El pasado lunes, día 21 de octubre, tuvo lugar la inauguración del nuevo curso del Instituto Diocesano de Teología para Seglares (IDTS), bajo el tema «Cristianos para transformar un mundo en cambio. Claves para redescubrir la vocación laical». El acto estuvo presidido por el Sr. Arzobispo de Zaragoza, D. Carlos Escribano Subías, y también contó con la presencia del Director del Centro Regional de Estudios Teológicos para Seglares, D. Francisco Génova.

La lección inaugural, a cargo de D. Armando Cester, se dedicó al tema «El laico y la misión universal de la Iglesia«. Licenciado y doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Zaragoza y en licenciado en Ciencias Religiosas por la Universidad de Comillas, con titulaciones en Estudios Eclesiásticos en la Universidad Pontificia de Salamanca y en Teología Fundamental por la Facultad de Teología de Cataluña. Ha sido director de Cáritas Diocesana de Zaragoza, presidente de Cáritas Aragón y La Rioja y consejero en Cáritas Española. En la Diócesis de Zaragoza, ha sido delegado episcopal de Apostolado Seglar y delegado episcopal para la Coordinación Pastoral de las Cofradías de Semana Santa. Profesor del Centro de Estudios Teológicos de Aragón y desde hace casi 15 años del Instituto de Teología para Seglares.

Cester inició su intervención con un recuerdo especial para D. Francisco Martínez, antiguo Director del Instituto y recientemente fallecido. A continuación se incluye una transcripción no literal de su ponencia.

«Vamos a hablar de la dimensión secular característica de toda la Iglesia: los laicos estamos en el mundo.  Pero es toda la Iglesia la que tiene que estar en el mundo. Identidad y misión del laicado. Es inmenso hablar del laicado, yo doy una asignatura entera en el CRETA y cuando a uno le encargan que haga una síntesis, cuesta mucho pero es verdad que si tú no vas hacia la vocación e identidad del laicado, no hay misión, como si no partes de la comunión de la Iglesia, tampoco hay misión. Y algunas conclusiones operativas, como líneas a seguir: en lo económico, lo político, lo cultural, la familia.

Si vamos a hablar mucho del laicado en el mundo y de la Iglesia en el mundo, tenemos que saber en qué nos movemos, al menos, a grandes líneas. Crisis económicas cíclicas en el plano económico, sistema de capitalismo liberal que produce gran brecha entre ricos y pobres, pero no solo personas. Se producen muchos descartados, como dice el Papa Francisco. Ante esta situación, los cristianos, muchas veces, no sabemos qué hacer muchas veces ¿Qué actitud tiene el cristiano ante esta realidad? Yo, a mí, es verdad, dices, cuando ves tanta pobreza, cuando ves lo que ocurre, me pregunto qué tendríamos que hacer. Hay una tentación de insolidaridad que nos acecha a todos.

Los creyentes nos debatimos entre las demandas del nivel de vida adquirido y las exigencias del Evangelio, exigencias que proclaman las bienaventuranzas a los pobres y nos llama a los seguidores de Jesús a un compromiso con ellos. ¿Qué hacemos? González de Carvajal distingue, en este sentido, entre bienes necesarios, bienes necesarios para la condición y bienes superfluos.

Bienes necesarios para la vida, como el alimento, la vivienda, lo que necesitamos para vivir. A eso tenemos derecho todos.

Luego hay unos bienes necesarios para la condición que también son importantes. Hay quien le gusta la música, hay quien es profesor, necesita libros. Hay una serie de bienes que ya sin ellos puedes vivir pero son necesarios para el desarrollo humano. Estos bienes podemos tenerlos los cristianos éticamente y los debemos de tener siempre que se salvaguarden los necesarios.

Y los superfluos, frente a los cuales no tenemos un «derecho». Siempre ante esta situación pensamos si la Iglesia hace mucho o hace poco, si nosotros hacemos mucho o hacemos poco. En un estudio que realizó Caritas en el año 2003 concluyó que la Iglesia de Zaragoza soportaba  el 70% de toda la acción social que se hacía en la provincia.

