El pasado día 26 de febrero, Primer Domingo de Cuaresma, tuvo lugar el tradicional retiro de Cuaresma del Centro Berit, dirigido por D. Francisco Martínez, Presidente vitalicio de esta Asociación.

La meditación tuvo como objeto una reflexión sobre la parábola del hijo pródigo, como motivo cuaresmal.

«Retiro significa convivencia con Él, que nos habla, que quiere hablarnos», inició su intervención.  

«Quiero referirme en esta meditación a la parábola del hijo pródigo, que es lo que la Iglesia más y mejor nos propone para seguir el camino de Jesús». 

«La parábola del hijo pródigo ha concitado la atención máxima en todos los campos del saber. El drama que encierra es tan universal y tan profundo que todos han sentido la necesidad de ubicarse en su interior, pues por más que hagamos un esfuerzo titánico para entender, es una parábola que nunca acaba de entregarnos con claridad todo su significando. Podemos estar meditando tiempo y tiempo, y siempre nos dirá algo importante.»

Francisco Martínez: «La parábola del hijo pródigo es una radiografía muy profunda de todo creyente».  

«La parábola es una radiografía muy profunda de todo creyente. Y, por tanto, de mi, de ti. Nos dice algo esencial, algo sin lo cual la vida no tiene tanta importancia. Quisiera hacer, dentro de la pequeña posibilidad, una radiografía por dentro de la imagen del padre, de la imagen del pródigo y del hermano mayor». 

«Es un medio asombroso para ponernos al trasluz de la voluntad de Dios. Esta parábola reflexiona increíblemente sobre el modo de ser de Dios y el modo de ser de todo hombre. Por tanto, es un retrato fiel de mi, de ti, de todo lo que nosotros llevamos dentro en el consciente y en el  inconsciente.» «Es una parábola que siempre nos hablará, que nos dirá algo esencial. Para ello hay que tener receptividad. Solo una receptividad grande, nos puede disponer a tener el sentido de Dios», señaló.  

«Quiero de forma breve preguntarme ante vosotros quien el es padre y cómo es. Cómo es el hijo, qué comportamiento tiene y lo mismo del hermano mayor. » «En cada uno de estos personajes estamos representados. Hay algo que Jesús quiere decirme a mí, a ti, con cada uno de los personajes«. «Jesús, cuando pone esta parábola, todavía no ha sido sacrificado, va camino de la cruz, pero hace una intuición parábola verdaderamente sorprendente.» 

«En la revelación siempre se tiene un respeto y una veneración cuasidivinos a la figura del padre. En el Génesis y en el Deutorenomio se manda honrar a los padres. La veneración a los padres tiene mucho de la veneración a Dios». «La veneración que Dios quiere para un padre o tiene una formulación en el cuarto mandamiento. Siempre la figura del padre va ornamentada de autoridad. La autoridad es lo que cualifica al padre bíblicamente y, desde luego, en todas las culturas del mundo.» 

«Pero la figura del padre de la parábola rompe todos los estereotipos culturales del padre y nos entrega un mensaje importantísimo para todos nosotros». 

«Depende, si tenemos receptividad, interés. Cada uno entiende en la manera en que espera, en la manera en que busca, en la medida en que tiene un sentido de elegancia, de delicadeza para contemplar ver y juzgar todas las circunstancias. «

Si tuviéramos presente toda la literatura que ha surgido en torno a la parábola del hijo pródigo veríamos que desde los inicios del cristianismo hasta hoy ha habido un interés universal en esta parábola, de tal manera que esta parábola y la visión del Dios de la parábola ha representado una imagen expresiva que ha inspirado a poetas, a literatos, a músicos, a pintores, a dramaturgos.» 

«Muchos que en su vida tienen sensibilidad se han visto en la necesidad de decir algo, de expresar lo que la parábola les ha dicho a ellos. Los valores de libertad, de responsabilidad, enajenación y despersonalización de la existencia, de nostalgia y retorno, de gracia, de angustia y de reconciliación son rasgos que caracteriza a una parábola que ha invertido en su descripción toneladas de tinta, de esfuerzo humano que ha querido decir algo indescriptible y sublime que encierra esta parábola. La parábola del hijo prodigo nos refleja a todos.» 

