LA VIVENCIA ESPIRITUAL DE LA PASCUA CRISTIANA
EL TRIDUO POR DENTRO
El contenido espiritual del triduo es, y no puede ser otro, que el de la Pascua del Señor. La vida cristiana es hacer el camino de Jesús. El Cristo viviente, de los cielos, vive en medio de la comunidad creyente y la está vivificando en su vida gloriosa. La celebración de los misterios de la redención nos hace contemporáneos de Cristo y ahora nosotros somos su cuerpo que revive aquellos mismos misterios. El Cristo que se entrega, muere de amor, y resucita, somos ahora él y nosotros. Cristo y la Iglesia. La cabeza y el cuerpo. Somos concrucificados con él (Gál 2,19), muertos en él (2 Cor 4,10), sepultados con él (Col 2,12), resucitados con él (Col 3,1), sentados ya en los cielos con él (Ef 2,5-6). Nosotros somos ahora la visibilidad terrestre del Cristo celeste. Prolongamos ahora su encarnación al servicio del mundo. Somos en nuestro tiempo la visibilidad histórica del Cristo glorioso de los cielos, la encarnación de su amor a favor de todos los hombres.
El triduo, vivido por dentro, requiere dejarnos sustituir por él, vivir su persona, sus acciones, sus actitudes. Reproducirlo a lo vivo. Ser hoy su pasión y muerte, su resurrección, en el contexto de las situaciones y problemas actuales. Hoy sigue siendo redención de Cristo, pero ahora en nosotros y desde nosotros, que somos su visibilidad terrena.
EL JUEVES SANTO
Sentirme Cristo en el Jueves Santo.
Dejarme sustituir por él.
Hacer lo que él hace y como él lo hace.
Derramar mi vida en los demás.
Hacer de mis relaciones manjar y banquete para todos.
Construir la comunidad en la fraternidad y en la paz.
I. HISTORIA, CELEBRACIÓN Y VALORES
A) Historia y celebración
Inicialmente el jueves no formó parte del Triduo santo. No obstante, la misa de la cena se celebra en Jerusalén desde los comienzos. En Roma entra en el siglo VII. Posteriormente se añadió una misa para la reconciliación de los penitentes. Y después una tercera para la consagración de los óleos. La reforma de Pablo VI coloca la misa crismal en las catedrales el jueves por la mañana y la celebración de la cena en todas las Iglesias por la tarde como apertura e inicio de la celebración pascual.
La misa crismal no pertenece al triduo sagrado actual. La preside el obispo con los presbíteros. Actualmente se le da una significación sacerdotal o presbiteral. Pero no tiene ningún fundamento exclusivo, ni en la historia ni en los textos. El significado de los óleos, y más aún el de la Cena, hacen de la liturgia la fiesta de la comunidad. La consagración de los óleos celebra la presencia santificadora del Espíritu formando la comunidad en la diversidad de sus miembros. En la misa crismal se consagra óleo de los catecúmenos como expresión de fuerza contra Satanás, príncipe del mal, el de los enfermos como remedio de las dolencias de cuerpo y de alma, y el santo crisma, signo de la penetración santificadora del Espíritu Santo y con el que serán ungidos los bautizados, los confirmados, los nuevos presbíteros y obispos.
En la misa vespertina se celebra la ritualización de la cruz y de la cena en la eucaristía, el memorial del Señor en el que se actualiza y representa la entrega del Señor hasta la muerte por amor. En el gesto más humano de comer y de beber está el simbolismo profundo de la acción de Cristo que, en la Eucaristía nos hace comensales del reino de Dios. Para ello no sólo transforma la materia del pan y vino: transforma, ante todo, a la comunidad en su propio cuerpo. La eucaristía no sólo hace el cuerpo de Cristo: nos hace a nosotros su cuerpo. La comunidad creyente está llamada a ser la encarnación del amor de Cristo, su biografía y revelación. Ha de hacerse acogida y hospitalidad para todos los hombres, en especial los más necesitados. La eucaristía es la construcción de la comunidad en el amor y la paz. Ella debe reflejar la entrega ilimitada de Cristo que tiene que ir fermentando a todos en la gratuidad de Dios.
