Lecturas
Éxodo 34, 4b-6.8-9 – Salmo: Daniel 3, 52-56 –
2ª Corintios 13, 11-13
Juan 3, 16-18
Comentario
LA SANTÍSIMA TRINIDAD, 2017
La Iglesia, concluido el ciclo pascual, celebra hoy la fiesta de la Santísima Trinidad. Toda la historia de la salvación, y la misma oración litúrgica, tienen una estructura trinitaria, si bien hay un gran desconocimiento de ello. Una de las razones de peso del abandono de Dios por parte de muchos ha sido el ubicarle predominantemente en el terreno de las leyes y normas, lejos de unas relaciones prioritariamente afectivas. Es ciertamente muy de desear que todos puedan encontrarse fácilmente con Dios. Para ello es imprescindible que los evangelizadores, purificando muchos conceptos catequéticos, sepamos ofrecer una imagen mucho más verdadera de Dios. Lo hizo Jesús con Nicodemo, como nos relata el evangelio de hoy. Es este un personaje importante en la comunidad de Juan, señalado como “aquel que fue de noche a ver a Jesús”. Juan destaca en él el ejemplo de una fe que sale de las tinieblas para manifestarse de forma pública y adulta en el momento de dar sepultura al cuerpo de Jesús. Con Nicodemo Jesús realiza su primera gran autorrevelación. Expresa lo más nuclear del mensaje cristiano tal como lo captó el autor del cuarto evangelio. Dios nos ha dado a su propio Hijo como encarnación histórica de su rostro de amor. Dios mismo, en el Hijo, se da en un amor irreversible. En él nos da todo y él mismo se da del todo. El don del Hijo significa que Dios ama muy en serio al hombre. Con el Hijo en nosotros, Dios jamás retractará el amor que nos tiene. El Hijo se hace uno con nosotros, de la misma forma que él es uno con el Padre.
En sus comienzos la Iglesia no celebró sino una sola fiesta, la pascua, la resurrección del Señor. Esta se estructuró, primero, en la celebración de los domingos, “el día del Señor”, y posteriormente en la celebración anual de la pascua. En torno a la pascua se fueron desarrollando paulatinamente en la Iglesia madre de Jerusalén las fiestas singulares de los diversos misterios de la vida de Jesús. En realidad era el mismo acontecimiento explicado en sus diferentes etapas. Muy posteriormente, y de forma muy subordinada, nacieron las fiestas de los mártires y santos. El misterio trinitario ha estado presente desde los mismos inicios en la celebración de la fe. Todo procede del Padre por medio del Hijo en el Espíritu y todo retorna en el Espíritu por medio del Hijo al Padre.
EL CONOCIMIENTO DE UN DIOS TRINIDAD
Que Jesús era y aparecía como una persona singular y concreta fue algo evidente sobre todo a partir de su manifestación pública. Pero enseguida Jesús se situó en vital referencia a su Padre del cielo. Perdido de niño en el templo de Jerusalén, en su peregrinación familiar desde Nazaret, respondió a sus padres “¿no sabíais que debía estar en las cosas de mi Padre?” (Lc 2,49). “Padre” era el título con el que Jesús se refería a Dios. Jesús hace una utilización progresiva de este título. Para Jesús, “Padre” era sinónimo de “Dios”. Consta en numerosos textos que Jesús utilizó esta expresión en todas sus oraciones. Habla de un conocimiento mutuo absolutamente superior, único, como el de un padre con su hijo y el de un hijo con su padre. Nos recomendó no llamar Padre a nadie sobre la tierra, solo al Padre del cielo. Jesús fue un innovador cuando llamó a Dios de esta manera. Aseguró que el Padre y él eran una misma cosa. Que el Padre permanecía en él y él en el Padre, con una identidad absoluta tanto en el ser como en el obrar. El Padre era la razón de su misión y de su vida y, en la enseñanza capital del padrenuestro, extendió esta noción a nosotros. Él siempre se dirige a Dios como “mi Padre”. A nosotros nos enseña a decir más bien “nuestro Padre”.
