Lecturas
1ª Reyes 19, 16b. 19-21 – Salmo 15 – Gálatas 5, 1. 13-18
Lucas 9, 51-62:
Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno:
«Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
«Sígueme».
El respondió:
«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».
Jesús le contestó:
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
TE SEGUIRÉ DONDE QUIERA QUE VAYAS
2022 Domingo 13 ordinario
El pueblo semita poseyó siempre un agudo sentido del camino. Durante mucho tiempo vivió en situación nómada. Lo suyo era caminar. El Éxodo constituyó para él un suceso paradigmático. Durante siglos la espiritualidad del caminar se identificó con la observancia de la Ley. Era la entraña misma de la mentalidad y de la espiritualidad judía. Jesús mismo se denominó a sí mismo “camino” al definir su identidad mesiánica.
Jesús conocía Jerusalén desde su presentación en el templo y posteriores visitas al mismo. Pero Lucas, en el evangelio de hoy, da una significación especial cuando habla de una especial decisión personal de Jesús de subir a Jerusalén. Es un extraño y singular viaje como “Siervo de Yahvé” y como “Varón de dolores”. Este viaje quedó definido precisamente como “camino de Galilea a Jerusalén”. Es el viaje del rechazo samaritano a Jesús y a sus acompañantes, a su proyecto de la predicación del Reino. Y también el viaje de su ejecución pública en Jerusalén.
Jesús y su grupo experimentaron al pasar por Samaría el rechazo violento de los samaritanos. Les negaron la acogida y el alojamiento. Santiago y Juan pretendieron corresponderles con los castigos del cielo, en el más puro estilo del Dios vengativo y belicoso del Antiguo Testamento. Es evidente que caminaban con Jesús, pero no con su espíritu. El Maestro, desde su nacimiento en Belén, supo lo que era el rechazo de la posada para él y su familia, y ya entonces lo sufrió con mansedumbre, sin responder al mal con el mal.
El camino de Jesús de Galilea a Jerusalén es su camino y el de cada uno de nosotros. Es camino universal y obligado. Es también un camino de libertad. A Jesús nada le obliga sino el amor a la humanidad. Libremente se encarnó naciendo de María y haciéndose nuestro hermano. Libremente se dejó conducir por el Espíritu al desierto de las tentaciones. Libremente llevó una vida itinerante sin casa ni acomodo propio, y aceptó la pasión y la muerte en la cruz. Libremente se hizo nuestro esclavo: “Para vivir en libertad Cristo nos ha librado” (Gal 5,1).
Sin el amor como motivo y sin la libertad como ley, Jesús no hubiera completado su camino hasta el final. El amor y la libertad se necesitan mutuamente. El amor no se compra atando la libertad del prójimo, sino dejándole libre para corresponder gratuitamente. Los que hemos experimentado el regalo del amor de Dios –“él es el lote de mi heredad y mi copa” (Sl 15)-, no podemos mezclar el amor con el interés, ni la entrega a los demás con el control de sus voluntades. La libertad es el distintivo del amor verdadero.
Camino hacia la ciudad santa, Jesús propone su enseñanza a los discípulos, de forma que el camino geográfico se hace también camino interior y espiritual acerca de la entrada en el reino de Dios. El estilo de vida de los discípulos será el del mismo Jesús. El evangelio de hoy versa sobre cómo seguir a Jesús en verdad y radicalidad. Lucas insiste en la manera de vivir del maestro, con humildad y solidaridad extremas, haciéndose libremente maldición y pecado por nosotros con el fin de hacernos hijos de Dios. Este estilo de amor y entrega ha de ser también el de quienes quieran ser sus discípulos, viviendo con radicalidad y disponibilidad absolutas, yendo, como Jesús, de un lado hacia otro, donde lo imponga la necesidad o la oportunidad, sin domicilio propio, sin sentimientos de propiedad y estabilidad. La llamada de Jesús es libre, pues apela a la libertad. Lo cual significa, primero, que sin libertad no habría verdadero seguimiento. En segundo lugar, Jesús manifiesta que la entrega ha de ser radical y total, segura, incondicional, la de los verdaderos esclavos. San Pablo lo explica: “Habéis sido llamados por Cristo para vivir en libertad… no una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor” (Gal 5,13).
Reafirmando estos principios, Lucas refleja en su evangelio tres máximas pronunciadas por Jesús a aspirantes anónimos. Señalan las actitudes radicales de un verdadero seguimiento. Las menciona en un contexto imaginario, como palabras de Jesús que circulaban en el seno de la comunidad primera, en las que se quería subrayar la importancia singular de conocer a las claras el pensamiento de Jesús.
En el primer relato, una persona anónima se acerca a Jesús diciéndole que le seguirá a donde quiera que vaya. Jesús le dice que las zorras tienen madriguera y los pájaros nido, pero que el Hijo del Hombre no tiene ni donde reposar la cabeza, está siempre disponible, no goza de estabilidad. La itinerancia no sabe lo que son las seguridades y asume los riesgos de la intemperie. Seguir a Jesús requiere una expropiación y docilidad radical. Somos hijos de Dios y hermanos de los hombres. Esto es grande. Y ser coherentes con ello determina todo nuestro comportamiento.
Jesús dice a una segunda persona: “sígueme”, expresando el carácter inmediato del seguimiento. El interpelado no se niega. Pero impone un compás de espera. Y lo hace con un motivo de apariencia más que razonable. “Déjame primero enterrar a mi padre”. Ante este deseo Jesús sorprende fuertemente: responde “deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios”. Los exegetas interpretan. Unos: deja que los encargados se ocupen de enterrar a los muertos. Otros: deja que los indecisos, los tibios, los espiritualmente muertos, entierren a los físicamente muertos. Jesús habla de la prioridad absoluta de la misión que se impone como inapelable y urgente. Un tercer personaje se ofrece a Jesús expresando una disponibilidad condicionada: te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia. Jesús insiste en la radicalidad del seguimiento: quien decida seguirle no puede mirar atrás. Seguir a Jesús no puede ser expresión de un sentimiento pasajero. Exige sacrificar los sentimientos, hasta los más íntimos y personales: la seguridad personal, los mismos deberes filiales, los sentimientos y vínculos familiares. Se trata de la opción fundamental de la vida, del seguimiento supremo, el del Absoluto.
En fecha reciente una universidad americana realizó una serie de encuestas a través de las cuales llegó a la conclusión de que las personas mienten doscientas veces al día. Emplean la mentira con frecuencia los políticos, los vendedores… Todos solemos decir “lo siento”, “me alegra mucho verle” … cuando en realidad nos importa todo un comino. El psicólogo que dirigió la investigación llegó a la afirmación de que la mentira es crucial para el funcionamiento de la sociedad. La sociedad actual sería terrible si la gente se pusiera de acuerdo y empezara a decir la verdad. Aquellos que lo hicieran serían considerados subversivos. Hay mentiras que por habituales son tenidas como verdades o costumbres legítimas. Y esto es así incluso cuando oramos. Muchas oraciones, jaculatorias, salmos que recitamos a diario no responden a lo que tenemos en el corazón. Memorizamos más que pensamos. Decimos lo que no sentimos. La realidad llega a la parodia cuando en una Iglesia, o asamblea, los discos sustituyen a los creyentes. Mentimos y no nos damos cuenta de ello.
Dios nos ayude a ser sinceros y totales.
Francisco Martínez
www.centroberit.com
e-mail: berit@centroberit.com
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