El pasado día 21 de enero tuvo lugar una nueva sesión del Curso “Los sacramentos de la Iglesia”, del Instituto Diocesano de Estudios Teológicos para Seglares, esta vez a cargo de D. Armando Cester, Doctor en Teología, con la ponencia «Los pobres como sacramento/encuentro con Cristo«.
Introducción: Importancia de la categoría «descenso a los infiernos» en los contextos de pobreza de nuestro cuarto mundo
El ponente inició su presentación con una reflexión sobre el concepto de “liberación” y “salvación”, desde una hermenéutica que parte de la “teología de la liberación” pero con un planteamiento más abierto. El ponente propone utilizar el término “salvación” omnicomprensivo de ambos conceptos. En ocasiones, se han diferenciado tales conceptos, el primero enfocándolo para cuestiones más terrenales, el segundo reservándolo a perspectivas más espirituales, distinción que considera discutible.
Parte de la realidad de que nuestro “cuarto mundo” es ateo, irreligioso, indiferente a la religión, podríamos aplicar la categoría de “descenso a los infiernos”, como hizo el propio Cristo, para, “en la aparente ausencia de Dios”, poder acompañarlos. Esta situación de indiferencia religiosa contrasta con lo que ocurre en el llamado “tercer mundo”, en el que lo religioso sigue siendo una realidad muy patente y generalizada.
El profundo significado teológico de los pobres: lugar de encuentro teológico, de encuentro con Cristo, con Dios.
Indicó Center que «hoy es evidente que la acción caritativa de la Iglesia, que busca humanizar a los pobres y con los pobres “es la forma más significativa de afirmar y de vislumbrar a Jesucristo”. “Cuando nosotros hacemos acción social -señaló el ponente- es la manera que permitimos a nuestros contemporáneos poder vislumbrar a Jesucristo”. En el momento presente es, sin duda, “la acción caritativa de la Iglesia es la manifestación más perceptible de la presencia amorosa y salvífica de Cristo, en nuestra historia y en nuestro tiempo”. “El mejor resumen de su mensaje y de la vida de Jesús de Nazaret, al servicio del Reino de Dios y la manera más elocuente de conceder credibilidad a la Iglesia”.
En el momento presente es, sin duda, “la acción caritativa de la Iglesia es la manifestación más perceptible de la presencia amorosa y salvífica de Cristo, en nuestra historia y en nuestro tiempo”. “El mejor resumen de su mensaje y de la vida de Jesús de Nazaret, al servicio del Reino de Dios y la manera más elocuente de conceder credibilidad a la Iglesia”.
Entendemos por “credibilidad en la Iglesia”, -dijo- «creer que es, verdaderamente, es una comunidad en el que Cristo está presente y activo». Para el contemporáneo, cuando la Iglesia realiza esta labor caritativa, es cuando, a su parecer, realiza, efectivamente, su función. Así lo manifiestan -recordó- las encuestas sociales, de múltiples sectores de la realidad social y ello, especialmente, en épocas de crisis (así lo demuestran galardones concedidos a instituciones eclesiales, como el Premio Príncipe de Asturias a Caritas Española).
“Cuando la Iglesia está con los pobres, nos creen y creen, de alguna manera, al que seguimos, Jesucristo”.
Si esto es así, nosotros nos situamos localizados en el ámbito de lo teológico, de lo teologal: «no solo hacemos una acción, sino que manifestamos a Cristo viviente, fieles con todo nuestro corazón y todas nuevas entrañas de misericordia». Y, “entonces -señaló Cester- nos creen”. Estamos situados en el campo teologal. Por eso, los pobres son “lugar teológico”, son “lugar de encuentro con Dios”.
Los pobres son lugar teológico porque en ellos se nos manifiesta experiencialmente, de forma especial, la presencia interpelante de Dios, que nos conmina a ser solidarios con ellos para ser fieles a la lógica propia del Evangelio de Jesús.
