El pasado 10 de octubre de 2021, el Papa Francisco convocó a la Iglesia Universal a un nuevo Sínodo de los Obispos, esta vez dedicado a la sinodalidad, y dedicado especialmente a discernir sobre la pregunta “¿Cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal), ese “caminar juntos” que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo con la misión que le fue confiada, y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?”.
Como es sabido, el proceso se ha estructurado fundamentalmente en tres fases sucesivas: una diocesana, otra continental y una final, universal.
El “Instrumentum Laboris” (IL) se configura como una herramienta de trabajo para los participantes en los trabajos de esta primera sesión de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo. Si en ocasiones anteriores, el IL era un documento que había que enmendar, mejorar, por los padres sinodales, para llegar a un nuevo documento, el IL actual tiene como objetivo principal y como apoyo a la metodología de la asamblea. Por ello, el IL, como novedad de este sínodo, no sugiere respuestas, sino que apunta, articula algunas intuiciones que han surgido en el proceso, abre interrogantes e invita a profundizar.
El IL ha sido redactado por miembros de la Comisión Preparatoria de la Asamblea así como por el Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo con el asesoramiento de Consultores y funcionarios, así como de teólogos, canonistas y otros expertos y de los diferentes prefectos de los dicasterios vaticanos.
El propio IL señala que este se encuentra basado en la fase previa de escucha y, especialmente, en los Documentos finales de las Asambleas continentales y, por tanto, enraiza en los documentos anteriores del proceso, y tiene como finalidad “impulsar el proceso y encarnarlo en la vida ordinaria de la Iglesia, identificando las líneas sobre las que el Espíritu nos invita a caminar con mayor decisión como Pueblo de Dios”. “No es producir documentos, sino abrir horizontes de esperanza para el cumplimiento de la misión de la Iglesia”. El documento solicita que la Asamblea “sea un momento de efusión del Espíritu, pero, más aún, que la gracia nos acompañe cuando llegue el momento de actualizar sus frutos en la vida cotidiana de las comunidades”.
El IL articula algunas de las prioridades surgidas de la escucha al Pueblo de Dios, como preguntas dirigidas a la Asamblea sinodal y contempla expresamente la conciencia de la necesidad de tomar la Iglesia local como punto de referencia privilegiado, como lugar teológico donde los bautizados experimentan concretamente el caminar juntos. Pero no replegada sino abierta a su vinculación con las demás Iglesias y, en particular, con la Iglesia de Roma.
Por lo que se refiere a la estructura del texto, se divide en dos secciones: una primera sección (Sección A), en la que enuncia características fundamentales o señas de identidad de una Iglesia sinodal; la segunda, sección B (“Comunión, Misión, Participación”). Preguntas sobre las tres prioridades, que incluye cinco fichas para los Circuli Minores. Se contempla la necesidad de que la Asamblea mantenga “la tensión a visión de conjunto (Sección A) y la identificación de los pasos a dar, necesariamente concretos (Sección B)”.
En la primera de las Secciones, el documento presenta las características, los signos característicos de una Iglesia sinodal: aquella que está fundada en el reconocimiento de la dignidad común que deriva del Bautismo, que es cada vez más sinodal, también en sus instituciones, estructuras y procedimientos; “una Iglesia de la escucha”; una Iglesia humilde, que sabe pedir perdón y que tiene mucho que aprender; una Iglesia de encuentro y diálogo; que no teme la variedad de la que es portadora, sino que la valora sin forzarla a la uniformidad, que promueve el paso del “yo” al “nosotros”; abierta, acogedora, que abraza a todos; que afronta con honestidad y valentía la llamada a una comprensión más profunda de la relación entre amor y verdad; con capacidad de gestionar las tensiones sin dejarse destruir por ellas; en contacto con la sana inquietud de lo incompleto; que se alimenta incesantemente del misterio que celebra en la liturgia; una Iglesia del discernimiento. En la segunda parte de esa misma Sección (la Sección A), se reserva un espacio para proponer la conversación espiritual o “conversación en el Espíritu”, como medio de discernimiento.
La sección B se ocupa de los tres temas prioritarios del proceso sinodal (comunión, misión, participación). Ahora bien, del resultado del proceso precedente, el IL propone un cambio de orden, colocando a la misión en el lugar “central”: “es en la relación con la comunión y la misión como puede entenderse la participación y por eso sólo puede abordarse después de las otras dos. En esta sección B es donde se incorporan las fichas para el trabajo de los miembros de la Asamblea General. Existen cinco fichas por cada prioridad, que incorporan perspectivas diferentes pero, al mismo tiempo, complementarias: “haces de luz que, desde distintos puntos, iluminan la misma realidad”.