Por lo que se refiere al contexto político, muchas veces sufrimos un cierto desencanto, un desprestigio de la misma actividad política, un pragmatismo extremo, corrupción,… El creyente está tentado a desentenderse de la realidad que le circunda. Tentados a desentendernos. En ocasiones, tenemos dificultad de elegir el voto. Resulta complicado pero es fundamental participar de la democracia y, por supuesto, de la vida pública a todos los niveles.

Y debemos favorecer, por lo menos desde nuestra visión cristiana, la cultura del diálogo, del entendimiento y de la solidaridad.

«Debemos favorecer, por lo menos desde nuestra visión cristiana, la cultura del diálogo, del entendimiento y de la solidaridad».

Por lo que se refiere al contexto cultural, se presenta el fenómeno de la secularización, que desplaza la trascendencia como soporte de la existencia humana. Pérdida del sentido de la vida. Se dan fenómeno de ingeniería social. Se da un fenómeno de creciente individualismo. Y los cristianos corremos el riesgo de no ofrecer una alternativa enraizada en el Evangelio, o dejarnos arrastrar por el clima. Debemos de anclarnos siempre en el Evangelio.

El sentido de pertenencia eclesial en nuestra iglesia. Hay una mayoría silenciosa, que yo llamo «creyente», que va a los cultos, confía en la labor de los responsables de la comunidad cristiana, onda fibra religiosa y conciencia moral, arraigada pertenencia eclesial, ven bien la tradición, pero es un «estar en la iglesia» muy individual. También están los creyentes con una débil identidad eclesial o prácticamente inexistentes. Esos que decíamos que van a «BBC» («bodas, bautizos y comuniones». Ahora BBCF (funerales también). Prescinden de la práctica religiosa de la Iglesia y de las orientaciones de la jerarquía, desconfían de la institución, a veces, por disgusto, otras por decepción, por algunas enseñanzas de la Iglesia, generalmente a lo mejor de carácter moral o, por los escándalos.

Un número creciente de laicos plenamente conscientes de nuestra vocación, la vocación al seguimiento de Jesús, y que vivimos, o viven, su pertenencia a la iglesia de modo adulto y renovado Participan de la vida sacramental, intentan tener una coherencia debida, tratan de «hacer realidad», instaurar el Reino de Dios. Es verdad que aún para una mayoría de los laicos es una asignatura pendiente, aún no son conscientes de esta propia vocación laical.

Hay también un laicado organizado. Van surgiendo diversos grupos eclesiales, otros no han perdido nunca su vitalidad, otros se refundan en esta nueva época social. Permiten un mayor cultivo de personalización de la fe. Revitalizan internamente y dinamizan la misión evangelizadora de la Iglesia, el apostolado social. Pero genera un riesgo: que se convierta exclusivamente en un servicio al propio grupo, encerrarse en atomización o particularismo tendente a ver en el propio grupo como única referencia a la Iglesia.

En la dimensión secular, característica de toda la iglesia, pero de los laicos de una manera peculiar.

La Iglesia en el mundo, enviada toda ella a evangelizar, al servicio de la misión.

Una Iglesia para el mundo, una Iglesia en comunión.

Por la Unión con Cristo y la unción del Espíritu Santo es, en su totalidad, signo, instrumento, lo que nos invita a hablar de la actuación salvífica de Dios en el mundo. Nosotros, por el bautismo, nos incorporamos a Cristo, por Cristo a la Iglesia, Pueblo de Dios. Hasta el Concilio Vaticano II, la Iglesia no habla del laico.  Después del Concilio ya se habla del laico, pero especialmente porque está analizando cómo es la Iglesia (Lumen Gentium) y cómo debe desplegarse en el mundo (Gaudium et spes). Y desde esa reflexión eclesiológica emerge la laicología y el propio concepto de laico. Ello exigió profundizar teológicamente en el concepto, en qué debe de hacer un laico y qué hace el laico. Será la exhortación Christifidelis Laici, de San Juan Pablo II la que hace una definición que pasa de ser definición de funcional a ontológica: el laico no «hace cosas», sino «es»: «somos Iglesia«. Y, por tanto, somos corresponsables en la misión de la Iglesia, una Iglesia que está en el mundo. Se configura una «espiritualidad laical», que permite discernir la voluntad de Dios para evangelizar el mundo.