Esa importancia decisiva que cobran los pobres a la luz de la fe cristiana es lo que ha llevado a la teología y al Magisterio a afirmar que “los pobres son lugar teológico”, es decir, lugar privilegiado de encuentro experiencial con Dios. “No existe otra forma de encontrarnos con Dios sino desde la experiencia, desde el entrañamiento, desde lo que sentimos”. Y eso lo notan los demás.
“Lugar teológico es aquella realidad o ámbito que permiten captar de forma especial la revelación de Dios llevada a la plenitud, a Jesucristo” “Permite vivir y sentir la Revelación de mandera que la podamos llevar a cabo con mayor fidelidad”.
Pero no sólo lo captamos, sino que, en el momento en que lo captamos, nos vemos obligados a dar amor; si lo encontramos, nos vemos obligados a responder. Esto no es fruto de la reflexión teológica sino de la experiencia humana. “Cuando te sientes amado, devuelves amor, cuando tú das amor, querrías que te lo devolvieran”.
“Si lugar teológico es aquel donde encontramos a Jesucristo, y encontrándolo, podemos cumplir con la Revelación. Pero negativamente, si lo ignoramos, hace imposible captar la Revelación de DIos y hace muy difícil el seguimiento de Cristo”.
Dos cuestiones en relación con esta cuestión, advirtió Cester:
“Cuando decimos que los pobres son “lugar teológico” no significa que sea el único. “Es un lugar importante, incluso necesario, pero no el único”. Hay otros muchos lugares teológicos, la Eucaristía, como fuente de todo el servicio que luego podemos realizar.
Y además, los pobres no son lugar teológico precisamente por su bondad y generosidad, porque muchas veces las personas concretas tienen numerosos defectos. Puede ser bondadosos o generosos pero los pobres son lugar teológico, no por eso, sino simplemente porque Dios así lo ha querido al identificarse con ellos (cf. Mt 25). Son lugar teológico no porque son ellos, sino que pone esu amor en lo más débil para que nosotros lo pongamos allí, en la situación más radical. Si Él es el amor máximo, el más costoso, el más difícil, el llevarlo a los más emprobrecidos o desfavorecidos da por sentado que si amamos a los lejanos, también lo haremos con los más cercanos (nuestra familia, nuestra esposa, nuestros hijos, nuestros amigos, nuestro vecinos…). El lugar teológico del pobre no está en su entidad (en su pobreza, en su culpabilidad…) sino en lo que, a través del pobre, me dice y me comunica Dios, que al encarnarse elige lo más débil del mundo. Por ejemplo, el propio hijo que, siendo rico, se hizo pobre.
“Cuando nosotros acudimos a la historia de la Iglesia, vemos cómo se suceden las reformas para volver a la pobreza evangélica.”
“Al igual que la cruz, el pobre revela a Dios, porque nos desinstala, nos descentra y saca todo nuestro amor.”
Si los pobres son lugar teológico y en ellos se manifiesta Jesús y lo notamos experiencialmente o respondemos a eso o ello no ocurre. Resulta mentira. El encuentro con el Resucitado, si es real, conmina a la respuesta. El misterio de Dios, trascendente, sólo puede darse a través de una experiencia histórica determinada. Es el fundamento del misterio de la Encarnación.
Para el cristiano la experiencia de Dios es mediada, en primer término, con Jesús de Nazaret, el Cristo, el sacramento originario de Dios.
En la Instrucción Pastoral “Iglesia, servidora de los pobres” (https://www.conferenciaepiscopal.es/wp-content/uploads/2021/09/documentos_Iglesia_servidora_pobres.pdf), elaborado por la Conferencia Episcopal Española, señalaba lo siguiente:
“Está Jesús con una presencia dramática y urgente, llamándonos desde lejos para para que nos aproximemos, para los hagamos próximos en el Señor”.
Es decir, los pobres son “sacramento existencial de la presencia de Cristo que nos sale, con ellos o en ellos, al encuentro”. Sacramento por el que Dios nos llama a ser prójimos, a trascendernos a nosotros mismos, a ser excéntricos (“ya no soy el importante”, el samaritano dejó de ser importante, ocupó el centro de su vida el que estaba tirado en el camino) y hace que nuestra vida pueda quedar interrumpida por los que encontramos tirados en el camino. Y nos salva esa misericordia.
