El pasado lunes, 7 de noviembre, tuvo lugar la segunda sesión el Curso anual del Instituto Diocesano de Estudios Teológicos para Seglares, con la participación de D. Rubén Ruiz Silleras, Vicario General de la Archidiócesis de Zaragoza y profesor del Antiguo Testamento en el Centro de Estudios Teológicos para Seglares de Aragón.

En esta ocasión, el título de la ponencia fue «La palabra en historias: expresión del proceso existencial del creyente (Abraham, Moisés, Cristo-Iglesia-Sacramentos)». El ponente compartió con los presentes «una lectura personal de la Encíclica», señaló, «para sacar algunas ideas que me han ayudado y para introducir también algún desafío”. 

“Jesucristo es la luz”, comienza la Encíclica, publicada el 29 de junio de 2013, aludiendo a la cita de San Juan: “yo he venido al mundo como luz y así el que cree en mí no quedará en tinieblas”. El punto de partida es la luz y la fe, ambos conceptos bajo el título “Jesucristo es la luz”, sitiuándonos desde el principio en una clave hermenéutica que es constante a lo largo de la Encíclica: «Jesucristo como clave interpretativa de todo el documento«, señaló. «La imagen de Jesucristo como luz es extraordinariamente potente, atendiendo a una especie de juego de contrarios, muy común en la Escritura: la oposición entre luz y tinieblas. San Pablo lo utiliza también cuando dice que “soy todos los hijos de la luz y los hijos del día”, “no sois hijos de la noche o hijos de las tinieblas”. Esa imagen de Jesucristo como luz comporta, señaló Ruiz, que “quien cree ve” (LM 1). “La luz de la fe es la luz que es capaz de iluminar la existencia completa del hombre”. Más adelante, el texto va constatando cómo la luz de la fe es contrastada con la realidad de la sociedad, en la que esa “luz de la fe”, que determina el sentido de la vida de cualquier creyente, resulte indiferente para muchos de nuestros contemporáneos. “Este principio, por sí mismo, a nosotros nos tiene que mover de la silla”, señaló Rubén Ruiz, “¿qué estamos haciendo nosotros con la grandeza de la fe, con esta luz de la fe?, se preguntó, evocando el lema episcopal de D. Elías Yanes: “No apagaré la mecha humeante”. Puede resultar que la fe puede encontrarse presente en nuestra sociedad y nuestras familias de forma muy reducida, “pero no extinguida”. “Nuestra misión como creyentes será soplar esa mecha humeante para avivarla”. “Se trata -señaló- de corresponsabilizarnos para que esa luz de Jesucristo que, de algún modo, está presente en nuestro entorno, resulte avivada por ese deseo de encontrar esa luz”. 

 “Se trata -señaló- de corresponsabilizarnos para que esa luz de Jesucristo que, de algún modo, está presente en nuestro entorno, resulte avivada por ese deseo de encontrar esa luz”

Recordó las palabras del Papa Francisco, en el documento: “la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre” (LF 4). Benedicto XVI, coautor de la encíclica, en su prólogo del libro “Jesús de Nazaret”, escribió ese principio que se ha hecho tan conocido de cómo nace la fe: no es fruto de la asunción de una doctrina filosófica o política, sino del encuentro con una persona, aludiendo a la categoría del encuentro, fundamental en toda la teología. “¿Cuánto de encuentro hoy en nuestro proceso de fe?”, planteó el ponente. “Nuestra fe ha crecido, ha evolucionado a lo largo de nuestra vida, pero nuestro encuentro personal con Cristo ¿también?”.