Desde «Cristifidelis Laici», los laicos no solo participamos en la evangelización, sino que «somos Iglesia» y, por tanto, corresponsable en su misión».

Iglesia para el mundo, Iglesia en comunión. Ha de entenderse en el contexto de una eclesiología de comunión que subraya la igualdad radical, porque pertenecemos a la Iglesia, hay una igualdad radical de todos los bautizados. Su pertenencia a Dios y su participación en el plan salvífico divino. Nosotros ya somos Iglesia y estamos hablando de una eclesiología total y estamos hablando de una eclesiología a imagen de la Trinidad, de comunión. Comunión no es coordinación, comunión no es ponernos solo de acuerdo, comunión es verdaderamente enraizarnos todos en Cristo e ir juntos a la misión. El descubrimiento de la dimensión secular de la Iglesia lleva directamente a reconocer y valorar la identidad y corresponsabilidad, responsabilidad y corresponsabilidad específica de parte del pueblo de Dios, que somos los laicos, que somos nosotros.

Y dice la Lumen Gentium 31, el carácter secular, estar en el mundo, es propio y peculiar de los laicos, a quienes corresponde, por propia vocación, buscar el reino de Dios, una sociedad de justicia, de paz, de amor, gestionando los asuntos temporales, nuestra familia, el trabajo, los hijos… Pero hay muchas situaciones que por qué Dios me ha mandado esto, porque vamos a ver que hay una autonomía del mundo secular, que Dios nos acompaña en el dolor, en el sufrimiento y nos acompaña realmente en carne y hueso por quien te acompaña en la enfermedad, por quien te ayuda espiritualmente, por quien te ve, te visita, a la persona que no tiene una fe bien formada, todo este tipo de cosas y humanamente son para descuadrar y muchas son incluso de difícil explicación, como muerte de niños. Aunque hay autonomía del mundo secular, esto no significa la separación de Dios o la falta de toda referencia a él y que además el mundo secular tiene necesidad de salvación, que la necesita y que no la puede conseguir por sus propios medios.

Introduzco esto porque quiero hablar claro del derecho que tiene la Iglesia a decir una palabra sobre cualquier cosa. Eso no es inferencia de la Iglesia, es un derecho que tiene la Iglesia y tenemos los cristianos, como cualquier asociación en nuestra sociedad y como ciudadanos de primera, de poder opinar y decir lo que deseemos.

Identidad y misión del laicado. Lo primero que hay que decir es que somos llamados, llamados personalmente por el Señor para seguirle y esa es la clave. A veces se nos olvida en nuestra identidad de cristianos que somos llamados. Es una vocación que la tenemos que sentir y ver. Es la primera característica que define a cualquier cristiano y por lo tanto a los laicos. Esta llamada exige, en el momento que, bueno exige, la llamada exige porque la sentimos. Nos sentimos adherirnos incondicionalmente a su persona y a comprometernos con su causa, a ponernos al servicio del reino de Dios. La llamada de Jesús a seguirle, a seguirle tiene un doble objetivo, a estar en comunión de vida con Él, a estar en comunión de vida con Él y ser enviado a evangelizar.

Los laicos somos llamados personalmente por el Señor para seguirle; a estar en comunión de vida con Él, y a ser enviado a evangelizar.

Opción preferencial por los pobres. Tenemos opción fundamental, no preferencial, fundamental por el Dios de Jesucristo. Seguir a Dios y sentirte amado por Dios es cuando te permite tener una opción preferencial por los pobres. Si tú dices que la opción fundamental es por Dios y luego la opción preferencial por los pobres, esa acción social que haga la Iglesia siempre será diaconía y servicio eclesial y si no, será benevolencia, será buena intención, que no está mal, pero no será acción eclesial. Por tanto, llamada de Jesús a seguirle, orienta un doble objetivo. Uno, comunión de vida con él y ser enviado a evangelizar.

Y hablamos siempre de seguimiento y no de imitación. Se trata de actualizar su imagen y su modelo en nuestra realidad y nuestros días: el perdón, el amor, la misericordia, la comprensión, la verdad también dura, la justicia.

Y evangelizar. Pero evangelizar por contagio, a través de nuestra presencia en la vida secular, camino de ida y vuelta, una cosa que le llamo yo camino de ida y vuelta, la voluntad de Dios, al servicio del bien común y modos de estar en el mundo. Evangelizar por contagio significa que alguien ve que tú eres cristiano y algo se le mueve dentro. Entonces eso, aparte de que lo tengamos que hacer como laicos, creo que es «la prueba del algodón». Siempre recurren a la Iglesia cuando hay problemas graves en la vida.  Eso quiere decir que el Espíritu Santo y Cristo están ahí. Presencia en la vida secular, es el campo propio nuestro, aunque no exclusivo, pero de compromiso preferente, lo político, lo social, lo económico, cultura, ciencia, arte, medios de comunicación, pero oye también el amor, también la familia, el trabajo profesional y el sufrimiento. Y ahora voy al camino de ida y vuelta.

La misión de los laicos es la Iglesia llegando de una manera particular que llega a todos sitios, pues como son los hijos, la familia, el matrimonio, donde sea. Y es muy importante que nosotros nos nutramos en la Iglesia y vivamos con la comunidad, como hablamos cuando salimos de misa, cuando nos encontramos en las escaleras, comentamos nuestra vida, comentamos nuestros gozos, esperanzas, alegrías y los que somos cristianos en nuestra clave cristiana y en nuestras comunidades y en nuestras asociaciones de referencia en clave cristiana, vivimos lo humano y lo divino en esa clave para luego volver a salir al mundo. Es verdad que el laico también tiene un protagonismo importante en las tareas intraeclesiales, más con los ministerios nuevos que hay y debemos, no porque no haya curas, sino por esa corresponsabilidad, además en la medida que debemos de colaborar. No somos «monaguillos», no seremos los ministerios que ordenen la Iglesia, haremos las labores que nos designen, el que tenga que designarnos labores, de una manera natural. Me gusta porque eso a veces ahí el laico últimamente se está replegando bastante dentro de la Iglesia y como estamos a la intemperie en un invierno social intenso, de alguna manera cuesta más el laicado y trabajar fuera de los ámbitos eclesiales donde te encuentras cómodo.

Es un camino de ida y vuelta de la misma Iglesia específicamente unos de una manera y otros de otra pero que todos deben de conocer. Es imposible que todos los cristianos puedan hacerse presentes en todos los ámbitos, es necesario pues tenemos que hacer un discernimiento oracional de cada bautizado para ver dónde vamos.

La espiritualidad laical se refiere a la escucha de la Palabra y de la vida, la que nos va verdaderamente a centrar y a organizar nuestra vida y a saber por dónde vamos, pero con «un ojo en la vida»

Respecto a la espiritualidad laical, Karl Rahner decía siempre que un cristiano si no es místico en el futuro no será. La espiritualidad laical se refiere a la escucha de la Palabra y de la vida, la que nos va verdaderamente a centrar y a organizar nuestra vida y a saber por dónde vamos, pero con «un ojo en la vida», porque esa palabra que se nos empapa y nos guía aterriza en la vida. La espiritualidad en laico se funda sobre todo en la Palabra pero que se lleva a la vida, radicalidad evangélica.  Ser cristiano no es fácil, es vinculación y compromiso, vinculación a una Persona y compromiso de una Persona. Es exigente con Cristo lo que significa ser, otra cosa es que descubramos por muy exigente que sea que somos felices y que también hay que decirle a los indiferentes que felicidad no es lo mismo que bienestar.  La llamada de Jesús es diferencial, es la que da sentido a nuestra vida y si da sentido es radical y en el momento que no nos seguimos radicalmente o cuando nosotros nos vemos azorados como cuando va el sobre las aguas pues es que nos hundimos, espíritu de las bienaventuranzas.

 

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