En el encuentro con el pobre nos puede pasar cuatro cosas, señaló Cester desde su experiencia como voluntario de Caritas Diocesana.
- La gente cuando se encuentra con el pobre, sea cristiano o no sea cristiano, al conforntarse con el sufrimiento de los inocentes, a veces, en vez de encontrarse con Dios, sienten ausencia de Dios, incluso la muerte de Dios y para algunos es, incluso, justificación del ateísmo. ¿Cómo permite esto Dios? Se cuestionan.
- Para otros es una experiencia ética.
- Pero desde la perspectiva cristiana, “es un lugar privilegiado para el compromiso radical”.
- Y luego, cuando fracasamos en la acción social, porque “hay mucho fracaso”, explicó Cester, “en el sentido de los resultados, que muchas veces no son los que nosotros deseamos o queremos”.
El ponente propuso cuatro perspectivas:
La primera, la de la “ausencia/ presencia”. Es una presencia que acompaña, pero no resuelve mágicamente nada. Esto tiene que ver mucho cómo entendamos a Dios. Si nos creemos que estamos interviniendo en nosotros continuamente o como nos ha hecho a su imagen y semejanza con libertad, dentro una naturaleza con su propio dinamismo, en el cual cabe el mal. “Por tanto, presencia acompañante”, como el que acompaña al que acaba de perder un ser querido, no podemos explicar nada pero estamos allí, con-sufriendo, con-padeciendo con él.
Segundo, en clave “profética”, interpretando su silencio y ausencia como una presencia que denuncia la injusticia. Por ejemplo, Bonhoffer en Auschwitz dice “¿dónde está Dios?”, “¿por qué permite esto Dios?”.
Ante la libertad que nos da Dios, se invierte la pregunta. ¿Por qué no decimos “dónde estás tú”?, ¿Qué has hecho tú por tu hermano?. ¿Quién tiene la primacía, nosotros o Dios? Pues es de DIos la primacía y la pregunta es cómo la que le hace a Adán. El problema es que nosotros le preguntamos a Él, y Él, en Auschwitz nos interpela a luchar contra la injusticia. La Conferencia Episcopal Alemana realizó una interesante reflexión: “En vez de pensar porqué ha permitido esto Dios tenemos que decir porqué lo hemos permitido los hombres”. Llegaron a decir: “La Iglesia alemana volvió la espalda a la tragedia de los judíos, solo se preocupó de salvar las propias estructuras amenazadas”.
Lo que hace más denso el silencio de Dios es el silencio de los creyentes ante el mal. Nosotros somos sus manos, las de Dios, sus pobres manos. En definitiva, su presencia. Por tanto, nuestra responsabilidad
La tercera clave es un Dios, radical, que renuncia a intervenir por amor, para darnos libertad.
Y, por último, la clave de confianza incondicional. “Con temblor y temor”. “En el fondo de la oscuridad, del sufrimiento, siempre brilla alguna luz experimentada bajo las formas del abandono”. Esta situación nos recuerda al Libro de Job, cuyo protagonista termina por aceptar el misterio. No encuentra explicación a su situación, pero al final Job toma consciencia de que se encuentra ante un misterio indescifrable, pero cree en Dios. Cristo se ve abandonado en la cruz, no es un dolorista, por solidaridad no puede pasar menos que nosotros, pero, sin embargo, nada más sentir ese abandono último dice: “En tus manos, encomiendo mi espíritu”. En las peores situaciones, hay una sensación de abandono, pero, al final, no hemos perdido a Dios, ahí lo tenemos. “Es una gracia que nos da”.