En la institución de la Cena hay dos expresiones cuyo simbolismo revela con una fuerza clarividente el significado profundo de la eucaristía. Son, primero, el pan y el vino. Y después el lavatorio de los pies. Jesús, cuando pronuncia las palabras, no se dirige a los elementos materiales de pan y vino. Se dirige a las personas: «tomad y comed», «tomad y bebed». Ello nos dice que la eucaristía no termina simplemente en la transformación mágica de una cosa sagrada. Se centra sobre todo en la acción de entregarse, de darse del todo, de compartir, de poner en común, de derramar la vida en los demás. Cristo no se limita a hacerse presente con una presencia objetiva, sin más. Está presente porque se entrega, porque vive entregándose. Cristo está presente en el pan y el vino para hacer de la comunidad unida su verdadero cuerpo. Transforma los elementos en función de la transformación de las personas. Hace de nosotros comensales y concorpóreos suyos.
Y nos impele a nosotros, con él y en él, a compartir, comer juntos en la mesa del rito y de la vida, a derramar nuestra vida en los demás. Marginar la fraternidad y la solidaridad es pervertir la eucaristía.
De igual modo, en el lavatorio de los pies, oficio de siervos en tiempo de Jesús, el Señor nos descubre el contenido y significado profundos de la Eucaristía como servicio de vida a favor de los otros. Jesús, en la cena, hizo de siervo de los discípulos y nos recomendó vivamente a hacernos también nosotros servidores los unos de los otros. El contenido verdadero de la eucaristía no es que repitamos materialmente la escena del lavatorio de los pies, sino que, en la vida real, nos sirvamos unos a otros por amor, considerando a los demás como superiores a nosotros mismos. Que hagamos en nuestro contexto actual y social lo que Jesús hizo en el suyo.
El trasfondo pascual de la cena resulta evidente. La primera lectura nos habla de la primera pascua de la historia hebrea, de Ex 12,1-8.11-14. La segunda, de 1 Cor 11,23-26, se refiere a la institución de la Cena de Cristo, la nueva pascua, cuyo memorial tendrá que celebrar el nuevo pueblo. El evangelio nos habla del paso de Cristo al Padre, la pascua en su contenido fundamental (Jn 13,1).
La celebración de la Cena encierra todo el patetismo de la primera Cena vivida por Cristo en el cenáculo, pues, como dice la oración de las ofrendas «cada vez que celebramos este memorial de la muerte de tu hijo, se realiza la obra de nuestra redención». En la consagración dirá el sacerdote: «El cual HOY, la víspera de padecer… tomó pan… » Efectivamente, hoy, Cristo y la Iglesia, la Cabeza y el cuerpo, celebran la pascua, el memorial actualizando el pasado en un presente que anticipa el futuro de la salvación. La Cena es el misterio de la pascua. Representa y actualiza el paso del Señor de la muerte a la vida para que nosotros nos lo apropiemos y participemos de él. «Cada vez que con conciencia pura te acercas a la eucaristía, celebras la pascua. Pascua es, en efecto, celebrar la muerte del Señor» (San Juan Crisóstomo).
La procesión y reserva del Santísimo en el monumento es una costumbre popular que tiene su origen en el siglo XI.
B) Los valores espirituales de la Cena del Señor:
* El amor ilimitado que el Padre nos tiene al entregar al Hijo por nosotros.
* El amor del Hijo al Padre obedeciendo hasta la muerte.
* Compartir, acoger, poner en común, comer juntos.
* Ser fieles a lo instituido por Jesús en la Cena, derramando nosotros «hoy» nuestra vida en los hombres en el contexto de los problemas y necesidades de nuestro tiempo.
* Construir la comunidad en la fraternidad y la paz.
* Hacernos pan de los otros. Darnos sin límites ni condiciones.
* Ser siempre positivos, incluso con los que nos ofenden.
* Relacionarnos siempre con los otros desde la gratuidad y no por interés.