El IL relata, en consecuencia, estos tres temas prioritarios del siguiente modo:
B1, Una comunión que irradia. ¿Cómo podemos ser más plenamente signo e instrumento de la unión con Dios y de la unidad del género humano?
B2. Corresponsables en la misión. ¿Cómo compartir dones y tareas al servicio del Evangelio?
B3. Participación, responsabilidad y autoridad. ¿Qué procesos, estructuras e instituciones son necesarios en una Iglesia sinodal misionera?
El pasado viernes, día 8 de septiembre, tuvo lugar un encuentro en el Centro Berit en torno a la reflexión sobre el Instrumentum Laboris dirigido a la convocatoria de la primera sesión de la XVI Asamblea General del Sínodo, convocado para el mes de octubre de 2023 (una segunda se celebrará en octubre de 2024), acogiendo la propuesta remitida por el Equipo sinodal diocesano de la Archidiócesis de Zaragoza a todos los coordinadores y grupos sinodales.
En el señalado encuentro, las personas participantes que desearon aportar su reflexión en torno al documento, manifestaron aspectos tanto desde el punto de vista de la oportunidad, como del propio texto y de su contenido, acogiendo la sugerencia remitida por el Equipo diocesano de la Archidiócesis de Zaragoza de reflexionar sobre el texto del IL. El texto que se incluye a continuación constituye un resumen de las diferentes intervenciones que se sucedieron en el citado encuentro así como de una aportación que se ha realizado por escrito.
Por una parte, desde el punto de vista de la oportunidad de la reflexión, algunos participantes pusieron de manifiesto la necesidad de profundizar en los diferentes “puntos fuertes” de la reflexión sinodal, especialmente en lo concerniente al ámbito comunitario en el que cada uno se encuentre y, en concreto, en lo relativo a la propia asociación: “nos pide nuestro testimonio y nuestro papel a la luz de la reflexión sinodal”. Otra aportación señala, en este mismo sentido, que “la posición y el poder del cristianismo en el mundo dependen de cada cristiano”. Señala esta misma aportación que resulta “fundamental la construcción de comunidad, célula de la Iglesia universal, abierta al encuentro, al diálogo, a la colaboración, a tender puentes. Evitar, desde la autoridad, búnkeres religiosos que no transparenten el mensaje evangélico. Que la parroquia sea atractiva por sus fieles no solo por el responsable superior de la misma.”
Otras aportaciones cuestionaron la oportunidad de analizar un nuevo documento sinodal que, en puridad, se encuentra dirigido a los miembros de la Asamblea General del Sínodo y no está pensado para ser objeto de reflexión de los fieles. El texto se torna, en ocasiones, excesivamente técnico, complejo o excesivamente extenso para resultar útil para la reflexión en ámbitos eclesiales no especializados. También se echa en falta en el mismo mayores referencias bíblicas.
Un Sínodo que ha generado francas expectativas. Y, en este sentido, se plantea que “la Iglesia evangeliza no solo a través de sus integrantes, sino que la institución es también evangelizadora y al final de este Sínodo Mundial debería mostrar al mundo que “en algo ha cambiado”, de otro modo sería frustrante”.
En todo caso, la reflexión se centró especialmente en el ámbito del tema “Corresponsables en la Misión”, tal y como proponían las orientaciones remitidas por el Equipo sinodal, que sugería elegir uno de los tres temas para concretar la reflexión en torno al texto. Se ofrecen por los participantes, aspectos “luminosos” en el texto: la relevancia de la Iglesia local, la importancia de vivir la fe en tu propio entorno, la necesidad de aceptar y valorar la diversidad, … Se destaca también la importancia del Sínodo como camino para a la Iglesia “más verdad”, ir a lo fundamental. La propia participación en el proceso sinodal constituye, en este sentido, un ejemplo y una oportunidad para generar dinamismo sinodal y favorecer la participación. En última instancia, se señala, “participar es servicio”.