A estos efectos, nos recuerda la famosa reflexión de Elie Wiesel, superviviente de Auschwitz y Premio Nobel de la Paz:
“Pese a todo, nunca me he apartado de Dios, sigo teniendo grandes problemas con Él, por eso protesto contra Él, y entablo juicios contra Él, sin embargo, todo sucede desde el interior de la fe. Cuando se cree en Dios, se le puede decir de todo. Se puede estar furioso con Él, se le puede alabar, se le pueden exigir cosas, Sobre todo se le puede exigir que sea justo.”
Este mismo autor explicaba cómo los judíos, en la antesala de las cámara de gas, conscientes de su destino, entraban a las cámaras cantando salmos. “Dentro del abandono y de lo peor (“¿Por qué nos has abandonado?”), hay una pequeña luz (“En tus manos encomiendo tu Espíritu”)”.
“Con esta fe audaz, regalada por Dios, se vive al ser confrontados con el fracaso (es fracaso el de Job, el de Cristo muriendo en la cruz, Bonhoffer, los judíos….) pero queda la Resurrección y la Vida”.
Un Dios “soluciona-tapa-agujeros”, no nos sirve. Dios puede intervienir en la vida de los hombres, pero, lo que se seguro, es que “nos acompaña”. “Somos sus manos, sus pobre manos “Nos quiere tanto que nos deja su labor en sus manos”.
Y nos deja el Espíritu para ayudarnos en esta tarea. “Y nos acompaña, especialmente, en el sufrimiento”. Y, en este sentido, “la ausencia de Dios es, en cierta manera, una presencia, un acompañamiento en el sufrimiento”. “Es una fe audaz que permitió a Jesús soportar el abandono”.
Es un Dios que interviene con la llamada, con la interpelación de amor. Dios ni autoriza, ni impide las atrocidades de la historia, pero ante la ausneic ay presencia denuncia la situación del mal y nos sitúa ante el compromiso de luchar contra él.
Y aquí entra “el sí del Reino de Dios, pero todavía no”, del que hablan los teólogos. “El Dios silente, sufriente con el sufre en Auschwitz nos invita a que se supere ese mal y es expresión inequívoca del “todavía no” del Reino”. La situación de los pobres, la situación de los presos… es el “todavía no” del Reino de Dios.
Ahora bien, “al Dios acogido en el próximo, en el enfermo, que los descendemos de sus cruces, a los que visitamos en la cárcel, con los que hablamos, ese sí que es el “ya sí” del Reino de Dios. “Tenemos que tener -señaló Cester- olfato cristiano para encontrar ese lugar teológico que son los pobres”.
El encuentro con el pobre y el sufriente lugar de descentramiento y trascendimiento, que es expresión sacramental de que estamos habitados por Dios.
“Debemos descubrir que haciendo esto, Dios se entraña en nosotros y lo descubrimos”.
“No solo es importante saber que el pobre es un lugar de encuentro teológico, nos permite descubrir que en esa relación y encuentro con él, estamos habitados por Dios”.
“Pero tenemos que estar descentrados para dejar sitio a Dios en nosotros. Y a ello ayuda ser un samaritano pues al descentrarnos estamos anteponiendo al pobre y le dejamos sitio en nuestro centro.” “En el momento que le hemos dado sitio a Dios en nuestro centro le hemos dado sitio a Dios, porque así lo ha querido”. “Dios ocupa nuestro centro porque lo ocupa el pobre”. “Cuando esto ocurre, tenemos entrañas de misericordia”. Cester lo define como un fenómeno de “concentración cristológica”.
“El pobre facilita que seamos Cristo”.
“Estamos poniendo de manifiesto a Cristo”. “La mesa de acogida de Cáritas es una auténtica mesa eucarística, porque la Eucaristía es, sobretodo, servicio, al que nosotros nos incorporamos: en esa mesa hay también una sacramentalidad”. “Lo mismo ocurre en la cama del enfermo: el enfermo es Cristo porque Él se quiere poner ahí, pero el que le ayuda, también es, en cierta manera, Cristo mismo. Y esa cama es también, eucarística”.
