EJERCICIO PRÁCTICO DE MEDITACIÓN PROFUNDA
ABANDONARNOS EN DIOS
La contemplación del cuerpo muerto de Cristo en el sepulcro nos habla del desastre al que llevan las fuerzas del mal. Pero nos habla, ante todo, de la victoria del amor sufrido sobre el desorden establecido por el egoísmo. La muerte aceptada es la victoria sobre el mal. El cuerpo muerto nos dice «todo está cumplido» (Jn 19,30). Es el límite sin límite de la entrega absoluta.
1. DEJARSE OBRAR POR DIOS
Dios es el Dios de la vida. Más: es Padre. Todo lo envuelve en un orden de providencia paternal. En un contexto psicológica y ambientalmente hostil y pecador, él no puede dejar de querernos y de que vivamos con él y como él. Él quiere conducir los destinos de la historia de cada hombre.
«Todos los que se dejan conducir por el Espíritu son hijos de Dios» (Rom 8,14).
Abrahán, Moisés, son personajes cuyas vidas revelan una historia conducida por Dios. Toda la vida de Cristo es la voluntad del Padre:
«Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo… Entonces dije: he aquí que vengo… a hacer, oh Dios, tu voluntad» (Hbr10,5ss).
«¿No sabíais que yo debía estar ocupado en las cosas de mi Padre? (Lc 2,49).
«Mi alimento es hacer la voluntad de quien me envió» (Jn 4,34).
2. MIS CAMINOS NO SON VUESTROS CAMINOS
Cristo vence por el aparente camino de la derrota. Es vencedor precisamente por aceptar ser víctima. Su resurrección procede de la muerte.
«Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos… Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros» (Is 55,8-9).
Los bienaventurados, para Cristo, son los malaventurados del mundo: los pobres, los sufridos, los que lloran, los que tienen hambre y sed, los misericordiosos, los perseguidos…
En las tentaciones Jesús rechaza el poder, la ambición, el provecho propio, el mesianismo triunfal. Acepta el mesianismo del servidor paciente (Lc 4,1ss; Mt 17,12): «Pero él, volviéndose dijo a Pedro: quítate de mi vista, Satanás. Tropiezo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mt 16,23).
En Getsemaní: «Padre mío: si es posible, pase de mí este cáliz, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú» (Mt 26,39).
«El hombre psíquico no capta las cosas del Espíritu de Dios: son necedad para él» (1 Cor 2,14).
«Si alguno se cree sabio… hágase necio para llegar a ser sabio; pues la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios» (1 Cor 3,19).
«Los parientes (de Jesús) decían: está fuera de sí» (Mc 3,21).
«Muchos decían: está loco» (Jn 10,20).
3. EL FRACASO TIENE SENTIDO REDENTOR
«Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32).
«Si el grano de trigo no cae y muere, no da fruto» (Jn 12,24).
«...se despojó de sí mismo… se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre» (Flp 2,6ss).
«Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan para nosotros es fuerza de Dios… Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres» (1 Cor 1,18.2225).
4. LA RESURRECCIÓN DE CRISTO ES NUESTRA RESURRECCIÓN
«Pero Dios, rico como es en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo por gracia habéis sido salvados y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús» (Ef 2,4ss).
«Así, pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, también vosotros apareceréis gloriosos con él» (Col 3,14).
«Sepultados con él en el Bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios que le resucitó de entre los muertos» (Col 2,12).
Mis caminos, ¿son los de la cruz? ¿Me domina en exclusiva el principio de la eficacia? ¿Hasta qué punto creo en la eficacia de la oración y la del sufrimiento callado?
5. PARA LA ORACIÓN PROFUNDA
Entra dentro del cuerpo muerto de Jesús en el sepulcro. Él ya no muere. Está siempre vivo. Pero puedes verlo como el cumplimiento pleno de la voluntad del Padre. Es la expresión suprema de un amor sin límites. Lo dio todo. Entra dentro. Déjate confrontar por Cristo. Tus límites son precarios. Pesas, mides, calculas tus generosidades con inmensa tacañería. Sigues tus caminos, no los de Dios. Toma un texto y mételo en tus debilidades. Déjate ocupar por el amor y obediencia de Cristo hasta el límite de no tener límites. Entra en el texto. Es Cristo viviente. Quédate en él. Realiza el proceso de conversión:
SALGO DE MÍ. VOY A TI. TODO EN TI. NUEVO POR TI.
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