«La fe no es fruto de la asunción e una doctrina filosófica o política, sino del encuentro con una persona, Jesucristo» (Benedicto XVI) 

“¿Es posible contagiar la luz de la fe? – se cuestionó el ponente- Es posible”. El Papa señala en el número 5 de la Encíclica: “La convicción de una fe que hace grande y plena la vida centrada en Cristo y en la fuerza d su gracia, animaba la misión de los primeros cristianos”. La convicción de que merece la pena creer en Jesús. Recordó igualmente que en este momento del documento el Papa Francisco trae el testimonio de los mártires, “de aquellos hombres y mujeres que estaban profundamente enamorados de Jesús y entregaron su vida por Él”. El ponente recomendó, en este sentido, el libro de Alan Kreider “La paciencia: El sorprendente fermento del cristianismo en el Imperio romano”, publicado en 2017, en el que se relata cómo el cristianismo se fue propagando de un grupo reducido de personas en Palestina a todo el Imperio. Siguiendo a Kreider, planteó por qué se unían aquellos hombres a la Iglesia de los primeros tiempos: «El cristianismo creció por atracción, por el habitus de los cristianos de la primera hora”.  El habitus se refiere al estilo de vida que intentado imitar, en su vida, a Jesús. “Este estilo de vida que aquellos hombres y mujeres lo vivieron intensamente, es el que atraía a todos aquellos que les veían, y que les hacía preguntarse quiénes eran aquellas personas singulares: que son capaces de perdonar las deudas, de vivir felices, que son perseguidos, ….”. “Esa vida, callada, humilde, empezó a despertar la atracción de los otros, el interés por imitar a esas personas”. “Esa es la explicación por la que esa luz de la fe se extendió extraordinariamente”. “Es muy importante el habitus, el estilo de vida, de los que tenemos experiencia de fe”. Ruiz evocó las palabras de San Cipriano de Cartago, escritas en el año 258: “No hablamos de cosas grandes, sino que las ponemos en práctica”. Las cosas grandes son Cristo, pero ponerlas en prácticas consiste en encarnar ese peculiar estilo de vida. 

«El estilo de vida de los cristianos, su habitus, es el mejor medio para atraer a la fe a los demás»

Evocó igualmente las múltiples definiciones que la Encíclica propone de la fe. Habla de la fe como un don de Dios, como una virtud teologal, la fe como una madre que engendra a la vida de la fe y da a luz nuevos cristianos que tienen que vivir ese habitus, el estilo al modo de Jesús. 

Ruiz Silleras continuó analizando los sucesivos capítulos del documento. En primer lugar, el Capitulo Primero, que alberga los puntos 8 a 22, y lleva por título  “Hemos creído en el amor” (cf. 1 Jn 4,16), en el que el texto realiza una mirada a Biblia y nos habla de Abraham, del Pueblo de Israel en el periplo del éxodo…. Abraham es el “padre en la fe”.  El ponente destacó una frase del texto: “Dios llamó personalmente a Abraham”, “la fe como una experiencia personal”, que después se manifiesta comunitariamente. Le llama a él primero, la fe es una experiencia personal que “nadie puede hacer por ti”. En esa categoría de encuentro, “eres tú y Dios”. Por ello, “conviene que esa experiencia de encuentro la hagamos nueva”.  “Porque nosotros no somos los mismos que cuando éramos más jóvenes”. Dios le llama a Abraham y le dice “sal de tu casa y vete al lugar que te mostraré”. El Papa destaca como Abraham no duda, se fía de Dios. En su vida, sigue fiándose de Dios, incluso para cumplir el sacrificio de su hijo. “La experiencia de la fe, por parte del cristiano que es invitado a acoger esa experiencia de la fe, hay una disponibilidad de confianza total en Dios”. 

«La fe es una experiencia personal, que nadie puede hacer por uno mismo; es un encuentro personal entre Dios y cada uno de nosotros».