«El Dios representado no es un padre cualquiera, todos los padres merecen respeto, todos piden una veneración cuasidivina de la figura del padre. El padre es una representación De Dios y la parábola nos representa a todos 

«Todos tenemos una parte de ida, de fuga, de ausencia, de la presencia de un padre que es distinto, que es diferente, que no es el padre común. Porque lo propio del padre es tener unos intereses de entrega, de generosidad, pero el padre que figura en la parábola tiene algo especial, y tiene algo especial porque de primeras se ve una influencia al Padre celestial que es distinto, puesto que respeta, de tal manera la libertad del hijo, en las condiciones inhumanas, inexplicables de su fuga, que parece increíble la figura de un padre así, que quiera que el hijo sea él que repita su libertad, su fuga del padre, que, en fin de cuentas, representa una crítica para el padre. Si el hijo se fuga está diciendo que el padre no le interesa, que la figura de su padre para él no le dice nada. Y sin embargo, si nosotros queremos entender, hay que profundizar en la relación que la figura del padre tiene en relación con el hijo que le pide ausentarse, fugarse, marcharse.» 

«El padre ama la independencia del hijo, que el hijo sea él mismo, no se queja ni siquiera para victimarse.»

«Efectivamente, el padre ama la independencia del hijo, que el hijo sea él mismo, no se queja ni siquiera para victimarse. La última fuerza de los padres es la victimación que tienen como conseucneica de cosas que no entienden. Para quien quiere tener una inteligencia espiritual, la imagen del Padre tiene que ver una especial afinidad con la cruz. El amor que Dios se manifiesta en la cruz. En el fondo del misterio de Dios hay un hecho: su entrega al hombre. Una entrega radical, que históricamente la veremos como entrega en la cruz. Es un Padre que se entrega a la muerte, que ama tanto que se da del todo. Históricamente, padre e hijo conciben la idea de la redención, pero en esa redención operada por el hijo, el padre tiene su parte interesante , que quiere que le padre viva su vida, su libertad, respeta al hijo como diferente, como autónomo. No exhibe derecho ni siquiera de victiamción. No tiene otro remedio que la entrega amorosa pero callada». 

«Dice Lucas que el padre frecuentemente husmeaba el horizonte viendo si aparecía el retorno del hijo. Pero en el fondo es un padre diferente, un padre que cuando el hijo dice que se va, respeta su libertad. Después, en el devenir d la historia veremos que el Hijo muere pero el Padre, en cierto sentido, conmuere con Él, por eso el padre es el que entrega al hijo. La única protesta del Padre es la muerte del Hijo. No se revela ni siquiera para llorar, para victimarse, ni siquiera para contar al Hijo que se va el dolor que tiene.» 

«Es un padre que quiere que el hijo tenga su libertad incluso para olvidarse de Dios, del padre. Jesús describe un padre diferente, distinto. Que quiere que el hijo que se va viva su vida. El padre respeta una libertad que supone un sufrimiento grande para él pero el padre aparece respetando profundamente la libertad del hijo 

«Dios reviste un aspecto único, singular. Es un Dios diferente. No reacciona como todos. La reacción del padre del hijo pródigo es distinta; tiene una explicación en la hondura de la cruz. El Padre entrega al Hijo y se encuentra el mismo con el Hijo. No muere pero aparece con un comportamiento que no se parece a ningún padre de la historia. El padre sufre y lo único que cuenta es el dolor que siente por la carencia del hijo. 

«Un Dios dándose y permitiendo que el Hijo sea él mismo, incluso en el desgarro afectivo.»

«No está el hijo, “tu hermano estaba muerto y ha resucitado”. “Estaba muerto”, y este es el dolor del padre. Experimenta un amor tan grande que es Dios dándose. Experimenta un amor tan grande que es Dios dando a Dios. Un Dios dándose y permitiendo que el Hijo sea él mismo, incluso en el desgarro afectivo. El Padre respeta que el hijo sea él, que lleve su vida. Y el Padre no tiene la mínima queja que experimente el dolor como si el dolor le impidiese la fuga. El padre está junto al hijo pero conviviendo, consufirnedo pero siempre respetando. Entrega al hijo y se encuentra con él. 

«El Padre, nos dirá Pablo y Juan, tanto amó Dios al mundo que le entregó. Efectivamente, el pródigo entrega, vergonzosamente pero el padre responde haciendo lo mismo pero con una motivación absolutamente diferente. El padre no recrimina, no se víctima, no se define contra nadie, respeta la libertad del hijo a pesar del desgarro afectivo. Quiere que el hijo sea él, no quiere la fuga, pero la respeta. No quiere la lejanía, pero  la respeta. Cuando esto se convierte en teológica, sabemos que la lejanía de Dios es el infierno. Que Dios no puede dejar de sentir que quien se fuga de él vive la realidad del infierno. Pero el padre lo respeta. Entrega al Hijo a la cruz y se entrega Él mismo. «Tanto amó Dios al mundo...», es la mejor explicación de la parábola del hijo pródigo.» 

