Lecturas
Isaías 60, 1-6 – Salmo 71 – Efesios 3, 2-3a. 5-6
Mateo 2, 1-12
VENIMOS A ADORAR AL REY
2019, Epifanía
Celebramos hoy un aspecto muy importante de la Navidad: Jesús como gran regalo de Dios a la humanidad entera, no solo al pueblo elegido. Ya en su mismo nacimiento, revela su destinación universal manifestándose a los pueblos gentiles. La narración de los Magos tiene un fuerte carácter simbólico catequético. Es una leyenda de la que sería improcedente deducir datos astronómicos. Pero es, ante todo, un mensaje con referencias documentales ricas y exuberantes, que combina historia, tradición, símbolos y teología para revelar el ofrecimiento que Dios hace de su propio Hijo a todos los pueblos de la tierra como salvador. El evangelista armoniza, junto con los datos tradicionales que recibe, diferentes textos bíblicos. Rememora antiguos oráculos de los profetas y de los propios salmos. Así, encontramos el eco de la estrella en el relato de Balaán (Nm 24,17) y la ofrenda de oro e incienso del poema de Isaías (60,6) y del salmo 71 (10.11). Mateo utiliza los textos del Antiguo Testamento para fundamentar que Jesús es el Mesías anunciado a Israel desde el principio, por eso cita también a Miqueas (5,1) y el segundo libro de Samuel (5,2) para afirmar el cumplimiento de las Escrituras.
Mateo presenta la figura de los sabios de Oriente de forma ejemplarizante. Además de sabios son piadosos y quieren adorar al niño. La estrella significa que Dios los conduce. Herodes, por el contrario, representa la oposición al plan de Dios. Va contra el niño que acaba de nacer, y con él queda identificada la ciudad de Jerusalén, que, en el evangelio de Mateo, remite a la pasión final de Jesús. Dios interviene y la intención de Herodes queda frustrada. El vértice del relato está en el versículo 11 que describe cómo los magos encuentran la casa donde estaban el niño y su madre. Los sabios abren los cofres y ofrecen al niño regalos muy preciados y valiosos. La tradición de los Padres de la Iglesia atribuye al oro el sentido de la realeza, al incienso la divinidad y la mirra a la humanidad de Jesús.
La intención principal del relato es transmitir la idea de que el amor de Dios alcanza a todos los pueblos y de que este amor se manifiesta en Cristo como Luz y como Salvación de todos, no solo judíos, sino también paganos, representados por los Magos. Dios llama a todos y los convoca a una vida de paz y de amor. “También los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el evangelio” (Ef 3,6). Todos los pueblos y todas las culturas del mundo y de la historia están llamados a encontrar el mensaje más hermoso jamás ofrecido a la humanidad y a vivir el espíritu evangélico: el del Padrenuestro y el del Sermón de la montaña, el de la parábola del buen samaritano, el precepto del amor fraterno, la invitación a llevar la cruz y a participar de la resurrección del Señor como estilo y vivencia de la comunidad. Todos los seguidores de Jesús están invitados a transformar las diversas culturas de los pueblos superando todas las negatividades de la historia, transformando y regenerando a todos los hombres.
El relato de los Magos representa una descripción sugerente y hermosa del proceso de la fe en cuentos buscan con sincero corazón. En primer lugar aparece una búsqueda veraz. “¿Dónde está el Rey de los judíos?”. Jesús dirá más tarde “buscad y encontraréis” (Mt 7,7). El encuentro con Dios no se puede relegar a la espontaneidad o a las eventualidades ocasionales. La búsqueda de la identidad pertenece a la esencia misma del hombre. Es el ser mismo y el destino del hombre lo que está en juego. La decepción en que viven tantos humanos no conduce a nada positivo. El desencanto es destrucción de la esperanza humana. Los Magos tienen la seguridad de la meta y por ello asumen un camino muy largo, plagado de oscuridades y obstáculos a superar. Pero la búsqueda, para un buscador sincero, es ya inicio de encuentro sincero. El hombre contemporáneo se ha alejado mucho de la fe y los Magos son un testimonio de encuentro que justifica y dulcifica el esfuerzo. Los “Magos vienen de muy lejos”. Representan un mensaje provocador. Y Dios siempre está en el horizonte de toda búsqueda noble. “Buscad y encontraréis”, dice el Señor (Mt 7,7).
Es llamativa la alegría de los Magos cuando encuentran el lugar donde está Jesús. “Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría” (Mt 2,10). La fe es, primero, la constatación de que “nadie ha hablado como ese hombre” (Jn 7,46). Nadie ha interpretado con tanta luz los sueños e ideales del corazón humano, y nadie ha unido una alegría tan bienaventurada a las situaciones de persecución y de exclusión más dolorosas. Jesús es el único en la historia de la humanidad que garantiza el estado de bienaventuranza a las situaciones más dolorosas que el hombre suele sufrir en la tierra. Es el único que ha retado a la humanidad entera prometiendo: “Quiero que mi gozo esté en vosotros completo” (Jn 15,11).
Los Magos son modelo de búsqueda del conocimiento veraz. Revelan una inquietud que responde a un problema profundo y universal: la necesidad y la identidad que anida en el corazón humano. Todo hombre es por naturaleza un “todavía más” en la línea del conocimiento de la verdad y de la consecución del bien. No buscar es ya grave error, mientras que buscar es ya haber comenzado a encontrar. El abandono de la fe de multitudes obedece, entre otras causas, a un conocimiento distorsionado del mensaje evangélico. Es conocimiento que tiene algo de información, pero muy poco de formación e iniciación. El mejor proceso de formación en la fe ha sido el catecumenado de los cuatro primeros siglos del cristianismo. Era más bien iniciación a la fe en el contexto celebrativo y testimonial de la comunidad creyente. Se hundió en el siglo IV cuando no había apenas bautizos de adultos porque ya en esa época los adultos ya eran mayoritariamente cristianos. Casi solo se bautizaba a niños. Posteriormente, los textos de iniciación, en lugar de proceder de la Biblia y de la liturgia, eran tomados de los Concilios que en el correr de los siglos condenaron herejías. Pero donde no hubo herejías la doctrina no se ha desarrollado tanto ni en la teología ni en la catequesis. El error sobrevino al sustituir el evangelio directo e íntegro y las catequesis litúrgicas por verdades dogmáticas de escuela, muy importantes ciertamente, pero no tanto como el evangelio sistemático y directo. El evangelio es insustituible. La Revelación es Palabra de Dios y los Concilios son palabra de la Iglesia. Son magisterio seguro y cierto, pero a otro nivel que los evangelios. La Buena Nueva expresa del evangelio, la Paternidad universal de Dios, su Amistad e Intimidad con el hombre, la Esponsalidad de la Iglesia y de cada cristiano con Cristo, y la iniciación al misterio de Cristo, a la celebración de la fe y al amor, deben ser mucho más resaltadas. La fe debe suscitar alegría y gozo, no solo seguridad doctrinal. El pueblo cristiano contemporáneo necesita un diluvio de “Buena Nueva” evangélica, necesita del testimonio convincente y confesante de “testigos”, y no solo maestros, que hablen no desde la influencia de un poder social, no desde el miedo, sino desde la fuerza de la persuasión y de la convicción. Nadie ama lo que no conoce. El hombre, o camina desde dentro, desde su convicción y libertad personal, o no caminará. Que el Señor nos ayude a conocerle y a amarle.
Francisco Martínez
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