Descató especialmente que la fe de los personajes bíblicos  “es capaz de abrir al futuro, de iluminar los pasos a lo largo el camino. De este modo, la fe, en cuanto memoria del futuro, memoria futuri, está estrechamente ligada con la esperanza” (LM 9). Señaló que “como mujeres y hombres que intentan contagiar, compartir la luz de Jesús, tenemos que ser hombres cargados de esperanza”. “Ningún tiempo en la Iglesia ha sido fácil para confesar la fe en Jesús”. “Nuestro tiempo es el que nos ha tocado vivir a nosotros, es el mejor, porque es nuestro trozo del camino, aprovechémoslo”. Utiliza el ejemplo de Moisés cuando habla del periplo por el Éxodo y también, en este camino de fidelidad que es la fe, aparece bien pronto el pecado, la duda, la idolatría, cuando Moisés subió al monte Sinaí, el pueblo se cansó de esperar e hicieron un ídolo. “Nuestra vida es una vida de fidelidad a Dios pero, a veces, se mezcla con esa duda, con el pecado, no hemos cambiado tanto desde la experiencia del relato bíblico; pero, al propio tiempo, siempre tenemos que conservar esa ilusión por Jesús, desde la experiencia del perdón, de la humildad, de saber que puedes equivocarte pero Dios siempre te ofrece su perdón”.

“Nuestro tiempo es el que nos ha tocado vivir a nosotros, es el mejor, porque es nuestro trozo del camino, aprovechémoslo”

En el número 15 del documento, el Papa habla de la clave cristológica. “Necesitamos no solo en creer en Jesús sino creer a Jesús”. Aprender de la autoridad de Jesús, concepto contrapuesto del concepto de autoritarismo. La autoridad en Jesús la desplaza al polo de la “autenticidad divina”. El ponente recordó que detrás de la palabra “exousia”, palabra griega que significa “autoridad”, está formada por dos elementos: “ex”, sacar de, “ousía”, del verbo ser. Podría significar que la autoridad de Jesús supone que “saca de Él lo que lleva dentro”. “Esa es la autoridad de Jesús y esa la que tendría que ser nuestra propia autoridad, de aquel que se siente iluminado por Jesús”, señaló. 

«Necesitamos no solo creer en Jesús sino creer a Jesús»

El Capítulo 2 del documento, números 22 a 36, titulado “Si no crees, no comprenderéis” (cf Is 7,9), concentra la idea de que “Dios es fiable” (n. 23), “Dios es digno de fe”. “Significa que lo que Dios promete, lo cumple”. En estos número cita principios tan importantes como la capacidad que tiene la luz de la fe de ofrecer luz a nuestra sociedad, al bien común, “de encontrarnos con personas que no creen en Jesús y trabajar junto a ellas por el bien de la sociedad, por el bien común”. Explicó el ponente que en la Biblia el concepto de “verdad” está muy unido al de “fidelidad”, por el Dios fiel es el Dios verdadero. “Por ello, es verdad que el don de la fe ilumina la existencia del creyente, ilumina la existencia de la Iglesia y tenemos que intentar iluminar también donde nos encontramos con la realidad social, iluminar el bien común”. En el ámbito de los areópagos a los que se refería Benedicto XVI, tales como las asociaciones de vecinos, el mundo de la cultura, de la universidad, de la empresa….”La luz de la fe tiene mucho que decir en esos ámbitos pero debemos estar preparados para ello”. Ruiz recordó las palabras del Papa en el documento: “Esta fe es un don que nace de la escucha”, evocando la famosa frase de San Pablo: “fides ex auditu”, “la fe nace del mensaje que se escucha” (Rm 10,17).

«La fe es un don que nace de la escucha»

Una escucha que es personal, que distingue la voz del buen pastor, también es ver (por ejemplo, el testimonio de otros en actividades sociales, voluntariado… “los judíos creyeron en Jesús viendo lo que ocurrió con Lázaro”), pero también por el oído. “Es muy importante que escuchemos: especialmente, a quien cuesta escuchar, a quien no tiene a nadie que le escuche…”.