De igual forma, Jesús habla del Espíritu como de una Persona actuante que él mismo enviará a la comunidad y a cada uno de los creyentes. El Espíritu aparece como autor de todos los hechos trascendentes de la vida de Jesús, de la comunidad creyente y de cada uno de sus miembros. Realiza la encarnación de Jesús y lo declara Hijo de Dios y Mesías en el Jordán. Jesús promete enviarlo al marcharse él, no en sustitución, sino como un modo de presencia más íntimo interior. En la nueva comunidad el Espíritu elige a los enviados, crea la comunión, edifica y hace progresar a la Iglesia. Habita en el cristiano, en su cuerpo, hace del cristiano una misma cosa con Cristo, origina el nuevo nacimiento de lo alto y la filiación divina de los creyentes. Es autor del conocimiento, del amor, de la fidelidad y concordia. Ilumina y mueve al cristiano y a la comunidad.
Lejos de hablar de tres sujetos independientes, Padre, Hijo y Espíritu, habla de una unidad vital en la que cada Uno está en el Otro siendo una misma cosa con él. El Padre y él son Uno. Y el Espíritu es “su Espíritu”. Siendo un solo Dios se mencionan tres personas en absoluta unidad y comunión. El Padre aparece como origen y fuente de vida dentro y fuera de Dios. Y es también destino y meta absoluta y universal. El Hijo aparece como imagen, revelación, palabra, sabiduría y conocimiento, como resplandor y gloria del Padre. Y se habla del Espíritu como amor y comunión, como fuerza, gozo, alegría, que todo lo hace y todo lo transforma. Dios es Padre, Hijo, Espíritu. E Ser, Conocer y Amar. Es Amante, Amado y Amor. Es Vida, Verdad y Amor infinitamente dados y comunicados. Ese mismo Dios, siendo y viviendo trinitariamente, vive “siendo” comunicación infinita, vive “viniendo” a nosotros tal como es en sí, y vive “estando y permaneciendo” en nosotros, dentro de nosotros, para que le compartamos, para que correalicemos con el su vida íntima. Dios es Dios, actúa como Dios y hace de Dios en todos y para todos.
VIVIR TRINITARIAMENTE
La máxima gracia del hombre es encontrarse con el Dios viviente. Dios es lo mejor del hombre. Dios quiere estar en nosotros como lo mejor de nosotros. El alejamiento de Dios es disminución del hombre. Muchos buscan fuera lo que tienen dentro. “Dichosos los que sin ver, creen” (Jn 20,27). Dios es el Ser Infinito, Verdad Infinita, toda la Bondad, Dios es todo el Amor. Y es siendo más, conociendo más, y amando más cómo nos acercamos a Dios. El cuerpo tiene sus placeres. La mente tiene los suyos y son superiores. El destino nos ha deparado a Dios como horizonte y meta de vida. A todos nos atrae el deleite, la felicidad. Un corazón amante comprenderá bien estas cosas. Dios está siempre con nosotros, pero nosotros no siempre estamos con Dios. Estamos retenidos por muchas cosas que sin Dios no existirían. Necesitamos una luz nueva, una atracción superior que nos ponga en camino.
Participamos del Padre siempre que somos positivos, creadores de verdad y de bien, o tenemos iniciativas que elevan y alegran, cuando somos hogar y acogida, convergencia y destino para otros, cuando otros se sienten dichosos porque nosotros existimos. Participamos del Hijo cuando somos buena noticia, palabra humanizadora, relación compartida, conocimiento que eleva y alegra, salida que sana, libera y mejora. Participamos del Espíritu cuando irradiamos amor, bondad, alegría, paz, ilusión, comprensión y perdón, cuando tenemos elegancia y delicadeza de ánimo.
Dios es Trinidad y lo que es en sí lo quiere ser también para nosotros. Pidamos a Dios Trinidad que le conozcamos mejor y que él sea nuestro hogar y nuestra dicha eterna.
Francisco Martínez
E-mail:berit@centroberit.com
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