Algunas pautas o consideraciones que pueden favorecer que el encuentro con el pobre sea realmente lugar de encuentro con el Dios de Jesucristo, con Jesús, Dios y hombre verdadero:
Cester propuso algunas pautas o consideraciones que pueden favorecer que el encuentro con el pobre sea realmente lugar de encuentro con el Dios de Jesucristo, con Jesús, Dios y hombre verdadero.
Tales pautas son las siguientes:
Educar la mirada y agudizar el oído ante el “clamor de los pobres”
En un mundo de tanto ruido, es necesario educar la mirada y agudizar el oído. Muchas veces, emotivamente nos impresiona lo que vemos en la televisión. Cester recalcó que hablaba de otra cosa: de educar la mirada y la escucha el “clamor de los pobres”.
“La realidad -señaló- es compleja y muy fácilmente manipulable. “Se resiste a comprenderla sin esfuerzo”. “Conocer la realidad no es ver el telediario, debemos ver la realidad de los pobres y escuchar su clamor, esforzándonos en saber no solo lo que existe, sino también porqué existe lo que existe y no existe lo que debería existir”.
“Saber no solo lo que existe (que existen migrantes que mueren intentando pasar el Estrecho, sino también porque deciden arriesgar sus vidas en ello, y no existe lo que debería existir: la promoción del desarrollo y el progreso en los países de origen”.
A veces, incluso, deseamos “no ver ni oír”, “porque así no nos sentimos inquietados, o desafiados, o, incluso, juzgados”. “¿Cómo superar esta dificultad?” Cester: “Encarnándonos en el mundo del empobrecido, acercándonos, tocando el mundo del empobrecido”.
Recordando al Padre Arrupe: “todos para los pobres, bastantes con los pobres y algunos como los pobres, según su propia vocación”. “Lo primero es saber cuál es nuestra vocación”, señaló. “Como en las primeras comunidades religiosas, hay diversidad de carismas y de ministerios: había itinerantes y había familias que acogían a los itinerantes”. “Por ello, hay que ver cuál es la vocación de cada uno”. “Ese “todos para los pobres” significa que en tu oración y en tu acción deba tenerse en cuanta cuál es la repercusión para los pobres”.
Esta sensibilidad sensitiva nos lleva al compromiso.
“Esto da paso al compromiso y a la acción, pero no es suficiente si queremos que nuestro encuentro con el pobre sea lugar de experiencia explícita con Dios. Y se nos plantea un interrogante: ¿cómo conseguir que esa mirada y esa escucha haga que nosotros veamos al pobre como “sacramento existencial de Cristo” y, por tanto, encuentro privilegiado con Dios”.
Para que este “hacer con los marginados” sea auténticamente cristiano es necesario apoyarnos:
En los denominados preámbulos existenciales: renuncia, desasimiento, recogimiento- acogimiento, soledad y silencio orante.
Martín Velasco hablaba de unos “preámbulos existenciales”: “renuncia (descentrarnos de nosotros mismos), “desasimiento”, “recogimiento” (desde la oración, pero que significa acoger), y hace falta en algún momento, soledad y silencio desde la oración”, señaló. Para los laicos, la soledad y el silencio es más complicado. Pero no existe persona que quiera profundizar en el misterio, y que no necesite el silencio y la soledad.
En el contacto sapiencial con la revelación Bíblica.
“Es bueno la lectura de la Biblia”. Por ejemplo, el Éxodo, los Profetas, Job y los Cuatro Evangelios. No solo nos salva lo sacrificial, pero también desde el sentido que le da toda una vida de servicio.
“Debe releerse la Biblia desde nuestra actuación con los pobres para que este mundo sea menos injusto y se convierta efectivamente en el Reino de Dios”, concluyó Cester.
La próxima sesión correrá a cargo de D. Francisco Génvoa, el próximo lunes 14 de febrero, bajo el título “La vida sacramental de la Iglesia a lo largo de la historia”.
Para más información sobre el curso 2021-2022 e inscripciones: https://centroberit.net/curso-2021-2022-del-instituto-diocesano-de-estudios-teologicos-para-seglares/
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