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generar en pdf trabajo en grupoVENCER LA MEDIOCRIDAD
Orientación del trabajo
Sería estéril afrontar este tema como simple tema, en lugar de asumirlo como verdadero problema personal confrontándonos en serio a nosotros mismos. Y sería peor no reconocer el fenómeno de frialdad y de indiferencia que caracteriza nuestra época, y que está en la base del fenómeno social de la mediocridad. No saber o no querer confrontarnos con él sería muy grave y haría inviable el mismo remedio.
Punto de partida fundamental: Dios es incompatible con lo fragmentado, lo mediocre. Hablar de Dios es pensar siempre en clave de Infinito y de perfección. Dios, en sí mismo, es Inmensidad e Infinitud, Eternidad y Plenitud. Y si lo contemplamos acercándose al hombre, como él es en sí, esta Plenitud se reconvierte en Paternidad ofrecida, Filiación recibida, Espíritu compartido, es decir, Intimidad dada y participada. Esto marca de Infinito al hombre. El hombre es ser finito, pero tiene hambre capacidad de infinitud. Dios en su Dinamismo Interno (el Padre engendrando al Hijo, El Hijo siendo engendrado por el Padre, Padre e Hijo espirando al Espíritu) es un proceso infinito de comunicación y de comunión intratrinitario, y en su Dinamismo Externo (la Creación) es suma Actividad Vital. Tanto cuando se asocia al hombre para que correalice su Vida Intratrinitaria, como cuando le hace “socio” en su capacidad de crear, Dios comparte con el hombre su Infinitud, su Perfección, su Inmensidad. Ser u obrar a medias, nada tiene que ver con Dios.
Dios nunca es disminución. La origina el hombre. El mediocre disminuye a Dios, se disminuye él mismo mental y espiritualmente y vive disminuyendo a los demás. Es un sembrador de muerte que, al no tener conciencia de ello, añade desgracia mayor.
Dios, dinamismo Infinito: El mensaje bíblico
Dios crea al hombre y deposita en él un “Plus” maravilloso: lo hace un ser finito, per con tendencias infinitas. Quiere que el hombre “no viva solo”, no se reduzca a aislamiento y soledad, y le manda: “creced… dominad…”.
Cuando Dios le intima la Ley, para que permanezca siempre religado a él, le habla de: Amar con “todo el corazón”, con “toda el alma”, con “todas las fuerzas”, con “todo el ser”. Este cuádruple “todo” se refiere a hacer con él una misma historia, a estar siempre presente con él en una presencia activa y responsable en la historia de Israel.
La esencia del mensaje de Jesús apunta a un “Plus” sorprendente en cada persona: ha de vivir con los valores de las bienaventuranzas que son las actitudes superiores de Cristo de cara a los hombres.
El seguidor de Jesús ha de alcanzar la conciencia de que “su vida es Cristo”. Tenemos que tender a ser él, vivir en él, conseguir que su Plenitud sea nuestra personal plenitud. Y lo propio ha de hacer en su relación con los demás: considerarlos como “miembros de miembros”, amándoles como a sí mismo siempre y en todo. La gracia es no solo del orden moral, del orden del “tener”, sino del “ser”: Somos “partícipes de la divina naturaleza”. Estamos ordenados a Infinito.
Dios nos ha creado para que nos dejemos activar por él gracias al Espíritu Santo. Él permanece y actúa en nosotros y nosotros tenemos que dejarle actuar en nosotros. Jesús habla de una sorprendente homogeneidad de vida y acción Dios-hombre: El Viñador (Padre), la cepa (Cristo), los sarmientos (nosotros) poseen los mismos frutos, la vida en Dios. Nuestra identidad, actividad y responsabilidad es Cristo: “Ser hijos del Padre” (“haréis cosas mayores”), estar “Movidos por un mismo Espíritu” (“El Espíritu se une a nuestro espíritu”). El cristiano ha de amar con el amor agapé, el mismo amor de Dios.