Pero el número 30 habla de que la fe también es “tocar”: tocar la carne del pobre, del que sufre, el dolor, la indiferencia, la soledad, la enfermedad, la pobreza…. La primera carta de Juan lo describe brillantemente: “lo que hemos oido, lo que hemos visto con nuestros propios ojos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida, es lo que os anunciamos”.   “Os anunciamos a Jesús”. Por ello, “nuestra fe no se debe quedar en principios teóricos, sino que debemos hacerla vida; cada uno donde estemos”. Recordó que “el primer voluntariado siempre empieza en casa”. “El círculo debe ser siempre de dentro hacia fuera”. “Tocar, porque la luz es una “luz encarnada”, indicó. 

«Nuestra fe no se debe quedar en principios teóricos, sino que debemos hacerla vida; cada uno donde nos encontremos»

El Capítulo tercero, nn. 37 a 49, con el título “Transmito lo que he recibido» (cf. 1 Co 15,3), dedicado a la transmisión de la fe, en el que vuelve a insistir en que la luz de la fe se transmite por contagio, de persona a persona, “como el día de la Vigilia Pascual o el día de la Candelario, en la que nuestra luz enciende la candela del otro. La luz que se transmite e ilumina al final toda la Iglesia”. Enuncia un elemento nuevo: “no creemos solos”. “La fe no es una opción individual”. “La fe es un don pero, en el fondo, la fe se vive en grupo, en familia, en comunidad, en Iglesia”. “Quien cree nunca está solo”.  “Es muy importante compartir la fe con el otro, con el resto, con la comunidad”. “Al final, te das cuenta que las esperanzas, las dudas, las dificultades, son muy parecidas, muy similares a las del otro”. “Y gracias a eso, tu fe crece, escuchando la fe de los otros”. “No somos francotiradores, somos una familia”. El documento recuerda la importancia de los sacramentos, del decálogo como “propuesta de vida”, ética y asumida libremente, habla también el documento, de la oración. “Son caminos que engrandecen la luz de la fe”. 

«No creemos solos. La fe no es una opción individual; se vive en grupo, en familia, en comunidad, en Iglesia. Quien cree nunca está solo».

Finalmente, el Capítulo 4, que habla de la ciudad que Dios prepara para ellos (cf. Hb 11,16). El ponente explicó que el documento acaba con una mirada hacia la escatología, la ciudad futura a la que nos conducimos, “somos ciudadanos del cielo” (San Pablo). Recordó la relevancia del libro del Apocalipsis, “un libro iluminador”, en cuyo final se utiliza la imagen de “la Jerusalen celestial”, “donde Dios será todo en todos, donde no habrá noche porque todo será luz”. Pero “antes de eso, mientras tanto, la luz de la fe debe iluminar nuestra sociedad actual, tenemos que estar volcados con el compromiso con la justicia, con los derechos, con la paz, “es indispensable e inexcusable que la Iglesia estemos muy unidos al compromiso temporal”.   

«Es indispensable e inexcusable que la Iglesia estemos muy unidos al compromiso temporal»

El documento acaba poniendo en María nuestra mirada y nuestro corazón, señaló: “En María, la fe ha dado su mejor fruto”. “Y cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llenamos alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe”. “Si el don de la fe da fruto en ti, serás un hombre o una mujer alegre”. El ponente finalizó su exposición con una cita bíblica, que es citada también por el Papa en el documento, “El Señor le dice a Pedro antes de la pasión de Jesús: “Pedro, he pedido por ti para que tu fe no se apague”. “Que esa oración sea también para nosotros, que el Señor sostenga, fortalezca nuestra fe y la haga crecer, que nos haga entusiasmarnos con él para poder llevarlo a los demás”, concluyó.

La próxima sesión correrá a cargo de Dª. Carmen Herrando, el próximo lunes 14 de noviembre, bajo el título “La luz existencial en la sociedad de las luces (en crisis)”.

Para más información sobre el curso 2022-2023 clica aquí.

 

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