Revibe septiembre 2018
RECUPERAR LA EUCARISTÍA DEL EVANGELIO: LA GRACIA Y DICHA DE LA NUEVA HUMANIDAD
¡Bienvenidos.! Tras el parón vacacional retomamos nuestros encuentros reflexionando sobre el sentido y la importancia de la Eucaristía en nuestras vidas. Comenzamos orando juntos:
Mis manos, esas manos y tus manos / hacemos este gesto, compartida / la mesa y el destino, como hermanos. / Las vidas en tu muerte y en tu vida.
Unidos en el pan los muchos granos, / iremos aprendiendo a ser la unida /Ciudad de Dios, ciudad de los humanos. / Comiéndote sabremos ser comida.
El vino de sus venas nos provoca. /El pan que ellos no tienen nos convoca / a ser contigo el pan de cada día.
Llamados por la luz de tu memoria, /marchamos hacia el Reino haciendo historia, /fraterna y subversiva eucaristía.
(Pedro Casaldáliga)
Proclamamos el Evangelio dominical y compartimos nuestra experiencia.
Reflexionamos sobre el tema: Recuperar la Eucaristía del Evangelio: la gracia y dicha de la nueva humanidad. Dejarnos hablar por Dios. Ed. Herder, 2006. Págs. 185 a 192.
Como consecuencia del divorcio entre fe y cultura en la época moderna nos encontramos con grandes sectores sociales a los que la eucaristía “no dice nada”. Ante esta situación es fundamental recuperar el sentido original de esta celebración comunitaria, en la que la asamblea realiza su identidad y destino como pueblo de Dios: compartir, sanar, liberar y ejercer el perdón y la misericordia.
Las siguientes cuestiones pueden facilitar el diálogo en grupo:
– ¿Qué valor tiene la Eucaristía para mí?
– ¿Vivo la Eucaristía como protagonista activo o soy un mero testigo que asiste sin implicarse?
– ¿Vivo en verdadera comunión con mis hermanos?
– ¿La celebración de la Eucaristía transforma mi vida?
Nos despedimos orando:
Acuérdate, piadosa Virgen María / que jamás se ha oído decir / que haya sido abandonado / ninguno de cuantos han acudido a ti /implorando tu ayuda.
Animado con esta confianza, /a ti también acudo, /Madre de bondad, / y me atrevo a implorarte / a pesar de mis pecados. No deseches mis súplicas, /antes bien escúchalas/
y acógelas con piedad. Amén.
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