* Amar incondicionalmente, sin tener en cuenta la ignominia.
II. ORACIONES DE LA BIBLIA, DEL MISAL Y DE LA TRADICIÓN ESPIRITUAL
a) Textos eucarísticos especiales
Juan 6; 17.
1 Cor 10,14-22 y 11, 17-34.
b) Oraciones-colecta y poscomunión
Señor Dios nuestro, nos has convocado hoy para celebrar aquella misma memorable cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el banquete de su amor, el sacrificio nuevo de la alianza eterna: te pedimos que la celebración de estos santos misterios nos lleve a alcanzar la plenitud de amor y de vida (Oración misa Jueves santo).
Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión: te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención (Ritual de la eucaristía).
Derrama, Señor, sobre nosotros tu Espíritu de caridad para que, alimentados por el mismo pan del cielo, permanezcamos unidos en el mismo amor (Ritual de la eucaristía).
Te rogamos, Señor, que nos santifique nuestra participación en la eucaristía, para que, en el cuerpo y en la sangre de Cristo, se estreche cada vez más la fraternidad universal de todos los hombres (Ritual de la eucaristía).
Alimentados con esta eucaristía, te hacemos presente, Señor, nuestra acción de gracias, implorando de tu misericordia que el Espíritu Santo mantenga siempre vivo el amor a la verdad en quienes han recibido fuerza de lo alto (Ritual de la eucaristía).
Derrama, Señor, sobre nosotros tu Espíritu de caridad, para que vivamos siempre unidos en tu amor los que hemos participado en el mismo sacramento pascual (Ritual de la eucaristía).
c) Antífonas
Nosotros hemos de gloriamos
en la cruz de nuestro Señor Jesucristo:
en él está nuestra salvación, vida,y resurrección,
él nos ha salvado y libertado.
Os doy el mandato nuevo:
que os améis mutuamente como yo os he amado, dice el Señor.
¡Oh sagrado banquete en que Cristo es nuestra comida,
se celebra el memorial de su pasión,
el alma se llena de gracia
y se nos da una prenda de la gloria futura!
¡Qué bueno, Señor, es tu espíritu!
Para demostrar a tus hijos tu ternura,
les has dado un pan delicioso bajado del cielo,
que colma de bienes a los hambrientos,
y deja vacíos a los ricos hastiados.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo;
el que coma de este pan vivirá eternamente;
y el pan que yo daré
es mi carne para la vida del mundo.
d) Responsorios
Yo soy el pan de vida.
Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron:
éste es el pan que baja del cielo,
para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá para siempre. Éste es el pan que baja del cielo,
para que el hombre coma de él y no muera.
El pan es uno, y así nosotros,
aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo.
Todos participamos del mismo pan y del mismo cáliz.
Tu bondad, oh Dios, lo preparó para los pobres,
a los que haces habitar unánimes en tu casa.
Todos participamos del mismo pan y del mismo cáliz.
El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre.
y el que me come vivirá por mí.
Lo alimentó con el pan de la vida y de la sabiduría.
Y el que come, vivirá por mí.
e) Salmos eucarísticos
SALMO 22: El Señor es mi pastor
El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
f) Himnos
1. PANGE LlNGUA
Que la lengua humana
cante este misterio:
la preciosa sangre
y el precioso cuerpo.
Quien nació de virgen,
Rey del universo,
por salvar al mundo,
dio su sangre en precio.
Adorad postrados este sacramento.
Cese el viejo rito.
Se establezca el nuevo.
Dudan los sentidos y el entendimiento:
que la fe lo supla con asentimiento.
Himnos de alabanza,
bendición y obsequio;
por igual la gloria
y el poder y el reino
al eterno Padre
con el Hijo eterno
y al divino Espíritu
que procede de ellos. Amén.
2. «ADORO TE DEVOTE»
Adórote devotamente, oculta Deidad,
que bajo estas sagradas especies te ocultas verdaderamente.
A ti mi corazón se somete totalmente,
pues al contemplarte, se siente desfallecer por completo.
La vista, el tacto, el gusto, son aquí falaces,
sólo con el oído se llega a tener fe segura.
Creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios,
nada más verdadero que esta palabra de la Verdad.
En la cruz se ocultaba sólo la Divinidad,
mas aquí se oculta hasta la humanidad.
Pero yo, creyendo y confesando entrambas cosas,
pido lo que pidió el ladrón arrepentido.
Tus llagas no las veo, como las vio Tomás;
pero te confieso por Dios mío.
Haz que crea yo en ti más y más,
que espere en ti y te ame.
¡Oh recordatorio de la muerte del Señor,
pan vivo, que das vida al hombre!
Da a mi alma que de ti viva
y disfrute siempre de tu dulce sabor.
Piadoso pelícano, Jesús Señor,
límpiame a mí, inmundo, con tu sangre,
una de cuyas gotas puede limpiar
al mundo entero de todo pecado.
¡Oh Jesús a quien ahora veo velado!
Te pido que se cumpla lo que yo tanto anhelo:
que, viéndote finalmente cara a cara,
sea yo dichoso con la vista de tu gloria.
3. «UBI CHARITAS»
Donde hay caridad y amor, allí está Dios.
Nos congregó y unió el amor de Cristo.
Regocijémonos y alegrémonos en él.
Temamos y amemos al Dios vivo,
y amémonos con corazón sincero.
Donde hay caridad y amor, allí está Dios.
Pues estamos en un cuerpo congregados,
cuidemos no se divida nuestro afecto.
Cesen las contiendas malignas, cesen los litigios,
y en medio de nosotros esté Cristo Dios.
Donde hay caridad y amor, allí está Dios.
Veamos juntamente con los santos
tu glorioso rostro ¡oh Cristo Dios!
Éste será gozo inmenso y puro.
Por los siglos de los siglos infinitos. Así sea.
g) Otras oraciones eucarísticas
1 . ORACIÓN DE LA «DIDAKHE» O DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES
Respecto a la eucaristía, daréis gracias de esta manera:
primeramente, sobre el cáliz:
Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David, tu siervo,
la que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos.
Luego sobre el fragmento:
Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento
que nos manifestastes por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos.
Como este fragmento estaba disperso sobre los montes
y reunido se hizo uno,
así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino.
Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente.
Después de saciaros, daréis gracias así:
Te damos gracias, Padre Santo, por tu santo Nombre,
que hiciste morar en nuestros corazones,
y por el conocimiento, y la fe, y la inmortalidad,
que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos.
Tú, Señor todopoderoso, creaste todas las cosas por causa de tu nombre
y diste a los hombres comida y bebida para su disfrute.
Mas a nosotros nos hiciste gracia de comida y bebida espiritual
y de vida eterna por tu siervo.
Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso.
A ti sea la gloria por los siglos.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal
y hacerla perfecta en tu amor, y reúnela de los cuatro vientos,
santificada, en el reino tuyo, que has preparado.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
Venga la gracia y pase este mundo.
Hosanna al Dios de David.
El que sea santo que se acerque.
El que no lo sea que haga penitencia.
Marana tha. Amén.
2. ALMA DE CRISTO
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, purifícame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh buen Jesús óyeme!
Dentro de tus llagas escóndeme.
No permitas que me aparte de ti.
Del maligno enemigo defiéndeme.
En la hora de mi muerte llámame
y mándame ir a ti,
para que con tus santos te alabe
por los siglos de los siglos. Amén.
3. TOMAD. SEÑOR. Y RECIBID
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad,
todo mi haber y poseer.
Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno.
Todo es vuestro. Disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta.
EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN PROFUNDA
EN LA EUCARISTÍA SOMOS LO QUE RECIBIMOS
1. HACIA EL ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO
Intenta ir más allá de las mediaciones: ideas, imágenes, representaciones mentales o escénicas, ceremonias, etc. Ahora, más que pensar en «celebrar el triduo» o de «hacer oración» en un sentido funcional, exterior, del término, piensa más bien: voy a estar con él, a solas con él, totalmente con él, dentro de él, sorprendiendo sus sentimientos íntimos, para apropiármelos.