«El sufrir de Dios es la fuerza de Dios. Es un silencio expresivo. El Padre tolera, respeta. El Padre se queda a distancia respetuosamente. No condena ni defiende la razón del hijo. Asume al hijo como lo que es, su hijo. No deshereda. No le quita su título de hijo. Todo lo que expresa la parábola es el dolor del padre. Pablo y Juan nos explicaran teológicamente lo que se significa la entrega de Dios al hombre. Dios ama al hombre, su amor es entrega. La entrega del Padre inverosímilmente es la misma que la del Hijo en la cruz. El Hijo se entrega y el Padre también. No hay una queja, no hay una amargura. El cielo para el Padre es que el hijo retorne. Que este con él. La imagen del padre del pródigo explica lo mejor posible quien el Padre para mi, que se goza por mi gozo. Si el cielo para mí es Él, el cielo para Dios soy yo, eres tú, somos nosotros. Dios se goza. Nos dirá Jesús incomprensiblemente: “hay más alegría por un pecador que se convierte que por muchos justos que no necesitan del perdón”. Es increíble, una relación distinta.«

«Es el Padre de la entrega, que está escondida en la cruz, dándose, que consiente, demostrando que es Dios, el centurión lo confiesa. Cuando ve como se entrega, “verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”. Y esto es también lo que se produce en torno a la figura del Padre. Es un Dios que deja su omnipotencia, que se queda solo con la impotencia de poder decir que ama. De una forma diferente. Porque no ama llorando, diciendo los improperios del Viernes Santo, Dios se calla, guarda silencio, pero sufre la ausencia de Dios.» 

«Quien soy yo para que el Padre llore mi ausencia, de una forma silenciosa, pero no por eso menos poderosa. La figura del padre del prodigo es lo más maravilloso, el coronamiento de toda la parábola». 

«Si el hijo pródigo sufre es por Él. Pero aquí Dios sufre por la lejanía del pródigo. Dios sufre en silencio. Pero lo hace. El padre espera pacientemente, husmea cada día la posibilidad del retorno. Siente  la ausencia del hijo como un desgarro pero Dios que permite, respeta la figura del hijo y su gesto absurdo, Dios lo sufre para sí.» 

«¿Cómo hablaremos de infierno ante el texto Cap. 9 de Romanos quien a su propio hijo no perdonó sino que por nosotros lo entregó a la propia muerte?. “Nadie nos separará del amor De Dios manifestado en Cristo”. 

«No hemos profundizado suficientemente en la hondura de la parábola. Dios sufre la ausencia como si Dios tuviera también un infierno. Porque si el infierno de Dios es la separación del hombre, Dios no entiende que el hijo se vaya. No comprende. Lo sufre en silencio. El hijo muriendo y el Padre consintiendo es la prueba de que Dios nos quiere, a un precio incalculable que rubrica el hecho de que yo, a pesar de mis pecados, soy un ser amado por Dios 

«El hijo muriendo y el Padre consintiendo es la prueba de que Dios nos quiere, a un precio incalculable que rubrica el hecho de que yo, a pesar de mis pecados, soy un ser amado por Dios.»

«Junto a la imagen del padre está la del hijo mayor. Al hijo mayor no le importa ni el padre ni su hermano. Lleva su vida. Observa la ley. La cumple. Pero no reconoce ni un gramo de gratuidad. Toda la queja al padre es decirle “no me has dado un cabrito para comer con mis amigos”. La figura del hijo mayor se aplica cuando reaccionamos en una vía sin entrañas, sin compasión, cuando no nos importa nada la situación o el mal del prójimo. Nunca corregimos, nunca lloramos; nos quejamos, … Cuando Jesús describió al hijo mayor, describió a la totalidad de la humanidad, dentro y fuera de la Iglesia: atacamos, condenamos, acusamos…» 

«La figura del hijo mayor tiene un mucho conmigo, porque tengo mucha indiferencia ante la distancia de Dios de muchos, y ante los sufrimientos humanos. El hijo solo se queja de aquello que le afecta: “no me has dado un cabrito”. Está cejado, es miope, no tiene sensibilidad. Todos somos, en cierta manera, el hijo mayor. Muchas veces reaccionamos con justicia humana. Nuestra reacción no es la del Padre que está en los cielos, sino con la ley del talión. No nos expresamos en la cercanía, en la amistad, en la querencia. Hundimos, criticamos, confesamos, lo que no conduce a la concordia. La reacción del hijo mayor es la mía, la tuya, somos negativos, agresivos. Somos una rutina laboral, trabajamos más que los otros…, hacemos más que los otros…». 

«La figura del hijo mayor tiene un mucho conmigo, porque tengo mucha indiferencia ante la distancia de Dios de muchos, y ante los sufrimientos humanos.»

