensa agudeza de Jesús para utilizar ejemplos muy gráficos que pertenecían a la vida y cultura diaria del pueblo. La imagen es también fruto de la confrontación de Jesús con los fariseos. Hay quienes viven y trabajan por interés, como los guías del pueblo, y hay quienes lo hacen, como Jesús, amando, dando la vida. Jesús da a los suyos, dice él, una vida eterna.

La imagen del pastor conduciendo su rebaño está profundamente arraigada en la cultura de los arameos nómadas. Se trata de una civilización de pastores. La misma analogía es utilizada para explicar la autoridad sobre los hombres.  El pastor es jefe y compañero, es un ser fuerte capaz de defender el rebaño contra los animales salvajes.  Conoce la situación de las ovejas y las cuida, llevándolas en sus brazos si es preciso. Yahvé guía al pueblo como pastor que conduce a su rebaño. Pastores son también los guías de Israel. Pero no siempre son fieles. La imagen se hace muy expresa en el evangelio de Juan. Jesús es la “puerta” que da acceso a los buenos pastos y también a la vida, la alternativa de la muerte. Él conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen a él. Él mismo se dice “buen pastor”, es decir, modelo de pastor. El pastor asalariado trabaja por la ganancia y el interés. Jesús da su vida por puro amor a los suyos. Conoce a sus ovejas como el Padre le conoce a él y él al Padre. Es un conocimiento basado en la identidad. Este mutuo conocimiento supone máxima familiaridad. La vida eterna, según Jesús, consiste en este conocimiento que él ofrece.

Jesús dice que tiene otras ovejas que no son de su redil, a las que tiene que conocer y conducir. Es una alusión al universalismo de su mensaje. El amor de Dios tiene como destinatario al mundo entero. Jesús es luz que viene a iluminar al mundo. Dios ha amado tanto al hombre que le ha dado a su propio Hijo para que todos se salven. Quiere que todos los hombres formen un solo rebaño y que todos tengan un mismo pastor. Jesús envía a sus discípulos a apacentar su rebaño. Siguiendo su ejemplo deben buscar la oveja descarriada y vigilar contra los lobos. A Pedro le confía Jesús apacentar sus ovejas. Los pastores, dirá Pedro, han de ser modelos del rebaño al que deben guiar no por interesada ganancia, sino por amor, dando la vida.

La imagen de Jesús como modelo de pastor, tiene hoy una validez extraordinaria. Vivimos una época en que la humanidad entera vive como rebaño amenazado y disperso. Ello obedece a que el mundo carece, cada vez más, de buenos pastores. Las vocaciones están hoy bajo mínimos. La crisis de fe constituye hoy el azote jamás conocido en la historia del cristianismo. El distanciamiento entre fe y cultura representa la mayor crisis de la comunidad cristiana, mucho más nefasta que el desgarro ortodoxo o la escisión protestante. El problema de ayer fue convertir a los paganos. El de hoy es cómo reinsertar el cristianismo verdadero en la vieja cristiandad. Se trata de evangelizar la nueva cultura de hoy. Según Juan  Pablo II esto requiere una evangelización totalmente nueva. O evangelizamos la nueva cultura, o la cultura actual hará paganos a los cristianos.

Ser pastor hoy requiere conocer bien a las ovejas y planificar la guía y conducción con mucho amor y acierto. Exige un esfuerzo singular. La pregunta más imperiosa que hoy podemos y debemos hacernos los cristianos, sobre todo obispos y sacerdotes, es cómo injertar el evangelio en la nueva cultura actual. Sería suicida no hacerlo. El problema es que la humanidad ha entrado en una nueva cultura, un nuevo lenguaje, y la evangelización actual es ajena a ello.  Las formas de religiosidad tradicionales son incompatibles con el lenguaje del hombre de hoy. Se precisa de una nueva inculturación de la fe. El encuentro entre fe y hombre moderno permanece bloqueado. Son muchas las causas. Seguimos ofreciendo verdades arcaicas en lugar de ofrecer testimonio y salvación. Vivimos en el ayer más que en el hoy. Las celebraciones de la fe y la vida real van por caminos divergentes. No insertamos en ellas con fuerza más firme y general los problemas del hambre, de la ignorancia, el paro, la emigración, los desequilibrios sociales, la pandemia, las injusticias y guerras, ni ofrecemos un mensaje claro y fascinante sobre el sentido trascendente del hombre. No convencemos a muchos diciendo que sin absoluto peligra la identidad del hombre. El hombre actual rechaza las verdades absolutas. Mundo e Iglesia hablan distintos lenguajes y poseen valores diferentes. Debemos discernir lo inservible y asumir lo necesario y urgente. Tendríamos que ser más testigos que maestros. Deberíamos  seducir, atraer, fascinar, convencer desechando tanto legalismo y predicar buenas noticias, evangelio, salvación, sanación, servicio. Las fórmulas de la liturgia deberían corresponder no al medievo, sino al lenguaje y problemática actual. El misal debería hablar mucho más del Padre misericordioso que del Dios todopoderoso. Utilizamos en exceso el pecado y el castigo, y no educamos suficientemente la libertad. Preferimos coaccionar y obligar a fascinar. Los valores humanos más salientes caen fuera de nuestra exhortación y parenética: apenas hablamos del amor humano, la gratuidad, la política, la solidaridad, el perdón, la belleza, los ideales, el trabajo, la economía, la cultura. Con una cultura vieja y en desuso no podemos enfrentarnos al hombre moderno. Debemos repensar lo que significa hoy ser pastores y conocer la realidad mejor.

Dicen las estadísticas actuales que el número de creyentes en España ha descendido al 26`6%. Que entre jóvenes de 18 a 24 años el 50% se declara increyente. Que el 80% de los matrimonios no son ya religiosos. Que el 33% del alumnado de primaria no se inscriben ya en la religión. Lo que hoy anda en crisis es nuestra forma de pastor y de pastoreo. El Señor, buen pastor, nos ayude a pastorear con acierto.

Francisco Martínez

www.centroberit.com

email.berit@centroberit.com

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *