Lecturas
Génesis 3, 9-15. 20 – Salmo 97 – Efesios 1, 3-6. 11-12
Lucas 1, 26-38: En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.
Comentario:
LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA, 2022
En el contexto del Adviento, la liturgia celebra hoy la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. El Adviento y la Inmaculada Concepción de María no son realidades divergentes. María nos explica en su persona y en su vida la realidad más profunda del Adviento. Ella esperó y acogió a Jesús como nadie. Y lo hizo por todos y para todos. María es el mejor Adviento y lo mejor del Adviento. Esperó como nadie y en favor de todos.
La fiesta de la Concepción Inmaculada de María nos dice que Dios preservó a María del pecado original. Este privilegio de la Virgen no fue definido hasta el 1854 por el Papa Pío IX. Se trata de recalcar una gracia singular concedida a María en atención a los méritos de Cristo, su Hijo. No se habla de ello en la Sagrada Escritura. Pero está supuesto en la totalidad de ella como una deducción muy sugerida. María estuvo íntegramente emplazada en la lucha de Cristo desde la Encarnación hasta el Calvario. Y efectivamente, la mujer que siempre iba a estar radical y perpetuamente asociada al combate de Cristo, ¿cómo no iba a estar a radicalmente y plenamente asociada a su victoria? En el fondo, esta gracia, que representa un misterio profundo, habla de la totalidad e integridad del amor que Dios le tuvo a ella y de la respuesta total de María en lo que de ella pudo depender. María en los cielos es la mejor explicación del “llena de gracia” del ángel anunciador del misterio de la encarnación. La mayor implicación de alguien en la vida de otro es la de una madre que concibe, engendra, alimenta, acompaña la vida de un hijo. María lo dio todo por Jesús. Es lógico que Jesús le ofreciera su triunfo del todo y parasiempre.
El mensaje importante de esta fiesta de María nos lo ofrecen los textos sagrados. Primero el Génesis. Con un lenguaje figurado nos ha hablado de la noche de la historia, de algo que ignoramos, pero cuyas consecuencias aparecen siempre, y drásticamente, a los ojos de todos. Hay algo que aparece evidente: el hombre peca desde su presencia en la historia. Y además lo hacen todos, todos pecan. Este hecho es evidente y universal. Desde los orígenes están rotas y alteradas las relaciones de unos hombres con otros y de todos con Dios. En el mundo ha existido siempre una desarmonía profunda que ha afectado a todas las relaciones humanas. Ante esta realidad, Lucas nos ofrece en su evangelio el diálogo más trascendental acontecido en la historia. Tiene lugar entre un mensajero de Dios, descendido de lo alto, y una joven en un rincón desconocido. Si los hombres, todos, ya desde los orígenes, se muestran independientes y autónomos, ahora Dios solicita sorprendentemente a una muchacha, acogida y consentimiento. La humanidad, entonces, no presintió lo que sucedía en Nazaret. Pero un destino insospechado y trascendente, que afectaba a la humanidad entera, estaba haciéndose depender de la aceptación de aquella sencilla joven. Y ella aceptó, para sí y para todos los hombres. Y Dios se hizo hombre con los hombres y como los hombres. El problema de fondo no se reducía a limpiar, o condonar, unas simples manchas morales. Se trataba de restaurar la armonía esencial de los hombres con Dios, la de los hombres con los hombres y la del hombre consigo mismo. Jamás se produjo en la historia una entrevista tan importante, un diálogo tan conciliador, un proyecto tan trascendente. Y la joven dijo “sí” al Enviado de Dios. Aceptó para ella y para la humanidad entera. Y ahora le llamamos “Inmaculada” porque en ella no hubo el mínimo egoísmo o reserva. Se dio del todo. Todo en ella fue acogida, disposición, servicio los demás.
María Inmaculada representa hoy un mensaje importante para nosotros. No aparece como algo aparte y extraño. Ella es modelo de lo que todos estamos llamados a ser y, también, de cómo debemos responder. Dios nos entregó a su Hijo para que esté siempre con nosotros, para que nosotros vivamos siempre en comunión con él y seamos como él. También María, como Dios, nos ha entregado a su propio Hijo, para que se forme en nosotros. Ella, que le formó como hombre en su seno, nos ayudará como nadie también a nosotros a configurarnos con él. El diálogo del ángel con María se repite hoy en nosotros. Jesús es el “sí” radical al plan de salvación del Padre en la historia, y María es también el “sí” rotundo a Jesús y a su misión salvadora en el mundo. El tiempo sagrado del Adviento debe configurar nuestra vida en un sí radical y total al plan de Dios en nosotros. Inmaculada Concepción de María y espiritualidad del adviento están referidos a un mismo misterio: el de la presencia de Dios en nuestras vidas y a la necesidad de una respuesta también total, dichosa y alegre. Nuestra actitud en este tiempo ha de ser la de María. En ella todo partió de la sorprendente iniciativa de Dios, gracias a la cual él se hizo presente en la historia para llevarla felizmente a su término. Nosotros concebimos la vida cristiana como asunto nuestro, como capacidad nuestra. Pero lo importante en nuestra vida no es lo que nosotros hacemos o podemos hacer, sino lo que Dios ha hecho y hace en nosotros. María nos enseña la perenne iniciativa de Dios, gracias a la cual él se hace presente a la historia y la conduce a su término. Nos señala la primacía y la seguridad del amor de Dios. Ella nos hace ver algo muy importante en la vida de fe: la alegría en Dios nuestro Salvador. La Iglesia de hoy ha perdido el Cantar de los Cantares, el gozo de sentirse elegida y amada por Dios. Una fe no alegre, no es fe cristiana. María se nos ofrece como modelo de fidelidad radical a la voluntad de Dios. Ella aparece siempre como rumiante de la palabra divina y vive en oración perseverante. Es una gran lección a imitar. María es la prueba de que Dios siempre salva a los pobres que confían en él y desbarata a los soberbios. Nos enseña también que todo buen amor ha de ser solidario y responsable. Y sobre todo, María nos enseña a no ser superficiales, a engendrar vida desde nuestra propia vida. María Inmaculada nos ayude a hacer generosa y auténtica nuestra vida.
Francisco Martínez
e-mail:berit@centroberit.com
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