«Y está el hijo pródigo. Somos todos. Jesús nos propone esta imagen para que sepamos leer. Nos parecemos a unos niños que tienen que pasar iniciáticamente por los preámbulos de la vida, en la escuela de Jesús. Tenemos que aprender a callar, a sufrir, tenemos que aprender a co-padecer. «

El Evangelio es un centón de pequeñeces, de cosas aparentemente intrascendentes. Ciertamente, no explica la teoría científica sobre la creación del universo. No nos explica la relatividad. Pero el Evangelio es una radiografía increíble del amor del Padre que es único, singular, que pretende sensibilizarnos ante la reacción del Padre». 

«El padre tiene un comportamiento distinto, diferente, sublime, impresionante, increíble. Es una historia y yo reacciono muchas veces despellejando, criticando… El padre supo que le hijo se ha perdido y llora. Ha muerto y la vuelta significa el retorno. Que el padre manifieste su alegría ante el retorno es el rasgo más espectacular, más inverosímil de todo el Evangelio. «

«Que yo pueda ser alegría de Dios porque me convierto o si me convierto …es increíble que Jesús lo haya expresado así. Dios encuentra su cielo en que yo vuelva. Para mi, Dios es el cielo pero para Dios su cielo soy yo si sé retornar desde mi pecado real poniéndome ante su presencia diciendo sinceramente “he pecado contra el cielo y contra ti”. 

«Dios encuentra su cielo en que yo vuelva»

«Yo puedo ser cielo de Dios, eso es lo que dice Jesús. Es increíble. Debo revisar mi actitud con los demás. Dolerme con el dolor del padre. No reaccionar con el silencio, con el juicio, con la condena. Yo puedo ser cielo de Dios si hago algo que es distinto, diferente, no atacar, no morder, no criticar, no asesinar sino tener la paciencia afectuosa esperando el retorno de los hijos de Dios. “Hay más alegría en los cielos por un pecador que se convierte…” Cuando alguien convierte la libertad en cercanía, Dios se estremece. Ni silencio, ni critica, ni despedazamiento de los demás. Dios ha dicho que si yo cambio Él experimenta lo que es el cielo. Yo puedo ser cielo de Dios, puedo ser gozo De Dios, todo está en que yo sepa discernir. «

«Sobre la comunidad cristiana hay una nube oscura que nos impide ver la luz del Tabor: “Éste es mi hijo amado”, dice la voz del cielo. Y lo dice pensando en mi. Este es el hijo De Dios, escuchadle. No tengo que escuchar a mi conciencia, a los demás cuando condenan. Solo a Jesús, cuando dice que hay más alegría en los cielos y debo colaborar activamente, porque se trata del cielo de Dios. Dios experimennta el cielo en que yo me convierta y tú te conviertas y este es el sentido de la cuaresma. «

«La cuaresma nos da un Padre diferente, que entrega al Hijo, y se encuentra con el Hijo. Es una locura, inverosímil, pero esta es la estampa real.» 

«No puedo deternerme en la ley humana, en lo que los hombres hacen: condenando, crucificando… cada vez que soy positivo hay más alegría en los cielos. Ese padre bendito del pródigo merece la pena que lo comprenda, que colabore, para que los pródigos del mundo reciban la luz porque yo actúo, existo, porque comprendo.» 

«Volver al Padre es la solución. La solución no es silencio, ni la crítica asesina. Dios nos enseña a amar callando. Nos enseña a sufrir libremente. El Dios del pródigo es distinto, diferente. Dios no se queja nisiquiera para victimarse, que es lo que les queda a muchos padres y madres ante el dolor provocado por los hijos. Dios no se reserva ni siquiera el sufrimiento reverencial que produce un dolor indebido. Dios sufre de otra manera. En un silencio expresivo, esperanzado, convertíos, volver a mi de todo corazón. Yo tengo que ser Evangelio vivo, ni criterio o juicio mío, no opinión mía. Tengo que parecerme al padre de la parábola pero no al hijo menor ni al mayor. Jesús hace una descripción deliciosa. Yo tengo que pedirle que me instruya, me diga, porque puedo estar empecatado en mi propio silencio. Porque soy pecador, como todos, o porque vivo mi vida ajeno al dolor del mundo, al pecado del mundo. “A quien no cometió pecado, Dios le hizo pecado”. 

«Esta es la parábola y es el requerimiento de Dios para que yo retorna. Retornar a Dios es imitar al padre de la parábola. Tengo que ver el rostro evangélico del padre del prodigo y saber leerlo, saber imitarlo. Y pensar que si yo soy como debo, seré cielo De Dios, gozo De Dios, causa de la alegría de los cielos porque alguien retorna a Dios porque yo existo y creo en el padre del pródigo. 

«Retornar a Dios es imitar al padre de la parábola»

«Seamos capaces de dar la vuelta a nuestra vida encarnando la figura del padre que Jesús pinta admirablemente en su evangelio», concluyó  

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