En el ámbito de la ficha B.2.1, dedicada a la cuestión “¿Cómo podemos caminar juntos hacia una conciencia compartida del significado y el contenido de la misión?”, se pusieron especialmente en valor, en el seno del diálogo, aspectos como la renovación de la vida litúrgica de la comunidad como fuente de misión, la relevancia de una adecuada predicación, y la referencia explícita que realiza el documento a una “opción preferencial” para los jóvenes y familias. Se reivindicó, en este sentido, el relevante papel de las instituciones educativas de la Iglesia, que debe promover y propiciar esta dimensión preferencial, en el acompañamiento e iniciación a la fe de los jóvenes y de las propias familias. Al respecto, una aportación señalaría: “los cristianos deben ser buscadores del mensaje originario, a través de nuevos caminos y modos en una nueva época de la Iglesia, que supere las rutinas y prácticas heredadas no acompañadas de discernimiento evangélico y madurez espiritual. Requiere aprovechar los centros de educación católicos en todos sus niveles, y la oportunidad que presentan los públicos, con la formación debida de sus docentes. Revisar el currículum de los formadores, a su vez ejemplos y testigos, que incluya la cultura de la sinodalidad y la espiritualidad. Que presenten y orienten a vías futuras de participación en parroquias o entidades específicas según el carisma o don que cada uno vaya descubriendo”.
También se mencionó la propia referencia que realiza el IL al ámbito profesional, al compromiso social y político así como al voluntariado como ámbitos en los que se ejerce la misión y al reto de acompañar y apoyar a quienes realizar esta misión en ambientes particularmente hostiles y desafiantes. También se mencionó la necesidad de potenciar y reforzar la presencia de la Iglesia y de su misión en el nuevo marco digital, favoreciendo la promoción de contenidos útiles para la iniciación y la formación en la fe de los creyentes y también de los alejados e increyentes.
Por lo que se refiere a la ficha B.2.2., dedicada a la cuestión sobre ¿qué hacer para que una Iglesia sinodal sea también una Iglesia misionera “totalmente ministerial?”, algunas aportaciones se dirigen a diversificar y promover nuevos ministerios bautismales, sean o no instituidos, para satisfacer necesidades actuales de la Iglesia, que piden un servicio explícito. Se mencionan algunos ejemplos, como el de formador, el de facilitador de procesos grupales (sinodales), que logre generar sinergias partiendo de las diferencias, el de acompañante en el proceso de fe, alguien que escuche la historia de personas con dificultades, inmigrantes, etc.
En el ámbito de la fecha B.2.3., relativa a cómo puede la Iglesia de nuestro tiempo cumplir mejor su misión mediante un mayor reconocimiento y promoción de la dignidad bautismal de las mujeres, alguna intervención considera que la cuestión de la participación de la mujer en el ámbito eclesial resulta una cuestión, en parte, superada por el sentir general de los creyentes. Se destaca, por otra parte, que la presencia de las mujeres consagradas ha logrado mayores cotas, tanto en el ámbito del gobierno de la Iglesia como en el ámbito teológico. Y se plantean entre las diferentes opciones propuestas por las personas participantes, ampliar el diaconado a las mujeres o integrar la teología feminista en la Iglesia “de modo oficial”.
Alguna aportación se refirió igualmente al ámbito de otras fichas de este mismo tema. Por ejemplo, en relación con la estructura jerárquica y los procesos de toma de decisiones, en el sentido de “no confundir “sinodalidad” con “democratización”, de lo contrario “sería caer en la mundanidad”. No es “lo que decida la mayoría” sino que animados por el Espíritu generamos consenso y reconocemos la opinión cualificada de la jerarquía”. Pero al mismo tiempo, esta misma aportación propone hacer más “sinodales” los procesos de decisión interna (por ejemplo, en concreto, que un comité de laicos representativo de la diócesis pueda participar en la elección de un obispo o evitar cargos indefinidos en los ministerios episcopales, pudiendo establecerse una limitación temporal, que permitiera su evaluación lo que “mostraría al mundo la autocrítica y humildad que predicamos”).
En términos generales, se produjeron intervenciones que llamaban a lograr que la misión sea realmente integradora, que permita “salir a la periferia”, superando reflexiones endogámicas o centradas en nosotros mismos.
Por otra parte, se generaron intervenciones en el sentido de que el Sínodo no afronta los problemas más relevantes a los que se enfrenta hoy la Iglesia; en contraposición, otras intervenciones recordaron cuál es realmente el objeto del Sínodo, que se centra más en el “cómo” que en el “qué”, y recordando la importancia que para cualquier organización (incluyendo especialmente la eclesial) tiene cómo realizar los procesos de toma de decisión, de una manera integradora e inclusiva, sin obviar conflictos ni diferencias y concibiendo a la variedad, a la diversidad, como fuente de sabiduría y de enriquecimiento mutuo.
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