Jesús quiere el crecimiento y desarrollo en todos: semejante es el reino a una pequeña semilla (Mt 13, 31-33): “Decía también ¿A qué compararemos el reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo pueden anidar en sus ramas… El Reino de los cielos es semejante a la lavadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo”.
Dios quiere nuestro máximo rendimiento: Parábola de los talentos (Mt 25, 14.30). Premia a los dos siervos que producen: “Bien, siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te pondré por eso al frente de lo mucho; entra en el gozo de tu señor”. Castiga al siervo perezoso: “Siervo mal y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí,… quitadle su talento y dádselo a quien tiene diez talentos. Porque todo el que tenga, se le dará y sobrará: pero al que no tenga, aun lo que tiene se le quitará”.
Mt 10, 34-39: Jesús nos invita a renunciar a todo por él: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y sus propios familiares serán los enemigos de cada cual. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no tome su cruz y me siga, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá; y el que pierda su vida por mí la encontrará”.
Apoc 3,15-21: Dios aborrece la mediocridad: “”Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. Dices: soy rico; me he enriquecido, nada me falta. Y no te das cuenta de que tú eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego, para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. Yo a los que amo reprendo y corrijo. Sé, pues ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo, en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono”.
Mt 11, 16-17: Jesús recrimina la incapacidad de responder. “Pero ¿con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados a las plazas, se gritan unos a otros diciendo: “Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas y no os habéis lamentado”.
Lc 9, 57-62: El seguimiento de Cristo no admite merma o excusas: “Mientras iban caminando, uno le dijo: “Te seguiré a donde quiera que vayas”. Jesús le dijo: “Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. A otro dijo: “Sígueme”. Él respondió: “Déjame, primero, ir a enterrar a mi padre”. Le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa”. Le dijo Jesús: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el Reino de Dios”.
Mt 3,44-45: Encontrar a Jesús es como descubrir el tesoro o perla de máximo valor: “El Reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel. También es semejante el Reino de los Cielos a un mercador que anda buscando perlas finas, y que al encontrar una de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra”.
Toda la Tradición ha interpretado la vida cristiana en clave de crecimiento como ley suprema de vida y ha hecho referencia a los incipientes, proficientes, perfectos
Mediocridad: sinónimos y antónimos
Disminuido. Anormal, Insuficiente, no realizado
Alienación mental y afectiva en la convivencia y en la prosecución del fin
Un estar sin estar
El que camina a su marcha, no asume los caminos de nadie, el difícil
Ajeno al fin y al medio: Persona extraña, no integrada, no entusiasmada
La tibieza
La crispación, el enfado, la negatividad, la presunción, la imposición
La inadaptación. Frialdad. Indiferencia. El NO-Amor
De calidad media
Estar a medio camino
No avivar el don con que uno se siente agraciado por Dios y la Naturaleza bajo la forma de ternura
No ser fiel a las propias convicciones
No ser fiel a sí mismo
Conformismo, ser del montón
Ser rebaño. Conformarse a los otros. No ser uno mismo.
Los mediocres: Trazos antropológicos
El mediocre prescinde de la parte más gloriosa de la vida espiritual: la mística, aquella en la que Dios actúa en el hombre sin el hombre. Vive de su razón y a su aire
La mediocridad supone un Dios menos conocido, menos amado, menos disfrutado.
El mediocre practica la disminución en todo lo que toca, es disminución y vive disminuyendo: Dios, la comunidad, la familia, la sociedad, la ciencia, los proyectos.
Amar menos es una especie de suicidio
Los grandes espíritus siempre han encontrado una violenta oposición por parte de los mediocres (Einstein)
Ser original es poner de manifiesto la mediocridad de los demás
Mediocridad es ausencia de pasión
Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer y amar lo que uno hace
El amor superficial ama únicamente en el momento, el amor verdadero ama toda la vida
El orgullo de los mediocres es hablar siempre de ellos. El orgullo de los grandes es no hablar nunca de ellos
Los mediocres suelen criticar aquello que no está a su alcance
Una de las pruebas de la mediocridad es no acertar a reconocer la superioridad de los otros
La mediocridad es lo excelente para los mediocres
Un país que grita más en los espectáculos que en los valores es absolutamente mediocre
Ser incapaz de entusiasmo es señal de mediocridad (Descartes).
Cuando el mediocre no entiende, o se siente incómodo, ataca y embiste
Cuando nos conformamos con la mediocridad el mundo no crece
El mediocre impone sus ideas porque no tiene otras
¿Eres capaz de dar lo mejor de ti mismo, de ir más allá de tus límites, de dar siempre más …?
Hacer solo lo que hace todo el mundo, es signo de mediocridad. Hacer solo “lo mío” es miseria humana
Mediocre es culpar a los otros de sus limitaciones y defectos y no ver los propios
Ser bueno no es suficiente
La excelencia siempre tiene su propia marca
El mediocre da lo que dan todos, o hace siempre lo que hace el promedio de la gente, no da nunca lo mejor. Nunca da cosas inesperadas y positivas. Es siempre “no” o “sí-pero…”. Está instalado en la zona del ego. Es supervisor aun cuando sea un patán. Vive en la zona del negativismo destructivo, se queja constantemente. No resalta lo positivo de los otros, sino sus negatividades. Solo busca lo que le agrada. Solo piensa en el ahora, no hace futuro. Se victima frecuentemente. No se involucra en sus trabajos. Cumple los mínimos. Piensa que el mundo está en deuda con ellos. No soporta el éxito de los demás. Anhela que los proyectos de los otros fracasen. No es contemplativo: vive para el momento. Hace las cosas por hacerlas
SIGNOS DE MEDIOCRIDAD
Carecer siempre de iniciativa
No acabar bien las cosas y compromisos
No comprometerse a tope
No participar, no estar integrado
Protestar siempre y de todo
Francisco Martínez García
FELIZ AÑO NUEVO Y BIENVENIDOS.
Un año nuevo es como una agenda sin estrenar donde iremos dejando constancia de nuestros acontecimientos diarios hasta contemplar una obra excelente, mediocre o pésima. Con la bendición de Dios y la ayuda maternal de María comenzamos haciendo juntos la oración:
Infúndenos tu Espíritu, Padre nuestro que estás en nosotros, para ahondar en nuestra vida interior, frecuentar la oración. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén
Escuchamos el Evangelio del domingo (inserto en la categoría “Evangelio y su comentario”) y tras un breve silencio compartimos que nos dice la Palabra de Dios.
El tema propuesto para las próximas reuniones es “vencer la mediocridad” (inserto en la categoría ”Revisión de vida”). Dios crea al hombre y deposita en él un “Plus” maravilloso: lo hace ser finito pero con tendencias infinitas.
Descubrir ese “Plus” al que estamos llamados exige interioridad, oración. Al orar nos hacemos conscientes de la cercanía real de Dios a nosotros. En ella nos acogemos por la conversión del corazón al Dios de Jesús, que nos ama y nos salva. Déjate empapar por el misterio.
Desde esta convicción te invito a que anotes qué signos de mediocridad tienes. Escoge uno y profundiza a la luz del Evangelio. Mira, escucha, ten paciencia, contempla el Texto. Algunas de las siguientes preguntas nos pueden ayudar:
¿Por qué no cambio?. ¿Qué dificultades tengo? ¿Identifico los fantasmas que habitan en mí y condicionan mi crecimiento? Algunas pistas: ¿Hago oración?, ¿cómo la hago?, ¿soy capaz de separar mi deseo con el deseo de Dios?, ¿Me dejo ayudar?
Finalizamos la reunión dirigiéndonos al Padre con la oración que nos enseñó Jesús. Padre nuestro…
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