Suplica el silencio interior y el encuentro sincero, cara a cara, personal, con él.
Cree en su amor y ábrete a él: «Habiendo amado a los suyos… los amó hasta el extremo» (Jn 13,1).
2. COMULGAR E IDENTIFICARME CON CRISTO
a) Cristo se hace mi eucaristía:
Lo primero que vemos en la eucaristía es la entrega personal y el modo de la entrega: «Tomad y comed… esto es mi cuerpo entregado… Tomad y bebed… mi sangre derramada por todos». Debo entender profundamente, experimentar, que Cristo se hace pan, entrega, comunión, derramamiento de su vida en mi vida, con el fin de vivir él en mí y yo en él. En la eucaristía soms aquello mismo que recibimos. Mediante ella él nos hace su cuerpo.
«Sois cuerpo de Cristo» (1 Cor 12,27).
«Tomad, comed, esto es mi cuerpo» (Mt 26,26).
«Tomó luego un cáliz… se lo dio diciendo: bebed todos de él, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que va a ser derramada por todos para remisión de los pecados» (Mt 26,27-28).
«El cáliz de bendición que bendecimos ¿no nos une a todos en la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no nos une a todos en el cuerpo de Cristo? (1 Cor 10,16).
«Yo soy el pan de la vida… Éste es el pan que baja del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo… El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna… Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en él. Lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí» (Jn 6,48ss).
b) Nosotros, eucaristía de Cristo para los demás: el amor fraterno:
La eucaristía no es sólo una «materia» sagrada. Es la acción de entregarse a los hermanos y de ser uno con ellos. No se puede «recibir» la comunión y no «ser» comunión. Cristo adquiere cuerpo no sólo bajo la figura de pan, sino también bajo la forma de la comunidad. No se puede recibir el cuerpo de Cristo y rechazar a los hermanos, porque ellos son el cuerpo de Cristo. «Porque, aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1 Cor 10,17).
El contenido medular de la eucaristía es hacerse esclavo de los demás: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros» (Jn 13,12ss).
«El mayor entre vosotros sea como el menor y el que manda como el que sirve… Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Lc 22,24ss)
«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros» (Jn 13,34ss).
«Permaneced en mi amor» (Jn 15,9).
«Vivid en el amor como Cristo os amó» (Ef 5,2).
c) Características de este amor:
evangélico y sacramental: en mí, ama el mismo Cristo.
gratuito: incondicional, sin compensación, aunque no lo merezcan.
total: sin límites ni reservas.
interior: nacido del corazón.
3. REFLEJAR A CRISTO
«Pues cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga» (1Cor 11,26).
«Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, pues para mí la vida es Cristo» (Flp 1,20ss).
«Con Cristo estoy crucificado y, vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal 2,19ss).
4. LA EXPERIENCIA DE UNA AGONÍA DE AMOR
Penetra hondamente en la pasión del corazón: la soledad, el abandono de los suyos: «Vino a los suyos y los suyos no le recibieron» (Jn 1 ,11).
«Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará» (Jn 13,21).
Pide un amor sufrido que te haga experimentar la alegría del sacrificio, no desertar del prójimo porque cuesta convivir o compartir: «Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo: en él está nuestra salvación, vida y resurrección, él nos ha salvado y libertado» (Introito de Jueves Santo).
«En cuanto a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo» (Gal 6,14).
Pide saber cumplir la voluntad del Padre, y no tu gusto, aunque te cueste, y precisamente porque te cuesta: «Hágase tu voluntad no la mía» (Mc 14,36).
5. PARA LA ORACIÓN PROFUNDA
Toma uno de estos textos, una palabra, y ponla en los ojos, en el corazón, en la vida. Si comulgas con ella, o mejor, te dejas comulgar por ella ¿qué cambiaría en tu vida? Acoge. Comulga. Identifícate. Con la palabra más oportuna, emprende el proceso de transformación:
SALGO DE MÍ. VOY A TI. TODO EN TI. NUEVO POR TI.
Francisco Martínez
«Vivir el Año Litúrgico»
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