Nuestra vida es cristiana en la medida en que realiza una relación personal con Dios. Esto implica que nuestra vivencia religiosa está construida sobre la palabra de Dios y la fe: la palabra por la que Dios llama al hombre y la fe por la que el hombre acoge y secunda esta llamada. Esta misma vida será católica en la medida en que nuestra relación personal con Dios se desarrolle inmersos en la Iglesia. Pues la palabra de Dios nos ha sido comunicada en la Iglesia, y es de tal manera inseparable de la misma que no podemos aceptarla sino en la forma que nos es transmitida por ella. Es en la misma Iglesia donde esta palabra nos es dada no como letra muerta, sino como Espíritu que vivifica. Es en la liturgia donde la palabra de Dios alcanza su máxima intensidad de Espíritu y de vida, pues, como dice Pío XI «la liturgia es el órgano más importante del magisterio de la Iglesia».
1. LA PALABRA COMO TRANSMISIÓN DE VIDA
Israel es la religión del Libro. Cristo es la palabra total del Padre, la suma revelación. La Iglesia es la convocación de un pueblo por la palabra, el resultado eficaz de la palabra de Dios que llama. Responder, entregarse en la fe, presupone una revelación, una llamada. La religión es, en el fondo, un diálogo de vida, de existencia, del ser, entre Dios y el hombre. Pero como dos seres no pueden dialogar si no poseen la misma naturaleza, este encuentro de Dios y el hombre se realiza mediante un admirable descendimiento de Dios a lo humano (encarnación y santificación por el Espíritu) y una elevación del hombre a lo divino (conversión, gracia y glorificación).
La manifestación progresiva de la palabra de Dios constituye las distintas etapas de la historia de la salvación. La palabra de Dios dicha a través de los profetas, se va personalizando hasta culminar en Cristo. Éste, por ser la Palabra sustancial del Padre, su interioridad total, representa la suma comunicación de la intimidad de Dios a los hombres. En Cristo la Revelación-Don de Dios llega a su punto culminante.
2. LA PALABRA DE DIOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
En el Antiguo Testamento la revelación se manifiesta ya como palabra divina, por su origen, pues procede realmente de Dios; por su contenido, pues trata de él y de su relación con el hombre; por su naturaleza, pues no es transmisión de ideas, simple información, sino algo creador.Efectivamente, la palabra de Dios crea el mundo (Gn l); constituye al pueblo como porción elegida (Ex 19); Dios pone la palabra profética en boca del profeta (Jer 1,9) y esta palabradetermina la historia de Israel (1 Sam 9,27). Dios da la palabra-Ley (Dt 30, 11-14) que genera la rectitud y la salvación. Toda la historia de Israel, en los grandes y pequeños rasgos, está motivada y centrada en la palabra de Dios.
3. LA PALABRA DE DIOS EN LOS EVANGELIOS (EL TIEMPO DE JESÚS).
Esta palabra se va personalizando progresivamente, y culmina, en el Nuevo Testamento, en el Verbo o Palabra del Padre. Él va a ser la plenitud de la Revelación. Y, consiguientemente, va a determinar la plenitud de los tiempos, la máxima realización del plan del Padre, la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo. Es Jesús mismo prolongado en los hombres.
El Nuevo Testamento es la presentación del Verbo en el mundo como Palabra y Revelación personal del Padre. «Antiguamente nos habló Dios por los profetas, últimamente nos habló por medio del Hijo» (Heb 1,1 ss.). Cristo en Palestina no habla como los demás profetas, sino «con autoridad» (Mt 7, 29), porque él mismo es la Palabra. Por eso en Jesús, palabras y acciones son inseparables. El proceso de iluminación es proceso de vivificación y salvación. Tal es el sentido de los milagros, singularmente la curación de los ciegos. En los sinópticos «la palabra del Reino», «el evangelio del Reino», coinciden con la realidad misma del Reino: recibir la palabra es entrar ya en el Reino (Cfr Mt 13,19; 4,23; 9,35). San Juan establece un nexo muy fuerte entre la Palabra y la Vida. «La Palabra estaba en Dios» (Jn 1,1) y se hace luz y vida para los hombres (Jn 1,4), de forma que a cuantos la reciben se les da «el poder de ser hechos hijos de Dios» (Jn 1,12). «Oír» y «recibir al Verbo» equivale a «tener la Vida» (Jn 10,27-28; 3,11-16).
4. LA PALABRA DE DIOS EN LA IGLESIA APOSTÓLICA
En los Hechos vemos que la palabra de Dios hace la Iglesia: «La palabra de Dios fructificaba, y se multiplicaba considerablemente el número de los discípulos.. » (Hch 6,7). San Pablo dice que la fe (que es la entrada a la Iglesia) es suscitada por la palabra. La fe viene por la predicación, y la predicación por la palabra (Rm 10,14 ss).
Para San Pablo, la predicación no es información sólo, sino «virtud», «poder», «Sabiduría», «salvación», «Verdad», «reconciliación», «gloria» (Hch 13,26; Ef 1,13; Fil 2,16; 2Cor 5,19; 2Cor 4,4). Pedro dice quepor la palabra viva de Dios somos engendrados como semilla incorruptible (1P 1,23) y Santiago afirma «que la palabra inserta en nosotros es capaz de salvar nuestras almas» (Sant 1,21).